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Agradecemos a la Diagonal Hispanohablante de la Nueva Red CEREDA
ZAPPEUR
Boletín del Instituto del Niño
Taller de Estudio
Verán los boletines uno a continuación del otro
ZAPPEUR nº 1
Junio 2020
EDITORIAL
EL UNO DE PELUCHE
Por Valeria Sommer Dupont
“¡Lo que llamo “el uno de peluche”! Está al alcance de todo el mundo. ¿Quién es la persona aquí que no tuvo su oso de peluche durante su infancia y no lo mantuvo más allá de todos los límites? (hablo de las personas femeninas)”. J. Lacan (1)
Para abrir esta nueva serie de Zappeur destinada a explorar el tema de estudio que nos ocupa esta vez, La sexuación de los niños, comenzaré por contar una historia.
Había Una vez, una hystoria de osos, de un oso de peluche ofrecido entre docenas de otros peluches como regalo de nacimiento a un niño. Elegido, entre todas esas ofrendas de piel suave, fue elevado al estatuto de osito de peluche, destacado entre la multitud, incluso antes de ser seleccionado. ¿Por qué este y no otro? Misterio, elección insondable de partenaire sexual del niño. El niño estaba apegado a este oso. Dependía tanto parar dormir, calmarse, salir, jugar y además eso hacía mucho más fácil las idas y venidas de la vida familiar que inmediatamente, los padres tuvieron miedo… “de … Ay que no lo pierda! ¡Eso sería la catástrofe!” Lacan nos enseñó a leer en ese “no” expletivo, un signo del sujeto de la enunciación. Los padres temen que no lo pierda. Esas palabras dicen más de los padres, quienes las enuncian, que del sujeto a quien dicha frase pretende referirse. La catástrofe ¿para quién, si nunca él no lo pierde? Es el tiempo de los embrollos.
Por si acaso, porque nunca se sabe, compraron otro… un oso de peluche, un oso de más. Un doble. Uno de repuesto: el cual “en caso de perderlo, olvidarlo o incluso cuando el osito esté sucio podrá -como prometen quienes saben y están en el negocio– encontrar un lugar privilegiado en los brazos del bebe”. Pero nada es menos seguro que eso. Y para asegurar ese destino forzado del doble, hay abundantes consejos a seguir. En primer lugar –banal pero necesario- comprar ese doble antes de que no haya más en stock (¡capitalismo obliga!), después las cosas se precisan: dar de inmediato el de repuesto al bebe para que se impregne, como el otro, del olor del niño. Hacer de dos, Uno, es el programa, indiferenciarlos para evitar el drama que se le supone a la pérdida. ¿A la pérdida de goce? -¿Goce de la pérdida? Asimismo, hace falta asegurar la alternancia metódica, para que estos dos se vuelvan Uno, lo mismo.
Pero un cuerpo de peluche se hace, porque del Uno del peluche el niño se goza. ¡No se vuelve peluche quien quiere! El devenir peluche de Un oso cualquiera o de un trozo de tela, se debe a que, ante la contingencia de un encuentro, se preste como superficie, recibiendo los rastros de goce de una experiencia pulsional de la cual se hace objeto. El oso cobra vida de peluche, cuerpo-de-peluche marcado por la experiencia sexual precoz del niño: chupado, mordido, rasgado, acariciado, arrojado, recuperado, manoseado, sucio. Se hace piel, se impregna. A pesar de la voluntad de hacer de ellos (de los dos osos) Uno, para conjurar el drama tan temido a pesar del esfuerzo para delimitar la unicidad, los dos osos de esta hystoria no han sufrido el mismo destino. El niño, reacio al Otro parental, inmediatamente los distinguió, operando así la pérdida – ¡uf!- que cuánto el Otro “no” temía. Para él, esos osos no eran dos, ni dobles, sino Uno y otro. Ni masculino, ni femenino, los atrapa como Osos grises y Osos dulces, con una lengua que porta los trazos de la “semiósis resbaladiza que cosquillea el cuerpo” (2). Es el Oso gris quien fue elegido, incluso si el color original era el mismo. Uno tomó un matiz gris, imperceptible a los ojos del Otro, un sutil brillo de piel que le ha dado un lugar privilegiado. El “gris” en cuestión no tenía sentido en una oposición cromática –el otro oso no era ni más ni menos gris, marrón, blanco u otro color- sino en una textura de goce, comienzo de la sexuación del niño que el significante gris indexa sin absorber. Peluche no tiene más Keuno. (3)
Entre otras cosas, es por el estatuto de ese Uno, su valor de uso y las consecuencias clínicas que emergen de él, que el tema La sexuación de los niños nos pone al trabajo, más allá de todos los límites ligados a las diferencias sexuales. Este primer número de Zappeur se abre con una serie de tres. Cada texto para apreciar en su singularidad. Un texto de Jean- Robert Rabanel, Un texto de Daniel Roy y Un texto de Laura Sokolowsky, quienes lanzan bases sólidas de un programa de estudio y de investigación, ricas y tentadoras.
¡HAy paraler! (4)
Notas
1- Intervenciones sobre la exposición de Ch. Bardet-Giraudon: “De la novela conocida como el discurso del hombre mismo que escribe” en el Congreso de la Escuela freudiana de Paris sobre “La técnica psicoanalítica”, Aix-en-Provence (de tarde). Aparecieron en las Lettres de l’École freudienne 1972, n°9, pp. 20-30.
2-Lacan J. El Seminario, libro XXI, Los no incautos yerran. Lección del 11 de junio de 1974, inédito.
3-Cf. Lacan J., “Joyce el Síntoma” en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires , 2012, p. 591.
4-En el texto original “Y’a d’quoi lire!”, utilizando las contracciones que la lengua francesa permite, y haciendo alusión a la formulación que Jacques Lacan realiza en el Seminario XX: “Y a d´ l´ Une”. Hemos buscado una forma similar en español. Así ¡Hay para leer!, se ha transformado en ¡HAy paraler! (N de la T)
Traducción: Giuliana Casagrandre
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico) Diagonal Americana- Rosario
.
Sobre lo real de la sexuación en la infancia
Por Jean-Robert Rabanel
¿Cómo captar la inflexión brindada a nuestra investigación por Jacques Alain Miller, desde la diferencia sexual a la sexuación en los niños? ¿Será esa una inflexión del Lacan clásico, el del inconsciente estructurado como un lenguaje, el del Otro previo, sobre el Lacan del objeto hasta el Lacan del goce? La sexuación del niño confirma el pasaje al Otro que no existe.
La diferencia traduce la presentación del sexo, con Freud como un sexo psíquico y no biológico, al igual que la desviación de los post freudianos, especialmente los médicos neoyorkinos de la IPA. La diferencia de los sexos insiste sobre la importancia de la anatomía humana y de la visión para acentuar las consecuencias psíquicas. Concuerda con la vertiente de oposición del significante articulado, S1 – S2, que hace valer la identificación significante con un significante sólo, alrededor del tener o no tener. Promoviendo la significación del sexo, la diferencia deja la problemática de lo real de la sexualidad en los desfiladeros del significante que Lacan problematiza en el Seminario XI (1) con el estatuto de resto del objeto (a) y los objetos pulsionales. Aquí, un significante toma un lugar predominante, el falo como significante del goce.
Lacan va a pasar del significante a la función proposicional por su lazo a lo real, aislando varias funciones: la función del síntoma, la función fálica y la función de lo escrito por el goce. Esta es la consideración
de la lógica proposicional según Frege, quien introduce que el verdadero imposible, será la imposibilidad de escribir la relación entre los sexos. De esta forma se sitúa la sexuación en el Seminario XX (2) y en el texto “El atolondradicho”. (3).
Vendrá con la última enseñanza de Lacan (4) la dimensión del cuerpo hablante y del parlêtre al lugar del sujeto como sustitución de la referencia platónica de la significación del sexo, la consideración aristotélica del sentido gozado, del goce del cuerpo que hace falta.
Por lo tanto, no estamos ya en la pseudobiología de las pulsiones freudianas, ni tampoco en la mascarada de los semblantes del sexo significante, sino en el acercamiento a la sexualidad a partir del goce, es decir, a partir del Uno separado del Otro, el Uno sólo, que conviene a eso que Lacan resume de lo que dice Freud sobre la sexualidad: no hay relación sexual.
La diferencia tomada a partir de la estructura significante
La diferencia de los sexos es tomada a partir de la castración reescrita de acuerdo a la función de la palabra en el campo del lenguaje, que promueve el falo como significante único en el inconsciente, al que los sexos se relacionan, según la modalidad de serlo y tenerlo, es decir, los dos auxiliares de la lengua. La diferencia de los sexos que, para Freud, vale por sus consecuencias psíquicas inconscientes, será resituada, por Lacan, en la incidencia del falo en la estructura subjetiva. Esta presentación de las diferencias de los sexos, vale entonces por su versión identificatoria. Esta es la verdad de la diferencia de los sexos.
Lacan habla, en efecto en términos de mascarada fálica para los dos sexos. El falo interviene como significante para recubrir, enmascarar la no relación sexual. Esta versión identificatoria del falo irrealiza las relaciones entre los sexos. La incidencia de la diferencia es llevada sobre la estructura subjetiva, estableciendo nuevas simetrías entre deseo y amor.
El Edipo apunta, en el niño, al deseo y apunta al amor en la niña. Eso que hombre y mujer tienen en común es la castración, pero solamente porque son lo mismo. Queda el enigma de la feminidad. En 1958, Lacan revive el debate sobre la querella del falo (5) con la afirmación de la posición clave del significante fálico en el desarrollo libidinal, es decir, la cuestión del estatuto –imaginario, real o simbólico– teniendo en cuenta la incidencia del falo en la estructura subjetiva (6) (transcripción del desarrollo en sincronía), reservando así una parte inanalizable del sexo, de la que se establece la alteridad radical femenina.
La diferencia a partir del goce
Otra cosa es la diferencia sexual considerada a partir del Otro que no existe. Desde entonces empiezan a existir otros sexos que los dos -masculino y femenino- que autoriza el falo, la castración y el campo del lenguaje a aquel que habla, y que están muy cerca de lo que supone el género.
Es esta diferencia sexual la que nos lleva a considerar la sexuación más allá del Otro y de una distinción radical con el género, es decir, según el cuerpo que lo simboliza: “El goce del Otro, del Otro con mayúscula, del cuerpo del Otro que lo simboliza, no es signo de amor” (7). El sexo, no es ya a subjetivar por un sujeto definido como lo que representa un significante para otro significante, sino como un signo, identitario esta vez, entregado por quien sustituye al Otro estructurado como un lenguaje y que no existe: Hay de lo Uno y nada del Otro. Es aquí que debe hacerse lugar al texto de Lacan “El atolondradicho”, es un ejercicio fregeano (8). La función de lo escrito viene al lugar de la función de la palabra para, esta vez, definir las consecuencias psíquicas de esta diferencia. (9)
A partir de los años 70, con sus fórmulas de la sexuación, Lacan considera el modo propio del sujeto para ordenarse cómo variable en la función fálica. Hay dos formas de inscribirse ahí, que corresponden a dos modos de gozar del falo.
En la relación al otro sexo, el sujeto está completamente tomado por la función (fx =hombre), y no-todo por la función (fx =femenina).
La consideración de la función fálica como función del goce, hace valer lo real de la diferencia de los sexos. Así, de la verdad de la diferencia de los sexos al real de la diferencia de los sexos se opera el giro de la significación a lo real. Hay lugar para considerar una diferencia entre el falo como significante, que es siempre de identificación, que vale por la significación, y el falo como función de goce, que vale como identidad (ser del goce).
En su curso del 10 de junio de 1978 (10), J-A. Miller desarrolló la noción de la función resultante de la teoría de los conjuntos a fin de introducir dos funciones diferentes que Lacan atribuye al significante: una función de representación, que es transportar lo simbólico en lo imaginario, y una función sintomática que es transportar lo simbólico en lo real. Si hay en principio el goce del Uno como substancia, ¿cómo llegar al Otro? Es la existencia del Otro la que se encuentra problematizada. “La construcción del Otro, dice J-A. Miller, es una sustracción al nivel del goce del Uno”. Evoca allí, las sustracciones por lo prohibido: la del goce de la madre como objeto, la fálica por la castración; las sustracciones por el significante, la palabra, el lenguaje (muerte del sujeto, el inconsciente mismo) las sustracciones por el hecho mismo de la sexuación: pequeño a.
Es en esta perspectiva que podríamos abordar la cuestión de la sexuación, más especialmente en el niño psicótico. En el Instituto del Niño, las repercusiones clínicas están a la espera del saber de los niños, de su lenguaje. Es precisamente a partir de la clínica irónica (11) que practicamos con niños psicóticos. Es lo que esperamos producir en el seno del taller del Instituto del Niño, para una clínica irónica de la sexuación del niño.
Notas
1-Lacan J., Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1991, pp.155-208.
2-Lacan J., Seminario, libro XX, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 95-108.
3-Lacan J., “El atolondradicho”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 473-522.
4-DEL, término en el original para designar la última enseñanza de Lacan.
5-Naveau, P., “La querella del falo” en La cause freudienne n°24, 1993, pp.12-16.
6-Lacan J., “Ideas directivas para un Congreso de sexualidad femenina” en Escritos II, Siglo XXI editores, México, 1991, p. 706.
7-Lacan, J., Seminario, libro XX, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 12.
8-Miller, J-A., “La orientación lacaniana. 1, 2, 3, 4” (1984-1985), enseñanza pronunciada en la cátedra del Departamento de psicoanálisis de la universidad Paris VIII, curso del 23, 30 de enero y 6 de febrero de 1985, inédito.
9- Por ejemplo, basada en los tres círculos, RSI para el sexo con el nudo borromeo. Cf. Lacan J., Seminario, libro XIX,… O peor, Paidós, Buenos Aires, 2012 y “La tercera” en Intervenciones y textos 2, Manantial. Buenos Aires, 1988, pp. 73-108.
10-Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós. Buenos Aires. 1998. Enseñanza pronunciada en la cátedra del Departamento de psicoanálisis de la universidad Paris VIII.
11-Miller J-A., “Clínica irónica”, en La Causa freudienne n°23, 1993, pp. 7-13.
Traducción: Giuliana Casagrandre.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)- Diagonal Americana- Rosario.
Ser sexuado (1)
Por Daniel Roy
Cada una, cado uno de nosotros llega como ser sexuado a un mundo de seres sexuados que le preceden y acogen. “Ser sexuado” es estrictamente indisociable de nuestra condición de ser hablante. No es el resultado de un desarrollo, sea fisiológico o sociológico: es de inmediato, como un real ineludible, al que cada uno se enfrenta, a cualquier edad.
Desde el inicio, este real va a concernir a varios cuerpos hablantes: por un lado, al recién nacido, por otra, a aquellos o aquella o aquel que se declaran causa de esta venida al mundo, que declaran que éste ha salido de ellos. Hoy día son llamados los parientes [*] o pariente término que tiende a substituir a los de padre o madre en el discurso social. Sin embargo, en los juegos y dibujos de los niños, ya sea en análisis como en lugares de infancia, ¡“mama” y “papa” se mantienen en el candelero!
Eso comienza con ellos
Efectivamente, cada uno de ellos ha tenido que instalarse en el mundo como ser sexuado, asumir la responsabilidad en su existencia, repartiéndose según la división sexual (1) que ofrece el discurso corriente, hombre, mujer, hetero, homo, trans (…), cada uno a su manera en el encuentro con la alteridad sexual. A partir de ese lugar es donde cada uno va a acoger al nuevo ser hablante que lleva esta marca muy enigmática de ser sexuado, marca que es la huella de la alteridad absoluta de su condición: es un extranjero, un desconocido, es decir, un intruso.
La distinción, “chica” o “chico”, que en el nacimiento se opera a partir de la diferencia anatómica entre los sexos, constituye el primer vestigio de esa alteridad. Esta “distinción” (2) es lo que llamamos en el momento actual “el género”. El género no puede ser considerado como un pura construcción o asignación social, en la medida en que esta distinción, estos títulos de “chico” y de “chica”, como el de “caballero” o “princesa”, se constituyen bajo la dependencia de esta división entre “hombres” y “mujeres”, que no son identidades estables, sino dos “semblantes” que visten una elección de goce ligado al sexo, heterogéneo a los otros goces, en la edad llamada adulta.
Esta “intromisión del adulto en el niño” (3) es el resorte de la dimensión de enigma de la que es portadora para el niño la unión o la desunión de sus padres. Pero los padres no son solamente fuente de enigma para el niño, también intervienen como fuente de nominación y fuente de semblantes, de “mascarada”, dos dimensiones que participan en la construcción de las identificaciones sexuadas.
Hacia la sexuación
Partiendo del niño, tal como ha sido distinguido como chico o chica, tenemos que separarnos de la idea que esa distinción “nativa” es “natural” o “cultural”. Por supuesto, hay hormonas, genes, caracteres sexuales primarios o secundarios, y también ideales, “estereotipos de género”, normas. Estos diversos elementos parecen indicar cómo devienen en chica o chico (según nuestra anatomía y según las expectativas de los otros), pero no dicen absolutamente nada a cada uno sobre lo que es ser chica o chico, salvo que esto significa “ser de un sexo” y estar confrontado al hecho de que hay dos sexos. La cuestión que se plantea no es pues “¿cómo se deviene en chica y después en mujer?” y “¿cómo se deviene en chico y después en hombre?”, sino cómo tener en cuenta, con el cuerpo que se tiene, el hecho de que hay hombres y mujeres? (4)
“Con el cuerpo que se tiene” incluye tres cosas: por una parte, esta nominación/distinción recibida del otro (“chico” o “chica”), por otra parte, el cuerpo en su imagen encarnada (todo el campo del cortejo y de la mascarada), es decir, el cuerpo atravesado por las pulsiones que delimitan zonas de goce en ese cuerpo –zonas erógenas- y que aíslan objetos completamente extraños que satisfacen esos goces –por ejemplo el chupeteo extraído por Freud como objeto de la pulsión oral.
En el tiempo de la infancia se trata para cada una y cada uno de nosotros de arreglárnoslas con esta falla “nativa” que constituye el hecho de ser sexuado, individual y también colectivamente, según dos modalidades entre los semblantes que responden a esta falla, con los cuales nos identificamos, por una parte, y por otra, con el goce, el goce de nuestros bienes, de nuestros males y nuestras palabras.
Esto es lo que Lacan llamará “la sexuación”. No es a considerarlo como un proceso que sería el de un individuo-tipo y que podría ser objeto de una observación exterior, sino más bien como una concreción que se opera alrededor de esta falla, una concreción que anuda juntos el cuerpo y los discursos en los que el sujeto está tomado. La sexuación es el hecho sexual en tanto que se elabora en un espacio ni físico ni mental, sino “secreto”, al cual responde el inconsciente. Eso designa un lugar donde funciona un saber secreto, pero secreto en primer lugar para el mismo sujeto, un saber que no se sabe y que hace agujero. El demonio del pudor, Aïdos (5), surge al acercarse a ese lugar, y el afecto de vergüenza (Scham) indica que repentinamente es descubierto por el mismo sujeto.
Y desde la infancia es así como se manifiesta, como un saber extranjero, heterogéneo, un saber que no es conciliable con las identificaciones, con las significaciones comunes: un saber sintomático.
Así pues, la sexuación no se puede entender como un momento del desarrollo del niño, digno de la elaboración de un nuevo saber para el psicoanalista, sino que con Lacan se afirma como el movimiento mismo por el que el cuerpo hablante se hace al ser….sexuado.
A continuación: “Ser sexuado (2): ahí donde los caminos se separan”
Notas
[*] El nuevo término parental, en español, está sustituyendo en el discurso social al término paternal que correspondía a la autoridad de los padres. En francés, el término parent, pariente, toma la delantera sobre madre y padre. (N de la T)
1-Miller J-A., “Una distribución sexual” en Uno por Uno nº 47. Paidós. Buenos Aires 1999, pp. 17-42.
2-Lacan J., Seminario XIX, …O peor, Paidós. Buenos Aires.2012, p.16.
3-Cf. Miller J.A., “En dirección a la adolescencia” en Carretel nº 13, revista de la Diagonal Hispanohablante y la Diagonal Americana de la Nueva Red Cereda. Bilbao, 2016, p.11.
4-Cf. Lacan Seminario XVIII De un discurso que no fuera del semblante. Paidós. Buenos Aires, 2009, p. 3: “La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en cuenta que hay mujeres, para el muchacho, que hombres para la muchacha”.
5-Lacan J., “La significación del falo” en Escritos II. Siglo XXI editores. México, 1991, p. 672.
Traducción: Elvira Tabernero
EINDA (Espacio de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)-DHH–NRC – Valencia
La sexuación de los niños a prueba de lo real
Por Laura Sokolowsky
Punto de partida
En la lección del 8 de diciembre de 1971 del Seminario XIX, …o peor, Lacan enuncia que la diferencia precoz entre chica y chico constituye su punto de partida: “Cuando digo que no hay relación sexual, propongo muy precisamente esta verdad, que el sexo no define ninguna relación en el ser hablante. No es que yo niegue la diferencia que hay, desde la más temprana edad, entre lo que se llama una niña y un niño. Incluso parto de ella”. (1)
Desde el año siguiente, en el Seminario Aún, Lacan precisa que los caracteres sexuales secundarios que aparecen en los cuerpos, esos caracteres visibles y físicos que se manifiestan en la pubertad, establecen el ser sexuado, mientras que el goce del cuerpo es asexuado. La lógica de la sexuación que da razón a la categoría del goce no se apoya en los caracteres sexuales somáticos.
En el homo sapiens, “los sexos parecen repartirse en dos números casi iguales de individuos”. (2) El índice biológico de la sex-ratio, definido como el número de machos y de hembras en el seno de una especie de reproducción sexuada para una generación dada, es una relación numérica proporcional que se aplica tanto a los seres humanos como a los peces-payasos. En los primeros, esa sex-ratio observada en el nacimiento presenta además un ligero excedente en los machos. Ese índice biológico es de naturaleza estadística, puede estar influido por factores económicos o creencias religiosas.
En este sentido, los abortos selectivos practicados tanto en la India como en China, con la finalidad de evitar las dificultades económicas asociadas al nacimiento de una niña, han tenido una influencia en el sex-ratio mundial. La masculinización de la población varía según las partes del mundo; ha aumentado al ritmo del progreso de la ciencia y de los métodos de análisis prenatales.
Lo real del que se trata en psicoanálisis no es un producto de la ciencia como el de la biología. Ese real se define como lo que no se escribe. La función de la significancia que ordena ese real es que es imposible captar todos los significantes simultáneamente. Así pues, cuando ciertos significantes son convocados, otros son reprimidos, censurados o prohibidos (3). A ese respecto, Lacan constata que más a menudo es como letra que el significante reprimido se manifiesta en un análisis (4). Esto implica una atención aumentada a lo que se escribe por el bies del síntoma en una neurosis infantil.
La experiencia hablante
Una norma contemporánea apunta a la igualdad de trato con el fin de que los niños se desarrollen libremente, de forma independiente en relación a sus sexos anatómicos. Suprimiendo los condicionamientos sociales sexistas, el malentendido de los sexos será anulado. La reflexión lleva esencialmente a la discriminación de las niñas: sus juguetes, la forma en que se les habla, los libros que se les dan vehiculizan estereotipos sexistas. La idea de que rectificando los comportamientos, se actuaría sobre la elección infantil corresponde sin embargo a un desconocimiento o negación del inconsciente.
Es ignorar la dependencia primordial del sujeto en su relación al deseo del Otro. La clínica muestra que la relación primordial a la madre implica que el niño desea convertirse en el ser deseado. Al ser tomado en lo simbólico, el niño es significado como falo. Ser significado falo forma parte de las peripecias infantiles alrededor del deseo del Otro y es también uno de los elementos que sostienen el discurso sexual.
Conviene tener en cuenta los criterios lenguajeros. Lacan subraya que si un hombre no es más que un significante, es a este título que una mujer lo busca. Y que un hombre busca una mujer a título de algo que sólo se sitúa en el discurso. Sin embargo, no hay simetría o complementariedad de los sexos. En efecto, una mujer no es toda tomada en el discurso. Esta noción de discurso es crucial en la medida en que el significante no se refiere a nada, si no es a la utilización del lenguaje como lazo entre los seres hablantes.
Lo que se define como hombre y mujer es del orden de la experiencia hablante y no corresponde a la anatomía. Cuando un chico hace signo a una chica, hace el hombre. Se trata de hacer creer en algo que no es otra cosa que un significante y concierne a la dimensión del semblante. El chico se presta al cortejo destinada a la otra parte. Lacan avanza desde entonces que es conveniente interrogar “todo lo que en el comportamiento del niño puede interpretarse como orientándose hacia este hacer el hombre” (5). Si le seguimos la pista, la distinción establecida por el significante se puede situar desde la primera infancia: “Bastante temprano, más temprano de lo que se espera, esos individuos se distinguen, por cierto”. (6)
El error común
La diferencia está desde el principio presente en la lengua del Otro, es un hecho de lenguaje. Lacan pone el acento en el verbo y su forma refleja: distinguir y distinguirse. En primer lugar, la distinción sexuada proviene del Otro ya que depende enteramente de criterios lenguajeros. Efectivamente, es el Otro, el adulto, los padres, los que constatan que el pequeño hombrecito se comporta de forma diferente de la niñita. El pequeño hombrecito es alegremente inquieto, cuestionador, busca la gloria y los honores como hará más tarde. Mientras que la niñita es decididamente huraña, coquetea escondiéndose detrás de su pequeño abanico. Esos comportamientos no corresponden a la lógica inconsciente, sino a la observación y al sentido común. Por ello Lacan se burla amablemente para indicar la vía a no seguir. La sexuación de los niños no se deja captar a partir de las actitudes. No es ni psicológica, ni conductual.
Por otro lado, la distinción operada por el Otro se encuentra regularmente contrariada por las identificaciones infantiles. Lacan, aunque no detalla estas en la primera lección del Seminario ….o peor, es claro que se refiere aquí a las teorías sexuales infantiles descritas por Freud en los Tres ensayos para una teoría de la sexual. El niño freudiano cree en el universal fálico: todo ser humano es portador de un falo. Cuando el niño admite que las niñas no lo tienen, sigue creyendo que su madre es fálica, cree en algo imaginario que no es idéntico al pene. Cuando, en los fantasmas o sueños de adultos, ese falo aparece, no se trata tampoco del pene anatómico. Lo que Lacan califica de error común consiste en confundir el órgano y el falo. (7)
Este último vincula la dimensión sexual a la del lenguaje y lo prohibido de la castración está correlacionado al hecho de que no es posible atrapar todos los significantes al mismo tiempo. En el Seminario XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, la función del falo no solo es esencial para la institución del discurso analítico, sino que hace insostenible la bipolaridad sexual en la medida en que esta función “volatiliza literalmente” (8) lo referido a la escritura de la relación sexual. El falo es el obstáculo hecho a dicha relación.
En toda la historia del psicoanálisis, y esto se ve en Freud desde el inicio de su reflexión sobre la sexualidad, el falo apunta a la relación con el goce. Este goce llamado fálico no es idéntico al goce sexual a causa de una condición de verdad. ¿Qué relación hay entre falo y verdad? Desde “La dirección de la cura y los principios de su poder” (9), el falo es definido como el órgano en tanto es - e.s, del verbo ser- el goce femenino. La diferencia se acentúa en relación a la idea de que el pene y el falo podrían confundirse: ser el falo, no es tenerlo. La castración apunta a un significante que falta en el Otro: S (Ⱥ).
Lógica y escritura
Es conveniente considerar una de las formas con que Lacan desplegó la noción de identificación sexual en el momento en que apareció la sexuación en su enseñanza. Para Lacan, la identificación sexual no es creerse hombre o mujer: es “tener en cuenta que hay mujeres, para el niño, que hay hombres, para la niña” (10). Hombre y mujer no son más que significantes. Por lo tanto, es a partir del decir que esos significantes adquieren su función.
Las fórmulas de la sexuación se refieren a la lógica aristotélica de las proposiciones de verdad. A ellas se añade la indicación moderna de dos cuantificadores. El cuantificador universal se indica Ɐ. En lógica, el indicador: Ɐx P(x) se lee “para todo x P(x)”, lo que significa que todo x posee la propiedad P. Conviene retener el valor universal del “para todo” al cual reenvía esta escritura. El otro cuantificador es el cuantificador existencial que se indica con ꓱ. El indicador ꓱx P(x) se lee: existe al menos un x tal que P(x). Dicho de otro modo, uno sólo es suficiente para verificar la verdad de la proposición.
Por el lado de la parte-hombre de la sexuación, la proposición existencial es una particular negativa: existe un x que no está sometido a la función fálica, es decir, a la castración. La proposición universal puede leerse: todos los hombres están sometidos a la función fálica. Esto recuerda los desarrollos de Freud según los cuales, en el origen de la humanidad, el padre de la horda gozaba de todas las mujeres, excluyendo a los hijos. No estando sometida a la regla fálica, esta excepción funda el conjunto de todos los hombres sometidos a la castración. El goce encuentra su límite con la función fálica.
Por el lado de la parte-mujer de los seres hablantes, no hay x que no esté sometida a la función fálica, la castración funciona para todas las mujeres sin excepción. Sin embargo, como no hay excepción correspondiente a la función del padre, las mujeres no son todas enteras en la función fálica. Así pues, nada escapa a la función fálica, pero algo falta para hacer límite al conjunto. No hay figura equivalente al “al menos uno” de la parte-hombre.
La elección sexuada
Lo que aparece es la cuestión de la elección. El ser hablante puede colocarse como castrado en referencia a la parte-hombre, sea cual sea su sexo anatómico. También puede elegir colocarse del lado donde la función fálica no encuentra su límite. Del lado de la parte-mujer, el goce se desdobla en goce ligado al falo y goce relacionado a la falta en el Otro, ese que sabemos se vive sin saber lo que es.
La sexuación, definida como el hecho de reconocerse hombre o mujer independientemente de la anatomía, cuestiona la inscripción del ser hablante en la función fálica. Aplicada al niño: ¿se sitúa del lado de aquellos para los que existe una excepción escapando a la castración, teniendo en cuenta que esta formalización del goce corresponde a la figura del padre mítico de Tótem y Tabú? ¿O más bien el niño se inscribe del lado en que algo falta para mantener el conjunto de todos aquellos que están sometidos a la castración, de ahí el hecho de no estar todo entero inscrito en la función fálica?
El reto es saber si no es verdad que la castración domina todo en el niño. Una parte de su goce, la parte-mujer, no estaría sujeta al manejo de los semblantes.
Notas:
1- Lacan J., Seminario XIX, …O peor, Paidós. Buenos Aires. 2012, p.13.
2-Ibíd., p.15
3-Ibíd., p.29
4-Ibíd., p.26
5-Lacan J., Seminario XVIII, De un discurso que no fuera del semblante. Paidós. Buenos Aires, 2009, p. 31.
6-Lacan J., Lacan J., Seminario XIX, …O peor, Opus cit., p.15.
7-Ibíd., p.16.
8-Lacan J., Seminario XVIII. De un discurso que no fuera del semblante. Opus cit., p.62.
9-Lacan J., “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II. Siglo XXI editores, México 1991, p. 565–626.
10-Lacan J., Seminario XVIII. De un discurso que no fuera del semblante. Opus cit., p. 33.
Traducción : Elvira Tabernero
EINDA (Espacio de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)-DHH–NRC – Valencia.
Traducción: Giuliana Casagrande y Elvira Tabernero
Bibliografía, revisión y composición Mariam Martín
Equipo de traducción de la DHH-NRC:
Giuliana Casagrande, Diana Lerner, Mariam Martín (responsable),
Tomás Piotto, Elvira Tabernero y Gracia Viscasillas
VI Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño
La sexuación de los niños
Argumento
¿Cómo les llega el sexo a los niños?
¿Es un misterio de la naturaleza? Ser niña o niño no parece que sea algo evidente en la época del trastorno de género. Una tendencia actual pone en tela de juicio la diferencia sexual como una ideología socialmente superada. «Chica o chico» parece la alternativa a la que se trata de escapar, ya que ésta inscribiría al sujeto en un destino totalmente trazado, sin lugar para la sorpresa.
Así, el héroe del manga juega con la transformación permanente, pasando de un polo al otro del espectro sexuado para encarnar la nueva figura ideal a la que el niño se aferra para ilustrar la fluctuación a la que se enfrenta su ser. ¡Al diablo el rosa y el azul! ¡Viva el arco iris! ¿La fluidez de los géneros sería una nueva norma tendente a imponerse en nombre de la libertad de cada uno a elegir su propio sexo?
Si la vulgata de un estándar edípico – identificación con el padre del mismo sexo – deja de ser válida frente al callejón sin salida del sexo, ¿cómo orientarse en este nuevo laberinto del fuera-sexo? ¿Basta la vestimenta del unisex y la denuncia del sexo asignado para dar a los niños más margen de maniobra en la elección de una posición sexuada?
La experiencia freudiana infantil
Freud ha demostrado que la experiencia infantil estaba fundada en dos ejes: por una parte, las pulsiones parciales y, por otra, la comparación imaginaria de los cuerpos. La percepción de los órganos genitales del otro comporta consecuencias decisivas.
El descubrimiento de la castración materna es traumático porque si su madre está castrada, el niño comienza a creer en la castración. Por su parte, la niña se percibe privada en su cuerpo y esto la induce a ocultar, negar o compensar esa privación. Para Freud, la referencia al cuerpo es omnipresente porque el falo es un significado localizado en el cuerpo sexuado. Este encuentro constituye para todos, niña o niño, un momento de crisis.
El modelo freudiano sigue siendo de actualidad, ya que se trata de que el niño tome una posición: debe inventar su solución con los medios de que dispone.
¿Qué ocurre cuando crece en una familia monoparental o la familia se basa en una relación homosexual? ¿Encontraría, hoy, el pequeño Hans de Freud una solución diferente que su fobia a los caballos para tratar el goce de sus primeras erecciones, de las que no sabe qué hacer ni qué pensar? ¿Los síntomas infantiles evolucionan en función de los discursos contemporáneos?
La anatomía no es el destino
Lacan ha tenido en cuenta las últimas elaboraciones freudianas sobre la sexualidad femenina: la castración no debe ser entendida como la vía necesaria en una mujer. La sexuación no depende de lo real biológico; las ambigüedades genitales de naturaleza orgánica no determinan la asunción subjetiva del sexo. Al plantear que todo sujeto debe arreglárselas con la existencia de las lógicas femeninas y masculinas, así como con el cuerpo que tiene, Lacan ha liberado el psicoanálisis de la exigencia según la cual la anatomía es el destino.
La clínica analítica revela, por su parte, que las identificaciones infantiles no coinciden necesariamente con las nominaciones que provienen del Otro. A veces un niño se siente femenino, más cercano a su hermana que a su hermano o a su padre. Y que una niña aspira a ser varón rechazando ciertos signos asociados con lo femenino.
¿Estas identificaciones infantiles prejuzgan el devenir del ser sexuado? ¿En qué momento y de qué manera los niños eligen una posición sexuada y un modo de goce? Los síntomas actuales que llevan a los niños al análisis ¿están relacionados con la problemática elección de la identidad sexual?
¿Distinción o sexuación?
Lacan subraya que es el adulto quien hace una distinción entre la niñita y el niñito en función de criterios dependientes del lenguaje. Ahora bien, aquellos que los distinguen han hecho ellos mismos una elección de goce; encarnan una posición anterior en cuanto a la sexuación.
La nueva lengua aboga por el uso del neutro para evitar la discriminación entre mujeres y hombres. Este proyecto que consiste en desexualizar la lengua mediante la eliminación de los géneros gramaticales o en el empleo del lenguaje llamado epiceno no ayuda a los niños a liberarse de los prejuicios e ideales que pesan sobre ellos. En la institución familiar, como en todos los demás lugares de la infancia, los adultos deberían desprenderse de ello para que los niños se enfrenten, a su manera, a la cuestión de la elección sexual inconsciente. La práctica en las instituciones especializadas, ya sea en el ámbito sanitario o social, se sitúa en las más avanzadas posiciones de esta reflexión, la enseñanza que podamos extraer de ello es crucial.
Entre la palabra y el silencio
La sexuación femenina se caracteriza por no ser toda sometida a la castración: se produce una división entre el goce fálico y el goce Otro, también designado por Lacan como goce suplementario. Este se basa en el goce de la palabra, ya que el vínculo amoroso se sostiene por un Otro que habla.
Así, el parloteo de los niños, a los que a menudo se les pide que se callen para aprender, tiene su origen en la posición sexuada que consiste en gozar de la palabra. Por el contrario, ¿qué podemos decir de los niños silenciosos: no se confrontan a otra modalidad de goce que cortocircuita el habla, al ser causada por un objeto pulsional, siempre el mismo?
La disimetría sexual con respecto al goce se detecta a veces precozmente, por lo que es preciso prestarle atención. La falla del sexo es la base de nuestra clínica.
Esta jornada será una fuente sin igual de enseñanza epistémica y clínica para quienes analizan, educan y cuidan a los niños, recogiendo su palabra, en la época del cuestionamiento del Edipo y de la puesta en valor de la castración que opera la captura del lenguaje sobre los cuerpos.
Laura Sokolowsky et Hervé Damase
Traducción Mariam Martín
ZAPPEUR nº 3-
julio 2020
Editorial
Maryse y su lápiz
Por Laura Sokolowsky
El signo menos es la marca irreductible de la posición femenina instaurada a partir de una castración inaugural según Freud. Esta marca es indudable porque se basa en la visión de una diferencia anatómica. “En el acto se forma su juicio y su decisión. Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo”. (1) El deseo de poseer a pesar de todo el suplemento fálico deseado constituye el callejón sin salida de la sexualidad femenina. Así, el Penisneid es la significación fundamental que Freud dio al no tener.
Lo que una mujer no tiene no se deduce del órgano real, el falo debe estar situado en el plano de su existencia simbólica. Esta es la razón por la que se puede decir, con Lacan, que no tener el falo equivale a tenerlo como marcado del signo menos. Es porque el falo es un significante que es posible marcarlo con el signo menos y es a esta existencia negativa que el sujeto femenino participa (2). En 1931, Freud consideró la perspectiva clínica del Penisneid como una negatividad de la que el sujeto responsabilizaría a la madre. Lacan lo retoma, en 1963, de la siguiente manera: “Esto es ciertamente lo que Freud nos explicó, su reivindicación del pene seguirá vinculada hasta el final esencialmente a la relación con la madre, o sea, con la demanda”. (3) De ahí el hecho crucial de que el objeto (a) se constituye en la dependencia a la demanda del lado femenino de la sexuación.
La relación con la falta del lado de la parte de la mujer es tal que lo que falta es lo que hay que tener. No se busca tanto la castración como la permanencia del falo en el fantasma. De ahí también la creencia femenina de que el falo es (a). (4) Si la chica se interesa propiamente en la castración (-ᵠ). […] Es secundario. Es deutero-fálico. (5). Este segundo tiempo en el que la chica se interesa por el objeto del deseo del Otro corresponde a la fase fálica que Freud ha descubierto. Si el objeto pulsional no es de entrada falicizado, el movimiento por el cual el objeto (a) se faliciza depende del efecto de la metáfora, cuando el significado fálico substituye la x del deseo de la madre.
Rosine y Robert Lefort describieron con precisión un ejemplo clínico de la falicización precoz del Penisneid en el caso de la pequeña Maryse (6). Esta niña de dos años fue separada de su madre desde que tenía cuatro meses y vivía en una institución. Al principio de su análisis, su Penisneid primario se presentaba bajo la forma de una vieja corteza de pan, de un desecho que poseía antes de encontrar su Otro en la transferencia.
Lo que no tenía, Maryse iba a buscarlo bajo la falda de una muñeca y luego bajo la del analista. Desde ese momento, el Penisneid entró en resonancia con el campo pulsional de los objetos de la demanda. La dialéctica entre el objeto (a) y el -φ se hizo posible desde el momento en que Maryse constituyó su Otro como portador del objeto: extrae un lápiz de la persona del analista desde el primer encuentro. A pesar de un comportamiento inquietante causado por el abandono precoz de su madre y las múltiples instituciones a las que había asistido, Maryse no era una niña psicótica. El lápiz no estaba de su lado, iba a buscarlo en el bolsillo de Rosine Lefort.
La falacización del Penisneid se efectuó en dos etapas lógicas en esta niña. El primer momento estuvo marcado por la puesta en forma de la demanda, que venía significantizar la privación del órgano. En ese momento, los objetos pulsionales todavía estaban intrincados al Penisneid. El segundo tiempo lógico estuvo marcado por la negación de la proposición “todo ser vivo es fálico”. Esta fase fálica ponía a Maryse en pie de igualdad con el pequeño Hans, que también buscaba localizar el falo en el cuerpo materno (7).
Pero sobre todo, el caso Maryse demuestra claramente que la castración es soportada por la dimensión del decir. Fue por el enunciado «papa-pipi» que Maryse convocó la existencia de un elemento que venía a negar la función fálica. Tenía dos años, la aventura femenina empezaba para ella.
Notas:
[1] Freud, S., “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos” [1925] en Obras completas. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1992, vol. XIX, p. 271. [«Sie hat es gesehen, weiß‚ daß sie es nicht hat, und will es haben»].
[2] Miller J.-A., «Des semblants dans la relation entre les sexes», en La Cause freudienne n° 36, 1997, pp.(5-10).
[3] Lacan J., El seminario, libro X La Angustia. Paidós. Buenos Aires. 2006, p. 218.
[4] Íbid., p.290.
[5] Íbid. p. 218.
[6] Lefort R. et R., Maryse se hace una niña, Paidós, Buenos Aires, 1996.
[7] “[…] yo pensé que como eres tan grande tendrías un hace-pipí como el del caballo”, dice Hans a su madre. Cf. Freud, S., “Análisis de la fobia de un niño de 5 años” en Obras completas. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1992, vol. X, p.10.
Traducción: Mariam Martín.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
Ser sexuado (2)*
Por Daniel Roy
Soledad y solidaridad
Cada uno y cada una de los seres hablantes se descubre portador de esa marca de diferencia que constituye el hecho de ser sexuado. Es este descubrimiento que como hemos dicho, siguiendo a Freud y Lacan, es siempre sintomático, condena a cada uno y cada una a la soledad. Así es como entiendo esta frase de Lacan, en 1974: “El ser sexuado sólo se autoriza por sí mismo”. (1)
Esta dimensión específica del ser hablante, que Lacan viene a nombrar como “sexuación”, distinguiéndola así de toda idea de desarrollo, concierne a cada uno de estos seres de dos maneras:
• ¿Cómo se inscribe esta marca?
• ¿Cómo acoge el sujeto este descubrimiento? O más bien: ¿cómo se hace un lugar en él?
Pero el hecho de que el ser hablante es ante todo un ser hablado, induce a que la soledad de su inscripción en la realidad sexual se encuentre inmersa en un discurso sexual ya constituido en donde existen de modo previo “uno y otro sexo” (2), como significantes encarnados en el imaginario de los cuerpos, por una parte, y por otra, articulados en la estructura simbólica de la familia. Es esta solidaridad muy especial la que escucho cuando Lacan completa su frase tan contundente “el ser sexuado sólo se autoriza de sí mismo” “y de algunos otros”.
Estas son las particularidades iníciales de este impacto del hecho sexual -como falla que a la vez cava este agujero de “soledad” en el cuerpo propio y crea esta “solidaridad” con los otros cuerpos, y que Freud recogió en su experiencia fundadora como “organización genital infantil” (3) y de la cual Lacan, al final de su enseñanza, va a construir su lógica con la escritura de las fórmulas de la sexuación. La escritura tiene aquí toda su importancia, porque es lo que permite abordar en un mismo movimiento la clínica actual del niño y los medios de intervención del psicoanalista que acompaña a las “construcciones en análisis” del niño.
La función fálica: 𝚽(x)
La inscripción de la marca que constituye el hecho de ser sexuado no se realiza sin pérdidas. Este doble movimiento -marca significante/pérdida de goce- se condensa en la escritura de la fórmula 𝚽(x) siendo “la función que se llama la castración” (4). “Lo que expreso mediante esta notación 𝚽(x), es lo que produce la relación del significante con el goce. Esto quiere decir que X no significa más que un significante. Un significante puede ser cada uno de ustedes, precisamente en el tenue nivel donde existen como sexuados”. (5)
Cada uno viene a alojarse como “argumento” en esta función, haciéndose representar por un significante que, para él, tiene valor de goce. Es lo que ilustran con talento los mejores libros para niños: Jojo la castaña y Lulú la princesa (o lo contrario) se sumergen en aventuras donde encuentran el precio que cuesta inscribirse bajo estos significantes, con efectos de pérdidas (y fracaso) garantizados, pero también efectos de ganancia, a encontrar en este rasgo recibido del Otro, en los recursos para separarse mientras que hace uso de él.
Esta operación se encuentra en el corazón de todas las separaciones, ya que son los objetos pulsionales que sirven de moneda de cambio para pagar este precio. Así es como un niño aprende a contar, mientras aprende a descifrar las marcas significantes que le caen y que elige. En el tiempo de la adolescencia, los términos actuales con alto valor sexual añadido LGBTQ, etc., también tienen esta función para los jóvenes en el momento en que tienen que inscribirse como valores sexuales en el mundo más amplio que el de la familia.
Pero un punto merece ser subrayado aquí, al hilo de este señalamiento de Lacan en el Seminario XVIII: “Ni el muchacho ni la muchacha corren riesgo en primer lugar más que por los dramas que desencadenan, son el falo durante un momento”. (6) Esta identificación con el falo que hace del niño/adolescente el objeto precioso de la madre y/o del padre es una posición de repliegue siempre disponible para un niño, y no es raro que en la cura de un niño haga de obstáculo para “autorizarse” en las aventuras de la fase fálica, donde esta identificación se encuentra siempre cuestionada.
Esta primera lógica, denotada 𝚽(x), que se basa en el hecho de que todos los parlêtres se definen como tales de ser portadores del rasgo “ser sexuado”, rasgo de castración, no es una asignación o un mandamiento del Otro, toma la forma subjetiva de una toma de posición: ya sea sostener esta lógica, o someterse a ella, o negarla, o denunciarla, o gritar la injusticia, o rebelarse, etc. Este momento de toma de posición es un momento fundamentalmente sintomático en la vida de un niño, un momento de crisis, que marca esta aventura que constituye el hecho de “vivirse como separado” separado de las satisfacciones vinculadas a los primeros objetos de amor y de goce que son el padre y la madre.
El síntoma del niño resulta por completo de la forma en que toma una posición en cuanto al hecho de reconocerse de un sexo, en cuanto a la existencia de un otro sexo y en cuanto a la satisfacción “sexual” que atraviesa su cuerpo y que se añade a él de manera disarmónica.
“Tomar posición” indica aquí no la decisión de una voluntad autónoma, sino el hecho de que en la vida del niño hay encrucijadas, lugares y tiempos en los que encuentra elementos nuevos, “difíciles de integrar” que hacen un agujero en lo que se ha tejido para él y que también ponen obstáculos en su camino y frente a los cuales está solo, buscando el apoyo de “algunos otros” para autorizarse a dar un paso más. Esto es la aventura, o más bien las aventuras de la infancia. Estos puntos de encuentro están indexados por un afecto que no engaña, la angustia, que está en el centro de los síntomas de la infancia. Eso es todo lo que se traza y se enuncia en cualquier dibujo y en cualquier juego del niño, es lo que autoriza al practicante a hacerse agente auxiliar de las aventuras del parlêtre.
Allí donde los caminos se separan
Esta lógica de la sexuación que se impone por el hecho sexual, que se presenta falsamente como universal mientras que es la marca de lo real de la que venimos, esta marca abre a dos vías que difieren a partir de esta singular encrucijada designada por Freud y por Lacan como “la castración de la madre”. En efecto, este descubrimiento introduce en la subjetividad esta novedad de que no existe ninguno de los seres hablantes que no esté sujeto a la castración. Cómo hacerse un lugar en las consecuencias de este descubrimiento, con mi cuerpo de niña o mi cuerpo de niño: esta es la pregunta que se plantea entonces al niño. Es un segundo momento sintomático.
Una de las respuestas posibles es erigir el hecho sexual como una ley universal: hasta hoy, esto se ha inscrito como la lógica masculina, que reúne a los chicos en grupo, es la lógica de Un sexo, uno para todos, todos para uno, el falo. Si en esta encrucijada se trata de abandonar los goces vinculados al padre y a la madre para «salvar lo más preciado», también consiste en avanzar, tanto el niño como la niña en la aventura con sus propias armas, pero en esta vía se puede encontrar en todo momento a un jefe, uno que hace excepción a esta ley “la castración para todos”, ya sea bajo la figura del protector, de Santa Claus, o, más inquietante, del dictador, del explotador, capitalista o el cacique de los pueblos.
Lo que se ignora en la época de la infancia es que esta figura de la excepción no es exterior al sujeto, es el punto real que tomará existencia en su cuerpo cuando tendrá que confrontarse con el goce fálico y el objeto que causa su deseo en su encuentro con un cuerpo Otro. Más fundamentalmente, este punto real de la excepción que funda la ley, está lógicamente articulado con la elección inicial de privilegiar un “eso vale para todos” como necesario para contrarrestar la contingencia absoluta de lo real que no sabe nada de nosotros.
Pero existe una Otra vía que consiste, ciertamente, en reconocerse castrado, separado, pero no todos juntos, más bien uno por uno, una por una, y esto valido solo si es verificado cada vez, porque no hay una ley que diga lo que vale para todos. Aquí se funda la lógica del Otro sexo, del sexo que encarna la alteridad de lo sexual, por su posición singular que dice que no-todo es del orden del goce fálico, que hay un Otro goce, que no desdeña por ello el goce vinculado al sexo, pero que se sitúa en la palabra en su relación con el Otro: es lo que Lacan reconoció, más allá de Freud, como la lógica femenina. Otras aventuras se abren allí para el sujeto, niña o niño, que se compromete, aventuras que se despliegan en el Wonderland de la Alice de Lewis Carroll, donde el límite es inventar cada vez que no hay garantía previa que indique o fije el trazado.
Cada niño, desde su venida al mundo, aprende a valerse por sí mismo y a enredarse con estas dos lógicas, las interroga, las experimenta con su propio cuerpo y las pone a prueba sobre los que las encarnan, hombres y mujeres, hombres o mujeres que lo rodean, y que ellos mismos viven estas aventuras, cahin-caha... La escritura por Lacan de las cuatro fórmulas de la sexuación, que se cruza con las figuras freudianas del padre real, de la madre castrada, y con las posiciones sexuadas del niño y de la niña, hace surgir una solidaridad “real” de los cuerpos que hablan, que no se fundan ni en los lazos simbólicos de la alianza y de la filiación, ni en las proyecciones imaginarias sobre identificaciones normativas -sin por supuesto negarlas-, una solidaridad que toma nota de lo real de esta diferencia de la que cada ser que habla lleva la marca y de la que los otros cuerpos hablantes son también portadores. Desde la infancia, niñas y niños en análisis dan testimonio de la existencia del sexo femenino como tal, lo que hace signo sobre su propio cuerpo (o el de una “semejante”) para una niña, sobre el cuerpo de la niña para un niño.
*Ser sexuado (1) está publicado en el Zappeur nº 1.
Notas:
[1] Lacan J., El Seminario, libro XXI Les non-dupes errent. Inédito. Lección 9 de abril de 1974.
[2] Es el título que Jacques-Alain Miller da a la primera parte del Seminario XIX.
[3] Freud S., [1923] “La organización genital infantil” en Obras completas. Amorrortu editores, 1991, vol. XIX, pp. 141-9.
[4] Lacan J., El Seminario, libro XIX, …o peor. [1971-2]. Paidós, Buenos Aires, 2012. p. 33.
[5] Ibid., p. 32.
[6] Lacan J., El Seminario, libro XVIII, De un discurso que no fuera del semblante [1971]. Buenos Aires, Paidós, 2009. p.33.
Traducción: Mariam Martín.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
El género, eso no ex-siste
Por Hélène Bonnaud
Tener un cuerpo es particularmente angustioso en la adolescencia. En efecto, las transformaciones vinculadas a la pubertad provocan una verdadera conmoción en la imagen del cuerpo. El cuerpo se sexualiza -uno se convierte en un hombre o una mujer-, y eso se ve. Lacan, en su conferencia sobre el síntoma en Ginebra, en 1975, dijo que “el hombre es captado por la imagen de su cuerpo. Este punto explica muchas cosas, y en primer término el privilegio que tiene dicha imagen para él”. (1)
Este fenómeno se exacerba en el momento de la adolescencia, cuando la imagen del cuerpo ya no se sostiene en la mirada amorosa de los padres. A los cambios de imagen corresponden también los cambios internos producidos por el empuje hormonal, que pueden provocar fenómenos de inquietud, de extrañeza, incluso de angustia, o por el contrario, de entusiasmo, de alegría, de victoria. El cuerpo es pues el lugar de estas transformaciones que tienen un impacto directo sobre el sujeto.
La sexualidad se inserta en este cuerpo. El adolescente se enfrenta entonces a la dimensión sexuada de quien ha sido en tanto niño y que ha sido marcado bajo el modo binario, o niña o niño. Esta determinación, que a menudo se imagina irreversible, adquiere entonces una nueva significación. Lo real del sexo confronta a cada uno a acordarse con su sexo biológico, o a aceptarlo bajo ciertas condiciones de goce o, incluso, a huir de dicha atribución y a querer otra, o bien ninguna. Las identificaciones que circulaban desde la juventud se desgarran, el goce masturbatorio se enciende y a veces provoca culpabilidad y miedo de sufrir la sanción del Otro.
Para Lacan, a diferencia de Freud, la anatomía no da la respuesta a la cuestión del sexo. Se trata de una elección del sujeto. Entre el lado del hombre y el lado de la mujer, los sujetos tienen la opción, dice en Encore. Y más tarde, lo dirá con más fuerza: “el ser sexuado sólo se autoriza de sí mismo [...] y de algunos otros”. (2)
Un cuerpo, eso se goza
Tener la opción de inscribirse en el lado masculino o en el lado femenino, indica que la anatomía no es determinante o, al menos, no basta para tener una certeza en cuanto a su sexo. De hecho, hay muchas maneras de situarse entre estos dos acontecimientos. Hoy en día, esto da una gama mucho más amplia donde los nuevos significantes tratan de nombrar la forma en que el goce viste el ser sexual de algunos.
El combate de los trans para que se reconozca el error que experimentan con respecto a su sexo biológico da una idea de ello. Pienso también en el género neutro que hace hablar mucho. Por lo tanto, los adolescentes se enfrentan a estos nuevos significantes y nuevas formas de identidad sexual que los cuestionan y, a veces, los confunden. Y estos nuevos significantes recubren goces que convocan la noción de que “un cuerpo es algo que se goza” (3), según la fórmula de Lacan, a la que añade una condición: “No se goza sino corporeizándolo de manera significante”. (4) Esta condición indica que el cuerpo está afectado por la palabra, que incluso es prisionero de los significantes que le dan su consistencia.
Esto hace a los adolescentes más sensibles a los discursos tal como el movimiento LGBT que ofrece un lugar de reivindicación y reconocimiento de cada singularidad, y que puede seducir y convocar, a algunos, a albergar su incertidumbre subjetiva, en cuanto a su preferencia sexual o su asignación de género. Estas preguntas a menudo punzantes que se plantean los adolescentes, confrontados a los discursos que fundamentan otras opciones que la que corresponde a la identificación normal a su progenitor del mismo sexo, constituyen un real sexual múltiple y desconocido. Un real que los nuevos discursos quieren identificar y hacer posible, permitido, normal, y agreguemos, razonable.
¿El género, una herejía?
La diferencia entre los sexos no se establece a partir de la biología, sino que sigue siendo una elección del sujeto. Puede haber toda una gama de posibilidades que Lacan ha llamado “la noción de par coloreado” (5) que indica que “en el sexo no hay nada más que [...] el ser del color, lo que sugiere en sí que puede haber mujer color de hombre u hombre color de mujer” (6). El color no tiene ningún sentido, dice Lacan, lo que abre a todos los posibles.
Pero a estas nuevas identificaciones propuestas en el discurso, hace eco el hecho de que la sexualidad es siempre traumática, y en esto, los comienzos de su puesta en juego son de gran importancia para los seres hablantes. El adolescente debe enfrentarse a este real del sexo, un momento particularmente determinante, a veces resolutivo, a veces por el contrario, insoportable. Por eso, me siento tentada a escribir que hoy, la cuestión del género es obsoleta porque no hay género o más precisamente, el género, eso no es ex-siste...
Notas:
[1] Lacan J., “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” en Intervenciones y textos. Manantial, Buenos Aires.1988. p. 118. Texto establecido por Jacques-Alain Miller
[2] Lacan. J., Le Séminaire, livre XXI, Les non-dupes errent, lección del 9 de abril 1974, inédito.
[3] Lacan J., El Seminario, libro XX Aún. Paidós. Buenos Aires, 1998, p. 32.
[4] Ibid. p. 32
[5] Lacan J., El seminario, libro XXIII El Sinthome XXIII, Paidós, Buenos Aires, 2006, p.114.
[6] Ibid., p.114.
En torno a la sexuación en las ciencias sociales
Por Deborah Gutermann-Jacquet
Sexo, género, sexuación, diferencia sexual... los conceptos son numerosos para designar a este binario organizador multisecular de lo masculino/femenino; del hombre y de la mujer, y lo que le excede, lo supera y lo hace obsoleto. En las ciencias sociales, la construcción y el uso de estos términos remiten a las acepciones específicas de las que nos proponemos dar aquí algunos elementos. Señalemos de entrada que el concepto de sexuación rara vez se utiliza. En cambio, son frecuentes las expresiones “identidad sexual”, “ser sexuado”, “cuerpo sexuado”. De modo que la rara “sexuación”, en este campo, cuando está en uso, parece “neutralizada” y remite finalmente al proceso que funda y produce la identidad sexual, el ser sexuado o incluso el cuerpo sexuado.
Nicole-Claude Mathieu (1937-2014), socióloga y etnóloga, pero también y sobre todo teórica del feminismo materialista, en “Identidades sexuadas/sexuales/de sexo? Tres modos de conceptualización de la relación entre sexo y género” (1), interroga el contenido de cada una de estas expresiones, así como su dimensión ideológica y epistémica. Donde, según ella, la identidad sexual induce a la primacía de lo biológico sobre lo social, la identidad sexuada es el resultado del proceso de construcción social del sexo, es decir, del género
Señala: “el participio pasado [sexuada] señala el reconocimiento de una elaboración realizada por lo social sobre lo biológico”. En esta perspectiva, la sexuación remite implícitamente ante todo a esta elaboración social del sexo (a lo que, por otra parte, apunta el concepto de género), allí donde, en Lacan, la cuestión no es la de una alternativa entre lo biológico y lo social, sino de goce. Por último, dentro de estas distinciones, entre identidad sexual, sexuada, de sexo, Nicole-Claude Mathieu se pronuncia a favor del concepto de identidad de sexo, en la medida en que sería, según ella, el único que permitiría salir de la bi-categorización de sexo.
Además de la dimensión sexual, sexuada o de sexo, la cuestión de la identidad es preponderante aunque esta última noción es ampliamente criticada por las desviaciones a las que conduce y las ilusiones que perpetúan (más allá de la trivialidad de la antigua denuncia bourdiviana). Nathalie Heinich, en un libro publicado en 2018 (2) exploraba una vez más los nuevos límites de este concepto, y específicamente las dificultades que puede plantear en los estudios de género, entre la desustancialización exagerada y el olvido del peso de las representaciones. El exceso de uso que traduce a veces una cosificación allí mismo donde se querría, por el contrario, liberador y anunciador de fluidez.
Para Nicole-Claude Mathieu, “identidad sexual, sexuada, de sexo” son “tres modos de conceptualización de la relación entre sexo y género” (3). Cada uno de estos términos implica una problemática “de la identidad personal en su relación con el cuerpo, pero también con el estatuto de persona en la organización social del sexo” (4). Por supuesto, hay otros usos posibles de estas expresiones, aunque sólo se mencione la identidad de género que puede referirse a la orientación sexual, pero el propósito de la autora es antes situar de dónde se habla, y qué opción política subyace al uso terminológico. Esta última dimensión (política) es tan esencial como fundacional. Condiciona la elección de las palabras y puede dar lugar a un intento de refundición creativa de la lengua, de la escritura, para hacer sobresalir cómo la palabra crea la bi-categorización de sexo, o incluso prolonga el orden sexuado del mundo. En este campo de exploración, en el que se habla tanto de la elección de las palabras como de la ideología que transmiten, el debate es igualmente oportuno
Así, los trabajos de Luce Irigaray se han dedicado precisamente a esta problemática (5), que ella misma llama·”sexuación del lenguaje” (6). El empleo de este término en Luce Irigaray, que estaba formada en psicoanálisis, quizás esclarece por sí solo la reticencia de otros a emplearlo en el campo de las ciencias sociales. No olvidemos la ruptura política y teórica entre las que se han inscrito del lado del feminismo materialista o revolucionario, como Christine Delphy o Monique Wittig y, del otro, las que, a imagen de Hélène Cixous o de Luce Irigaray eran cercanos de Antoinette Fouque y del grupo “psicoanálisis y política”.
Estas últimas, al poner de relieve el “sujeto mujer” y la “escritura mujer”, en la vena del diferencialismo, han contribuido a acreditar la idea de que el psicoanálisis trabajaba en la esencialización de las mujeres. Así, la “sexuación”, en los estudios de género que se inscriben en el campo de las ciencias sociales, en la Universidad, está relativamente ausente u objetivada. Las investigaciones se centran, pues, más en el proceso de elaboración social del sexo, las representaciones y el sistema de la diferencia de los sexos o en la performatividad que puede permitir extraerse de ello (es el caso, en particular, de los estudios de Judith Butler) Por eso, el término sexuación está ausente de los títulos mismos de las pocas referencias bibliográficas que proponemos un poco más abajo.
Sexo, sexuación, sexualidad, género, queer, el uso es el producto de una elección en la que la dimensión política es fundadora. A este respecto, la elección, en este vasto campo, del término “género” contra el de “sexo”, para evitar la esencialización, o la elección del término “queer” contra el de “género” (acusado también de reproducir la bi-categoría de sexo y la dominación masculina) es ilustrativa.
[1] Este artículo está publicado en N.-C. Mathieu, L’Anatomie politique, catégorisations et idéologies du sexe [La anatomía política, categorizaciones e ideologías del sexo]. Paris, Côté femmes, 1991.
[2] Heinich Nathalie, Ce que n’est pas l’identité, [Lo que no es identidad] Paris, Gallimard, 2018.
[3] Ibid., p. 230.
[4] Ibid.
[5] Citamos sólo Parler n’est jamais neutre, publicado en 1985 et Sexes et genres à travers les langues aparecido en 1990.
[6] Expresión que emplea en una entrevista publicada en el texto La Fabrique du genre, Le Fustec Claude et Marret Sophie (dir.), se puede consultar en esta dirección: https://books.openedition.org/pur/30708?lang=fr
Zappeur nº 4
Septiembre 2020
Editorial
Topología de la vuelta y de la sexuación
por Valeria Sommer Dupont
Es la vuelta a las clases… El cuaderno de comunicaciones está repleto de impresos a rellenar; hay que inscribirse, aportar certificado de seguro y foto carné, verificar las últimas vacunaciones, firmar la autorización de derechos de imagen.
En el encabezamiento de todos los impresos figura: M o F, tachar la opción no válida . Todavía está ahí. De momento. ¿Para qué servirá esta información , este “dato”, este pequeño “dato” que se tilda para hacer funcionar la “gran” máquina? ¿Cuál es su utilidad ?
Según Le Monde[1], en la Escuela Normal Superior la cancelación de las pruebas orales en los concursos de admisión debido a la crisis vinculada a la Covid-19 ha incrementado el porcentaje de mujeres incorporadas. Las explicaciones acerca de este “aumento” están a la orden del día.
¿Será esta promoción la prueba de una eficacia siempre presente de los roles sexuales? Una cosa es segura, y es que, al cifrar la cuestión de este modo, todo lo que se pueda decir sobre este hecho - todo lo que se quiera hacer decir - se va a dirimir solamente en el interior de un universo cerrado. El conejo sólo sale del sombrero porque anteriormente se lo ha hecho entrar en él. Después podemos partirnos de risa con los cálculosposibilitados por este enfoque: las mujeres que no se encuadran en este incremento, ¿tarifas menos mujeres? Y los hombres que han logrado entrar a pesar de la tendencia, ¿entonces mujeres? Se me reprochará la exageración, lo ridículo de estos enunciados lo demuestra. Sin embargo, hay innumerables “pruebas” aparentemente científicas que son presentadas como cuentos sobre la base de esta lógica de lo universal y de lo particular. Las combinaciones son numerosas, pero no infinitas, puesto que el universo se ha cerrado en el mismo punto en el cual, al contabilizarlas, se pensaba abrirlo.
La cuestión del para qué cuenta, eso es lo que no cuenta para este discurso.Y es allí, en la brecha abierta por esta pregunta, donde otro discurso, el psicoanálisis, tiene lugar . Sin desconocer las cuestiones de poder, de dominación, de representación, de habitus , que “explican” el “funcionamiento” de las instituciones, el psicoanálisis se interesa específicamente por esa cosa de lo sexual que disfunciona, que no se deja reabsorber ni por M ni por F , ni por ningún otro significante que, más pronto que tarde, va a ser agregado a estos dos en los futuros formularios.
Volvamos a nuestro impreso de admisión: en la hoja hay dos rectángulos, uno a la izquierda, el otro a la derecha. En el de la izquierda, “pegar foto varón”, en el de la derecha, “pegar foto mujer”.La disposición en la hoja nos será de ayuda si en algún momento el cliché no nos permitirá ubicar claramente y en forma diferenciada al ser hablante en cuestión bajo la insignia prevista, por falta de caracteres secundarios bien definidos o por un look demasiado andrógino…
No hay impreso de admisión en el análisis, ni certificado de seguro - S (A barrado) -, ni tarjeta sanitaria, ni foto carné. No siempre es fácil abstenerse de marcar casilleros, de utilizar las palabras para decir sin clasificar ni acomodar, o incluso combinar o diagnosticar…
¿Cómo decir el sexo simos a lo singular? ¿Será eso la sexuación? ¿El sexo cuya única extensión sería ese ser hablante ?Planteándolo de esta manera, eso [sexo] se dice siempre en un discurso. La ética del psicoanálisis consiste, entre otras cosas, en tener en cuenta eso: ya no se puede olvidar que el analista está implicado [2], el que habla está implicado en aquello de lo que habla. Por consiguiente, la sexuación no está en la naturaleza, no es un hecho primero, sino el efecto de la experiencia analítica sostenida por un discurso, producido bajo transferencia, y su manifestación no estará prevista en la vuelta a clases *.
De este modo, hemos reunido en este número las contribuciones de Bruno Alivon, Karim Bordeau, Marie-Cécile Marty y Aurélie-Flore Pascal, quienes exploran por diferentes vías (, arte, clínica) el real que está en el centro tórico (como el agujero de un donut) de la sexuación.
Y por último, pero no menos importante , ¡nada mejor que un primer lanzamiento ['sortie'] para marcar este regreso ['rentrée'] ! Vosotros encontraréis el número 1 de Z'ateliers video , que comienza con una entrevista de Sophie Marret-Maleval sobre Alicia, la niñita de quien Lewis Carroll se convierte en su servidor , y cuya lógica es extraída por Lacan.
Buena lectura… ¡y buen visionado!
Notas:
[1] Le Monde , “En la Escuela Normal Superior, los concursos sin pruebas orales han hecho aumentar la proporción de mujeres admitidas”, agosto de 2020, disponible en internet:
[2] Ver Lacan J., Mi enseñanza , Buenos Aires, Paidós, 2007. https://mcusercontent.com/d86e45514bf456443f5f76d4f/files/ff5224e5-0600-4ed9-91de-3587b2ff9b49/Zappeur_nº_4_en_español.docx
* N. del T .: Juego de palabras en francés que indica la oposición entre “sortie” 'salida') y “rentrée” (Vuelta a clases, Pero también 'regreso' o 'entrada')
Traducción: Diana Lerner
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC - Madrid
Uno de la diferencia
Por Bruno Alivion
El cambio de título de la próxima Jornada del Instituto del Niño – que pasa de “La diferencia sexual” a “La sexuación de los niños” – me ha abierto una nueva vía, pues se ha producido en el momento en que me encontraba en un atolladero. Se ponía de manifiesto una brecha demasiado grande entre mi práctica con los niños que atiendo y la manera en que yo abordaba la diferencia sexual. M.-H. Brousse dice algo muy preciso al respecto: “Nadie escapa al hecho de que, tan pronto como comenzamos a hablar de la diferencia sexual, nos vemos llevados por el discurso a hablar en términos de universal: “los” hombres, “las” mujeres y “los” otros. En resumen, no dejamos lo universal, que se caracteriza por la verdad mentirosa y por el sentido, por desgracia, más común, es decir, dominante. [1]”
El Seminario …o peor de Jacques Lacan nos ofrece pistas valiosas, aventurémonos a seguirlas. “Cuando digo que no hay relación sexual propongo muy precisamente esta verdad de que el sexo no define ninguna relación en el ser hablante. No es que yo niegue la diferencia que hay, desde la más temprana edad, entre lo que se llama una niña y un niño. Incluso parto de ella. Dense cuenta enseguida, ¿no es cierto?, de que cuando parto de ella ustedes no saben de qué hablo. No hablo de la famosa pequeña diferencia [2]”. Él parte de la diferencia entre los sexos, pero nos indica que no sabemos de lo que está hablando. Nos indica un punto de enigma, es una incitación a ahondar en la cuestión.
En su etimología, diferencia proviene del latín clásico differentia: diferencia específica, carácter distintivo. Además, Lacan menciona algunas extrañas distinciones que se hacen habitualmente entre un hombrecito y una mujercita [3]. Estas distinciones asignadas por el Otro a los pequeños son las del sentido común, las referidas al universal. “[…] lo universal se basa en un atributo común. […] De esa distinción del atributo resulta muy naturalmente que no ponemos en un mismo conjunto los trapos y las servilletas” [4]. Entonces, los trapos con los trapos, cada uno con sus diferencias y sus atributos distintivos: por ejemplo, rojo, verde, grande, pequeño, etc. Esta lógica de lo universal funda un conjunto cerrado donde los trapos están a resguardo, en grupo, seguros de su ser de trapo.
Se trata del lado masculino de las fórmulas de la sexuación, donde todo x responde a la función fálica. Para que este conjunto se constituya como consistente, es necesario que haya una excepción que lo instituya como tal. Se trata de la proposición particular: existe un x que no satisface la función fálica. La excepción hace de límite al todo y lo circunscribe. Freud ha desarrollado esto admirablemente en Tótem y tabú, con el padre de la horda que goza de todas las mujeres, y que hará que la castración se aplique al hijo.
Esta lógica de lo universal, la del Uno del atributo, es la que Lacan intenta hacernos franquear. Así, nos indica que, en oposición al conjunto de lo universal, está el conjunto donde no solamente los trapos y las servilletas son compatibles y están en el mismo conjunto, sino donde sólo puede haber un trapo, al igual que sólo puede haber una servilleta [5]. Un trapo o una servilleta, único en cuanto tal, cada uno con su singularidad. Un conjunto, dice Lacan, basado en “El Uno en calidad de diferencia pura [que] es lo que distingue la noción de elemento” [6]. El Uno de diferencia es otro operador, y establece la distinción de otra manera. Pero ¿cuál es la lógica puesta en juego aquí?
Es una lógica basada en el no-todo, cuya introducción por parte de Frege Lacan considera “esencial” [7]. El no-todo es lo que funda la lógica femenina, no-todo x está sometido a la función fálica del lado femenino de las fórmulas de la sexuación. No-todo de lo femenino pasa por la castración. Pero esto sucede sin forclusión, porque a la vez no existe ningún x que no responda a la función fálica.
Se trata entonces de un conjunto que no está delimitado por la función fálica, y que, contrariamente al lado masculino, es un conjunto inconsistente, sin límite, abierto, constituido solamente por excepciones. Un trapo, una servilleta, una tela, etc. Cada uno en su diferencia absoluta.
En …o peor, la lógica femenina está ligada a un paso más, que concierne al Uno de diferencia. Lacan nos dice que se trata de dar cuenta de la vertiente de lo contable – que corresponde al universal del 1+1+1… – hacia el primer infinito, Aleph, el cero [8]. Este primer infinito fregeano, Uno de diferencia pura, está basado en el conjunto vacío, e instaura que “cero y uno, eso haga dos. [9]” De este modo, corta la relación del Uno al dos, e instaura el Uno-solo.
Corte de 1+1=2, 1 que busca otro 1 para hacer 2, lo cual implica también corte entre S1 y S2, corte con el goce fálico, goce-sentido. Cero es aquí la referencia vacía, el cero de sentido.
El Uno de diferencia nos permite captar algo de lo que dice Lacan cuando parte de la diferencia “entre lo que llamamos una niñita y un niñito”. Un punto de partida [10] para cernir con mayor precisión la modalidad de goce – masculina o femenina – en la que se basa un decir. Decir, o peor*.
Partir del Uno de diferencia es desplazar el eje de la praxis analítica más allá del sentido y del falo, hacia el vacío de significación, “al lugar donde lo real pasa por ustedes [11]”, ese lugar donde el significante toca el cuerpo, en su goce fuera-de-sentido.
Si Lacan instaura la primacía de lo Uno y hace inconsistir al Otro, no se trata de “desmontar la máquina [12]”. El analista no está ahí para desmontar las teorías sexuales del niño, desnudar su goce o desmontar su fantasma. Sin embargo, el eje del acto se desplaza hacia lo que hace la diferencia absoluta para cada niño, sin una prescripción fálica sistemática.
Tenemos aquí una pista para acercarnos a la escucha de lo que un niño puede enseñarnos, como nadie, acerca de lo sexual y de cómo se despliega el error hommoinzune [13] en la actualidad.
Notas:
[1] Brousse M.-H., “El agujero negro de la diferencia sexual”, Texto de orientación, en Carretel nº 15, revista de la Diagonal Hispanohablante y Americana de la NRC. Bilbao, 2020, pp. 164-165.
[2] Lacan, J El Seminario, Libro 19, … o peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 13.
[3] Ibid., p. 16.
[4] Ibid., p. 186.
[5] Ibid.
[6] Ibid.
[7] Ibid., p. 14.
[8] Ibid., p. 235.
[9] Ibid., p. 236.
[10] Sokolowsky L., “La sexuación de los niños a prueba de lo real”, Zappeur n°1 en español, junio 2020.
[11] Lacan J., op. cit., p. 14, referencia citada por Daniel Roy, ver texto de orientación, “Cuatro prespectivas de la diferencia sexual” en Carretel nº 15, revista de la diagonal Hispanohablante y Americana de la NRC.Bilbao, 2020, p.149-157.
[12] Ibid., p. 14.
[13] Ibid., p. 15.
*N. del T.: Juego de homofonías en francés entre “dire” (decir) y “pire” (peor).
Traducción: Diana Lerner
Alicia y sus enigmas-DHH-NRC - Madrid
Una música de Gion
Por Karin Bordeau
En su seminario Aún Lacan define topológicamente al ser sexuado del lado femenino de la siguiente manera: “El ser sexuado de esas mujeres no-todas no pasa por el cuerpo, sino por lo que se desprende de una exigencia lógica en la palabra. [1]” El Otro sexo no se encarna a partir del discurso de la biología ni de una reseña de los caracteres denominados secundarios y atribuidos a la madre: “En efecto, la lógica, la coherencia inscrita en el hecho de que existe el lenguaje y de que está fuera de los cuerpos que agita, en suma, el Otro que se encarna, si se me permite la expresión, como ser sexuado, exige este una por una. [2]”
La lógica de los conjuntos de Cantor le va a servir a Lacan para situar un goce que el goce fálico no agota como tal: “Cuando digo que la mujer es no-toda, y por eso no puedo decir la mujer, es precisamente porque pongo en tela de juicio un goce que, frente a todo lo que se engasta en la función Φx, es del orden de lo infinito.” [3] La teoría cantoriana de los transfinitos revela así la falla inherente al ser sexuado y, correlativamente, un goce “no-unificante”, no-todo, que escapa al discurso [4].
Con esta orientación topológica, me gustaría referirme aquí a un artista de una envergadura fuera de lo común: Kenji Mizoguchi, un cineasta notable en múltiples aspectos. Utilizando a su modo la caligrafía, el teatro No o el Kabuki, Mizoguchi esboza a lo largo de toda su inmensa cinematografía retratos de mujeres inaprehensibles.
En este sentido, Los Músicos de Gion, estrenada en 1953, es paradigmática. Esta maravillosa película nos cuenta las desventuras de un refinado prostíbulo, administrado por la agraciada Miyoharu (MIchiyo Kogure) y ubicado en el famoso barrio de Gion en Kioto, ciudad preservada de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Eiko (Ayako Wakao), una joven a la deriva, quiere ser geisha como su difunta madre, bajo la tutela de Miyoharu. Después de algunas reticencias, ésta acepta iniciar a la adolescente en calidad de maiko en las difíciles artes que las geishas deben dominar: unas secuencias sensacionales nos muestran estas extrañas y fascinantes prácticas artísticas donde se mezclan poesía, canto, danza y música.
Eiko, que no es una niña muy dócil, se resiste firmemente a respetar los semblantes impuestos por su condición de maiko. Sin embargo, poco a poco se va entretejiendo un lazo amoroso singular entre ella y Miyoharu: las telas y los tejidos con los que se confeccionan los magníficos kimonos que llevan las geishas adquieren un papel singular, pareciendo metamorfosear de un modo sutil aquello que vincula misteriosamente a las dos mujeres. A partir de allí, a lo largo de toda la película se va modulando un juego de resonancias y de equívocos desconcertantes, en consonancia con las modalidades del tejido… Un verdadero placer para los ojos y los oídos…
Poco a poco, Miyoharu enseñará a Eiko, aún una adolescente, a envolverse de cierta manera en su kimono, a hacer un anudamiento con su ser sexuado de mujer; Mizoguchi va desplegando esta dimensión con matices indescriptibles, jugando con los efectos de contingencias notables.
Para pagar sus deudas y asegurar así la supervivencia de su empresa, Miyoharu decide, no sin reluctancia, pedir dinero prestado a Okimi (Chieko Naniwa), una temible mujer de negocios sin escrúpulos. Es así que ésta le propone un acuerdo detestable: a cambio del dinero en préstamo, Miyoharu debe ceder a las insinuaciones de un joven político llamado Kansaki – que la quiere tomar por objeto sexual –, con el fin de que éste le proporcione un suculento contrato a Kusuda, un rico industrial. Miyoharu no está dispuesta a dejarse impresionar, y en un primer momento decide no ceder a ese trato espurio. Okimi utilizará entonces todo su poder para ahuyentar a los clientes de la reputada Casa de Gion. Comienza así para Eiko y Miyoharu toda una serie de sinsabores y malentendidos muy deliciosos… La intriga no está exenta de secuencias divertidas, picantes y alegres, como aquélla donde la joven Eiko, deseada por el horrible Kusuda, le muerde la lengua para escapar a un intento de ataque.
La película concluye en el punto de partida: las cosas se van a arreglar bastante bien, la niña extraviada Eiko deviene una mujer que se las arregla con su soledad, exiliada de la relación sexual en un mundo donde comienzan a hacerse sentir los estragos del capitalismo moderno. Esto es lo que le habrá enseñado Miyoharu…
Así, entre la comedia y la tragedia, Los Músicos de Gion nos muestra unas mujeres cuya opacidad permanece irreductible: no sabremos en ningún momento cuáles son las “profundas” intenciones de Eiko o de Miyoharu. No hay aquí ni una pizca de psicología, sino unas mujeres a las que no es posible comprender ni clasificar – y cuyo goce escapa a ellas mismas. No estamos para nada en la dialéctica del sentido y de lo verdadero: cada plano tiene algo de erotismo; cada palabra alcanza una incandescencia que toma a los cuerpos hablantes como su superficie de inscripción. En cierto modo, la película está construida como una caligrafía, la que, por otra parte, sabemos que Mizoguchi practicaba; esto es una constante en la filmografía del cineasta: mostrarnos seres hablantes hechos como poemas, a los que no podemos captar en forma integral, que resisten sutilmente el poder igualador de los discursos establecidos. En síntesis, mujeres no-todas. A lo largo de este eje, Mizoguchi utiliza elipsis, elisiones, cortes, que hacen que su película nos deje, no tanto perplejos, sino más bien como entre-dichos. Se trata de lo indecible de un goce que no entra en la dialéctica de la revelación de una verdad.
Notas:
[1] Lacan J., El Seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1981, texto establecido por Jacques-Alain Miller, pp. 17-18.
[2] Ibid., p. 4.
[3] Ibid., p. 124.
[4] Ibid.
*N. del T.: Aquí “música” se refiere a la mujer que toca un instrumento, y no a la composición musical.
Traducción: Diana Lerner
Alicia y sus enigmas-DHH-NRC - Madrid
Educación sexual
Por Marie-Cécile Marty
“Desde hace algún tiempo, se ve a las claras que el discurso universitario debe escribirse en francés uni-vers-Cythère**, ya que va a impartir educación sexual. Ya veremos a dónde va a parar eso. Pero sobre todo nada de ponerle trabas. Que de ese punto de saber nada más, que se coloca exactamente en la posición autoritaria del semblante, pueda difundirse algo que tenga como efecto mejorar las relaciones de los sexos, es cosa mandada a hacer para provocar la sonrisa del analista. Aunque, después de todo, ¿quién sabe [1]?”
1973: La educación sexual se lleva a cabo en la escuela en las clases de sexto y quinto, dando a los niños información sobre la vida sexual y abriendo un espacio de palabra fuera de la familia sobre la vida afectiva. La alusión de Lacan a esta decisión [2] nos indica cómo plantea el problema: no se interesa por el contenido pedagógico y aborda la cuestión a partir de su conceptualización de los cuatro discursos. Por sus afinidades con el discurso del amo, el discurso universitario coloca el saber en posición de semblante, produce sentido, verdad. Recordemos que, para Lacan, cada discurso precipita un vínculo social, que cada discurso da un orden a las cosas y a la inversa, lo que se articula en él se ordena por sus efectos.
¿Cómo acompañar al niño que crece en el camino del encuentro amoroso, con lo sexual, con un partenaire? Para Lacan, no hay relación sexual. A cada parlêtre le corresponde arreglárselas con su propio sexo, con la relación al otro sexo y con su goce. En cambio, el analista se interesa por los efectos del discurso sobre la educación sexual para los niños y los adolescentes a través de las épocas.
La educación sexual aparece a finales del siglo XIX: es ante todo el asunto de asociaciones, tales como la Planificación Familiar. En esa época, esta asociación se dirige a las jóvenes a punto de casarse; se habla de “educación para el matrimonio” y de “higiene conyugal”. El discurso del amo de la época promueve un ideal de pareja unida.
En su última enseñanza, Lacan distingue el goce del cuerpo (el parlêtre se goza de sí mismo) y el goce de la palabra, “disarmónico con el cuerpo” [3]. La educación sexual trata de mantener estos dos extremos separados. Persigue así dos objetivos. En primer lugar, apunta a proteger a los jóvenes no-iniciados, considerando entonces las relaciones sexuales bajo el ángulo de un riesgo de explotación sexual. Como subraya Lacan, gozar de un cuerpo, cuando se trata del cuerpo del otro implica una dimensión “sadiana” [4] a no confundir con “sádica” [5]. Segundo objetivo: La educación sexual apunta a levantar el velo de la ignorancia a fin de proteger mejor a la juventud. Interrogado sobre la cuestión del saber del niño en la materia, Freud responde que “el niño ya peca, y los padres todavía creen que él no sabe qué es pecado” [6]. El niño, frente al enigma del nacimiento, frente al agujero de saber sobre el sexo, construye muy pronto ficciones: las teorías sexuales infantiles. La ignorancia en cuestión se sitúa más bien del lado de los padres y se sostiene en la represión, subraya Freud. Este último invita entonces a la familia y a los profesores a no inculcar al niño “el miedo a pensar” [7] a riesgo de desarrollar defensas neuróticas que más tarde declinará bajo la forma de inhibición, síntoma o angustia.
En los años sesenta, los colegios se tornan mixtos; la escuela se convierte en el lugar del encuentro con el otro sexo, las emociones sexuales, y retozos. Los adultos, angustiados, multiplican los consejos entre los jóvenes a fin de que controlen sus pulsiones. Es en los años setenta cuando la educación sexual hace su entrada en la escuela en primer lugar en forma facultativa: los discursos ya no se articulan en torno a la prohibición sino a una liberación de las costumbres. Es la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo y la anticoncepción la que confiere a la educación sexual su carácter obligatorio en la escuela.
A finales del siglo XX, el discurso universitario releva a los programas de salud pública y se colorea con un discurso designado por Lacan como el de la ciencia [8]. Bajo la égida de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, un discurso universal hace su entrada: el cuerpo del niño a de respetarse y reconocerse como tal. Los cuerpos están más atrapados que nunca por el discurso. La educación sexual introduce las cuestiones del derecho al placer para cada uno con su pendiente: la reducción de los riesgos y el derecho a protegerse. Se redefine en 2018 como un instrumento de prevención y lucha contra las violencias y las discriminaciones sexuales ligadas al género, a la orientación sexual y a la identidad de género; informa sobre los derechos, sensibilizando al consentimiento [9]. Hoy en día, la educación sexual pasa por Internet, donde una proliferación de espacios digitales desvela lo que hay de más íntimo de la relación de los parlêtres al goce respecto a los otros. Cada uno puede crear allí su diferencia. Una cuestión se impone a los que se orientan por el discurso analítico: cómo proponer lugares in presencia donde la interrogación sobre el enigma del sexo pueda plantearse de otra manera que a partir de las figuras impuestas por la pornografía o el género.
Tras el cómic de Titeuf como soporte de preguntas, la educación sexual ha tomado recientemente el formato de serie con «Sex education», una serie británica aparecida en 2019. A través de un alegre florilegio de retratos de adolescentes de dieciséis años, esta serie muestra la angustia en juego en el enigma de lo sexual, “lo que no cesa de no escribirse” [10], o incluso que “los encuentros sexuales son siempre fallidos, incluso y sobre todo cuando son un acto” [11].
¿Presenta esta serie una novedad? No concluyamos demasiado rápido. Presenta jóvenes modernos, “cada uno prisionero de su cuerpo gozante” [12], atrapados en incesantes partidas de va-y-viene entre partenaires, donde uno y uno no hacen dos, sino tres, cada uno “Uno más a” [13], como subraya Lacan en el Seminario “Aun”. El corte al final de cada episodio del formato serie da consistencia al borde a partir del cual la repetición toma apoyo e impulso, no sin la mirada del otro. Los espectadores abren las apuestas para la continuación a la espera del próximo episodio. Una pequeña castración que deja aún, un poco, a desear.
Notas:
*Cuadro : Jean-Antoine WATTEAU, Peregrinaje a la Isla de Cythère. 1717.
**Universitaire en francés es homófono de en uni-vers-Cythère (unidos-hacia-Citeres) (N.de la T).
[1] Lacan J., Seminario XX, Aun. Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 62.
[2] Decisión del consejo superior de la información sexual, de la regulación de los nacimientos y de la educación familiar.
[3] Miller J.-A., «El inconsciente y el cuerpo hablante», https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
[4] Lacan J., Seminario XIX, ...o peor. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 31.
[5] Ibid.
[6] Freud S., “El esclarecimiento sexual del niño”, en Obras completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1993, vol. IX, p. 116.
[7] Ibid, p. 121.
[8] Lacan J., Conferencia de Lovaina. El discurso científico “que cada vez más está ahí, en fin, inminente, amenazante por su presencia, por la idea de que todo eso va a arreglarse finalmente en términos mecánicos, de balística, de equilibrio, de corrientes, y luego, cuanto más se sepa de eso, tanto más valiosos será, y pronto finalmente sabremos cómo producir, en fin, tal o cual tipo de individuo que sabrá marchar con todos”.
[9] Cf. Circular del 12 septiembre de 2018 relativa a la educación a la sexualidad emanando del Ministerio de Education Naciona, disponible on line.
[10] Lacan J., Seminario XX, Aun, op. cit., p. 175.
[11] Lacan J., Seminario XIX, …o peor, op. cit. p. 27.
[12] Brousse M.-H., «Soledad de los cuerpos», Lacan Quotidien n° 883.
[13] Lacan J., Seminario XX, Aun, op.cit. p. 63.
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC-Zaragoza
Joulejeu de la sexuación
Por Aurélie-Flor Pascal
Si bien la ortografía está codificada, y es susceptible de ser enseñada, corregida, si bien la articulación es objeto de reglas y puede ser reeducada, la sexuación está marcada por una falla en el saber. Para posicionarse en el repartitorio sexual, un niño no puede apoyarse en una norma que valdría para todos. Entonces, cuando un niño es derivado con una demanda reeducativa y, porque hay encuentro del lado del análisis, se lanza a una partida donde “se juega un juego del cual no se conoce las reglas” [1], es una sorpresa, algo se remueve, y ortografía, fonética y lalengüa dialogan.
Siempre es una sorpresa cuando tal encuentro adviene, del lado del niño, pero también por mi lado, en tanto que practicante. El pasaje de la logopedia al psicoanálisis se hizo para mí cuando pude experimentar que la práctica orto caía sobre un hueso, el del goce, goce sobre el cual los protocolos de reeducación no tienen nada que hacer. Cuestión que nos interesa tanto más cuanto que “lo sexual no traza el surco de la diferencia en el campo simbólico, la diferencia no se opera sino en el campo del goce” [2] nos enseña Daniel Roy, lo que nos orienta, es el síntoma.
Una niña me es derivada porque confunde las letras b y d. Un clásico, se podría decir, en logopedia. Lo que no era en absoluto clásico, en el caso de esta niña, es que ella hacía un uso de la letra muy particular y se señalaba por ahí como no formando parte de la familia de literatos a la que pertenecía. Defendiéndose de esta ley familiar bastante feroz, había encontrado el servirse de la letra no de manera literaria sino literal. Entre los dos fonemas [b] y [d], la diferencia es menor: no hay sino un solo rasgo fonético que los diferencia (el lugar de articulación). Es lo que se llama una pareja mínima. Para esta paciente, se trataba de cultivar esta pequeña diferencia en esta manera sintomática de posicionarse con el Otro. Lejos de tocar el síntoma, intenté permanecer lo más cerca posible de su subjetividad, “el saber del psicoanálisis [...] es aquel que tiene que elucubrarse a ras del síntoma” [3]. Ella me lleva al terreno de juego cuyas reglas eran inventadas por ella. Juegos de cartas, donde el goce de lalengüa se hace escuchar, “el parloteo de los niños, a los que a menudo se les pide que se callen para aprender, tiene su origen en la posición sexuada que consiste en gozar de la palabra” [4] escriben Laura Sokolowsky y Hervé Damase en el argumento de la próxima Jornada del Instituto del Niño. En efecto, ahí donde los conceptos de dislexia y disgrafía pueden arrojar un velo sobre la división del sujeto, es más bien sobre la modalidad de goce propio a esta pequeña paciente, por lo que yo aposté. Nos pusimos a jugar el juego y, como bien dice Lacan, “no se juegaljuego sino en singular [...] no se "conjuega" en plural, el juegoeljuego [5]”. Eso no es sin el partenaire analista, pero es a partir de su soledad propia que las reglas se inventan, a partir del Uno de goce, de su relación a lalengüa que no es pluralizable, como nos enseña Lacan.
En sesión, ella cambia las reglas de algunos juegos, apoyándose en sus propios significantes, destacando la vertiente de goce de sus producciones lenguajeras. Se divierte invirtiendo b y d, juega con la materia sonora, más allá del sentido. Siempre por el intermedio del juego y de lo escrito, redacta reglas para hacerme pagar prendas. No siempre me pliego a ello, a veces alegando que es demasiado difícil o que estoy cansada etc. Acojo lo que ella produce y lo leo a partir de una Clínica irónica [6] en el sentido de que lo que cuenta es el goce, el Otro es un semblante. Se divierte mucho, pone a prueba los límites, busca si hay una razón para mis aceptaciones o rechazos y me pide que intercambiemos los papeles. Tener que tratar con un Otro que puede soportar la castración, es decir, que puede mostrarse no completo, faltante, le permite poner al trabajo nuevas cuestiones - entre ellas la de la falta -, construyéndose, poco a poco, su posición sexuada.
Notas
[1] Lacan J.,SeminarioXXI, «Les non-dupes errent», clase de 12 marzo 1974, inédito.
[2] Daniel Roy, «Une différence, des différences», conferencia lors de la soirée clinique du Forda «Fille, Garçon, Ça sert? Ça serre? La différence sexuelle dans la clinique avec les enfants », París, 28 de noviembre de 2019, inédite.
[3] Miller J.-A., «El niño y el saber», Revista Carretel12,2012, p. 13.
[4] Sokolowsky L., Damase H., argumento de la JIE6, Zappeur du 12 febrero de 2020.
[5] Lacan J.,SeminarioXXI, «Les non-dupes errent», clase de 19 febrero de 1974, inédito.
[6] Cfr.Miller J.-A., Clínica irónica .
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC-Zaragoza
Zappeur nº 6
Noviembre 2020
Editorial
Por Laura Sokolowsky et Hervé Damase
Ecos del Seminario del Atelier. La primera sesión del seminario se llevó a cabo a través de webinar el mes pasado. Este significante nuevo designa un medio de comunicación utilizado por las asociaciones y grupos de trabajo orientados por el psicoanálisis en este período particular de pandemia. Esto nos permite continuar con el trabajo iniciado hacia la 6º jornada del Instituto del Niño y mantener el affectio societatis que tanto atesoramos. Nadie tiene un conocimiento ya elaborado sobre la sexuación de los niños, el desarrollo colectivo concierne a todos aquellos que estén interesados por la práctica con niños.
El Seminario del Atelier encarna así la falta en el Otro, S(Ⱥ), descompleta el discurso amo con las normas que el mismo impone. El seminario funciona a partir del modo asumido de elaboración provocada que lo acerca a la función del más uno del cartel, cuya proximidad al discurso de la histeria Jacques-Alain Miller ha señalado.
Acércarse con puntos de interrogación, rechazando hacer de amo o rechazando encarnar el único-que-sabe aquel que ostenta todo el saber: este Seminario no es un curso, es una investigación. Fueron casi 500 los inscriptos, lo que permite vislumbrar el vivo interés que despierta esta propuesta.
Fuimos notificados en el último momento de una dificultad de varios de ustedes para conectarse, este problema se ha corregido desde entonces, le pedimos disculpas.
Los trabajos del Seminario darán lugar a una posterior publicación. El segundo encuentro del Seminario se anunciará en breve a través de Zapresse. Estaremos encantados de encontrarles allí.
Saludos cordiales, Laura y Hervé
Traducción: Tomás Piotto.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)
Diagonal Americana- Rosario.
Del complejo de castración al concepto de separación
Por Hélène Deltombe
Partamos de la concepción freudiana de una sola libido donde todo gira en torno al falo, y su reconsideración por J. Lacan en su premiera enseñanza. Del lado del niño, a instancias del pequeño Hans, está anclada la convicción de que “todos los seres animados tienen un falo”. [1]
En un primer tiempo, “Para gustarle a la madre […] basta y es suficiente con ser el falo”. [2] Y si primero hay “una alternativa entre ser o no ser el falo. Ustedes perciben perfectamente que se ha de franquear un paso considerable para comprender la diferencia entre esta alternativa y la […] de tener o no tener el pene. […]. En medio está, no lo olvidemos, el complejo de castración”. [3]
Mientras que para el niño, hay tres tiempos del Edipo que J. Lacan detalla en su Seminario V, resultando con la identificación con el padre que “se llama ideal del yo”, [4] para la niña, la relación con el falo es completamente diferente: “Ella no ha de enfrentarse con esa identificación […] sabe dónde está eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene”. [5] Esta es la doxa freudiana, salvo que se haya efectuado un desplazamiento del complejo de Edipo hacia el complejo de castración, por el lugar preponderante del significante en el tratamiento de la angustia.
Pero “el complejo de castración inconsciente” es cuestionado por Lacan porque el comporta “una antinomia interna a la asunción por el hombre (Mensch) de su sexo: ¿por qué no debe asumir sus atributos sino a través de la amenaza, incluso bajo el aspecto de una privación?”. [6] Además, él remarca que los hechos clínicos “demuestran una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia anatómica de los sexos”. [7] Este es el punto de partida para una otra lógica de la sexuación que aquella del complejo de castración y sus “secuelas que resultan del complejo de castración en el inconsciente masculino, del penishneid en el inconsciente de la mujer”. [8]
Cuando el pequeño Hans descubre que podría perder su pene, él que creía que estaba “enraizado”, debe encontrar una solución a su angustia que suscita la eclosión de una fobia, es “el miedo a que un caballo lo muerda por la calle”. [9] Observamos en el caso de Hans que el tratamiento del síntoma sobre el ángulo del complejo de castración no aporta más que una solución parcial, es lo que Hans, él mismo, ha dado a entender por sus fijaciones pulsionales. Sin embargo, su relación al objeto (a) fue entendida al margen, ya que la solución edípica satisfacía a Freud: “Todo termina bien. El pequeño Edipo ha hallado una solución más feliz que la prescrita por el destino. En lugar de eliminar a su padre, le concede la misma dicha que ansía para sí”. [10]
Entonces, la dimensión del sinsentido de la fobia ha pasado a un segundo plano frente a los equívocos de lalengua: “por causa del caballo, yo quizá cogí la tontería”. [11]
En sus juegos los niños gritaban: “Wägen dem pferd”, «coches a caballo», y Hans entendió: “¡es a causa del caballo!”, debido a la homofonía entre Wägen que significa “coche” y Wegen que significa “a causa de”. Como lo subraya Lacan, “La hiancia de la situación de Juanito está completamente vinculada con esta transferencia de peso gramatical”. [12]
Sin embargo, esta solución edípica deja al padre e hijo insatisfechos, como lo demuestra la carta enviada por el padre a Freud un mes después del final del tratamiento. [13] Él menciona que su hijo no está verdaderamente curado, y, entre otras cosas, que él confunde aún las palabras Schiessen y Scheissen, que significan «disparar» y «cagar» [14].
Este equívoco indica el apoyo de Hans sobre el objeto anal para expresar una agresividad inconsciente y para alimentar un fantasma que parece haber sido más importante para él que el desenlace edípico destacado por Freud: “En Gmunden me he acostado en la hierba, no, me he arrodillado, y entonces los niños no espiaban y de pronto a la mañana temprano yo he dicho: "¡Busquen, niños, ayer he puesto un huevo!". Y de pronto han mirado y de pronto han visto un huevo y del huevo ha salido un pequeño Hans”. [15] Después él dice: “Siempre están mis hijos conmigo en la cama”. [16]. La norma edípica no es algo ya dado, el complejo de Edipo es «un sueño de Freud». [17]
Esto se confirma cuando su padre le pregunta: “Cuando estás sentado en la bacinilla y ha venido un Lumpf, ¿te has pensado en que tenías un hijo?». «Sí», respondió Hans, risueño [18].
No solamente se ubica que “el placer en Hans se anuda a las funciones excrementicias”. [19] sino que sobre todo él responde a la cuestión: “De dónde vienen los niños?”, para trazar “la teoría del nacimiento por el intestino” en la que Freud ha reparado como la segunda teoría sexual infantil.
Ahí está su goce, ahí está su solución. Está entusiasmado, pide que se le escriba al Profesor: “Esta mañana he ido con todos mis hijos al inodoro. Primero he hecho Lumpf y pipí, y ellos han mirado. Luego los senté en el inodoro, y ellos han hecho pipí y Lumpf y yo les he limpiado el trasero con papel. ¿Sabes por qué? Porque me gusta mucho tener hijos, entonces me gusta hacerles todo; llevarlos al inodoro, limpiarles el trasero, todo lo que se hace con los hijos”. [20]
Y para él, podemos suponer, de acuerdo con la tercera teoría sexual infantil, que “la comunidad [ para tener un niño] es proporcionada por las funciones de la micción o la defecación”. [21] De hecho, él amaba “estar ahí cuando mami hace pipí o Lumpf”, [y, para él], “los bebes son Lumpfs”. [22]
Todo niño está en una relación predominante con los objetos de goce ligados a las zonas erógenas, la singularidad de la sexuación en Hans se debe al gran interés ligado al objeto anal. En consecuencia, para tratar el goce en exceso, si el complejo de castración sigue siendo útil, la relación del sujeto con el objeto (a) es fundamental y se juega en el modo de separación. Esto es lo que Hans enuncio, pero no pudo tratar en su cura.
Lacan se esfuerza en distinguir en su Seminario X, La Angustia, las cinco modalidades según las cuales se desenvuelve la vida sexual del niño, en relación con los objetos pulsionales que él propone llamar objetos (a), es decir, aquello que se inserta y luego cae en la relación del sujeto con el Otro:
En la relación al objeto oral, el niño manifiesta su «deseo en el Otro». A nivel «del objeto anal [dice Lacan] se tiene la demanda en el Otro» [23].
El falo, pivote de lo sexual en el ser humano, se manifiesta en lo real, “¿Pero qué es eso?” [24]. “En el piso escópico, que es propiamente el del fantasma, nos enfrentamos a la potencia en el Otro, que es el espejismo del deseo humano” [25]. A nivel de la voz, “ahí es donde debe emerger, en una forma pura, el deseo del Otro” [26].
Así es como J.-A. Miller nos permite leerlo, “El seminario La angustia cumple a la vez la disyunción entre el Edipo y la castración, la generalización de la castración bajo la forma de la separación” [27] que a la vez “destituye la castración de su función final y al falo de su primacía, al mismo tiempo presenta el catálogo de los objetos a” [28].
Notas:
[1] Lacan J., El Seminario, libro X, La Angustia, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 89.
[2] Lacan J., El Seminario, libro V, Las Formaciones del Inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 198.
[3] Ibid., p. 192.
[4] Ibid., p. 200.
[5] Ibid., p. 201.
[6] Lacan J., “La Significación del Falo” en Escritos, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, p. 653.
[7] Ibid., p. 686.
[8] Ibid., p. 685.
[9] Freud S., “Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans)” en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires. 1992, tomo X, p. 21.
[10] Ibid., p. 80.
[11] Ibid., p. 50.
[12] Lacan J., El Seminario, libro IV, La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 317.
[13] Freud S., «Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans)». Opus cit., p. 82.
[14] Ibid.
[15] Ibid., p. 72.
[16] Ibid., p. 77.
[17] Lacan J., El Seminario, libro XVII, El Reverso del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2013, p. 124.
[18] Freud S., “Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans)”. Opus cit., p. 79.
[19] Ibid., p. 81
[20] Ibid., p. 81
[21] Freud S., “Tres ensayos de teoría sexual y otras obras” en Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1992, tomo VII, p. 178.
[22] Freud S., “Análisis de la fobia de un niño de cinco años (el pequeño Hans)”. Opus cit., pp. 54 - 58.
[23] Lacan J., El Seminario, libro X, La Angustia. Opus cit., p. 315 -316
[24] Lacan J., “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” en Intervenciones y textos 2, Manantial, 1988, Buenos Aires, p. 128.
[25] Lacan J., El Seminario, libro X, La Angustia. Opus cit., p. 315
[26] Ibid.
[27] Miller J.-A., La angustia – introducción al Seminario X de Jacques Lacan, ELP, Barcelona, 2007, p. 56.
[28] Ibid., p. 61.
Traducción: Tomás Piotto.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)
Diagonal Americana- Rosario.
Ser e Identidad
Por Eric Zuliani
segunda parte: La prueba de lo femenino
No cesa de no escribirse
Tener y ser no se aprenden solamente en el colegio al que van actualmente todos estos jóvenes: con inclusión. Ahora bien, yo quiero poner el acento en la ruptura que representa para todo ser hablante el pasar del registro de saber si uno lo tiene o no, a hacer la experiencia de ser un hombre o una mujer, el declararse comprometido con esta experiencia. Se trata aquí de un muchacho al que he ayudado, hace ya mucho tiempo, a abandonar la idea de cortarse el pene, haciéndole darse cuenta de que no se trataba tanto de una cuestión de tenerlo o no, abriendo con él poco a poco la perspectiva de lo que quería ser (llegar a ser). Porque la falta que él quería hacer pasar a lo real no se refiere sólo al tener sino también al ser, lo cual cambia todo. Lacan lo señala a su modo: “Volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes. Diría aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo”. [1]
Pero cuidado, llegar a ser no implica serlo finalmente. Jacques-Alain Miller había advertido sobre esto a los psicoanalistas al dar este título a las J38 [2]: “Cómo se deviene psicoanalista” y no “qué es un psicoanalista”. En el registro del ser, lo que prima es el devenir, quedando siempre la cuestión de la identidad como algo incierto, una vía que este jovencito estaba muy predispuesto a transitar. En el registro del compromiso con el ser, es decir, en el devenir, constatamos más bien una falta de identidad: el sujeto encuentra una falta simbólica estructural, que es la que causa esta incertidumbre. Además, la diferencia de los sexos no cesa de no escribirse.
Vemos a través de su experiencia que lo que llamamos la diferencia entre los sexos se instituye no tanto entre niñas y niños –diferencia que este chico conoce perfectamente–, sino entre el registro de la discriminación significante y el de una experiencia de satisfacción insoportable ante la cual, a falta de un fuera-del-cuerpo en este caso, se pensaría en la ablación.
El deseo en vez de la identidad
Las identidades sexuales son semblantes. Hace poco eran impuestas por la civilización en base a dos términos: hombre y mujer. En la actualidad las teorías de género, en cierto modo, las han multiplicado. Esto se ve posibilitado por el poder del significante. Ahora bien, multiplicar las identidades, en alguna medida no hace más que continuar con las prescripciones civilizatorias de siempre, y las identidades anteriormente reducidas a dos, “hombre” y “mujer”, pasan a ser múltiples y proceden por identificación, recubriendo al mismo tiempo lo que Lacan llama “el principio femenino”, que precisamente no se confunde con el significante mujer. Lacan no ha dudado en afirmar que este principio se encuentra en los fundamentos de una institución.
Ya sea que se reduzcan o que se multipliquen, estas identidades siguen proviniendo del Otro del lenguaje, lo cual lleva a decir a Lacan que hombre y mujer son solamente significantes. Pero parafraseando su distinción de 1958: si el sujeto busca hacerse reconocer en el universo de los significantes, “tratar de hacerse el varón”, como me confesaba recientemente un joven –y hay allí, efectivamente, una búsqueda de identidad, ya que el ser hablante siempre está en falta respecto de la identidad–, y que no se encuentra ahí como ser deseante.
En su película Girl, el joven cineasta de 26 años Luka Dhont ha captado perfectamente el problema que se le plantea a un joven atrapado entre lo real del sexo y el hecho de que hay hombres y mujeres. Es la historia de un joven que quiere llegar a ser bailarina y que está rodeado por otros – especialmente su padre –que creen en las identidades hombre-mujer, quienes lo empujan, con una aterradora humanidad –¡Goza!– a volverse mujer. Malentendido dramático que conduce a este joven, arrinconado entre las significaciones del Otro y lo real del sexo, a operar sobre este real por medio de una acción directa, a falta del registro del fuera-del-cuerpo. Esta película, tan acertada respecto de los problemas que puede encontrar un ser hablante en cuanto a su sexo y sus dificultades con los semblantes, ha sido mal recibida por los partidarios de la ideología de género, que la ven como una película contraproducente para su combate.
Los tres ensayos en la institución
Para captar el tipo de sexualidad que puede decirse en una institución, hay que releer los Tres ensayos de teoría sexual de Freud. Podemos comenzar con los diversos prefacios fechados, que muestran bien hasta qué punto este libro ha sido motivo de escándalo, y lo sigue siendo. Freud señala que se acepta el descubrimiento del inconsciente (el sueño, la represión, etc.; en síntesis, el inconsciente lenguaje) pero ni hablar de la pulsión. Al leer los dos primeros capítulos, ahora aparece algo que me llama la atención: Freud efectúa allí una actualización de una sexualidad que no implica de entrada la diferencia sexual. Es una sexualidad en la que no se plantea la cuestión de los hombres y las mujeres; es una sexualidad pulsional guiada solamente por la satisfacción, a partir de un cuerpo marcado por el significante y a la vez agitado por esta pulsión. Con frecuencia, esta es la sexualidad de la que se trata en las instituciones, y que permanece como no reconocida por estar recubierta de la pregnancia, en quienes llamamos adultos, de una sexualidad reducida al coito, tal como nos lo recuerda Freud.
Con respecto a las aberraciones, Freud comienza por introducir una distinción entre el objeto sexual y la meta sexual, señalando que la sexualidad humana, en función de esta distinción, presenta una diferencia con la norma que sería la de una relación sexual que existiría con vistas a la reproducción. En esta parte él diversifica las sexualidades, comenzando por la homosexualidad: ésta puede instalarse en un sujeto en forma duradera, ocasional o juntamente con una heterosexualidad. Además, la posición del sujeto también puede variar en cuanto a su sexualidad: ser asumida o combatida. Esta homosexualidad puede aparecer y desaparecer. Esta variación le da a Freud la oportunidad de precisar su enfoque: en su opinión, muchos autores se abstendrían de agrupar los casos enumerados en una sola entidad, prefiriendo acentuar las diferencias en lugar de los rasgos comunes. Para Freud, “se descubren en número abundante todos los grados intermedios, de suerte que el establecimiento de series se impone en cierto modo por sí solo”. [3] Por consiguiente, Freud opta por el continum en lugar de la clasificación por diferencia, basándose en la existencia de esta sexualidad cuya clave nos la da J.-A. Miller al calificarla como a-sexuada. A fin de cuentas, ¡nacemos sin sexo, pero con una sexualidad! Tanto es así que, en una nota a pie de página, Freud llega a considerar que "ni siquiera el interés sexual exclusivo del hombre por la mujer es algo obvio, sino un problema que requiere un esclarecimiento”. [4] La relación entre un hombre y una mujer también es un problema, y debe ser examinado.
Sobre “las desviaciones con respecto a la meta”, él continúa este trabajo de desnormativación al considerar que las perversiones constituyen la vida sexual normal de los sujetos, e introduce esta proposición que aún hoy en día sigue siendo inaudita: “Como he expresado en otro lugar, los síntomas son la práctica sexual de los enfermos”. [5]
En cuanto a la sexualidad infantil, él pone de relieve una actividad pulsional plenamente activa, pero que, curiosamente, cae bajo la amnesia del adulto que ha olvidado al niño que fue. Allí hace una mención a la educación, dándole un lugar sorprendente y, sin embargo, tan esclarecedor para la práctica en la institución: esta última no hace más que acompañar las inhibiciones de esta sexualidad que se establecen, sin la institución, por la mediación del propio sujeto. Tomando el ejemplo de la succión en el niño, Freud arroja luz sobre un tipo de goce que excluye la finalidad alimentaria, es decir, donde se trata de otra satisfacción. [6] Ahí también el objeto de esa succión es indiferente. Se trata de una manifestación sexual integral apuntalada en la función de la nutrición, pero que se separa de ella: aquí Freud pone de manifiesto el punto de origen de la repetición. Se ha establecido una significación en el área de la boca. Por lo tanto, alrededor de esta zona tenemos: la significación, el goce y la repetición. Este ejemplo puede permitir descifrar los numerosos síntomas que aquejan a los jóvenes que acogemos en las instituciones. Estar de pie, comer, defecar, oír, mirar: ninguna de estas zonas corporales escapa a los anudamientos sintomáticos que los habitan, y que a menudo surgen de un rechazo en lo simbólico que vuelve en diferentes conductas en lo real.
Puntuación
En el ser hablante hay varias formas de considerar la cuestión de la diferencia en relación con la sexualidad. En primer lugar, está el hecho de que hay niños y niñas, pero aún queda el llegar a ser hombre o mujer. Por lo tanto, hay una primera diferencia entre el ser sexuado y la sexuación como proceso. La segunda diferencia se refiere a la existencia de dos regímenes de la sexualidad: una a-sexualidad despejada por Freud bajo el nombre de pulsión parcial centrada en el propio cuerpo, y una sexualidad sexuada que involucra al otro… ¡en el horizonte! Esta diferencia se refleja de la siguiente manera: está aquello del sexo que pasa por el registro del lenguaje y lo que permanece inasimilable, generando falta, vacío y agujero. También surge una tercera diferencia: por un lado, está el régimen de la identificación, y por otro, el de lo real del sexo, de la falta, del vacío y del agujero, eso que Lacan llama el principio femenino.
Notas:
[1] Lacan J., El Seminario, libro 3, Las psicosis, texto establecido por J.-A. Miller, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 254.
[2] 38ª Jornadas de la Escuela de la Causa Freudiana, “Cómo se deviene analista, al principio del siglo XXI”, Palacio de los Congresos de París, noviembre de 2009.
[3] Freud S., “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras completas. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1975, vol. 7, p. 125.
[4] Ibid., p. 132, Nota 13, Agregado en 1915.
[5] Ibid., p. 148.
[6] Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, texto establecido por J.-A. Miller, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 65.
Traducción: Diana Lerner.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
Sexuación bajo transferencia
Por Michel Héraud
El trabajo para la bibliografía de la próxima jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño me ha llevado a releer el caso Robert, ese niño psicótico que Rosine Lefort presenta en el Seminario de Jacques Lacan en 1954 [1]. Para aproximarme a este término de “sexuación” me oriento por este preciso enunciado de Lacan en la “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”: “Si estudian en detalle el caso Juanito, verán que lo que se manifiesta en él, lo que él llama su Wiwimacher –porque no sabe cómo llamarlo de otro modo– es lo que se introduce en su circuito. En otros términos, para llamar a las cosas tranquilamente por su nombre, tuvo sus primeras erecciones. Ese gozar primero se manifiesta, podría decirse, en cualquiera”. [2]
Estas primeras manifestaciones de goce que desencadenan angustia e interrogantes dan cuenta de un intento de cernir el carácter enigmático de la sexualidad que se impone en el cuerpo. La sexuación viene a designar la manera en que el sujeto va a tratar este efecto de goce en el cuerpo: ¿lo va a subjetivar, o permanecerá como un real no asimilable? Para Juanito la amenaza de castración, el miedo a perder su órgano, surge inmediatamente después de las observaciones que le hace su madre al verlo tocarse su pene, lo cual evidencia una manifestación de goce en su cuerpo.
Desde el inicio del tratamiento, Robert intenta cortarse el pene con unas tijeras de plástico. Para él no se trata del miedo a perderlo, pues lo predominante es el miedo a poseerlo. El pene está en exceso. En este niño la cuestión es que no esté obligado a devolvérselo al Otro.
El interés de releer este trabajo consiste en seguir el desarrollo que se va a producir en la transferencia. Las interpretaciones de R. Lefort permiten al niño sustraerse a la relación superyoica en la que vivía, que lo llevaba a agredir a los demás, a separarse de los contenidos de su cuerpo para satisfacer el goce del Otro, a destruir mientras se destruía a sí mismo. Para este niño, todo se vive en lo real. R. Lefort no cesa de decirlo.
La clínica del caso se basa en la implicación que hay entre el objeto oral, la leche y su continente, el biberón, y una equivalencia, dice R. Lefort, con el pene, en la medida en que de éste fluye la orina, lo cual se confunde con la leche que sale del biberón. La relación pecho-pene es el meollo de todo lo que sucede debido a un vínculo devastador de Robert con su madre, y a un traumatismo a la edad de seis meses.
En el curso del tratamiento se va a producir un asombroso auto-bautismo por el cual el sujeto podrá modificar la relación que tenía con su pene: podrá poseerlo en lugar de dárselo al Otro mutilándose. Esta inversión es fruto de una construcción del cuerpo: un cuerpo que pasa a ser de superficie, mientras que antes sólo existía una dialéctica de continente-contenido, y cuyos contenidos se debían posiblemente al Otro superyoico.
La sexuación de este niño está vinculada con la construcción del cuerpo: la cura lo lleva a separarse de un "hacerse niña". En numerosas ocasiones, la analista interviene para intentar contrariar el "hacerse niña", que retorna cuando Robert "debe" dar o recibir algo de R. Lefort, o cuando se enfrenta con algo que interpreta como un rechazo.
Esta mutación pasa por una serie de momentos cruciales, entre lo que él puede absorber, la leche, y lo que sale de su cuerpo, el pis, donde se conjuga en un fantasma el factor principal de la relación confusa y no dialéctica que transcurre entre el objeto oral y el pene.
El manejo que hace R. Lefort del significante "¡el lobo!" proferido por este niño es determinante para el advenimiento de este cuerpo de superficie. La analista se constituirá en el soporte de una creciente agresividad hacia su persona: "Robert ya no es 'el lobo', yo soy el lobo", [3] dice. Es en la transferencia donde el sujeto va a encontrar una salida a lo que lo estraga sin cesar.
En una sesión al cabo de cinco meses de tratamiento, y después de haber bebido leche sobre las rodillas de R. Lefort, Robert dice "otra vez ... lo". [4] Conduce a la analista al baño para que haga correr el agua, insistiendo en que su mano no suelte el grifo mientras el agua fluye. Mete el dedo en el caño diciendo "lo", como si fuera a salir leche de allí. Expresando su decepción, se agita y encierra a la analista en el baño, diciendo "¡el lobo!” Vuelve y se da cuenta de que el grifo sigue sin dar leche. Finalmente, se acuesta boca abajo en el rellano, en un estado de profundo desamparo. Esta será la última vez que dirá "¡el lobo!" en sesión.
Lo que aquí ocurre es crucial. Hay una decisión del sujeto: encierra a la analista en el baño, sirviéndose de la defensa que se ha elaborado en la transferencia: ¡la analista se ha convertido en el lobo!
Después de encerrarla, regresa "esperando que el grifo dé leche". [5] Lo importante es que la idea que ha precedido a esta acción perdura. Este movimiento de retorno da cuenta de su permanencia, indicando un punto de condensación de goce allí donde antes el sujeto estaba constantemente sometido al Otro del superyó intrusivo. El niño está decepcionado, pero demuestra ser perseverante. Volverá sobre esto en las siguientes sesiones.
El debate entre el objeto oral y la posesión del pene puede continuar después de este distanciamiento del superyó.
Siguiendo con lo iniciado en sesiones anteriores, va a ir cada vez con más frecuencia a verter agua y leche en el suelo. La mayor parte del tiempo se acuesta en el suelo completamente desnudo, y chapotea en este líquido, a veces bebiéndolo. Ya no se trata de una dialéctica continente-contenido, se manifiesta otra relación con el cuerpo.
En las sesiones siguientes, Robert, completamente desnudo, hará varias veces la experiencia de hacer correr la leche por su cuerpo: “Él disfruta de esa leche que corre por la superficie de su cuerpo hasta el pene donde se escurre, lo cual observa con gran interés. Feliz, la vierte después con la cuchara sobre sus piernas. Cuando ha agotado toda la leche y está sentado en este charco de leche, se levanta para darse palmadas en el cuerpo con satisfacción, diciendo: “Robert”, habiendo tomado conciencia en este baño de leche de que su existencia corporal le daba placer. He denominado esta escena como un bautismo.” [6]
Este auto-bautismo se produce después de ese fructífero momento en el cual se modifica para Robert su relación con el cuerpo: “Este chorro de leche vuelve a amarrar su pene a su cuerpo, le hace perder su carácter de objeto separable.” [7]
Al final de la obra, R. Lefort escribirá: “Evidentemente, tener un pene no es suficiente para que Robert logre una dialéctica fálica. […] el análisis le permitió a Robert, por medio de la superficie de su cuerpo, tener un pene propio y no tener que restituírselo al Otro, como el objeto en exceso del comienzo”. [8]
Como nos lo señaló Jean-Robert Rabanel durante el primer seminario del Taller del Instituto del Niño, yo diría que este trayecto que conduce a Robert hasta este auto-bautismo se presenta como una solución respecto de la sexuación: "lo que me interesa muy especialmente son las invenciones de los sujetos que no pasan por el falo ni por el Otro, como medio de defensa contra el goce, nos dan”. [9]
Notas:
[1] Lacan J., El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 141-166.
[2] Lacan J., Intervenciones y textos 2, “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, texto establecido por J.-A. Miller, Editorial Manantial, Buenos Aires,1988, p. 127.
[3] Lefort R. y R., Les Structures de la psychose, París, Seuil, p. 364.
[4] Ibid., p. 365.
[5] Ibid., p. 355.
[6] Ibid., p. 407.
[7] Ibid., p. 611.
[8] Ibid., p. 621.
[9] Rabanel J.-R., « Qu’en est-il du complexe de castration à l’époque de l’Autre qui n’existe pas ? » [¿Qué sucede con el complejo de castración en la época del Otro que no existe? ], exposición realizada en el 1er Seminario del Taller del Instituto del Niño, “Le complexe de castration est-il encore utile?” [¿Todavía es útil el complejo de castración?] con las intervenciones de Hélène Deltombe y de Serena Guttadauro, el 14 de octubre de 2020, inédito.
Traducción: Diana Lerner.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
appeur nº 7
Noviembre 2020
Editorial nº 7
Por Silvana Belmudes
Cuando eso le agarra, Jean, de cinco años, es un T-Rex. Camina como un T-Rex, grita como un T-Rex, mueve su lengua como un T-Rex. Y esto no es un juego. Jean consiente en manipular unos T-Rex de plástico, dibujarlos, disfrazarlos de Papá Noel. Si un juego empieza, el T-Rex está siempre allí, siempre al acecho para saltar con la gran boca abierta. En eso estamos.
¿Cómo orientarse en la clínica cuando los sujetos que recibimos no parecen jugar el juego del falo? Jean-Robert Rabanel nos propone en este Zappeur interesarnos en esta clínica cuya palabra clave es la invención. Tomando el goce como referencia, el autor nos enseña la torsión, la invención de Benoît cuyo país no es el del Otro del lenguaje, siendo más bien su territorio el del cuerpo real donde el nudo toma una forma literal y donde lo que lo mantiene vivo es la red tejida por el deseo de unos otros no anónimos.
A continuación, Maryse Roy nos presenta a través de dos viñetas clínicas a dos niñas que, a un siglo de distancia, articulan la cuestión de la falta en referencia al falo, lo que no borra el enigma del goce que agujerea el cuerpo. Y he aquí que la invención todavía está de moda.
Finalmente, Christine Maugin nos lleva a recorrer la cuestión del cuerpo en el psicoanálisis lacaniano, de Freud a Lacan, del cuerpo imaginario al cuerpo de goce, haciéndonos captar toda la importancia del concepto de parlêtre.
Estos tres textos nos permiten poner de relieve la diferencia entre la significación sexual y lo real del sexo, diferencia sensible para orientarse en la clínica: niña/niño, Benoît/torsión y, ¿por qué no dinosaurio?
¡Buena lectura!
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC- Zaragoza
¿Del complejo de castración
a la época del Otro que no existe?
Por Jean-Robert Rabanel (1)
Tomo partido por la última enseñanza de Lacan, e intento situar la cuestión siguiente: ¿qué pasa con el complejo de castración en el tiempo del Otro que no existe?
La metáfora paterna que es la conjunción de dos complejos, el complejo de Edipo y el complejo de castración, en la escritura que da Lacan según la estructura del lenguaje los sitúa de manera desigual. El complejo de Edipo es definido como un mito que da forma épica a la estructura que es el complejo de castración.
¿En qué medida la crítica de Lacan con respecto al complejo de Edipo en beneficio del complejo de castración -crítica muy severa en particular en el Seminario XVII- nos ilumina sobre lo que deviene este último, más allá del Edipo?
¿Qué devienen el complejo de castración y el complejo de Edipo cuando se toma la perspectiva del goce, del “no hay relación sexual” y la función nodal del nudo borromeo?
Desde el inicio del texto “La significación del falo”, Lacan indica: “Es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo:
1º en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis;
2º en una regulación del desarrollo que da su ratio a ese primer papel: a saber, la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual, e incluso acoger con justeza las del niño que es procreado en ellas”. (2)
Lacan asocia en este punto estructura y desarrollo. Lo que retiene nuestra atención para captar mejor el término de sexuación. Es la primera idea que me vino después de que nos fuera comunicado por J.-A. Miller el título de la JIE 6, al mismo tiempo que la oposición entre la vertiente identificatoria significante y la vertiente objeto para el sexo, la vertiente identificación y la vertiente identidad.
Queda la siguiente cuestión: ¿cómo luchar contra el goce desde el momento en que la legalización de éste por el complejo de castración parece faltar por una carencia de lo simbólico en la época contemporánea?
Lo que me interesa especialmente son las invenciones que los sujetos que no pasan por el falo, ni por el Otro como medio de defensa contra el goce, nos ofrecen.
Una clínica irónica de la sexuación en el niño
En el texto de orientación de la Jornada “Niños violentos”, J.-A. Miller da una definición de la castración, a partir del goce y no a partir del falo, que me ayuda a responder a nuestra pregunta:
“El síntoma se define aquí como el Ersatz, diría, de un goce rechazado. Emplearía ese adjetivo porque tengo en la cabeza la frase de Lacan (…): <La castración quiere decir que el goce es rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo>. (3) (…) La castración no es aquí definida a partir del falo, está definida directamente a partir del goce, es decir a partir de la pulsión. Está definida a partir de lo que Lacan designa muy precisamente como rechazo del goce, lo que introduce una referencia a la iniciativa del sujeto, en el marco de una elección - se acepta o se rechaza”. (4)
Caso clínico
En la presentación del tema del X Congreso de la AMP, El inconsciente y el cuerpo hablante, J.-A. Miller decía: “Cuando se analiza el inconsciente, el sentido de la interpretación es la verdad. Cuando se analiza el parlêtre, el cuerpo hablante, el sentido de la interpretación es el goce. Este desplazamiento de la verdad al goce da la medida de aquello en lo que se convierte la práctica analítica en la era del parlêtre”. (5)
El caso Benoît que retomo aquí podría parecer, en principio, por fuera del tema de la sexualidad, esto si olvidamos el primer carácter de la sexualidad freudiana de ser extensible más allá de los órganos genitales de la reproducción sexuada, así como de la elección del sexo.
Tal es el abordaje de las cosas sobre la vertiente pulsional, sobre lo real del sexo, más bien que sobre la vertiente de la significación sexual.
Es allí donde se mide la distancia entre diferencia de los sexos por identificación vía el Otro y sexuación como identidad pulsional o identidad de goce.
Benoît
Benoît llevaba el apellido de su madre, que lo había rechazado al nacer. No estando presente el padre, fueron las enfermeras las que le dieron su nombre, testimoniando así de un deseo, de un reconocimiento sobre el cual el sujeto se apoyó.
Como por azar, a los siete años Benoît se calma y consiente en alimentarse -era su dificultad principal desde el nacimiento- por primera vez durante una estancia en psiquiatría infantil donde las enfermeras se ocupan especialmente de su alimentación. La recuperación del deseo de vivir se engancha a este personal.
Muchos años después, durante una estancia en reanimación, este sujeto particularmente agitado está, contra todo pronóstico, tranquilo y no plantea problemas.
También por una enfermera, me entero de que él dice tener siete años cuando se le pregunta su edad y de que elige el agua mineral que lleva el nombre del lugar donde su padre tenía un pequeño restaurante.
Es también a las enfermeras a las que les dice su apellido, es decir, el apellido de su padre, mientras que todos lo llaman por el apellido de su madre, apellido bajo el cual él fue inscrito en el registro civil.
He aquí alguien para quien la llegada al mundo ha sido, por lo menos, singular, con una madre que lo rechaza y un padre que no adopta a su hijo.
Ante las dificultades encontradas por el padre en la alimentación del hijo se asiste al fracaso de soluciones sustitutivas: la abuela paterna, las familias de acogida sucesivas.
La solución al problema de la alimentación se encuentra a los siete años, en psiquiatría infantil, con esas enfermeras. Años más tarde, durante un episodio intestinal gravísimo, Benoît vuelve a encontrar a enfermeras que cuidan de él y vuelve a retomar el deseo de vivir.
Con esta lectura del caso con papá-mamá, los embrollos con el nombre de la madre y el nombre del padre, he aquí adonde llegamos: a una identificación imaginaria y a una lectura del caso según el deseo.
Torsión
Benoît no habla. Dice algunas palabras intermitentemente y presenta movimientos sin cesar, sin parar -evocando a los del corea de Sydenham.
Es un niño que se pegotea, será una característica: se pega en particular a una educadora que se vincula especialmente a él. Los años pasan así, con un apaciguamiento relativo.
Luego, la educadora enferma y durante un tiempo en que ella está ausente de la institución, se produce en él una manifiesta crisis de dolor. No puede decir donde le duele, ni dirigirse a nadie. Esta educadora vuelve, lo detecta, y envía a Benoît al hospital. No sé cómo lo hizo.
Llegado allí, el cirujano no detecta nada verdaderamente dramático, en todo caso al principio, si bien permanece hospitalizado un día. Sin embargo, ante los resultados de las radiografías y los signos manifiestos de oclusión, el cirujano le opera y, para su sorpresa, descubre lo que -me dijo- no había visto nunca antes: el conjunto del intestino delgado repleto, un infarto del intestino delgado. La situación es dramática.
Al reverso de la lectura precedente que no hacía lugar a los fenómenos de cuerpo que son masivos, con el vólvulo (torsión del intestino) de ocho metros del intestino delgado que casi le costó la vida, otra lectura se imponía.
Trabajando con los educadores, me enteré de que Benoît había torcido el brazo de una empleada de la lavandería, de manera suficientemente seria como para enviarla al hospital con una luxación del codo. Era una práctica regular y antigua de Benoît con sus sábanas, mojarlas en la taza del inodoro, escurrirlas por torsión o golpeándolas contra las paredes.
Me enteré igualmente de que las torsiones en los brazos de los educadores no son infrecuentes y datan de antiguo.
Conozco los movimientos en arabesco de Benoît.
¡Aprendo las torsiones!
La empleada de la lavandería a la que agarró es de origen argelino, como el padre de Benoît.
Entre Argelia y Francia, es donde se expresó para Benoît el: «No hay relación sexual» a nivel de la pareja parental; es en una topología de torsión que este parlêtre encuentra anidar su identidad.
Torsión es su apellido en su lalangue, en una lectura del caso, esta vez, ya no a partir del deseo, sino a partir del goce.
[1] Extracto del texto presentado por el autor en el primer Seminario de l’Institut de l’Enfant en el marco del Atelier d’Étude 2020–2021, La sexuation des enfants.
[2] Lacan J., “La significación del falo”, Escritos 2, Ed. Siglo XXI, 2002, p. 653.
[3] Lacan J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Escritos, p. 786.
[4] Miller J.-A., “Niños violentos”, Intervención de clausura de la 4ª Jornada del Institut de l’Enfant, 2017 en Carretel nº 14, Bilbao. 2017, pp. (10-11)
[5] Miller J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante” en La Cause freudienne nº 88, 2014, p.114.
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC- Zaragoza
La niña y la falta
Por Maryse Roy
Vamos a encontrar a dos niñas, la primera tiene dos años -Lacan la presenta en el Seminario IV, La relación de objeto-, la segunda viene a verme desde hace unos meses, tiene cinco años y medio.
La niña y la caja de puros
La encontramos en el artículo de Karl Abraham, elogiado por Lacan, artículo que apareció en 1920 bajo el título “Manifestaciones del complejo de castración en la mujer”. (1)
Abraham sostiene que el descubrimiento del órgano masculino por la niña le inflige una herida narcisista, pero que frente a ese daño se agarra como a una evidencia en la espera de que le llegará a crecer un órgano masculino.
Con el apoyo de sus tesis Abraham ofrece la observación de una niñita de dos años. Un día, cuando sus padres están tomando café, ésta se dirige hacia una caja de puros que hay sobre una mesita, la abre, coge un puro y se lo da a su padre, después vuelve a la caja y le da otro puro también a su madre. Toma a continuación un tercero y lo pone entre sus piernas. Su madre coloca los tres puros en la caja. La niña espera un instante y repite el mismo juego. La reproducción del juego excluye el rol del azar. Para Abraham su significación es clara: la niña ha dotado a su madre de un órgano masculino semejante al de su padre. Lo cual le permite esperar uno para ella misma en un futuro. Abraham interpreta la escena en el registro de la falta de tener, en el fondo para Abraham la pequeña, con el puro, designa la falta y la suple de ese modo.
J. Lacan da otra interpretación a esta escena. Lamenta que Abraham no la haya comentado de manera más articulada.
Antes de entrar más directamente en la lógica de la articulación que sostiene, les propongo volver sobre lo que estructura sus palabras en el capítulo en que nos encontramos con esta niñita, capítulo que J-A. Miller ha titulado “El falo y la madre insaciable”. (2)
En este último capítulo de esta parte del Seminario que J-A. Miller ha titulado “Teoría de la falta de objeto”, Lacan ha dado la matriz de la falta de objeto con las tres modalidades castración-privación-frustración. Lacan vuelve sobre la cuestión de la frustración y para ello retoma lo que había desarrollado a propósito del Fort-Da en Los escritos técnicos de Freud. En ese juego de presencia-ausencia, había puesto el acento en un primer tiempo en el hecho de que la partida se juega con la madre instituida en su estatuto simbólico, por la alternancia significante que acompaña al juego del carretel, carretel con el que el niño juega la partida y el regreso de la madre.
Ahora, Lacan introduce una nueva cuestión: “¿Qué ocurre (…) Si [la madre] ya no responde a la llamada del sujeto?” (3) y da ahí su respuesta: ella aparece como una potencia susceptible de dar o no el objeto. El objeto no vale tanto por la satisfacción que aportaría, sino en tanto que signo del don de la madre, signo de su amor con el que hace don por su presencia. Lacan con la frustración demuestra, por una parte, cómo el objeto real que satisface una necesidad se convierte en simbólico y, por otra parte, pone el amor y el don en el centro de la relación madre-hijo.
Por otro lado, en este capítulo encontramos una figura de la madre todopoderosa: “La madre insaciable” y correlativamente, del lado del niño “el laberinto donde el sujeto se pierde e incluso puede llegar a ser devorado”.
La salida se articula alrededor del falo: “El hilo para salir de él es dado por el hecho de que a la madre le falta el falo, que precisamente porque le falta, desea y que solamente puede estar satisfecha en la medida que algo se lo proporciona” (4). La falta es aquí el deseo mayor y se trata de saber cómo el hijo realiza que a su madre todopoderosa le falta fundamentalmente algo: “Siempre es la cuestión de saber por qué vía él le dará ese objeto que le falta a ella y que a él mismo siempre le falta”. (5)
Volvamos a la niñita de la caja de puros. ¿Qué interpretación le da Lacan?
Indica cuatro tiempos lógicos:
1) 1-Su gesto de poner el puro entre sus piernas indica que ese objeto simbólico no lo tiene, y por ello manifiesta su falta.
2-Es por esto entonces, en tanto que falta, que ella lo da en primer lugar al padre, es decir al que no le falta.
2) 3-De este modo indica qué puede desear.
3) 4- Para satisfacer aquella a la que le falta, su madre.
Lacan sostiene aquí en la niña, que no es tanto la reparación de una falta en tener, sino su deseo de dar el falo a su madre o de dar un equivalente, todo ello como si ella fuera un niño.
Pero, mantenerse en esta posición le hace correr el riesgo del conflicto narcisista, es decir, de no estar nunca a la altura y de caer en el abismo de la “regresión” que hace surgir la figura de la madre insaciable: “El agujero abierto de la cabeza de Medusa es una figura devoradora que el niño encuentra como salida posible en su búsqueda de la satisfacción de la madre”. (6)
La niña y la princesa
Esta niña viene porque es problemática con su mamá, numerosas situaciones de la vida cotidiana son ocasión de gritos y crisis, las separaciones son a menudo difíciles.
La princesa la acompaña en cada sesión, está en el centro de los escenarios en los que está en rivalidad con la bruja, versión de una madre mala que tiene a la princesa encerrada o que, en otra escena, le da a la princesa la opción de ser comida o de ser mala.
Dibujando el contorno de su mano, identifica un pulpo y ¡nombra sus brazos, sus piernas y el pene! La niña escribe por primera vez su nombre.
En una entrevista con su padre en que éste evoca una mejoría, ella le destina el dibujo de una princesa y se divierte dirigiéndome un “¡Adiós, señor!”
A continuación de la venida de su padre, el rey y la reina se unen a la princesa, ésta escucha al rey cuando él le dice no, ¡excepto cuando ella no le oye! Esta princesa le da dinero a la reina. En las siguientes sesiones la princesa estará menos presente.
“He pedido un lápiz de labios a mamá...pero me he dicho en mi cabeza: ¿por qué le he pedido un lápiz de labios?” Dibuja una niña, le digo que no tiene piernas. “Están debajo de la falda”, dice Eva.
La niña es bastante libre en el uso de los semblantes, sabe hacer uso del falo que designa la falta, sabe servirse de él, pero eso no la deja tranquila. En lo que se juega con su madre hay algo que se presenta bajo las modalidades de un “no cesa de”. La cuestión que se repite, es decir, el por qué ella le pidió el lápiz de labios a su madre, hace signo de un enigma que hace agujero para ella. Agujero que había evocado cuando yo le había preguntado si tenía pesadillas. Eva había hablado de sus sueños, que tenía muchos en el baúl, pero que hay un agujero y caen; hay un agujero en la pared, en su cama... ¡Se acuerda de pesadillas donde un lobo, un oso quieren comerla!
1- Abraham K., “Desarrollo de la libido”, Obras Completas 2, Paris, Payot, 1977 pp. 103-104.
2- Lacan J., El Seminario de Jacques Lacan, libro IV, La relación de objeto [1956-57]. Paidós. Barcelona. 1994.
3- Ibíd., p. 70.
4- Ibíd., p.193.
5- Ibíd., p.195.
6- Ibíd., p.197.
Traducción: Elvira Tabernero
Einda-DHH-NRC-Valencia
Cuerpo y sexuación
Por Christine Maugin
Retomar la enseñanza de Jacques Lacan sobre la cuestión de la sexuación me ha ayudado a esclarecer la cuestión del cuerpo en el psicoanálisis.
En la obra de J. Lacan el cuerpo es, en primer lugar, el de la imagen. Es el momento del espejo que Lacan nombrará como fundador del “yo” (Je). El “yo soy” es aquí la imagen que reenvío con un yo (moi) hecho de envoltorios identificatorios. El niño del espejo es el que se ve antes de saberse como ser. Más exactamente, su ser es el de la imagen. Su cuerpo es un cuerpo que es visto: un cuerpo del narcisismo. Este Uno del cuerpo es un continente del imaginario. El cuerpo del espejo es el cuerpo con el cual se cree ser.
En ese cuerpo se inscribe lo que hemos trabajado precedentemente alrededor de la diferencia sexual. El anudamiento entre imaginario y simbólico del cuerpo, en eso que se ve y se nombra, vuelve de nuevo a traer la presencia o la ausencia del órgano o del apéndice del género. Se trata de lo que los niños sitúan de lo que dicen ser: chica o chico, él o ella llevan el pelo corto, largo, se viste de princesa...
En los Tres ensayos sobre la teoría sexual, Sigmund Freud sugiere que el cuerpo es también el soporte de las zonas erógenas. La pulsión se encuentra ligada a los objetos parciales. Ese cuerpo pulsional se manifiesta, por ejemplo, en los sufrimientos de los autistas cuando esas zonas erógenas están demasiado estimuladas. Ese cuerpo es entonces no ya el de la buena forma imaginaria, sino el de lo informe libidinal, ligado como tal a las zonas erógenas. Estamos aquí en la vertiente de lo real del cuerpo.
Más allá del cuerpo de la imagen, está el cuerpo simbólico, tomado en el lenguaje. Es el cuerpo que responde al lenguaje del Otro, de la cultura. Es el cuerpo que se articula a la demanda del Otro por la vía del lenguaje. El cuerpo simbólico reacciona a las palabras que el Otro pone en él, o que el sujeto piensa sobre sí mismo y cuyo síntoma será la conexión significante. Lacan toma el grafo del deseo para indicar cómo el lenguaje tiene efectos sobre el cuerpo. Por ejemplo, la demanda de amor insatisfecha en el sujeto histérico tiene efectos especialmente de conversión somática.
Lacan va a continuar esta elaboración sosteniendo que el cuerpo que se tiene -y no ya el que se es- es el del goce. Lo sitúa ya estudiando el caso de Juanito.
A partir de una experiencia de goce, éste ve su angustia tomar un giro que lo obliga a encontrar una nueva respuesta que pasa por la fobia. Cuando el hace-pipi de Juanito le hace experimentar un goce del que no conoce su significación, es el momento en que éste se ve obligado a construirse un cuerpo sexuado que responda a este enigma.
Es también lo que Lacan descubre en el momento del Fort-da freudiano. Cuando el niño echa su carretel, no es porque metaforiza la pérdida del objeto que es la madre, sino más bien porque se trata de una metaforización de ese pequeño pedazo de él que Lacan nombra objeto a. El niño se separa de un pequeño pedazo de su cuerpo, pero no completamente. Por el efecto de la castración, el objeto a caído de su cuerpo se convierte en el objeto perdido, cuya búsqueda no cesa de buscarse escribir y no encuentra más que lo imposible de su escritura. Lacan despliega que ese objeto caído es la causa del ser del sujeto. A partir de este descubrimiento lacaniano, el objeto a, aparece una nueva configuración del cuerpo y del ser. Ya no es el objetivo del objeto el que crea al sujeto, sino que es el objeto a mismo el que causa al sujeto.
El cuerpo del goce que Lacan interroga en su última enseñanza, libera una nueva cartografía del cuerpo. Ese cuerpo, se lo adora, dice Lacan, porque se cree que se lo tiene. Ese cuerpo del goce toma apoyo en el cuerpo joyciano. Recordamos que Joyce experimenta que su cuerpo se le va, se separa como una peladura.
Es su amor propio el que cae en ese momento. Pierde el cuerpo que había creído tener. Será necesario que Joyce encuentre apoyo en la letra para reparar ese defecto de anudamiento de lo imaginario. Es lo que Lacan ha nombrado el sinthome, que para Joyce es una prolongación de su cuerpo, un fuera-cuerpo, pero de todos modos su cuerpo.
Con la cuestión del goce femenino, es la experiencia del cuerpo la que da al cuerpo su cartografía, el goce cortando en pedazos o unificando ese cuerpo. Tomando apoyo en la enseñanza de los místicos para aclarar esta noción, Lacan podrá decir que el cuerpo es el cuerpo en tanto que se goza. La experiencia del cuerpo, el goce experimentado despedaza los cuerpos. Este despedazamiento que parte del cuerpo, y más precisamente de su experiencia de goce, da al sujeto un cuerpo, el que tiene. Lacan lo define así como “LOM cahun corps et nan-na kun” [LOM quetieneun cuerpo y notiene mas keuno] (1)”.
En esta última enseñanza, el cuerpo es el del anudamiento entre real, simbólico e imaginario. De ahí aún la expresión de parlêtre: aquel cuyo goce de su cuerpo le hace ser. Para recentrar la cuestión de la sexuación, que es nuestro tema hacia la JIE6, Lacan se interesa por ese cuerpo que goza y se hace ser sexuado, y formaliza “las fórmulas de la sexuación”, a partir del goce femenino. El sitúa que de este goce ilimitado, bordeado y en suplemento del goce fálico, las mujeres lo viven pero no pueden decir nada de él. Vivir ese suplemento de goce del que no se puede decir nada, inscribe al sujeto en la posición femenina. Como indica Lacan, la experiencia de goce de ser Otra para sí misma, en su cuerpo -para el parlêtre que lo experimenta-, la hace mujer.
(1) 1-Lacan J., “Joyce el síntoma”, Otros Escritos. Paidós. Buenos Aires. 2012, p. 591.
Homofónicamente en francés se escucha: “El HOMBRE que tiene un cuerpo y no tiene más que uno” (N de la T.)
Traducción: Elvira Tabernero
Einda-DHH-NRC-Valencia
Zappeur nº 8
Diciembre 2020
Editorial nº 8
El misterio de la sexuación del niño
Por Valeria Sommer Dupont
¿Qué es la sexuación cuando hay un analista? ¿Y cuándo hay discurso analítico? Eso que decimos sobre la sexuación de un niño, es dicho bajo transferencia, a partir de los dichos del niño, sino se corre el riesgo de reducirlo a no ser más que un objeto. Recordamos aquí la escritura de ese discurso, donde el analista está en posición de objeto: a → $. El analista produce la división, la división subjetiva; es el sujeto quien es puesto al trabajo. Angustia, deseo, duda, incertidumbre, ambivalencia, contradicción son, entre otros, signos de esta división, de la falta en ser. No se busca suturar esa falta, sino apoyarse en ella: hacer de “la castración sujeto” (1). Esta es una posición ética.
Michel Foucault adelantó en el Nacimiento de la clínica, el peso de la mirada y de la observación estructurada por – y en – un discurso de dominación, que tiene por resultado la objetivación del individuo y su alienación. El discurso del psicoanálisis se articula en una ruptura con esa tradición: el gesto freudiano que consiste en apartar y apartarse del campo visual del sujeto tumbándolo, de callarse a sí mismo, para darle la palabra a las “histéricas”, lo cual sigue siendo paradigmático. Jacques Lacan acentúa la brecha con toda tradición normativa, diferenciando el ojo de la mirada, el sujeto del hablanteser. El concepto mismo de sexuación a distinguir de la sexualidad, conlleva esta ruptura.
En una reunión preparatoria para la JIE6, Jean-Robert Rabanel interrogaba el sufijo “ción” de este concepto lacaniano. Si “idad” se relaciona a una cualidad, “ción” designa una acción o su resultado. Cuando se habla del lugar que Lacan le dio a la praxis (termino griego para designar la acción) y al saber hacer, al saber hacer ahí, esa elección adquiere un relieve. La sexuación no es identificable como un comportamiento cualquiera, con una función, un cromosoma u hormonas; no es medible, observable.
Es difícil ignorar el documental Pequeña Niña (2) que tuvo un número extraordinario de visualizaciones. Dos frases puestas en la pantalla por el realizador me interrogan particularmente. Una es: “Cuando sea grande, seré una niña”, (3) comentario que la madre de Sacha le atribuye. La otra: “Si alguna vez, en la adolescencia Sacha dice finalmente: ¡me siento mejor como chico! ¡Ah, está bien! (…) no hay nada irreversible, si Sacha quiere vivir 10 años como niña, vivirá como niña durante 10 años, y punto”. (4) Más tarde en el documental (5) se escuchará el discurso científico que da consistencia a ese fantasma.
Esas dos secuencias – y su tratamiento en el documental. Articulan una misma cuestión: tiempos y sexuación. La ambivalencia, la contradicción, la temporalidad, la riqueza, que la frase atribuida a Sacha refuerza, seguirá el mismo destino en el documental que la transcripción hecha en la sinopsis de Arte: “Cuando sea grande, seré una niña”, (6) por un golpe de escritura, por la adición de esa “e” ** se barre el hiato, el enigma y el misterio, plegando el tiempo en un presente consistente y eternamente verdadero. Eso que se dice en la otra secuencia, ignora el cuerpo viviente, sosteniéndose en la creencia en que la supresión de la huella no dejará marca. Siempre se puede cambiar de vestimenta, pero eso no será impunemente, sin consecuencias, porque esta vestimenta es la piel misma. No hay restitución total, reversibilidad, el cuerpo se marca de un goce incalculable e irrevocable.
Sobre este tema, el texto de Laura Sokolowsy y la entrevista a Fabian Fajnwaks realizada por Christine Maugin, nos brindan puntos de referencia teóricos fundamentales para avanzar en la sexuación del niño y nos harán percibir la magnitud de la subversión que implica la orientación lacaniana. Jean-Pierre Denis comparte con nosotros momentos clínicos, explorando, entre otras cosas, la articulación pulsión/sexuación. Al final, Claudine Valette Damase nos revela su lectura de la obra Niña de Camille Laurens. El misterio de la sexuación nos espera en la cita.
(1) 1-Lacan, J. “El acto analítico” en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.400
(2) 2-Arte, documental “Pequeña niña” realizado por Sebastián Lifshtz, disponible en internet:
**en francés al añadir una e al adjetivo grand implica transformarlo en un adjetivo femenino. (N de la T)
(3) 3-Minuto 3’ 25”.
(4) 4-Minuto 29’ 25”
(5) 5-Minuto 56’ 55”
6-En el sitio de Arte.
Traducción: Giuliana Casagrande
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)- Diagonal Americana -Rosario
Alinearse por elección
Por Laura Sokolowsky (1)
En Freud la elección del sexo no está fundada en la identidad orgánica, sino en la apariencia corporal, es decir, en la imagen. Cuando aborda la paradoja de la feminidad como devenir, Freud considera que la niña pasa al principio por una fase de virilidad fálica, que la asemeja al niño. La niña es, incluso, un niño durante la fase en la que cree que todos los seres están dotados de un órgano masculino. Aquí, la posición sexuada se apoya, en las consecuencias anatómicas de la diferencia de los sexos, es decir en la apariencia corporal atrapada en el lenguaje. Eso que Lacan designó como falo imaginario. Este es un significante tomado de la imagen corporal, localizado en ella.
La presencia o la ausencia de la imagen fálica es el punto decisivo de la demostración freudiana: es a partir de la apariencia que se efectúa la identificación y la nominación como niña o niño. La niña constata la ausencia del órgano fálico en su cuerpo, pero esta ausencia no es perceptible más que a partir del significante. En efecto, es solo en el campo del lenguaje que cualquier cosa puede faltar en su lugar. En lo real, en efecto, nada falta. Este es el ejemplo que Lacan brinda del libro que falta en la estantería de la biblioteca. Solo en el campo constituido por el universo simbólico, tal objeto falta en su lugar.
Más tarde, Freud se da cuenta de que hay algo de la feminidad que se le había escapado hasta ese momento. Descubre que la historia reprimida, la primera aventura, es la de la niña con ese Otro prehistórico que es su madre. La relación edípica con el padre viene luego, en un segundo tiempo, es un puerto en el que la niña vino a refugiarse y encontrar abrigo luego de la experiencia inicial con la madre y de la cual solo el análisis podrá brindar las coordenadas. Freud realiza un giro sensacional a propósito de la sexualidad femenina al principio de los años treinta.
Freud constata la persistencia de una demanda que la niña hace a su madre. Es una inconcebible espera de un objeto pulsional cuya forma suele ser el objeto oral, el seno. La niña cree que sufre de un destete demasiado temprano. Lacan lo retoma: una niña cree que el falo, es el objeto a. Lacan dice también: ““Esto es ciertamente lo que Freud nos explicó, su reivindicación del pene seguirá vinculada hasta el final a la relación con la madre, o sea, con la demanda” (2) Por consecuencia, es en la dependencia de la demanda que se constituye el objeto en la niña. Como lo muestran Rosine y Robert Lefort, en el caso de la pequeña Maryse, la niña faliciza el objeto oral a través de la dialéctica de la demanda. La salida del análisis de una mujer supone asimismo el movimiento inverso: que la demanda fálica sostenida por el fantasma viril pueda cesar.
El paso dado por Lacan con relación a Freud consiste en prescindir de la figura de un Otro personificado, de un Otro de la amenaza puesto en juego en el complejo de castración. Ésta constituye un sacrificio del goce del viviente por el hecho de su alienación en el lenguaje. Ya que, con la sexuación, no se trata solamente de deseo, sino de una elección de goce, es decir, de una inscripción toda o no toda en la función de la castración.
Posible, imposible.
En una clase del Seminario Aún, Lacan presenta cuatro modalidades asociadas a la escritura y la lógica. Entre ellas, lo posible está definido como eso que cesa de escribirse y lo imposible como eso que no cesa de no escribirse. Lo imposible de escribir, define un real propio del psicoanálisis, el de la no relación sexual. Lo real como imposible, revela un impasse de la formalización: eso que no cesa de no escribirse. Es eso que el significante no atrapa, eso que escapa a lo simbólico.
Al final de cuentas, podríamos pensar que la sexuación se “sintomatiza” necesariamente en el cuerpo del niño que no dispone de la metáfora paterna para tratar el goce. Se ve, inmediatamente, la dificultad que consiste en sostener que, en la situación donde los registros Real, Simbólico e Imaginario no son anudados por el Nombre del Padre como cuarto redondel, la elección sexuada será necesariamente imposible. Eso será una regla, una ley. El inconveniente de definir la sexuación a partir de la norma edípica está en una generalización excluyente y segregativa. Ni Freud ni Lacan previeron que, en las psicosis, el cuerpo no sea sexuado. Se trata de estudiar la forma con la que el niño que no dispone de una mediación fálica, puede inventar una sexuación singular.
En el límite.
Entonces, intentamos saber cómo se efectúa la elección del cuerpo sexuado en la infancia. ¿En qué momento, precoz o no, se produce esa elección de goce? ¿Cuáles son, si es que las hay, las oportunidades o los obstáculos?
A propósito de la elección, la referencia sobre la cual me apoyo se encuentra en el Seminario Aún, donde Lacan anuncia a propósito de la función fálica: “Colocarse allí es, en suma, electivo, y las mujeres pueden hacerlo, si les place” (3) Lacan añade que todo el mundo sabe bien que hay mujeres fálicas, que allí no está el problema.
Encontré por casualidad una ilustración reciente en el diario Le Monde (4). Es un artículo sobre las mujeres poderosas que rompen los clichés sobre los músculos. La historia de una dama que trabaja en el sector inmobiliario. En el curso de una cena con sus colegas, los desafía a echar un pulso. Los caballeros quedan estupefactos. A quien se niega porque es una mujer ella les dice “comienza por hacer 50 flexiones, y luego volvemos a hablar”. Con su cuerpo esculpido por diez años halterofilia intensiva, sostiene también que puede aplastar todo con su cuerpo. Aún está escrito que los músculos fabrican el sexo, el artículo concluye con “todas pueden hacerlo”.
Este es un ejemplo de “pueden hacerlo, si les place” no por el ideal de parecerse a Terminator, sino porque se les ha propuesto a todas las mujeres qué si quieren, pueden construirse un cuerpo físico culturista. Se trata de un mandato del lado de lo universal: el de la función fálica que se apoya en una excepción, no como otras.
En verdad, la noción de elección no es tan enigmática en psicoanálisis. Se habla desde hace mucho tiempo de la elección de la neurosis o de la elección de objeto, es decir de una elección de la cual el sujeto, conscientemente, no sabe nada. Esto no es lo nuevo. Sino la formalización por Lacan de dos maneras de inscribirse en la función fálica, independientemente del sexo anatómico.
La elección de goce del costado masculino de las fórmulas de la sexuación corresponde al ser hablante teniendo una relación “esencial, estructural con un límite” (5) precisa Jacques- Alain Miller. Esa relación con el límite es estructural y allí el goce está localizado. Se trata de un conjunto limitado donde, para cualquier elemento, algo es verdadero: la función fálica se verifica como castración. Eso que permite constituir un conjunto finito y limitado, es una excepción que no es sumisa a la castración. Lacan estima que una excepción tal se encuentra ya en Freud bajo la forma del padre de la horda de Tótem y Tabú. Es el hecho de que esta excepción exista, el que hace que el conjunto sea limitado y finito.
Mientras que en el costado llamado “femenino” de la sexuación, la relación al límite es contingente y adventicia según Jacques Alain Miller (6). Ese último adjetivo, adventicia, significa que eso proviene de afuera, que se añade. En botánica, una planta adventicia crece sin haber sido sembrada. Este es el índice de goce suplementario que depende de un encuentro imprevisible. Un goce que no responde a la estructura del todo. (7)
Una de las cuestiones es la del registro del niño en la función fálica, así como las singulares formas en que algunos no se alojan allí, estructural o adventiciamente.
(1) 1-Extracto del texto presentado por la autora en el encuentro del FORDA, titulada, ”Singularidad de la sexuación”, 26 de noviembre 2020.
(2) 2-Lacan, J., El seminario, libro X, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 218.
(3) 3-Lacan, J., El seminario, libro XX, Aún, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 88.
(4) 4-Articulo consultable en línea en:
(5) 5-Miller, J-A. “Una distribución sexual” Revista de la Causa Freudiana n° 40. Navarin/Seuil, enero de 1999, p.16.
(6) 6-Ibíd.
(7) 7-ibíd.
Traducción: Giuliana Casagrande
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)- Diagonal Americana -Rosario
Goce pulsional y sexuación
Por Jean-Pierre Denis
El argumento de Laura Sokolowsky y Hervé Damase para la Jornada de estudio del Instituto del Niño se desarrolla a partir de la tesis de que hay un momento lógico en el que los niños tienen que hacer "la elección de una posición sexuada y de un modo de goce”. ¿Este momento de elección está desprovisto de antecedentes? O, por el contrario, ¿no depende su realización de lo que precede, especialmente de la forma en que el niño haya podido tratar, por medio de sublimaciones y desplazamientos de tipo metafórico o metonímico, la exigencia pulsional a la que estaba sometido?
Esta pregunta me ha surgido a propósito de ciertos niños que consultan por trastornos de ansiedad ante la eventualidad de una separación, con la cercanía de la vuelta al cole, o en el momento de ir a dormir.
Con frecuencia, estos niños realizan durante la cura una serie de dibujos de predadores tales como tiburones, ballenas o animales prehistóricos como dinosaurios o dragones, y en torno a una misma temática, la devoración. En estas construcciones, todas estas criaturas se pasan el tiempo devorándose y haciéndose devorar, y la diferenciación sexual tiene poca importancia.
Aquí, la insistencia de esta temática, por lo demás clásica en los niños, indica que sus trastornos de ansiedad tal vez no sean ajenos a esta modalidad devoradora de un goce oral cerrado sobre sí mismo.
Extraigo dos enseñanzas de este hecho:
Por un lado, que los tiburones, las ballenas y todos sus semejantes deben leerse como modos de tratamiento de la angustia, "contribuyen al pasaje de la angustia al miedo", según la fórmula de Marie-Hélène Brousse (1). En otras palabras, los dibujos son su forma de tratar a este partenaire devorador que es para ellos su pulsión oral. Aquí el animal es solamente una sustitución de aquello del goce que no está sujeto a la función fálica y a la castración.
Pero, por otro lado, la reiteración de la puesta en escena pone de manifiesto una fijación de goce, un aferrarse a un exceso de satisfacción. Entonces, ¿cómo puede ceder esta fijación oral que estorba por su exceso, si no es acogiendo este modo de gozar y haciéndolo pasar por los desfiladeros del significante?
Es así como, durante las sesiones, mientras les dejo dibujar como les plazca, les pido que pongan un título a cada uno de sus dibujos y que lo escriban. Al principio les molesta, pero cuando lo aceptan, esto da lugar a intercambios a veces sorprendentes, como esa vez que después de haber dibujado por enésima vez una escena de devoración, y mientras el niño se queja de que no tiene ni idea, yo profiero en voz alta un estruendoso "¡a la mesa!", ¡expresión que él hace suya de inmediato con júbilo! Yo diría que esta es nuestra forma de oponer al silencio de la pulsión un juego de lenguaje que hace resonar la pulsión al modo del witz, para lo cual los niños están muy abiertos.
La cura, por medio de la transferencia que instaura, permite así que lo que se expresa de un modo ficcional se complete con su reconocimiento por parte del Otro, particularmente respecto de lo que proviene de ese trasfondo pulsional.
En esta perspectiva, se trata de atemperar, al menos en parte, esta "exigencia absoluta de satisfacción inmediata" (2) que es la pulsión, según la fórmula de Jacques-Alain Miller, y a la cual el niño le daba cuerpo, de modo que el deseo y el goce puedan anudarse por la vía de la sexuación.
De esta forma podrá ponerse en funcionamiento la necesaria articulación simbólica, angustia de castración – represión, una represión que Freud destacaba como diferenciándose de los demás mecanismos de defensa: siendo más eficaz sin por ello alimentar una neurosis de carácter, y permitiendo al sujeto oscilar entre los dos polos de la angustia y de la depresión.
Finalmente, para responder a la pregunta de L. Sokolowsky y H. Damase, "¿Los síntomas actuales que llevan a los niños al análisis están relacionados con la elección problemática de la identidad sexuada?", yo diría que, en mi práctica, gran cantidad de síntomas confirman que la partida se juega con anterioridad, en torno a lo que Lacan señalaba desde el inicio de su enseñanza con la noción de "subducción narcisista”: a saber, los efectos de la mutación del grupo familiar promovido por el creciente declive de la autoridad del padre sobre la formación del Ideal del yo. Una "subducción narcisista de la libido", (3) subraya Lacan, que se traduce por "un estancamiento más o menos regresivo en las relaciones psíquicas formadas por el complejo del destete”. (4)
De nosotros depende el tener esto en cuenta para contrarrestar de la manera correcta este empuje hacia el estancamiento y la desestructuración. Es desde esta perspectiva que debemos calcular nuestras intervenciones, lo cual implica una apuesta, porque se trata de que el niño consienta en sustituir la satisfacción pulsional cerrada sobre sí misma, pero ilimitada por su reiteración, por una satisfacción abierta al Otro, pero limitada. Sin embargo, es a costa de esta "automutilación", (5) según la fórmula de Lacan en relación con el fort-da, que el niño podrá o no entrar en los desfiladeros significantes de la sexuación.
[1] Brousse M.-H., “El lobo, el tiburón y el cocodrilo: animales de compañía”, en Los miedos de los niños, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 134.
[2] Miller J.-A., « DSK, entre Éros et Thanatos », Le Point, 19 de mayo de 2011, traducción al español en: https://pijamasurf.com/2011/05/dominique-strauss-kahn-entre-eros-y-tanatos/
[3] Lacan J., “Los complejos familiares en la formación del individuo”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 92.
[4] Ibid.
[5] Lacan J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 70.
Traducción: Diana Lerner
DHH-NRC- Madrid
Es una niña
Por Claudine Valette-Damase
La última novela de Camille Laurens, titulada simplemente Niña, entra en resonancia con los trabajos preparatorios de la 6ª Jornada del Instituto del Niño, y nos impulsa a escribir acerca de lo que nos enseña sobre esta cuestión.
En la contraportada, la presentación de la novela comienza con la definición en cuatro puntos de la palabra "niña", tomada del diccionario Petit Robert. La escritura de Camille Laurens se va a ocupar de hacerla volar en añicos de principio a fin del libro. Jugando con la musicalidad de las palabras, la autora relata la incesante investigación sobre la sexualidad femenina y la maternidad llevada a cabo por la curiosidad de una niña.
Niña: mujer y madre en ciernes
A lo largo del relato, atando el peso de las palabras al cuerpo, Camille Laurens va a seguir las peregrinaciones de este primer significante –"Es una niña"– bajo el cual la niña llega al mundo, hasta el advenimiento, al final de la novela, de un nuevo significante –"una niña es algo maravilloso"– que su propia hija le revela a esta niña que se ha convertido en mujer. En esta ficción sutil y precisa, que comienza en 1959, se pone de relieve lo concerniente a la sexualidad de una niña, mujer y madre en ciernes, a partir de lo que ella dice acerca de haber nacido "niña".
Para ello, en el primer capítulo la narradora se dirige a la recién nacida tutéandola hasta que cumple los tres años, momento en el que esta niña ya habla muy bien para su edad. A partir del segundo capítulo se opera una bascula del tú al yo, a la que la autora ya no volverá.
En su recorrido por la existencia de Laurence Barraqué, personaje central, las principales problemáticas de la educación de las mujeres, de la dominación masculina y de la transmisión de los valores feministas a las jóvenes generaciones se encuentran entrelazadas con lo más íntimo de su ser.
A lo largo de la historia, tres generaciones de madre a hija se despliegan en torno a la sexualidad y a las preguntas inherentes a ella: ¿Qué es una niña? ¿Qué es una mujer? ¿Qué es una madre?
Palabras que impactan
La partera, mirando el cuerpo del recién nacido, anuncia con estas palabras –"Es una niña"– la llegada de la criatura al mundo. Desde luego que es una niña, porque, de hecho, ella no ve nada; queda implícito que allí hay una falta. En el mundo, eso habla, eso nombra, eso corta. Hasta entonces, el futuro bebé que yace en el vientre de su madre no ha escuchado nada más que sonidos y vibraciones. Pero cuando el niño aparece, la lengua opera un corte con la anatomía. Así, ser niña o ser niño no es obvio, es una cuestión a la que cada generación responde a su manera.
Apenas nacida, la pequeña Laurence Barraqué ya queda catalogada como un infra-ser porque nació niña en lugar de ser el niño tan esperado por su padre. "¿Tiene niños?"*, le preguntan al padre. A lo que él responde: “No, tengo dos niñas."
El apellido de la heroína tragicómica, Barraqué, hace equívoco con el significante "robusto"**, el chaval fortachón, antinómico de la niña frágil del discurso corriente. Pero la novela se inscribe en el reverso de este discurso de la diferencia entre niña y niño, y las identificaciones de la niña no coinciden con la nominación del Otro.
La elección
El padre se encarga de la educación sexual de sus dos hijas, lo cual da origen a las páginas más desopilantes del libro. El padre hace un dibujo en un papel para explicarles la relación sexual y, a partir de ahí, hacerles entender que "las chicas no deben ir con los chicos, eso es todo". Pero ellas podrán hacerlo cuando tengan un marido.
Del lado de su familia materna, y estando de vacaciones en casa de su abuela en el campo, la niña va a correr otra suerte: la agresión sexual del tío abuelo. Cuando se lo cuenta a su abuela, ésta le dice: "Nunca repitas lo que me acabas de decir. ¿Me escuchas? Nunca." Su abuela y su madre se reúnen con tías y primas para resolver el problema "lavando la ropa sucia en casa", dejándola sola y desorientada.
Aunque el determinismo del Otro familiar haya dejado su marca en lo más profundo de su ser, ni la educación sexual del padre ni el ocultamiento por parte de la madre y la abuela materna del ataque sexual sufrido van a determinar la elección sexuada de Laurence Barraqué. El goce propio de cada ser hablante no se comparte ni se inscribe en la universalidad del discurso.
En su obra impregnada de ironía, Camille Laurens, a través de Laurence Barraqué, va a interrogar, más allá de la biología y más acá de la diferencia de los sexos, el impasse sexual con el que se topa cada ser hablante. En cada página de la novela, las niñas, madres y mujeres que la pueblan, no sin los niños, hombres y padres, muestran que, a pesar de las determinaciones del discurso de cada época, la no-relación sexual, elucidada por Lacan está en la base de la sexualidad.
* En francés, el plural de “enfant”, “enfants” no tiene diferencia de géneros como en español. (N de la T)
** “Baraqué” en francés significa robusto. La autora juega con el significante baraqué y el apellido de la protagonista (N. de la T)
Traducción: Diana Lerner
DHH-NRC – Madrid
Zappeur nº 9
Diciembre 2020
Editorial nº 9
Por Por Hervé Damase
La sexuación de los niños es un asunto de la clínica lacaniana, por lo tanto, debe ser descifrada en el caso a caso. Si el niño es un parlêtre de pleno derecho, él habla con su cuerpo y así inventa su forma de hacer con lo real del goce que lo afecta. El clínico debe ponerse a la escucha de esto para dejarse enseñar por esta parte tan singular que lo hace incomparable. Es de este encuentro bajo transferencia de lo que tenemos que dar testimonio.
A la inversa de esta orientación, encontramos los estándares del discurso corriente que promueven todos los estereotipos convencionales del género. Se trata de poner a cada uno en una caja y considerarlo dentro de su desviación de la norma en la escala de sexualidad bipolar H / M.
Una reciente producción televisiva no ha dejado de despertar el interés y la curiosidad de los lectores de Zappeur. Después de la pequeña Lilie, es el turno de la pequeña Sasha a entrar en la escena de los medios de comunicación masivos. The medium is the message (cf. Marshall McLuhan). En esta ocasión, se trata de un documental que nos lleva a través de las peregrinaciones de una madre cuyo hijo es fruto de su deseo, el cual parece estar atrapado en los giros y vueltas del misterio de su propia historia... Ni a favor ni en contra, pero sobre todo no indiferentes, hemos optado por acoger algunos textos que nos han enviado sobre este tema, no para abrir un foro, sino simplemente para establecer una serie que testimonia, lo veréis, que la orientación lacaniana no es, ante todo, un dogma, sino una brújula que permite tomar el lenguaje y agudizar el espíritu crítico y subversivo.
El discurso del amo moderno, que los medios de comunicación se encargan de vehiculizar a escondidas, puede tomar matices insospechados. Apunta siempre al mismo objetivo, a saber, el de enunciar lo que es la norma y el bien-pensar. Vale la pena elevar el discurso analítico a la dignidad de un nuevo lazo social, basado en el encuentro entre dos parlêtres.
¡Buena lectura!
Traducción: Tomás Piotto.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)
Diagonal Americana- Rosario.
La anatomía y su destino
Algunas observaciones a propósito de Petite fille
Por Anaëlle Lebovits-Quenehen
Petite fille, que se emitió el pasado 2 de diciembre en Arte, nos invita a seguir el recorrido de Sasha, un niño que no se reconoce en el cuerpo que tiene, ni en el género que le fue asignado.
Parece que, a través de las reacciones que suscita el documental, esto es, las opiniones sobre la «disforia de género» (como la llama el DSM) que se expresan, como si hubiera que estar a favor o en contra de dicha “disforia de género”. Sin embargo, nos parece que, más allá de estar a favor o en contra, los sujetos que atestiguan una “disforia de género” merecen en principio un digno acogimiento, es decir una acogida que se plantee como previa a cualquier consideración, prejuicio de un hecho que se impone, o previa a la inhibición de las preguntas que suscitan, en principio una acogida en el sentido del respeto que se les debe a estos sujetos como a sus familiares y, por supuesto que se les debe respeto.
Teniendo esto en cuenta, hay mucho que decir sobre lo que nos muestra esta película, pero centraremos nuestras observaciones en tres puntos.
Al comienzo
Independientemente de lo que pueda pensar al principio, la película nos muestra que Sasha no siempre se sintió como una niña. Su madre se da cuenta específicamente de que desde que tenía dos o tres años, Sasha comparte su creencia de que a medida que creciera se convertiría en una niña. Si en los primeros momentos de la vida de Sasha, su madre la contradice en este punto, un acontecimiento cambiará eso. Sasha tiene cuatro años. Dice una vez más que cuando sea grande será una niña, y ella responde: “No, Sasha, nunca serás una niña”. La angustia y la tristeza que sanciona esta sentencia de ese día, son intolerables para su madre, y más aún cuando ella lee allí una pregunta radical: “Pero ¿qué voy a devenir, si no puedo ser una chica?” Entonces ella la consuela y acepta la verdad de que Sasha es una niña. Toda la familia hace lo mismo con las mejores intenciones. Su madre y su padre, así como su hermana mayor y su hermano, ahora, hablarán sobre y con Sasha en femenino; en ese momento, posiblemente su hermano más pequeño no haya nacido aún o recientemente haga hecho su aparición.
A petición suya, al parecer, Sasha también tendrá una habitación para niñas, juguetes para niñas, ropa para niñas (que usará al principio fuera de la escuela) y todo lo que una niña de su edad con un género muy marcado puede desear. Por lo tanto, será apoyada de esta manera por sus seres más cercanos.
Una pregunta y su destino
En varias ocasiones, se ve a la madre de Sasha testificando con cierta honestidad sobre los problemas que la atormentan. La madre de Sasha se pregunta especialmente si su decepción con el sexo de Sasha podría haber afectado su “disforia de género”. Cuando esta madre se encuentra por primera vez con la psiquiatra infantil, en el Hospital Robert Debré, donde consulta con Sasha, en un servicio especializado, esta pregunta vuelve a surgir. Cuando la psiquiatra infantil le pregunta, para finalizar, si hay cosas que realmente quisiera decir, la madre de Sasha responde de inmediato: “Cuando esperaba a Sasha, realmente quería una niña, así que siempre me pregunté si eso no había tenido un…” Incluso antes de que terminara su frase, la psiquiatra infantil la interrumpió con su voz suave: “No, a eso podemos responder de inmediato”. Y añade: “No sabemos a qué se debe la disforia de género, sabemos a lo qué no se debe”. Efectivamente, según la psiquiatra infantil, los padres de niños que atestiguan “disforia de género” a menudo informan de este miedo, los especialistas saben que su decepción como padres no tiene ningún efecto sobre la disforia de género de su hijo. En cuanto a Sasha, no se tiene en cuenta aquí, entonces, ninguna relación entre la decepción de su madre en relación a su sexo biológico y el hecho de que esta niña no se sienta pertenecer a su cuerpo biológico, tal como es sexuado, y que “deteste su colita”.
Surgen varios comentarios y preguntas sobre este momento decisivo de la película.
Observamos, primeramente, que en el documental esta no es la primera vez que la madre de Sasha se hace esta pregunta. Ella ya nos ha hecho participes de su gran decepción cuando se enteró de que Sasha sería un niño, el recuerdo de ese pensamiento parece muy preciso a pesar de los años pasados. También dijo que antes de quedar embarazada de Sasha, perdió el embarazo de mellizas. Por lo tanto, dos niñas se perdieron antes de la llegada de este niño. Todavía se pregunta: ¿por qué Sasha es el único de sus cuatro hijos con un nombre mixto? Finalmente señala que sus testículos no habían descendido al nacer.
Si bien se concederá que esta decepción no explica la “disforia de género” de Sasha, dado que otros niños decepcionan a sus padres en este punto sin tener necesariamente “disforia de género”, tal vez esto no implique que no tenga incidencia. Nos parece que, una vez pasado ese momento de decepción, la forma en que esta decepción se mantiene viva o por el contrario se desvanece o incluso desaparece por completo tiene un impacto más o menos marcado.
Sin embargo, podemos ver el efecto apaciguante que esta afirmación de la psiquiatra infantil tiene en la madre de Sasha. Este es, sin duda, el objetivo esencial de esta afirmación. Pero el hecho de que esta madre le haga una pregunta que se le impone ¿no merece, por tanto, que le demos un lugar digno? Dar un lugar específico a lo que decimos, ¿no es también un alivio? ¿La mención de la gran decepción de esta mujer en cuanto al sexo de su hijo, como otros elementos que ella nos da, no nos aportan circunstancias que se trata de no borrar de un plumazo? Si no hay razón para cernir estas circunstancias como “una falta” atribuible a esta mujer, además - no vemos cómo sería una falta el duelo o el deseo en cuanto al sexo de un niño por nacer -: ¿esta precaución, implica hacer tabula rasa de las circunstancias sobre las que un padre o una madre nos llama la atención, porque le cuestionan (de forma recurrente, en este caso)? ¿Acaso introducir un corte a una pregunta de esta naturaleza no equivale a cerrar el enigma que indexa? ¿Sería, pues, esto, para el médico, una condición previa a la digna acogida que Sasha merece?
Los estudios más recientes sobre el tema, que distan mucho de estar orientados por el psicoanálisis, no excluyen que el entorno del sujeto incida en su "disforia de género" ¿En nombre de qué ideología los padres deben ser considerados, en principio, ajenos a este entorno? Y luego, si la "disforia de género" no es un defecto, ¿Por qué querer que absolutamente nada en la historia de un sujeto, ni de sus allegados, se relacione con él?
En este sentido, tener en cuenta el real en torno al cual se articula la acogida que una madre y un padre pueden dar a su hijo, no nos parece del todo secundario. Muchos sujetos dan testimonio del impacto que tuvo para ellos el haber sido una niña o un niño esperado, y esto, tanto si su sexo anatómico corresponde o no a las expectativas de sus padres. Muchos sujetos también dan testimonio del impacto que tuvo en ellos el duelo experimentado por uno de sus familiares a su llegada al mundo, o poco antes. Recibir con tacto un testimonio de este tipo, lejos de agravar la culpa del sujeto, en ocasiones le permite afrontar de manera diferente la angustia que acompaña a esta culpa, y que, si no se hace referencia al punto de real que la despierta, podrá ser desplazada o cambiar de objeto, pero sin disminuir.
Y si no se puede dar cuenta del modo en que se constituye la “disforia de género” para un sujeto - al menos mientras no pueda dar testimonio de ello en su nombre y por su propia cuenta - ¿deberíamos eliminar, a priori el factor de deseo que preside su llegada al mundo como ser sexuado?
La psiquiatra infantil que recibe a Sasha y a su madre ciertamente tiene el mérito de no agravar la culpa que siente esta madre, pero sorprende que para acompañarlas evite una pregunta que también atestigua una cierta apertura subjetiva.
La cosa se puede precisar aún más, en tanto la madre de Sasha una vez quiso una hija en el lugar donde llegó Sasha, tan pronto como Sasha se convierte en una niña, ocupa un lugar que polariza el cuidado y la atención, y tanto más cuanto que es objeto de rechazo por parte del mundo exterior. La madre de Sasha nos cuenta en los últimos momentos de la película: si todos tenemos un papel que desempeñar en la vida, una misión, tal vez Sasha esté ahí para hacer cambiar las mentalidades, y ella, su madre, para ayuda a Sasha.
Correcciones
Lejos de un Descartes que nos instaba en otros tiempos a cambiar nuestros deseos en lugar del orden del mundo, es, por tanto, a costa de cambiar el orden del mundo en lugar de nuestros deseos, que Sasha encontrará un lugar en este mundo, como ya encontró un lugar con los suyos, primero como un niño, luego como una niña.
Los semblantes que tratan la diferencia de los sexos en la misma imagen de los cuerpos de niños y niñas, de la misma manera cómo los abordamos o hablamos de ellos, son susceptibles de modificaciones relativamente ligeras y convincentes: Sasha parece una niña con su cabello largo y sus vestidos florales. Sin embargo, la cosa adquiere otra dimensión a la hora de intervenir en lo real del propio organismo. De hecho, la última consulta filmada con la psiquiatra infantil abre, en efecto, algunas preguntas delicadas cuando se evocan, allí, las elecciones que podrían afectar la futura fertilidad de quien todavía es una niña de 8 años. Los avances de la medicina de hoy nos permiten pensar que mañana seremos “amos y dueños de la naturaleza”, en palabras de Descartes. El organismo se deja efectivamente someterse a modificaciones, pero esto todavía tiene ciertas limitaciones. Y si Lacan nos invita a considerar que la anatomía no hace el destino, el organismo, sin embargo, sigue teniendo su peso real. Cada persona tiene que lidiar con lo imposible que el mismo indexa. Y si algunos niños dan testimonio de una “disforia de género”, nos cuidaremos bien de considerar a quienes no atestiguan de ello como “eufóricos de género”, en tanto el sexo como el género son lugares de embrollos, aquellos mismos que se presentan a la hora de determinarse como ser sexuado, para bien o para mal.
Traducción: Tomás Piotto
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)
Diagonal Americana- Rosario
Petite fille: De una asignación, el otro
Por Aurélie Charpentier-Libert
Sasha, conmovedor niño de ocho años presentado en el documental de Sébastien Lifshitz (1), se orientó de un modo poco corriente. Nacido chico, declara a su madre a la edad de dos años y medio a tres años que quiere ser una niña cuando sea mayor. Su madre explica a la cámara que ella intentó razonarle, pero que ante su sufrimiento al escuchar “tú nunca serás una niña”, comenzó a aceptarlo. Desde entonces, los padres acogen a Sasha como hija y su madre inicia “un combate” para que cada cual haga a su manera. Este combate ha encontrado el del mismo realizador comprometido con la “defensa” de los transexuales.
S. Lifshitz, en las entrevistas de promoción (2) explica de qué manera desea luchar contra los estereotipos de la cultura y de la lengua que hacen existir el binarismo sexual, asignando a cada uno su sexo biológico. Quiere trabajar contra estos prejuicios y el consiguiente rechazo de las personas trans, para permitirles así vivir felices. ¿Pero la llave de la felicidad estaría en una misma solución para todos, que sería la libertad de gozar fuera de diferencia sexual?
Niña y no niño.
Petite fille se construye, así, para unir a los espectadores a la causa trans. En lo que a mí respecta, me ha conmovido el enigmático sufrimiento de Sasha. Además, éste es puesto en escena con numerosos efectos dramáticos. La belleza de la película tiende a conmover a su público y hacerle adoptar la elección de Sasha. ¿Y cómo podría ser de otro modo al ver a esa niña tan feliz, cuando se pone sus vestidos con volantes o lleva sus zapatos dorados de tacón?
Ser niña para Sasha sería, según el montaje del director, engalanarse con estos adornos que llevan sus amigas. Se nos muestra a Sasha en su clase de baile mirando sin apartar la vista de los movimientos de sus amigas cercanas. ¿Está más interesada en convertirse en la niña que no es? Ciertamente, esta pregunta ya va demasiado lejos, ya que no se le da la palabra a este niño y el sesgo es no cuestionar su posición. Como resultado, cuestionar la elección de Sasha parece ser lo mismo que rechazarla.
No obstante, la película suscita numerosas cuestiones. Así, nos podemos preguntar, a pesar de que el género está criticado, en esta perspectiva, por su binariedad reductiva ¿por qué la propuesta se focaliza sobre los atributos femeninos que Sasha indaga? El director dirá (3) que eso desaparecerá cuando la niñita se sentirá aceptada. Esto nos lleva a otra cuestión: ¿qué se debe aceptar? ¿qué significa ser una niña para Sasha? ¿Cómo podrá desplegar esta cuestión?
Fabian Fajnwaks subraya que ciertos abordajes transgénero pueden dar una visión esencialista, como si lo sexual estuviera abordado de manera innata. (4) Así no hay nada que decir.
La medicalización excluye al sujeto
Igualmente, que el discurso médico mantenido por la psiquiatría infantil, como se ve, durante la primera consulta en el servicio de Robert Debré. El diagnóstico de “disforia de género” es planteado desde este primer encuentro. La rapidez con la que cae es sorprendente, sin dejar lugar a la duda.
La madre entonces confía el haber deseado mucho una hija, por lo que se culpa; También sabemos que Sasha nació después de varios abortos espontáneos de niñas, y que eligió un nombre mixto, todo lo cual la cuestiona. El médico cierra todas las preguntas y declara: "No tienes nada que ver con eso".
Porque la medicina sabe que esto no tiene nada que ver con lo que pensó la madre durante el embarazo. Es como si todo lo que existió antes del niño no existiera, como si el Otro no existiera, aparte el Otro de la medicina. Este discurso "vací (a) este Otro, - que el lenguaje y la cultura suponen, con sus estereotipos de género-, de su deseo particularizado con respecto al sujeto” (5) como explica F. Fajnwaks. Sin embargo, el sufrimiento de Sasha sigue siendo enigmático. Nadie conoce el origen de la disforia que admite la especialista. A pesar de esto, las lágrimas de Sasha se interpretan como un rastro de su dolor causado por la exclusión debido a su diferencia. Se le niega el derecho a sufrir de cualquier otra cosa. Tener un síntoma.
El objeto de una causa
La madre de Sasha, que se preocupa por el futuro de su hija y busca su felicidad, dice que será el combate de su vida, y que el papel de Sasha será el de hacer evolucionar las mentalidades. El director, a través de su mirada en esta Petite fille, tiene el mismo objetivo.
¿No corre Sasha, por tanto, el riesgo de acabar en la defensa propia de un objeto y una idea política de un debate del que no puede responder? Ella que parece encantada con estos semblantes que aísla de lo femenino. ¿Podría esto ilustrar "la imposición autoritaria de una única forma de goce"? (6) Incluso antes de que Sasha pueda hablar, interrogar qué le pasa, se lo interpreta y se lo asigna, a través de este documental ya exitoso, a un papel que se le escapa.
Los raros estudios sobre el tema (7) muestran que en una gran mayoría de casos la disforia desaparece en la adolescencia. En otras palabras, ¿qué consecuencia tendrá en su libertad para cambiar, en unos años, el papel que se le da a Sasha en esta película?
Esta visión transgénero parece desplegar la utopía en la que el sufrimiento desaparece gracias a la aceptación del goce, al margen de la diferencia sexual. ¿Pero no se trata de ignorar el carácter imperativo y superyóico del goce? Este goce que no puede ser confundido con el goce sexual. No existe el goce absoluto cuyo acceso detendría la angustia. Existe una imposibilidad para todos, ligada al agujero del sentido sexual, frente a lo cual el psicoanálisis sólo puede acoger la solución singular, intentada por el sujeto para hacerle frente.
Jacques Lacan podría figurar hoy como el autor más queer en el sentido de que "no teoriza sobre la sexualidad en términos de géneros, sino en términos de goce" singular para cada cual (8). Esta es la subversión lacaniana.
Como nos dice claramente Éric Laurent: “El sujeto no puede identificarse ya con su Inconsciente, sino con su goce. Que seguirá siendo Otro” (9). Es esta orientación, la única posible ante el sufrimiento, la que permite acoger a los sujetos, cualquiera que sea su denominada identidad, en el análisis.
[1] Lifshitz S., Petite fille, Arte vidéo, 2020.
[2] Cf. Entrevista a Sébastien Lifshitz por Olivia Gesbert, «Qui suis-je ? L’identité en question», La Grande table idées, 1er diciembre 2020, disponible en el enlace:
[3]Ibid.
[4] Fajnwaks F., Z’ateliers vidéos, no 2, 2020, disponible en el sitio web de l’Institut de l’enfant.
[5] Fajnwaks F., «Lacan y las teorías queer: malentendido y desconocimiento» en Subversión lacaniana de las teorías del género, Paris, Édition Michel, Je c’ est un autre, 2015, p. 29–30.
Ibíd., p. 38.
[7] Cf. Mendes N., Lagrange C., Condat A., «La disforia del género en el niño y el adolescente: revisión literaria», Neuropsiquiatría del niño y el adolescente. Elsevier Mason, 2016, disponible en internet:
http://bioethique-et-liberte.fr/wp-content/uploads/2018/04/Mendes_Lagrange_Condat_NPEA_2016.pdf
[8] Saez. J., Teoría queer y psicoanálisis, Paris, Epel, 2005, p. 123.
[9] Laurent É., «Género y goce» en Subversión lacaniana de las teorías del género. Op. cit., p. 162
Traducción: Mariam Martín
DHH-NRC - Madrid
¿Petite fille, verdaderamente?
Por Dominique Carpentier
El muy publicitado estreno, a principios de diciembre de 2020, del documental Petite fille, en Arte, cuyo director, Sébastien Lifshitz, es invitado a La Grande Table d'Olivia Gesbert en France Culture, recibido en todas partes y citado hoy en el artículo “Ados transgéneros” (1), en Le Monde, me hizo tomar la pluma para intentar cernir lo que este tipo de documental-verdad dice sobre nuestra época que se puede calificar de sin brújula.
Desde hace más de ocho años, Estados Unidos nos ha enseñado que el rosa ya no es dominio exclusivo de las niñas (2). Hoy, el transgénero se ha convertido, como la relación sexual que no existe, en un hecho de la sociedad, aceptado a priori por todos o casi. Esto parece ser lo que deberíamos sacar del proyecto del reportero que filma una parte de la vida de una familia "corriente".
Petite fille presenta a una madre preocupada por el dolor de existir de su hijo, Sasha, quien, especifica, es el único de sus cuatro hijos que tiene un nombre epiceno. En dos ocasiones, esta madre cariñosa y atenta se pregunta por su deseo, que no puede desplegarse. Su "culpa" por haber querido una niña durante el embarazo, es lo que explicaría por qué Sasha ha querido ser una niña desde que tenía tres años, no es audible para el profesional que lo escucha. ¡Circule, no hay nada que decir!
La cuestión de Sasha, el segundo hijo y el tercero de la familia, surge a medida que la familia crece con un cuarto hijo, un varón. El diagnóstico de "disforia de género" que plantea la psiquiatra infantil, especialista en este "trastorno", sin causa detectable según ella, se cierra sobre sí mismo y será la "garantía médica", la prueba necesaria para acoger a Sasha como niña en el lazo social. Esta madre se enfrenta a la institución escolar para que Sasha pueda llevar vestidos a la escuela, liderando su lucha, con la preocupación ciertamente legítima, de que el niño sea el objeto de cuestionamiento, de rechazo y de burla por no ajustarse al sexo de nacimiento.
Acoger esta “rareza” de que un niño pequeño se sienta afligido de "no poder tener un hijo en su vientre" es, sin embargo, deseable para quienes se orientan por psicoanálisis. Cualquier niño que descubre la diferencia sexual de primera mano comienza a preguntarse por lo que se llama el sexo. ¿Que será para un hombre, para una mujer, cuando llegue a encontrar el hombre y la mujer en su padre y su madre? ¿La ausencia de la pregunta Che vuoi? que permite al sujeto alojarse en el Otro del lenguaje, se ilustra por lo que se presenta como una constante, sin por qué.
El documental es a este respecto relevante en cuanto a la asignación de la que sufre Sasha, como interdicción de palabras. Sin otra lógica que la de estar en la "norma niña", la demostración de los estereotipos de sus juegos nos asombra. Este sujeto, sin por qué, no inventa ninguna historia. Su disfraz y sus intentos de peinado, en silencio, abren la película. Sasha está perdido en su clase de baile, todavía solo en el jardín, con alas de mariposa en la espalda, que no le permiten volar a otro lugar.
Sasha está en silencio, o tal vez se reduce a ser hablado. El padre de familia es discreto: Sasha, es el asunto de su esposa. La película desprende un cierto conformismo de la vida familiar, paradoxal en esta reivindicación a la excepción marginal de este hijo. La mujer edifica a la madre que cocina, que se ocupa de las compras, del ocio, de las vacaciones, de los deberes, de los hijos, por tanto, una mujer (con)fundida en La Madre tal vez. En una entrevista concedida a Arte, el director admite haber sido seducido por el discurso de esta mujer, él mismo sostiene su tema por haber encontrado una madre tan decidida en apoyar el deseo de su hijo de ser una niña.
El hombrecito no nace sexuado antes de estar comprometido en la palabra, que sabemos que es mentirosa, incluso si es biológicamente una niña o un niño. El niño, como lo señala Jacques Lacan, se encuentra en un momento en el que su devenir hombre o mujer está determinado por su encuentro con lo simbólico, su entrada en el mundo de las palabras, siempre traumático. Sin enunciación propia, Sasha es "disfórico del género", un diagnóstico que lo designa ahora. Sin embargo, queda un enigma para su madre, cuyo discurso se detiene por el mismo diagnóstico.
¿Qué lugar, entonces, para que Sasha sepa hacer con el malentendido de los sexos, el agujero en el saber, ilustrado aquí con un demasiado lleno de sentido? El nacimiento de su hijo menor, concomitante con el encuentro con la castración materna, parece relevante de ser subrayado en este asunto, pero no es el tema del documental. "Vuestras palabras me han tocado", dijo François Regnault a Lacan, subrayando el bien decir que caracterizaba al autor de los Escritos. Aquí, ningún recurso al malentendido. Se trata de una clínica de observación, tan bien servida por el documental, que sin embargo ilustra el golpe del significante sobre el cuerpo de este pequeño sujeto. El niño, en devenir, es asignado, sin ninguna otra forma de proceso, a un lugar congelado, sin deseo.
[1]. Libération, edición del 2 de diciembre de 2020 «je veux pouvoir me regarder dans la glace en me disant: c’est moi / («quiero poder mirarme en el espejo diciéndome: soy yo »
[2]. Cf. en el artículo “Pink is for Boys”, Lacan Quotidien n° 263.
Traducción: Mariam Martín
DHH-NRC - Madrid
Zappeur nº 10
24 de Diciembre 2020
Editorial número especial
Escritura y Sexuación
Para hacer pivotear la cuestión de la sexuación en los niños, tal como un cubo cuyas múltiples caras nos gustaría estudiar, el equipo de Zappeur te ofrece, en la víspera de Nochebuena, un número especial de escritura. En efecto, el tema candente que es la escritura inclusiva, nos invita a “tomar el lenguaje” (1) como lo indica Hervé Damase en la anterior Editorial para discutir esta voluntad de neutralizar el debate del sexo en el lenguaje, a la luz de la enseñanza de Lacan y de nuestra clínica.
Hace varios años, como foniatra, recibí a una niña de 7 años que fue derivada porque hablaba con una pequeña dislalia. Para ella no era molesto el hecho de reemplazar sistemáticamente las / ch / por las / s /, me dice un día que un niño la envió a clase un corazón dibujado en una hoja de papel, luego puntúa su historia con esta declaración: “¡Eso me ha hecho choc!”.
El fonema / ch / había surgido repentinamente sin ejercicios destinados a fortalecer el tono lingual o incluso sin un artículo delante de “choc”. La conformidad gramatical de la redacción no importaba, por otra parte, ella no me dijo que eso le había producido un choc. Esta formulación, la lalengua de esta pequeña paciente, lo tomé literalmente, ya que “Lalengua sirve para otras cosas muy diferentes de la comunicación” (2). Esta pequeña niña me enseñó cómo la lengua – la lengua francesa, así como el órgano – no es para ser enderezada por la ortopedia.
Me parece que el trabajo con los niños es muy instructivo en este punto porque muy a menudo aprovechan esta oportunidad de jugar con la lengua. Así que, en sesión, se jouljeut. (3) Un juego muy popular es adivinar lo que está escrito cuando todas las vocales son reemplazadas por *, los niños se divierten leyendo esta o aquella palabra. A veces esto no se corresponde con el molde dibujado por las consonantes, y el *, es la ocasión de que surja un significante o que un desplazamiento entre el sentido esperado y el inesperado provoque risas y sorpresa.
En su poema "Voyelles", Arthur Rimbaud atribuye un color a cada vocal:
A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
diré algún día vuestros latentes nacimientos.
[…]
Golfos de sombra; E, candor de neblinas, de tiendas,
lanzas de glaciar fiero, reyes blancos, estremecimientos de sombrillas;
I, las púrpuras, los esputos sangrientos, risas de bellos labios
En la cólera o las embriagueces sufrientes; (4)
Esta poesía ha dado lugar a multitud de interpretaciones, análisis, buscando evacuar su carácter enigmático para llegar a un sentido que sería definitivo, fijo, eterno.
“Allí donde eso habla, eso goza” nos enseñó Lacan, y retocar la lengua sólo revela otro modo de goce, siempre tan inadecuado para hablar de género.
En este punto se unirán los tres autores de este número especial. Valeria Sommer-Dupont saca a la luz el señuelo de la escritura inclusiva, cuyo objetivo sería eliminar el equívoco de manera necesaria, y recuerda la categoría de contingencia, no sin jugar con lalangue. Descubrirás seguidamente el texto de Eulalie Berger que desarrolla con delicadeza varios aspectos de la letra – e en francés, en tanto que ella encarnaría lo femenino y que testimonia de las invenciones de sus alumnos-gramáticos. Finalmente, María Torres Ausejo señala de forma muy interesante la paradoja de la libertad que plantea el intento de escapar a la asignación de un género.
¡F*L*Z N*V*D*D!
[1] Damase H., Editorial del Zappeur n° 9, 16 de diciembre del 2020
Disponible en internet:
https://institut-enfant.fr/zappeur-jie6/edito-zappeur-9/
[2] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún. Paidós, Buenos Aires. 2011, p.166.
[3] Lacan J., El Seminario, libro XXI, Los no incautos yerran. Lección del 19 de febrero de 1974, inédito.
[4] Rimbaud A., “Voyelles”. Édition Poésie/Gallimard
Traducción: Tomás Piotto
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el discurso Analítico) – Diagonal Americana - Rosario
“Who ails tongue coddeau a space of dumbillsilly?”
Por Valeria Sommer-Dupont
Una carta abierta del colectivo de Educación Queer fue publicada en Lacan Quotidien el 20 de diciembre pasado. (1) Escrita en escritura inclusiva, esta carta comienza con un “Hola a todes”, y también contiene artículos, pronombres y los llamados determinantes inclusivos como “iel” (il/elle) [para él/ella]; “iels” (ils/elles) [para ellos/ellas], “elleux” (elles/eux) [para ellas/ellos]; “un. e” (un/une) [para un/una]; “celleux o ceulles” (celles/ceux) [para esas/esos], así como sustantivos y adjetivos con terminaciones inclusivas como “profesionel.les” [anotando masculino y femenino] “dévasté. é.s” [igualmente anotando masculino y femenino y plural].
El colectivo llama nuestra atención sobre la necesidad de formar adultos en Educación Nacional “para acompañar mejor a une alumne [notación inclusiva en español] trans”. Pasaje al acto y sexuación, son cuestiones que nos conciernen, entonces, ¿qué elementos de reflexión puede aportar el psicoanálisis de orientación lacaniana a les profesioneles devastades [notación inclusiva en español] y enojados?
La utopía de la escritura inclusiva [2]
Si, desde un punto de vista general, se entiende por lenguaje inclusivo “el hecho de expresarse, de forma oral o escrita, de forma no discriminatoria, sea cual sea el sexo o la identidad de género de la persona de la que estamos hablando o a quien estamos abordando, sin trasmitir ningún estereotipo de género” (3), el modo de llevarlo a cabo por parte de los distintos movimientos feministas y defensores de la diversidad que proclaman el uso de un lenguaje “no sexista” es muy especial.
El caso argentino es muy elocuente en este sentido. En español, todos los sustantivos y adjetivos tienen un género masculino o femenino. Como regla general, los sustantivos y adjetivos que terminan en o son de género masculino (el niño lindo; todos los niños) y los que terminan en a corresponden al femenino (la niña linda, todas las niñas). Los grupos feministas y de identidades no binarias exigen la sustitución de la o y la a, vocales con “connotaciones sexistas”, por la letra e, una vocal que sería “neutral”, capaz de incluir a cualquiera que no se sienta representado por el binario demasiado reduccionista niño/niña.
Así, ya no escribiríamos ni diríamos niño o niña, sino niñe. Otros tipos de escritura inclusiva están circulando en las redes sociales como "Tod@" (@ descifrado como una o encerrando una a en su seno) o "todx", así “x” y “@” reemplazan las terminaciones de género habituales. Salvo que estos permanecen en el nivel escrito, porque no se les asigna ningún fonema. Lo que sigue siendo muy interesante en el caso argentino es que el uso del lenguaje inclusivo fue precedido, en ciertos círculos, por un momento de lenguaje segregativo: era cuestión de que en cada toma de palabra se separara y distinguiera el conjunto femenino y el conjunto masculino.
En francés, tenemos, entre otras, las formas puntuales como «un.e professionell.e», pero también contracciones que incluyen eli-sions: como en toustes, iel (il más elle cuyo plural es iels), elleux (elles más eux) y así sucesivamente.
Sin embargo, a la luz del psicoanálisis -que reserva un lugar muy específico para el cuerpo y el lenguaje, volveré a esto- la escritura inclusiva porta sus propios límites y señuelos, sea cual sea el idioma en el que se configura. El señuelo, según el psicoanálisis, es creer que el lenguaje dice la cosa, que la representa, que hay una palabra adecuada para identificar y definir una realidad sexual que estaría ahí, en la naturaleza -o incluso en la cultura: “Distinguir la dimensión significante cobra relieve solo si se postula que lo que se oye no tiene ninguna relación con lo que significa”. (4) Siempre hablaremos masculino, incluso si empleamos “iel” (il/elle) [él/ella], porque siempre fallaremos en decir la relación sexual, “El cuerpo hablante no puede llegar a reproducirse sino a través del error, es decir, gracias a un malentendido de su goce”. (5)
El señuelo y el peligro es exigir lo contrario. Que el pasaje al acto autoagresivo se produzca en el momento en que se exige a la lengua, a su gramática y a su escritura, univocidad, transparencia, verdad y exactitud sobre la sexuación del parlêtre, ¿sería pura casualidad? Como subraya Christiane Alberti, “la tendencia apunta a que el lenguaje mismo esté libre de malentendidos y, sobre todo, libre de todo lo que pueda resultar ofensivo. La ofensa y la culpa que retornan están en el centro de este discurso. Este movimiento, que tiende a ejercer una verdadera fuerza policial del lenguaje, retoma una idea que no es nueva: golpeando la palabra, llegaremos al final de la cosa misma, acabaríamos con el falo”. (6) La lógica en funcionamiento que subyace a la escritura inclusiva cierra más de lo que abre, comprimiendo el vacío vital que hace que un lenguaje sea respirable. Golpeando la palabra, ¿qué salida para el parlêtre?
Contingencia, hacia una escritura homo, trans y herética
“Iel” (il/elle) [él/ella], como palabra, no es menos arbitraria que ella o él. Si alguna vez prevaleciera el uso del primero en el lenguaje concreto sobre el uso del segundo, es porque este uso se convertirá en un nuevo consenso sobre lo real de la sexuación, un nuevo discurso dominante. Eso no diría la singularidad en la sexuación de Un parlêtre.
¿Significa esto que todas las palabras son iguales? Es en este punto que cobra todo su valor la distinción hecha por Lacan entre arbitrariedad y contingencia en el Seminario Aún: “(…) ningún significante se produce como eterno. Sin duda Saussure hubiese podido intentar formularlo: en vez de calificarlo de arbitrario hubiera sido mejor presentar el significante bajo la categoría de lo contingente”. (7)
Lo contingente es definido por Lacan como lo que cesa de no escribirse. Lo necesario como lo que no cesa de escribirse, lo imposible como lo que no cesa de no escribirse (en particular la relación sexual, nunca se escribe) y lo posible, que cesa de escribirse.
Tomemos la frase atribuida a Sasha de la que hablamos en Zappeur nº 8 (8): “cuando sea grande seré una niña” – [“quand je serai grand je serai fille” -en francés grande está escrito en masculino y niña en femenino]. Dos métodos se abren ante nosotros: o corregimos la fórmula por revelar un error -gramatical o un error de la representación del referente; o aceptamos la fórmula en su absoluta literalidad como lo que cesa de no escribirse, es decir, lo que se escribe del encuentro con lo imposible.
Al otorgar a los dos tiempos el femenino, “cuando sea grande seré una niña” – [“quand je serai grande je serai fille”] como podemos leerlo en el sitio de Arte (9) y en lo que el director ha optado por plasmar en imágenes, es el primer camino que se toma, aquel de un ya era escrito, de una necesidad que no cesaría de escribirse. Es a partir de un Otro trascendental a los dichos mismos que, así, se hace la rectificación, la película se convierte en una especie de Aufhebung que pretende ser sublimatoria.
En las antípodas, el segundo método pasa por soportar la convivencia paradójica, el equívoco, el conflicto que estos enunciados atestiguan, en su pura inmanencia y literalidad, con su espesor y su moterialismo (10). Este método evita suponer que “hay una-equivocación en esto”. (11)
Una- equivocación, [ Une-bévue] así define Lacan al inconsciente hacia el final de su enseñanza. Una-equivocación [ Une-bévue], que, además del significado francés de equivocación o malentendido, por los equívocos, por homofonía translingüística, suena en alemán Unbewusste - Inconsciente. Entonces, los dichos de Sasha no serían necesarios ni azarosos, sino contingentes. Este es el inconsciente, puntual, positivo y afirmativo.
Conservando este espacio de lo incalculable, indecible, sin suturarlo con certezas; soportar lo real que se resiste a la inclusión, sin reducirlo a una verdad; mantener una brecha entre la identidad y la pulsión; Fomentar el saber hacer en lugar de la asignación a un género o categoría, éste es una apuesta importante a la hora de «acompañar» a cualquier parlêtre, sea cual sea su género, identidad u orientación sexual.
Hay una delgada línea entre un relativismo generalizado, donde todo es igual y parece borroso (12) (polisemia), y una rigidez extrema sostenida a veces por discursos religiosos, homofóbicos y misóginos, a veces por nuevos discursos que, en nombre de la inclusión, adoptan formas no menos segregativas y radicales. Si para estos últimos, la sexuación es una certeza, para el discurso analítico, la sexuación sería más bien una elucubración de saber sobre lo real del sexo: “Es una articulación de semblantes que se desprenden de un real y a la vez lo atrapan”. (13) Real y semblante están ligados, es de lo real que el semblante recibe su condición (14), de lo imposible de la relación sexual.
Así, la orientación lacaniana ofrece una alternativa mucho más subversiva a la escritura inclusiva, la de un uso homofónico (15), translingüístico y herético (16) de lalengua que tiene en cuenta lo intraducible. Salvo que, estallar con esta forma de leer lo escrito implique visitar el propio malentendido con el goce.
Estoy pensando aquí en este pasaje de Fernando Pessoa del Libro del desasosiego: “Supongamos que veo ante nosotros una muchacha de modales masculinos (...) Yo diré «Esa muchacho», violando la más elemental de las reglas gramaticales que manda que haya concordancia de género, como de número, entre la voz substantiva y la adjetiva Y habré dicho bien (...) fuera de la vulgaridad, de la norma y de la cotidianeidad. No habré hablado: habré dicho”. (17)
¿Entre “Querides mamá y papá Nöel” y ”Who ails tongue coddeau a space of dumbillsilly?” (18), mi elección es una celebración.
[1] Cf. «Carta del colectivo Queer Education», Lacan Quotidien, n° 904, «Efecto lupa», Domingo 20 de diciembre de 2020.
Disponible en internet:
https://lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/12/LQ-904.pdf
En español: http://eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-904.pdf
[2] Aquí retomo algunas de las reflexiones que se introdujeron por primera vez en Lacan Quotidien, n° 793, «Retour de manivelle», sábado 20 octubre 2018.
Disponible en internet, en español:
http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-793.pdf
[3] Cf. El sitio de las Naciones Unidas sobre este tema https://www.un.org/fr/gender-inclusive-language/
[4] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún. Paidós, Buenos Aires. 2011, p. 40.
[5] Lacan J., Consideraciones sobre la histeria. [Conversación mantenía por J. Lacan en Bruselas el 26 de febrero de 1977], EUG [Editorial Universidad de Granada]. Granada. 2013, p. 40
Disponible en español en internet:
https://elp.org.es/consideraciones-sobre-la-histeria-jacques/
[6] Alberti C., «L’opinion lacanienne», Lacan Quotidien, n° 897, jueves 26 de noviembre de 2020.
Disponible en internet:
https://lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/11/LQ-897.pdf
En español:
http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-897.pdf
[7] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún. Paidós. Buenos Aires, 2011, p. 53.
[8] Cf. Édito du Zappeur nº 8, disponible en internet:
https://institut-enfant.fr/zappeur-jie6/edito-le-mystere-de-la-sexuation-de-lenfant/
[9] https://www.arte.tv/fr/videos/083141–000 A/petite-fille/
[10] “Es totalmente cierto que algo volverá a surgir luego en los sueños, en toda suerte de tropiezos, en toda suerte de maneras de decir, en función de la manera en que la lengua fue hablada y también escuchada por tal o cual en su particularidad. Es, si me permiten emplearlo por vez primera, en ese materialismo* donde reside el asidero del inconsciente – quiero decir que es lo que hace que cada cual no haya encontrado otras maneras de sustentar lo que recién llamé el síntoma” Lacan J., “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, Intervenciones y Textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1998 pp. 126.
* El autor utiliza moterialisme, que condensa materialisme (materialismo) con mot (palabra) [Nota pie de página del texto]
[11] Lacan J., «Discours de clôture», dans Lettres de l’École freudienne, 21, 1977, p. 507–508.
[12] Cf. Miller J.-A., a propósito de la destitución de la tradición: «En dirección a la adolescencia» en Carretel nº 13, revista de la Diagonal Hispanohablante y Americana, Bilbao, abril 2016, pp. (9-19).
Disponible en internet en español:
http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-28/en-direccion-a-la-dolescencia/
[13] Miller J.-A., «El inconsciente y el cuerpo hablante», Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro, 2016.
[14] Cf. Lacan J., Observación sobre el informe de Daniel Lagache: «Psicoanálisis y estructura de la personalidad» de 1958, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
[15] Cf. Milner J.-C., «Ida y vuelta de la letra a la homofonía», Revista Descartes n° 26.
[16] “La herejía propuesta por J.-A. Miller, no es quitar el campo del lenguaje es permanecer en él, ajustándose a su parte material, concerniente a la letra en lugar de al ser”. Cf. Miller J.-A., La orientación lacaniana. El Uno solo (2010–2011), enseñanza pronunciada en el marco del departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII. Clase del 4 de mayo de 2011. Inédito.
[17] Pessoa F., El libro del desasosiego. Seix Barral. Barcelona 1989 p. 42-43
[18] Una bonita homofonía translingüística que llega en un momento oportuno de esta época navideña. ¿El significado sigue siendo opaco para ti? Esta es una gran oportunidad para visitar la conferencia de Lacan sobre Joyce el Síntoma.
** Who ails tongue coddeau a space of dumbillsilly? La traducción literal al español, sin poder traducir coddeau que es una condensación de una palabra inglesa y francesa, es: ¿quién aflige la lengua (coddeau) un espacio de tontería?].
En la Conferencia sobre Joyce El síntoma, Jacques Lacan nos aporta el fenómeno de homofonía translingüística que dicha frase crea entre el inglés y el francés. Dice: “¿El colmo, puedo decirlo, -que debo por otra parte a Jacques Aubert- es Who ails tongue coddeau a space of dumbillsilly? Si yo hubiera encontrado este escrito ¿habría o no percibido – oú es ton cadeau, espèce d´imbecil?” [¿Dónde está tu regalo, pedazo de imbécil? El Seminario, libro XXII, p.163 (nota aclaratoria de la revisión bibliográfica)
Traducción: Tomás Piotto
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el discurso Analítico) – Diagonal Americana - Rosario
La «e» en francés, de francesa
Por Eulalie Berger
Cuando el tema de la próxima Jornada del Instituto del Niño fue desvelado, me pregunté ¿qué podría decir de la sexuación una enseñante de CE1*?
Mis alumnos me han orientado hacia una reflexión. Si el CP (Ciclo preparatorio) permite aprender a decodificar y a leer, el CE1 (Ciclo elemental 1) inicia a las reglas de concordancia y a los misterios de la lengua escrita. “Los niños son naturalmente lacanianos en el uso de la palabra” dice Pierre Encrevé (1). Gracias a ellos, me he inclinado por la letra “e” que en francés encarna lo femenino. Que la “e” sea mi inicial escrita y sonora y el sonido “eu” particularmente francés, indudablemente me ha regocijado en esta divagación.
“El niño es un lingüista, un gramático en el sentido de que se construye una gramática interiorizada que le permite a la vez que analizar lo que escucha, producir él mismo frases que se inscriben en el marco de todas las frases posibles de la lengua materna”. (2)
En la lengua francesa, solo dos géneros caracterizan las palabras, el neutro no existe y los objetos tienen géneros arbitrarios. En las conversaciones de la clase o del patio, la imprecisión sobre los objetos es grande.
Así Y., dice sistemáticamente el inverso: todo lo que es masculino es femenino, todo lo que es femenino es masculino. Esto no es sólo para los objetos, dice “una niño”, “un niña”. Y., es turcofóno y en turco las palabras no tienen género.
¿Por qué en francés el sol es masculino y no la luna? Verdaderamente hay de qué asombrarse. Señalemos que en alemán se dice “die Sonne” y “der Münd” ¿Por qué la muerte es femenina en francés y masculino en alemán? El título La jovencita y la muerte suena diferente en la lengua de Goethe.
Una niña me preguntó un día ¿por qué se dice una mesa cuando tiene 4 patas? La pedagoga guarda silencio frente a este abismo.
Para abrirse a la gramática, en la escuela, se trata a menudo de clasificar y de ordenar. El género gramatical tiene dos listas privilegiadas a ordenar: los oficios y los animales. Respecto a los animales, mis alumnos me han permitido notar las incongruencias del lenguaje que, como buenos gramáticos, les asombran “¿cuál es el macho de la rana?” “el sapo” responden los niños muy contentos. ¿Y no es la rana macho? Están atónitos, y aún tendrán que descubrir, que la ballena y la jirafa no tienen masculino. Debería decirse una jirafa macho o una jirafa hembra. "No importa qué" gritó un día A., el mismo niño que me dijo: "se dice la gallina, el gallo y el o la gallina, porque ¡todavía él no lo sabe!"
"Ante lo que nos parece una falta en el lenguaje oral en los niños pequeños, antes de corregirlo", dice P. Encrevé, "sería útil saber reconocer su actividad gramatical en su presencia, y simplemente acogerla". (3) ¡Y qué esfuerzo para este niño!
Para los oficios, lo femenino de cartero [le facteur] deviene en la cartera [la facteuse], la vendedora [vendeuse] la transforman en vendrice** en un esfuerzo constante por construir conforme a lo que entendían en el material oral.
Los niños son poetas innatos. “Se crea una lengua siempre en la medida en que en cualquier momento se da un sentido, se le hace un retoquecito, sin lo cual la lengua no estaría viva. Ella está viva en la medida en que a cada instante se la crea". (4)
En la lengua escrita, en CE1, el niño descubre las letras mudas y las reglas de concordancia. Decir que la “e” es la letra del femenino, es una simplicidad mentirosa. La e es polimorfa, a menudo muda y se articula en diferentes grafemas para construir otros sonidos con o sin acento (en, ein, é, è, ê, eu er et…). Es una marca morfológica de género y marca morfológica de conjugación (e, es, e, ent). George Perec, maestro de LOuLiPo (obrador de literatura potencial) ha escrito una novela utilizando esta única vocal:
"Como cabras en apuros, siete Mercedes-Benz verdes, con las ventanas enlucidas de color gris, descienden lentamente por West End Street y toman siniestramente Temple Street hacia los callejones verdes sembrados de hayas y fresnos cerca de los cuales se levanta, esbelto y almidonado al mismo tiempo, el obispado de Exeter. Cerca de la entrada a los baños termales, la gente corre. Qué secretos esconden estas ventanas selladas" (5)
La “e” indica la concordancia con el adjetivo y el final, a menudo, de los nombres. Para encontrar el femenino de una palabra masculina, se añade una e. Los ejercicios jugaron sobre este equívoco: para encontrar el nombre de la hembra o de la mujer añadir una “e”. Así, el carnicero, la carnicera, el conejo, la coneja…El niño lingüista gramático construye una regla y la aplica.
Así, I., una alumna recién llegada que sólo hablaba árabe e italiano dos meses antes, escribe una historia de una lupa [loupe]. Leer un texto de una niña de 7 años es un placer siempre renovado. Se trata de decodificar su lenguaje, su código que no está en la norma, y escucharlo. Para esta historia de la lupa [loupe], el lobo [loup] vino a ayudarme al final del texto. Entonces le digo a I. que la hembra del lobo [le loup] es la loba [la louve]. “¡Pero entonces la p es inútil! “, replica ella.
Misma irritación para A., con la palabra ratón [la souris], siendo femenina la s no sirve para nada, si además hace falta una c para escribir ratoncito [souriceau].
La característica del niño-gramático como oyente de literatura es que esta lengua literaria es inmediatamente a su alcance lingüístico” (6) dice P. Encrevé, “sería una suerte que la escuela nunca fuera el lugar donde el niño llega sabiendo hablar, para salir convencido de que no sabe francés”. (7) Si la lengua escrita con sus balbuceos encuentra más bien un corrector (…), entonces sin duda nuestros pequeños gramáticos serán desalentados. Sostener sus ensayos de escritura es para mí fundamental y se articula con la transmisión de las normas gramaticales y sintácticas para que sus escritos sean legibles.
En marzo de 2017, el editor Hatier publicó un manual escolar para CE2 empleando la escritura inclusiva, forma de escritura defendida, desde 2015, por el Consejo Superior para la igualdad entre las mujeres y los hombres, nacido de una voluntad de no seguir aplicando la regla “el masculino gana sobre el femenino” (regla que ha reemplazado, en el siglo XVII, la de la concordancia de proximidad –la última palabra o el grupo más numeroso introduce la concordancia)
En la escritura inclusiva, las prácticas se centran en tres aspectos: concordar los nombres de las profesiones y las funciones al género de la persona que lo ocupa; privilegiar las expresiones no sexuadas, como “los derechos humanos” en el lugar de “los derechos del Hombre”; desterrar el género masculino plural y utilizar las formas femenino plural y masculino plural.
Para ello, consigna las dos formas: “él o ella se van de vacaciones” o utilizar en la escritura una forma vinculada con un punto en medio: “amigo.a”. El punto en medio pondría sobre el mismo plano los dos géneros: los “bueno.a.s” “niño.a.s”. Para evitar la repetición del punto para el plural, se puede utilizar una sola vez: “elector. oras”.
Ciertos pronombres son reemplazados. Se vuelve a utilizar los pronombres en plural, neutros como: “iels” (ils/elles) [para ellos/ellas]; “toustes” (tous/toutes) [para todos/todas]; “celleux o ceulles” (celles/ceux) [para esas/esos] o “elleux” (elles/eux) [para ellas/ellos] ¿Qué harán mis alumnos con esta nueva tipología? ¿La integrarán en sus escritos?
Siguiendo a P. Encrevé, “reconozco en la lengua de las ciudades una vitalidad lenguajera de una asombrosa riqueza” (8), “una riqueza lexical excepcional y una inventiva lingüística particularmente lúdica” (9) La lengua es una materia viva.
Notas
*La educación elemental francesa abarca dos ciclos con cinco cursos y escolarizan a los alumnos de entre 6 y 11 años. Corresponde a la Primaria del sistema español. CE1 Ciclo preparatorio Elemental primero, es el segundo curso del primer ciclo. (N de la T)
[1] Encrevé P., “L’enfant grammairien”, Le Savoir de l’Enfant, édition Navarin, 2013, p 134.
[2] Ibíd., p. 123.
[3] Ibíd., p. 134.
** En la enumeración de estos oficios se pone de manifiesto la construcción del femenino francés, el masculino eur pasa a euse como en el caso de le facteur [el cartero] la facteuse [la cartera]. Mientras que en otros casos el femenino se construye con la desinencia –rice. Así los niños intentan construirlo como en el caso de le vendeur [el vendedor] en “vendrice”, cuando en este caso la construcción del femenino se realiza con la desinencia euse, es decir, la vendeuse. La traducción de los ejemplos no permite apreciar el gran trabajo en la aplicación de las reglas gramaticales que los niños franceses hacen en el momento de su adquisición de la lengua escrita, para paliarlo ponemos entre corchetes las palabras francesas para apreciar su esfuerzo de conformarse a las reglas.(N. de la T)
[4] Lacan J., El Seminario, Libro XXIII, El sinthome, Paris, Seuil, 2005, p.131.
[5] Perec G., Les Revenentes, éditions Julliard, 1972.
[6] Encrevé P., “L’enfant grammairien” op. cit., p.139.
[7] Ibíd., p. 140.
[8] Ibíd., p. 136.
[9] Ibíd., p. 137.
Traducción: Mariam Martín
DHH-NRC - Madrid
¡Felicitaciones, es un…!
Por María Torres Ausejo
Criatura nueva de un pretendido no-name land [tierra sin nombre], el niño del siglo XXI nace en una tierra de libertad soñada por sus mayores, tal como un paraíso perdido.
Los debates sobre el uso de una lengua no binaria que borrarían los estereotipos ligados al género, se multiplican en los medios de comunicación y en las redes sociales. Como lo apunta Clotilde Leguil en su libro El ser y el género, Hombre/Mujer después de Lacan, hay una aspiración común en el movimiento de los estudios de género que tiende hacia una utopía unisexo: deshacerse de la imposición del género para “definirse únicamente a partir de su relación a sí mismo”. (1)
Sin embargo, esta tentativa para escapar a la asignación del género, concebida como una imposición del Otro al recién nacido, se hace a menudo por un significante que se quisiera asexuado y que este mismo Otro del lenguaje propone (tal es el caso en la lengua española del término “niñe”). Esta paradoja de libertad nos recuerda el punto fundamental de alienación propia de los seres humanos, habitantes y habitados por la palabra.
Entonces ¿A qué puede responder este sueño? ¿Cómo leer, con el psicoanálisis, esta búsqueda específica de la sociedad de nuestra época de significantes neutros? ¿Los niños nos enseñan lo que saben de primera mano a este respecto?
Podemos distinguir dos ejes de este debate contemporáneo:
De un lado, encontramos la dimensión política, la de hacer un lugar a la realidad, nueva en tanto que encuentra una manera de nombrarse en la esfera púbica por primera vez. Tal es el caso, por ejemplo, del reciente reconocimiento en términos administrativo del género X, en ciertos países como Alemania o Australia, para algunos ciudadanos que deciden de no situarse en el registro del binario hombre/mujer.
La otra dimensión que nos interesa aquí, viene a rozar muy cerca lo íntimo del ser. En su curso de 1987, Jacques Alain Miller pone en tensión los términos de causalidad y libertad: “El sujeto es radicalmente efecto y, en tanto tal, no parece que esté en la medida de formular cualquier auto-afirmación”. (2) Esto pone en evidencia la dependencia del recién nacido, por el hecho de “ser hablado” por el entorno, antes de devenir eventualmente sujeto de su enunciación. Pero esto no implica confundirlo con cualquier determinismo.
Daniel Roy hacía alusión a este punto que se revela crucial para comprender como un niño que dice sí al significante, no es designado por éste de forma pasiva, sino que tiene que tomar una posición a cada momento: “entonces se descubre allí (…) que la libertad de este reside en la discordancia en el núcleo mismo de la dependencia que es la suya”. (3)
De esto se deduce que la libertad de elección, revindicada para situarse respecto al género, en tanto que construcción lenguajera, sólo puede aparecer que en un segundo tiempo de la toma de posición subjetiva respecto del significante.
La clínica del niño nos enseña, de manera directa, los tropiezos que este consentimiento puede implicar, pudiendo llegar, para los más audaces, hasta arriesgarse a impugnar los significantes y las nominaciones recibidas. El lugar del practicante es la de sostener la invención de cada uno en tanto ser sexuado, ya sea que consienta o no a pasar por el significante, que se sirva o no de la diferencia chica/chico y del abanico de identificaciones, acompañándole a abrirse un camino único en su género, para apropiarse un poco más de lo que del cuerpo no se deja atrapar por la palabra.
[1] Leguil, C., “L’être et le genre. Homme/Femme après Lacan”, Paris, PUF, 2018, p. 60.
[2] Miller, J.-A., La orientación lacaniana. Causa y consentimiento, Lección del 18 noviembre 1987.
[3] Roy D., “Lacan et l’enfant”, La Cause freudienne, n° 79, 2011, p. 250.
Traducción: Mariam Martín
DHH-NRC - Madrid
Zappeur nº 11
Enero 2021
Editorial nº11
¿Cómo se pasa del 0 à1?
Por Valeria Sommer-Dupont
2020–2021 ¿Cómo se pasa del 0 al 1? Nada más seguro que una serie.
El calendario es una convención social. La prueba: no hay sólo uno en el mundo. Si una parte de la humanidad se cree en 2021, otra está en 4719, o incluso en 4718, o en 5781... Si no todo el mundo cuenta igual, tan pronto como se empieza a contar, el viviente se encuentra modificado. No es sólo un hecho abstracto: a finales de diciembre, champagne y foie gras, los cuerpos aumentan de peso. Lo simbólico altera lo real. No es la naturaleza la que dicta el régimen alimentario. Diciembre, en Argentina, es verano, los abetos son de plástico y se comen también los llamados platos de invierno.
Los textos de Daniel Roy, Patricia Bosquin-Caroz y Hélène Bonnaud recogidos en este Zappeur señalan cada uno a su manera este aspecto «económico», «pulsional», «motériel» en la sexuación del cuerpo del joven parlêtre, que está más allá, o más acá de lo simbólico, de las convenciones y de los discursos establecidos.
Los dos aspectos, imaginario-simbólico, por un lado, y real por otro, son indisociables y mantienen entre ellos relaciones topológicas y nodales precisas. En la lectura de estos tres textos, constataremos cuán importante es tener en cuenta los anudamientos singulares de cada Uno, es esta la orientación lacaniana. No el uno sin el otro ni el uno más que el otro. No el goce más que el sentido, ni el sentido más que el goce, sino ambos en una interacción singular y en un tiempo inhomogéneo (1).
Feliz año y mis mejores deseos
(1) Cf. Miller J.-A., La erótica del tiempo y otros textos. Tres Haches. Buenos Aires, 2003, p.53.
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC - Zaragoza
¿Cómo la sexuación se formula para el niño? *
Par Daniel Roy
1- Eso se escribe
Propongo el punto de partida siguiente: la sexuación se formula para un niño, según la misma lógica que la que desarrolla Lacan -cuando escribe en el cuadro de su Seminario XX Aún, el 13 de marzo de 1973- lo que más tarde llamará “las fórmulas de la sexuación”. (1) Lo que se escribe allí es una invención totalmente nueva en relación a los discursos establecidos, concerniente a lo que para el ser hablante es ser sexuado. La novedad es la siguiente: para un parlêtre, el ser sexuado no se determina 1) sino por el goce; 2) en su encuentro con el lenguaje; 3) en tanto que esto abre una gran diversidad de caminos; 4) caminos que hacen marcas en el cuerpo y en el lenguaje, según una lógica estricta.
Llamamos “sexuación” a esta construcción que se inventa a cada paso, y que se inscribe, para cada ser hablante con los medios de borde y los medios del cuerpo: con los objetos pulsionales y la imagen investida del cuerpo, de un lado, y del otro, con lo que lo bordea, a saber, lo que Lacan llama aquí los semblantes, es decir, los significantes vivos, encarnados.
Es este camino que puede tener lugar y que recogemos en una cura de niño en la medida en que nos mantenemos a distancia de los discursos establecidos y que hacemos la elección de acoger los significantes del discurso no como identificaciones que habría que validar o refutar, sino como semblantes que se trata de dejar trabajar, como tenemos el modelo de ello en el juego del niño.
Lo que los discursos establecidos no quieren saber es que esas identificaciones “de género” transportan consigo un elemento que las troumatise: el goce que afecta al cuerpo desde su venida al mundo. Esas identificaciones enmascaran, cavándola, la falla que hay entre el significante y el goce, falla que ellas quieren ignorar.
2- El efecto de sorpresa de la función Φx
Φx es una función “de falla” que, a la vez, indica y efectúa una doble inscripción. Del lado goce, recortando una extracción corporal que va a representarla en el campo del discurso, el objeto a; del lado significante, contaminándolo por el goce, bajo el nombre de goce fálico, goce de la palabra.
La función de castración reparte así dos territorios, no H y M, sino el goce y los semblantes, dos territorios para los cuales el falo hace frontera, o más bien “litoral”. Cito a Lacan en el seminario O peor... “El efecto de sorpresa... es que esta función del falo vuelve en adelante insostenible la bipolaridad sexual”. (2)
Es un punto de encrucijada lógica para el niño. Y esto se formula siempre de manera sintomática, frente a este efecto de sorpresa del surgimiento de un goce que contraviene a los goces habituales de sus bienes, un elemento poco asimilable que “se inscribe de una contingencia corporal” y frente a este efecto de sorpresa que se inscribe como “acontecimiento” en el campo del Otro, donde revela que “todo deja que desear”, (3) magnífica definición de la castración por Lacan. El síntoma viene ahí, tal como lo indica Freud, como satisfacción sexual de sustitución sobre esta zona fronteriza entre Goce y Significante, como lo atestigua la fobia de Juanito.
3- ¡Tiempo de detención en la encrucijada!
Cuando recibimos a un niño, ignoramos absolutamente cuáles son los significantes que para él han tomado valor particular de goce (los S1), y que son, con los objetos a, los vectores de su sexuación. Es con él que vamos a aprenderlos, en el movimiento mismo en el que indica su trazado, en sus dibujos, sus juegos, sus pantomimas, y donde él consiente a darnos las “explicaciones”.
Hay ahí algo particular en la cura del niño, esta doble inscripción 1) en un decir, por la puesta en juego de su palabra y 2) en las marcas, por la puesta en juego del cuerpo. Esto lleva a plantear que hay una absoluta singularidad de la sexuación para cada cuerpo hablante. Pero, ¿es para cada uno de los cuerpos hablantes o es para todos? Ya se impone con la gramática una exigencia lógica en el corazón de la sexuación.
A esta encrucijada donde se encuentran las condiciones lógicas que se han fijado en esta lengua que hablamos y las condiciones de goce que se han fijado en encuentros contingentes, la función de castración abre, para todos, un nuevo principio de repartición de los cuerpos hablantes: entre aquellos que toman en cuenta, de manera privilegiada, las condiciones de Goce, su singularidad y su carácter irreductible, y aquellos que tienen en cuenta más bien las condiciones lógicas de la lengua.
Es en esta encrucijada que recogemos con el niño las marcas que cuentan para él y que están inscribiéndose en el cuerpo imaginario y en el inconsciente. Marcas que son las de la movilización de los objetos a y de la dialéctica fálica, que proveen el “carburante” de la sexuación. Marcas que se condensan en el síntoma, que se esfuerzan por inscribirse en la inhibición y cuyo fondo de goce se marca de angustia.
Es este movimiento el que Lacan inscribe en la parte de abajo de la tabla de la sexuación.
4- Las dos vías de la sexuación y su lógica
Es pues a partir del síntoma que podemos seguir el rastro del goce sexual y que tomamos acta de la significación que toma para el sujeto y de la torsión que lo real de este goce impone a la lengua.
El síntoma es la huella que se escribe. Las dos vías de la sexuación son dos maneras de leer esta esta huella en tanto que, como parlêtre, ella me marca.
En efecto, conviene aquí decir ”yo [je]”: ¿a qué voy a dar privilegio? ¿A la pérdida de goce que la castración induce o al resto de goce que no está marcado por el toque fálico? Tenemos la idea de que el tiempo de la infancia es un tiempo en el que cada una y cada uno puede aprender a leer, a partir de lo que hace marca del recorrido de los objetos y del supuesto “doble o nada” de la dialéctica fálica.
– Si doy privilegio al significante, al movimiento de significación que hace pasar el goce al inconsciente, entonces especifico ahí el todo del hombre, para todo hombre la castración, y la lógica exige entonces acordar ese privilegio a todos: para todos los hombres, la castración; para todos los hombres, una pérdida de goce para una ganancia de sentido, de saber, de semblante: es a esto a lo que yo doy mi asentimiento.
Pero el goce es irreductible, el cuerpo continúa “gozándo-se” sin pedir nada a nadie. Con esta presencia insistente, ¿qué puedo hacer? Ella no tiene derecho de ciudadanía, no puedo hacerle un lugar sino como rechazada, prohibida o transgresiva.
Pero este rechazo, puedo también hacerlo soportar por Uno que dice no a esta función fálica, que presentifica en la estructura significante lo real de un goce que no hace falta, una presencia que me hace culpable de la perturbación, o que abusa y acosa.
Aquellos y aquellas que se hacen significar “sexuado” por el hecho de tener el falo como respondiendo a lo que se goza del cuerpo, se colocan del lado “hombre”, en el trazado de su existencia, ¡pero no forzosamente a la izquierda en el cuadro escrito por Lacan! Pues hay ahí un “error común” que viene de insertarse sobre la elección inicial: el significante fálico toma ahí valor ideal, mientras que el falo no es más que el significado del movimiento de pasaje al significante de lo que se goza del cuerpo.
“Hombre” no es un título, sino la consecuencia lógica de una elección. Subrayo tres puntos: a) no tenemos que sostener o denunciar la père-version patriarcal, a saber, que se asigne a Un hombre tomar a su cargo el goce rechazado y b) pero no podemos evitar al sujeto el tener que confrontarse al hecho de que “lo universal no es posible sino cercado por la posibilidad negativa” (4) c) si no aquellas y aquellos que no se afirman de tener el falo son entonces expulsados a otro lugar hecho de atracción y de amenazas;
– Pues hay aquellas y aquellos que no van a significarse sexuados de tener o no el falo como respondiendo de lo que se goza de su cuerpo, sin por ello negar que portan “la marca fálica del deseo”, (5) ellas o ellos no dependen de esto a título de una ley universal, es “cada uno/a por sí mismo”, sin otra garantía. Ellas y ellos leen y exploran “la posibilidad negativa” bajo la forma de que no existe quienes digan no a la función de castración.
Un rechazo inicial que puede también decirse “que no es verdadero que la castración domine todo” (6) para el ser hablante. Esto abre la posibilidad a aquellas y aquellos que encarnan esta vía de confrontarse al hecho de que no-todo del goce del cuerpo pasa al significante y de dar allí asentimiento.
Esto no es sin riesgo y puede dar lugar a un rechazo sintomático que ataca el cuerpo, anorexia, escarificaciones, puede inhibir o por el contrario desinhibir (conductas de riesgo), puede igualmente angustiar, lo que da acaso un estatuto específico a las fobias en la niña. Así se traza el camino de la sexuación femenina, igualmente no sin obstáculos, que es el de aquellas y aquellos que han dado privilegio al goce, frente al cual cada una y cada uno se encuentra sola/o.
Frente a estas “lógicas en construcción” en el niño, dos posiciones para el psicoanalista; sea en francés “¡Atención! Obras”, o, en inglés “Work in progress”. Sabemos que Lacan eligió proseguir la segunda vía, con los nudos borromeos y Joyce.
*Extracto de la intervención del autor en la segunda sesión del Seminario del Taller de estudios de l’Institut de l’Enfant, mantenida por Zoom-Webinaire, el miércoles 2 de diciembre de 2020.
[1] Lacan J., El Seminario, libro XXI, Les non-dupes errent, clase del 9 de abril de 1974, inédito.
[2] Lacan J., El Seminario, libro XIX, … o peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 69?
[3] Ibíd., p. 203.
[4] Ibíd., p. 200: ”¿Qué enunciar de lo universal, sino que está cercado por la posibilidad negativa?”
[5] Ibíd., p. 37?
[6] Ibíd., p. 36?
Traducción: Gracia Viscasillas
DHH-NRC - Zaragoza
Un retorno al Edipo, prescindir de él, servirse de él (1)
Por Patricia Bosquin-Caroz
El tema de la diferencia sexual y de la invención de una norma singular por parte del niño no se puede concebir, como lo planteó Michel Neycensas en el argumento de esta tarde clínica, sin ponerlo en tensión con el de la Jornada del Instituto del Niño sobre la sexuación del niño, lo que según Lacan supone una implicación subjetiva del sexo, su asunción subjetiva, tal como lo formulará en diversas ocasiones.
En efecto, cuando nos interesamos por la diferencia sexual y su aprehensión por parte del niño, no es para recurrir a la constatación de la anatomía de los sexos, según la conocida afirmación freudiana de que "la anatomía es el destino", sino para interesarnos por la manera en que el niño llega a asumir y subjetivar su propio sexo. No hay sexuación sin subjetivación. Lejos de reducir la cuestión a la diferencia anatómica, Freud la ha complejizado con su abordaje del Edipo y del complejo de castración.
A este respecto, él constató tempranamente una asimetría entre la niña y el niño, ya que una no era el reverso del otro. Mientras que un niño sale del Edipo y de su primer apego al objeto materno por medio del complejo de castración, identificándose con el padre, la niña, por el contrario, no está concernida por esta amenaza, como lo reafirma Lacan en su "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, (2) y no sale del Edipo, sino que entra en él intercambiando su primer objeto de amor, la madre, por otro, el padre. Allí va a residir su dificultad para salir del Edipo y de su apego al padre para dirigirse hacia un hombre, como lo demuestra a menudo la clínica de la histeria en el adulto.
Lacan, en su primera enseñanza, va a elevar al Edipo freudiano a la dignidad del matema, y va a concebir la asunción, por parte del sujeto, de su propio sexo por la vía de la identificación. Graciela Brodsky destacó que el Edipo, al explicar “cómo uno asume su sexo, al mismo tiempo aporta todas las variaciones según las cuales, por su fallida solución, el sujeto no asume el sexo que debería tener”. (3)
Propongamos que, si el Edipo es una máquina normativa, también constituye para los clínicos de la primera infancia un referente que permite distinguir los diferentes modos de identificaciones sexuadas y sus avatares, así como las invenciones del sujeto que suplen el estándar de la norma edípica. Tomemos como ejemplo la posición de Juanito adulto, identificado imaginariamente a su padre y portando los emblemas de la masculinidad y aunque sus elecciones de objeto son heterosexuales, "su posición sexual inconsciente es femenina, producto de la identificación de su deseo al deseo materno”. (4) Lacan designó esta particularidad en Juanito con los términos de Edipo invertido.
El complejo de Edipo y sus consecuencias sobre la sexuación
Es en el curso de su quinto seminario, Las formaciones del inconsciente, cuando Lacan va a logificar el complejo de Edipo freudiano, formulando tres tiempos que se pueden identificar en la clínica de las neurosis, al final de los cuales un sujeto infantil se ve llevado a asumirse anticipadamente como hombre o como mujer.
Este recorrido no es cronológico sino lógico, y sólo puede deducirse en el après-coup de su efectuación; pero estos tiempos del Edipo son cruciales para comprender la incidencia del Nombre-del-Padre en la relación del sujeto con el enigma del deseo de la madre, y al mismo tiempo, su forclusión, lo cual implica su ausencia e incluso su rechazo.
Tal como lo especifica Éric Laurent, (5) hay que hacer una distinción entre la neurosis infantil y la neurosis plenamente desplegada, dado que en la neurosis infantil la cuestión se relaciona con el deseo de la madre, mientras que en la neurosis adulta él señala que la cuestión tiene que ver con el goce sexual, y yo agregaría, especialmente con el goce femenino. “(...) la neurosis infantil es seguramente una elección sobre el deseo perfectamente decidido y que la neurosis, como tal, nos reenvía a una elección sobre el uso del fantasma. (...) La elección sobre el uso del fantasma se decide a posteriori de la prueba de verificación, que no es simplemente la pubertad como maduración biológica sino como puerta abierta a una nueva dimensión del goce”. (6)
Freud tuvo el mérito de ver que no todo lo femenino se reducía en el Edipo a la esperanza de la niña, dirigida al padre y luego a un hombre, de recibir de él al niño-falo. Más allá de la maternidad, la feminidad implicaba un misterio, lo cual se hacía oír en su pregunta ¿Qué quiere una mujer?
Lacan va a abrir una nueva vía para abordar lógicamente este misterio del goce femenino, no todo inscrito en el régimen fálico (siendo que la maternidad se haya inscrita en él), cuando al final de su enseñanza, especialmente en su seminario Aún, concibe una nueva definición del significante como no desarticulado del goce, sino que, por el contrario, lo produce. Más que negativizar el goce, el significante implica un golpe de goce sobre el cuerpo. De esta manera, cada ser hablante tendrá que enfrentarse – independientemente de su identidad sexual, masculina o femenina u otra, según la variedad de nuevas identidades LGBTQ+ – a esta cuestión del goce femenino concebido finalmente por Lacan como perteneciendo al ámbito del goce en tanto tal, es decir, un goce positivo rebelde al efecto de mortificación del lenguaje.
La sexuación, por tanto, es concebida por Lacan ya no como una identificación sino como una modalidad de goce que es el resultado de una elección, de un acto que consiste en inscribirse como sexuado totalmente o no bajo el régimen del falo y del de la castración, no sin relación con un partenaire de goce específico según su propia modalidad de goce, fetichista o erotomaníaca.
Para el niño, se trata entonces de un aplazamiento de lo que É. Laurent denominaba verificación o uso. Mientras tanto, deberá resolver la espinosa cuestión del Deseo de la Madre y de la asunción de su sexo, permitida por la efectuación de la metáfora paterna.
Lacan hace del pasaje de la madre al padre un momento decisivo para el niño, un franqueamiento que le permite asumir el tipo ideal de su sexo, es decir que para convertirse en hombre o mujer, el niño o la niña deberá abandonar el paraíso del señuelo –donde necesaria y felizmente habían jugado a ser ese falo que le falta a la madre–, para volverse hacia el padre con el fin de pasar del régimen del ser al tener, y recibir el certificado, el diploma, el título en el bolsillo del acceso (aquí para el niño) a la virilidad, de acuerdo con el tercer tiempo del Edipo.
Pero no basta con que el padre intervenga en la realidad para sacar al niño de la relación imaginaria con la madre. Para que esto suceda, se debe inscribir previamente el Nombre-del-Padre como significante capitón, que se haya producido el primer juicio de atribución, lo que Freud llama la Behajung, por oposición a la Verwerfung, rechazo. Para que el padre simbólico pueda ser convocado, el significante del Nombre-del-Padre debe formar parte del campo del Otro, de la batería significante. Esta inscripción preliminar constituye el primer tiempo del Edipo. El sujeto puede entonces captarlo. Si el significante del Nombre-del-Padre no está inscrito sino forcluido, la llamada al padre puede ser dramática para un sujeto y convertirse en una llamada a Un padre o a La mujer, lo cual, en la medida en que ella no existe, nos dice Lacan, es uno de los Nombre-del-Padre.
En la clínica transexual vemos, a veces, un retorno en lo real de La mujer bajo la forma de un empuje a realizarla, como un intento de pegar en un todo el significante, la imagen y el goce, como lo señala Marie-Hélène Brousse en su libro Mode de jouir au féminin [Modo de gozar en femenino].
Muchas invenciones pueden servir de normas supletorias de la carencia paterna y servir para negativizar, localizar, bordear, nombrar el goce siempre en exceso en el ser hablante. En la actualidad, estas invenciones hechas a medida se recogen cada vez más en la clínica, en un momento de consumado declive de la figura paterna. Por eso Lacan va a llegar a pluralizar el Nombre-del-Padre en nombres del padre, pudiendo el síntoma o el sinthome oficiar como tales.
Función del síntoma
El caso de Juanito mostró que el padre como significante estaba previamente inscripto, permitiendo que el síntoma fóbico sustituyera al padre carente, impotente para prohibir el hijo a la madre y la madre al hijo.
El significante fóbico, el caballo, permitía trazar un umbral, un borde que delimitara un interior y un exterior con relación al cuerpo de la madre. De todos modos, como lo concibiera Lacan posteriormente en su "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", el caballo también aparece como "ese caballo que piafa, que da coces, que corcovea, que cae al suelo. Ese caballo que va y viene, que tiene cierto modo de deslizarse a lo largo de los andenes tirando de un carro”. (7) Es todo un ejemplo de aquello con lo que tiene que vérselas Juanito con sus primeras erecciones, y de lo cual, como dice Lacan, él no comprende absolutamente nada, gracias al hecho, por cierto, de que tiene un cierto tipo de madre y padre. "Su síntoma es la expresión, la significación de ese rechazo”. (8)
Lacan subraya que este Wiwimacher él lo ha enganchado en algún sitio de su bajo vientre, y cuyo goce resultante le es ajeno, hasta el punto de constituir el comienzo de su fobia. "Fobia quiere decir que está amedrentado por él”. (9) El caballo encarna la cosa que se mueve, y Lacan evoca en este sentido el moterialismo acentuando, la captura del inconsciente por la materialidad del significante.
De este modo, el segundo tiempo del Edipo concierne a la función prohibidora y efectiva del padre o de su sustituto, cuya operación incide tanto sobre el goce sexual e incestuoso del niño (cfr. exhibición de Hans) como sobre el goce ávido o "voraz" de la madre.
Es en este momento cuando se opera una pérdida de goce. Es necesario, dice Lacan, que la cuestión del pene real que arma tanto follón, por todas partes, salga de las manos del niño, y que el goce pueda localizarse en el significante fálico, pues sino el goce invadirá todo el cuerpo de manera frenética, o incluso, si no se produce el cambio de valor fálico, el niño quedará atascado en la posición de ser y permanecer como falo de la madre.
Lacan hace de este delicado momento un posible punto de derivación de la paranoia. Lo cito: "En cuanto el juego se convierte en serio, sin dejar de ser un juego tramposo, el niño queda completamente pendiente de las indicaciones de su partenaire. Todas las manifestaciones del partenaire se convierten para él en sanciones de su suficiencia o de su insuficiencia. (…) el niño se encuentra en una particularísima situación, a merced de la mirada del Otro, de su ojo”. (10). Esta valiosa indicación de Lacan no ha perdido su actualidad.
De ahí la metáfora paterna que Jacques-Alain Miller denomina la metáfora del ideal del yo, que consiste en "sustituir la influencia materna por las insignias del padre, las insignias del Otro, y gracias a esta sustitución lograr producir una nueva significación, un nuevo valor de la significación fálica, es decir, esto es ser un hombre, con todas las variaciones autorizadas por las diferentes tradiciones”. (11) En otras palabras, la metáfora edípica produce dos amarres, uno del lado del ideal del yo y el otro del lado del falo por el que se sostiene el mundo del niño. En ausencia de estas soluciones estándar, el niño tendrá que inventar otras durante la cura, y no sin el apoyo del analista.
[1] Introducción a la tarde clínica del grupo Che vuoi?: “L’enfant et la différence sexuelle. Normes et inventions” [El niño y la diferencia sexual. Normas e invenciones], el 12 de diciembre de 2020.
[2] Lacan J., Escritos 2, “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”. Siglo XXI, México D.F., 2009, p. 696.
[3] Brodsky G., “L’identité sexuelle et ses effets”, Quarto, Revue de Psychanalyse, julio de 2002. p. 38.
[4] Ibíd.
[5] Laurent É., “La elección del deseo: la certeza de la histeria” en Los objetos de la pasión, Tres Haches, Buenos Aires, 2004, p. 139.
[6] Ibíd., p. 140.
[7] Lacan J., Intervenciones y textos 2, "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", Manantial, Buenos Aires, 1988, p.128.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Lacan J., El Seminario, libro 4, La Relación de objeto, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 229.
[11] Miller J.-A., «… du nouveau ! : Introduction au Séminaire V de Lacan» Seminario de J.-A. Miller en Barcelona los días 29 y 30/07/1998, Coll. Rue Huysmans, ECF, 2000.
Traducción: Diana Lerner
DHH-NRC - Madrid
Sexuación y duelo del objeto a
Par Hélène Bonnaud*
Lacan, en el Seminario El sinthome, ofrece una versión inesperada de la pareja hombre / mujer. Introduce "la noción de par coloreado" que indica que "en el sexo no hay nada más que, diría yo, el ser del color, lo que sugiere en sí que puede haber mujer color de hombre u hombre color de mujer.” (1) "El color no tiene ningún sentido", dice, lo que se abre a todas las posibilidades. Pero eso no excluye la importancia que tiene en esta cuestión el significante falo, en la medida en que es el soporte de la función del significante.
Comenzaría entonces con estos dos factores que son, por un lado, el sexo como ser de color y, por otro, el sexo como falo, soporte de la función del significante. Parece que hoy en día la primacía del binarismo sexual –o niño o niña–, aún si es impugnada, sigue siendo una constante en los discursos. Así, el movimiento LGBT se construye sobre el binarismo para cuestionar su estructura cerrada y hacer escuchar a las minorías que se organizan en torno a este hecho de discurso.
Hay un punto que me parece importante, porque parece basarse en el infinito: es el signo + que se escribe después del acrónimo LGBT para indicar que hay una infinidad de posibilidades en la sexuación. Gracias a este signo +, el movimiento LGBT y la versión lacaniana del color como modo de lectura de la sexuación confluyen en esto, salvo que, en el movimiento LGBT, el + indica nominaciones suplementarias que buscan designar modos de identidades múltiples, mientras que, para Lacan, la sexuación se inscribe en la infinidad de matices de colores, a la vez que permanecen circunscriptos a los significantes hombre y mujer.
Más allá de este par no hay significante para decir la sexuación. Sólo el llamado goce femenino está fuera del sentido y, por tanto, fuera del marco de la binariedad sexual, y por eso no podemos decir nada de él. El movimiento LGBT, sin duda, se da de bruces con este real del goce femenino suplementario, e intenta nombrar este imposible para bordear su agujero.
Os propongo trabajar sobre esta cuestión del binarismo para responder a la delicada cuestión de la sexuación de los niños, planteando la hipótesis de un efecto de real posible en algunos seres hablantes, de un asimbolizable concerniente a la sexuación del bebé, esperado durante el embarazo.
El vel de alienación y sus consecuencias
Hoy en día, cuando nace un niño, a menudo los padres ya saben de qué sexo es. Lo saben por medio de la ecografía, y por lo tanto por la imagen que vieron indicando la presencia o no del órgano masculino. Así, el bebé es sexuado a partir del cuarto o quinto mes de gestación.
Las madres saben que están embarazadas de una niña o de un niño, una opción binaria tal como la conocemos, y, a partir de ahí, ellas tienen que hacer el duelo por el niño del sexo opuesto, lo cual se hace la mayoría de las veces de manera indecible. Se trata de una forma de duelo muy particular, ya que en realidad lo que se pierde es meramente asimbolizable.
Es un real que, por cierto, puede imaginarizarse, fantasmatizarse, pero que permanece en el orden de lo imposible. Por este motivo, hablar aquí de duelo resulta abusivo, ya que el duelo concierne a una pérdida de un objeto simbolizado. Sin embargo, mantengamos este término porque no encuentro otro, aún, cuando me he preguntado si no se podría referir esta pérdida a una castración, y preguntémonos por qué la futura madre debe hacer el duelo por el niño del sexo opuesto al que se le anunció. Ella pierde la posibilidad de elección, es decir, pierde a la niña si es un niño el que se anuncia, y al niño cuando es una niña.
Reconocemos aquí la operación de alienación tal como Lacan la explica en los Escritos. (2) La alienación se escribe a partir del encuentro que conduce entonces a una elección forzada, el sexo macho o el sexo hembra y, en nuestro ejemplo, esta elección implica una pérdida forzada, donde la operación de la separación se escribe a partir de la intersección –los elementos comunes a ambos entran en la intersección–, pero no hay un significado común para ambos sexos. Los dos significantes con los que estamos tratando son niño o niña. Lo común a ambos es el falo, pero éste no se escribe en la operación. Por eso sólo funciona la alienación, es el vel de la alienación – o uno o el otro–, con su resto de elección forzada. Cuando se anuncia una niña o un niño, se trata de significantes y, como hemos visto, si nos quedamos con uno, se pierde el otro.
La identificación simbólica y la identificación al objeto a, real de la diferencia sexual
La segunda operación vinculada a la elección forzada del sexo es la identificación. Tan pronto como la madre conoce el sexo de su hijo puede identificarse con el niño según su sexo biológico, por supuesto, pero también según su deseo inconsciente. No hay límite para la imaginarización de la imagen del bebé que se espera. Sabemos que todo esto se trata más bien de una experiencia de la que no se puede hablar en general, pero que se puede escuchar en los análisis. Esta pérdida del hijo que no se tendrá se atraviesa a menudo sin que el sujeto sea convocado, ya que el anuncio de la presencia de un hijo sexuado reenvía a cada uno, padre y madre, a encontrar en el sexo de su futuro hijo satisfacción y respuesta a su deseo. El ideal prevalece sobre lo real, y la nominación simbólica prevalece sobre lo real. El hijo del sexo opuesto queda como objeto caído, objeto a, resto del embarazo.
Lo real de la alteridad –o uno o el otro– ya se pone en juego in utero, y que no se quiera saber nada de eso es la regla en la mayoría de los casos. Se trata de una elección forzada. Esto es lo que Jacques-Alain Miller nos dice sobre esta cuestión en su curso 1, 2, 3, 4: "En este sentido, podemos hacer que la relación entre el viviente y el Otro se superponga, poniendo esta vez en la intersección una pérdida de vida causa de la sexuación”. (3)
Es en esto donde yo diría que hay separación, si consideramos que el objeto a, el hijo del sexo perdido, se encuentra en la intersección del viviente y del Otro, lo que representa una pérdida de vida causa de la sexuación. Esto hace resonar mi hipótesis sobre la cuestión del objeto sexuado perdido. J.-A. Miller señala cómo las fórmulas de la sexuación de Lacan escriben una relación no con el otro sexo, sino con el falo. Así es como la escritura de Lacan de las fórmulas de la sexuación nos indica que las mismas "escriben algo del sexo bajo la forma lógica de una función [representada por la función] fálica. [Ellas] por lo tanto, no inscriben la relación con el Otro sexo. Solo inscriben que cada sexo se ubica en una relación con el falo, donde cada sujeto se ubica en una inscripción como variable. Esto da como resultado dos fórmulas de la sexuación, y de ninguna manera inscribe la relación de un sexo con el Otro sexo. Dejemos aquí de lado el fantasma, donde puede parecer, al nivel imaginario, que el sexo se ubica en una relación con el Otro sexo. Pero no en el nivel real, ya que lo que escribimos es una relación con el objeto a, con el objeto a como asexuado”. (4)
Por lo tanto, hay una escritura de una relación al falo para escribir las dos fórmulas de la sexuación, y no de un sexo al otro, excepto en el fantasma, donde puede escribirse la relación de un sexo al otro. Pero lo real del objeto a lo escribimos como asexuado. Lo que simboliza la sexuación es el falo, tanto del lado de la niña como del lado del niño. Esto me permite decir que la cuestión de la elección del sexo antes del nacimiento hace surgir al objeto a como resto de la operación de la sexuación, objeto asexuado y completamente desechado, real sin nombre.
Ser un niño o una niña
La cuestión clínica que subyace a esta hipótesis es la de la sexuación de los niños y, más en particular, la forma en que ciertos sujetos rechazan el sexo del que son portadores manifestando que se sienten niños en un cuerpo de niña, o niñas en un cuerpo de niño.
Esta formulación es muy inquietante. ¿Cómo puede un niño sentirse como un niño en un cuerpo de niña o viceversa? ¿Qué es lo que sería insoportable para él al habitar en un cuerpo que no se corresponde con el sentimiento subjetivo de ser un hombre, o una mujer, en ciernes? El error del que hablan algunas personas respecto de la sexuación de su cuerpo nos obliga a plantearnos la cuestión de su identificación con lo femenino o lo masculino. Se trata de una identificación simbólica con su madre o su padre, que es la que rige desde temprana edad. La niña se identifica precozmente con su madre y el niño con su padre. Esto se construye, por supuesto, de una manera absolutamente imaginaria en un primer tiempo, y simbólica en el segundo. En un primer tiempo se trata de la identificación con un significante hombre o mujer, o más bien padre o madre.
Cuando un niño dice que no se reconoce en su sexo, está tratando de identificarse con el sexo que no tiene o con el sexo del padre del sexo opuesto. De hija a padre, de niño a madre, lo que a menudo remite a la cuestión de la homosexualidad, con una forma de posición en espejo donde se invierte la identificación. Pero cuando hay un fracaso de estas identificaciones primordiales, entran en juego otros mecanismos, y en particular el de la forclusión.
En efecto, algunos niños rechazan toda inscripción simbólica como niño o niña, y reivindican la no pertenencia ni a uno ni a otro, rechazando la simbolización sexuada, marcando lo imposible de la inscripción sexuada para ellos a partir de un rechazo en el sentido de la forclusión del sexo definido al nacer. En estos casos, el discurso actual sobre las identidades viene a albergar su ser en una nominación que va a circunscribir la cuestión de la sexuación como error, sin involucrar al cuerpo en tanto cuerpo gozante.
La apropiación del otro sexo, el que sería el bueno, o de otro significante que nombre los otros posibles, vale como solución a la identificación que no ha operado debido a la psicosis. El discurso LGBT + se hace eco de estas posiciones de rechazo del sexo, y positiviza una elección imposible.
Entre esta solución y el camino de las identificaciones clásicas se puede trazar otra vía, que se ubica del lado de lo real del objeto a. Mi hipótesis sería entonces que hay una identificación con el objeto a, resto del embarazo, el niño sexuado como objeto a perdido. Para él, o para ella, hay entonces un llamado a interrogar la ecuación binaria de la elección forzada, esa elección forzada que impone el uno o el otro de la sexuación.
¿No podríamos preguntarnos si algunos niños no plantean a sus padres la cuestión de su sexuación para interrogar sobre su deseo indecible? Si están tan insatisfechos con su sexuación, ¿no es que hay para ellos un real encontrado en el deseo del Otro y del cual hacen síntoma? ¿No son respuestas de lo real de la sexuación, que hay que leer como restos de una pérdida nunca simbolizada?
* Extracto de la intervención del autor en la 2ª sesión del seminario taller de estudio del Instituto del Niño realizado por videoconferencia. Miércoles 2 de diciembre de 2020.
[1] Lacan J., El Seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 114.
[2] Lacan J., “Posición del inconsciente”, Escritos 2, Siglo XXI, México D.F., 2009, p. 800.
[3] Miller J.-A., «L’orientation lacanienne, 1,2,3,4 » [La orientación lacaniana, 1,2,3,4], enseñanza impartida en el marco del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París 8, curso del 5 de diciembre de 1984, inédito.
[4] Ibíd., curso del 23 de enero de 1985, inédito.
Traducción: Diana Lerner
DHH-NRC - Madrid
Zappeur nº 12
Enero 2021
Editorial 12
Por Nicole Borie
El tema de la jornada del Instituto del Niño hace resonar en los laboratorios del CIEN (Centro Interdisciplinario del Niño) la necesidad de tomar nota de los impases de la relación del sujeto, niño o adolescente, a su cuerpo y al del otro. Los profesionales, abiertos a la dimensión del síntoma y del après-coup, favorables a la interpretación orientada por la ética analítica, pueden no estar fascinados por las manifestaciones espectaculares de carácter sexual que desconciertan a sus colegas.
Desde la masturbación alardeada en las obscenidades de los cuerpos exhibidos hasta los gestos impropios al encuentro de otro niño incluso de un adulto; desde los insultos jaculatorios, acusaciones en las redes sociales a las parejas de adolescentes heterosexuales u homosexuales fundidos más que pegados: ninguna de estas manifestaciones encuentra respuesta suficiente en la interdicción o la reglamentación, la indignación y el rechazo.
La conversación en el marco de los laboratorios interdisciplinarios permite tomar su dimensión. El termino sexuación propuesto por Jacques Lacan implica una construcción singular que no puede reducirse a identificaciones sexuales precipitadas “no importa cómo”
¿Cómo puede tratarse la pulsión devastadora? Cuando nada viene a regular la relación al sexo -ni la función fálica, ni el fantasma-, queda el cuerpo mostrado, soporte directo de un goce expuesto y mudo.
La sexuación formaliza una distancia entre el semblante y el acto. Para aquellos que trabajan con niños y adolescentes, esta distancia se trabaja con una diferencia que Jean- Robert Rabanel ha desplegado en la primera reunión del Taller del Instituto del Niño, entre goce rechazado y goce prohibido.
En efecto, el psicoanálisis no opone el significante y el acto. Decir que no al goce, implica una alianza con el niño que la prohibición para todos no recubre. Este goce rechazado es un tratamiento en situaciones que implican en el niño, al sujeto y su respuesta. Esta no puede hacerse sin el deseo encarnado de algunos adultos, en respuesta a la parte imposible de decir por un otro, ese ser para el sexo.
Es aquí donde la fórmula de Lacan, el ser para el sexo, que avanza en contrapunto con la de Heidegger, el ser para la muerte, alumbra el término de sexuación en ese trabajo incesante entre el punto de fijación de goce infantil y la confrontación con la falta en ser que es también la imposibilidad de escritura de la diferencia de los sexos, es decir, una suerte de imposibilidad de decir eso que es el ser para el sexo. Entre la sexualización y la sexuación, hay un enigma a sostener cerca de los niños y adolescentes colocados en instituciones, incluso en la familia.
En los trabajos de los laboratorios del CIEN, se evidencia cómo los intervinientes (educadores, enseñantes, asistentes sociales), que acompañan a estas chicas y chicos, construyen en cada situación otras salidas que las de una sexuación devenida imposible que resulta estar fuera de las leyes simbólicas.
Traducción: Giuliana Casagrande
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico) – Diagonal Americana- Rosario
Seuils
Por Catherine Stef
Entrando en la palabra, deviniendo, así, un cuerpo hablante, el sujeto humano se encuentra haciendo una elección, la cual es una elección de goce, pero que es en el origen elección de vida o muerte: “la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto” (1) dice Jacques Lacan.
Lacan produjo las fórmulas de la sexuación para que las leamos. (2) Es en la clínica que aprendemos a leerlas, en el mismo movimiento en que leemos la clínica gracias a las fórmulas. En todos los casos, hay una hipótesis de un sujeto dividido, y de un sujeto que elije. Y en todos los casos hay un cuerpo hablante: desde que el sujeto habla, sabe que tiene un cuerpo.
La cuestión es desde ese momento cómo ese cuerpo contiene al Otro, es decir, cómo lo incluye o lo rechaza, o es sumiso a él, o al contrario se siente abandonado por él, dejado caer. Desde el segundo encuentro del Seminario del Taller del Instituto del Niño, Hélène Bonnaud nos dice que al comienzo hay una elección forzada, y que luego hay identificaciones, que pueden hacerse en el registro simbólico, en el campo imaginario, y que las fórmulas de la sexuación no son leídas como una repartición a la vista del falo, sino que son leídas como la forma de constituirse en relación con el Otro sexo. (3)
Cada uno encuentra su fórmula tan solo y singular como el bebé que llega al mundo. En su intervención del cierre de la quinta jornada de la Escuela de la Causa freudiana, Marie-Hélène- Brousse evoca un bebé muerto, al cual le faltaría unos instantes para elegir la vida. (4) Estamos sin dudas todos muertos un breve instante, antes de decidir vivir.
Instante de ver, tiempo para comprender, momento de concluir. Determinarse en relación con el otro sexo cae bajo la misma elección forzada. Hay un umbral a franquear, que implica, de un lado, el tiempo del trauma, que es el instante de ver que hay una pérdida y, del otro lado del umbral, el tiempo de la respuesta que el sujeto va a inventar, su hallazgo.
El umbral comporta un poder de atracción, de fascinación. Una pequeña niña juega a cruzar los umbrales de su casa, con un espejo apuntando hacia el techo: en cada puerta, pasa el umbral por encima, materializado e invertido en el espejo. Franquear un umbral será determinante para el resto de su vida.
El poeta Georg Trackl materializa el umbral de otra manera, en el punto central y el punto de báscula de su poema Una noche de invierno (5): el dolor petrifica el umbral. Martin Heidegger hace un comentario magnifico del poema en su texto “La palabra”, y hace de ese verso la condensación poética de eso que quiere decir para el ser humano su ser de palabra. El umbral es el punto de donde brota la diferencia, algo del litoral, de la letra que traza el borde, y lugar de la juntura intima del sentimiento de vida.
El umbral es el lugar de la elección, del franqueamiento. A la vez irreversible, y a rechazar una y otra vez, ya que jamás se franquea de una vez por todas.
La sexuación quiere decir que una elección se opera, que es una elección de goce emparejado en un sistema lenguajero. En esta misma secuencia del seminario del Taller, Daniel Roy, abre nuevas vías para explorar eso que se juega en esta suerte de nueva epidemia infantil, identificada bajo el sintagma de disforia de género: “no es sorprendente, un solo falo para los dos sexos es la guerra asegurada”. (6) Disforia caracterizada hasta entonces por una desregulación del humor, oscilante entre alegría y tristeza, de forma a veces discordante.
Hoy con la discordancia en el género, se abre una vía como posibilidad de realizar el deseo inconsciente de la madre: cualquier cosa como, tú serás una niña, mi hijo. A lo cual el niño responde, cuando yo sea grande, seré una niña. En su Nota sobre el niño, (7) Lacan distingue el niño en posición de objeto a para la madre, o en posición de responder a la pareja parental. La elección de la sexuación se hace a partir de lo más íntimo de eso que se llama el síntoma de cada uno, que es el trazo de eso intimo mudo.
Este efecto del discurso de la ciencia, que hace creer que todo es posible, no resuelve eso que de lo íntimo es mudo, se expone, es decir, franquea el umbral del ultraje, del pudor, de la decencia (de los sentidos), o al contrario queda oculto, evitando la mirada, evitando la palabra que jamás coincide con el problema. Ese umbral no franqueado deviene borde de goce imposible, inaccesible, que ciñe y que sirve, que hace borde de eso que no puede decididamente decirse, más allá del borde.
La práctica con los niños se pone en marcha a menudo con un efecto sorpresa: un adulto se interesa en eso que el niño dice. Un adulto no lo sabe todo, un adulto puede aprender de la boca de un niño. Cuando el niño franquea el umbral del consultorio del analista, la palabra entra en función, y cambia de color, cambia de registro.
Pasar del sujeto del inconsciente al cuerpo hablante deja aparecer varios umbrales, que son repetición de un franqueamiento primero, la elección de la vida, declinados según las elecciones de goce, que implican cada vez un consentimiento: entrar en un discurso o no, un consentimiento a reconocer el otro sexo o no, consentir a identificarse bajo un significante o no: significante que por ser solo un semblante no deja de ser una historia, hasta vaciar el sentido, la reducción del nombre a la letra, agujero negro del acontecimiento de cuerpo. (8)
1 -Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” en Escritos II, Siglo XXI editores, Buenos Aires. 2008, p 534.
2 -Lacan, J., El seminario, libro XX, Aún. Paidós. Buenos Aires, 2012.
3 -Wintrebert D., Leclerc-Razavet E., Haberberg G., “Prefacio de H. Bonnaud” en Père-version y consentimiento, Paris, L’Harmattan, 2020.
4 -Brousse M-H., La letra y el cuerpo hablante, Intervención en la cincuentava Jornadas de la Escuela de la Causa freudiana “Atentado sexual”, via zoom, 15 noviembre 2020.
5 -Heidegger M., Caminando hacia la palabra, Gallimard, Paris,1999, p. 19. Cita y comenta el poema de Georg Trackl, Una noche de invierno.
6 -Roy, D., “Cuatro perspectivas cobre la diferencia sexual”, [texto de la orientación para la Jornada del Instituto del Niño, La sexuación de los niños] en Carretel nº 15, revista de la Diagonal Hispanohablante y Americana. Bilbao 2020, p. 152.
7 -Lacan J., “Nota sobre el niño” en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 393.
8 -Brousse M.- H., Modo de goce en femenino, Navarin, Paris, noviembre 2020.
Traducción: Giuliana Casagrande
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico) – Diagonal Americana- Rosario
Me tomaba por una chica
Por Michèle Astier
En el parlêtre la elección en cuanto al sexo no se refiere tanto a la identificación que concierne al Otro, como a lo que se goza del cuerpo. En 2014, el film de Guillaume Gallienne, director e intérprete de su propio rol y del de su madre, film multi-premiado, (1) hacía ficción de su propia historia con el tono bromista de la comedia. El titulo da el tono: ¡Los chicos y Guillaume, a comer! De pronto se oye la voz de la madre que no hace de Guillaume un chico.
Efectivamente, el joven adolescente que adopta actitudes muy femeninas, les da un repaso con firme desdeño a sus hermanos mayores, revoltosos y peleones. Se disfraza de chica en su habitación con lo que encuentra, por ejemplo, transformando con habilidad su edredón en vestido de gran dama, o adoptando la voz de su madre. Su imitación está tan conseguida que juega a engañar a los suyos haciéndoles creer en su presencia. Se escucha que su madre deseaba una niña para su tercer hijo.
La identificación femenina de Guillaume es tan flagrante que tanto la familia como los amigos están convencidos de su homosexualidad y la aceptan. Pero su búsqueda de encuentros homosexuales tropieza con lo real del sexo: aterrorizado, huye. Será necesario un tiempo para que se dibuje otra posibilidad de encuentro: será la de una joven. Sus padres se quedarán pasmados cuando les anuncie su próximo matrimonio con ella.
El artista ha puesto su talento al servicio de una puesta en forma de ficción cinematográfica, después de una puesta en escena teatral, de lo que fue para él una verdadera tragedia. La ligereza del tono y el humor que salpica cada secuencia deja percibir qué agonías tuvo que atravesar, lo cual toca a espectadoras y espectadores a través de la risa. Ha dejado testimonios de ello en diversas entrevistas que dio cuando salió la película.
Retendré sus comentarios extraídos de la emisión televisada Sept à Huit por la periodista de L’Express (2): “Se me tomaba por un afeminado, un homosexual, pero yo me tomaba por una chica”. El problema es que esta posición decidida ha encontrado un límite: una discordia surgió en cuanto a esta identificación.
“Tuve una depresión a los 12 años. Me di contra un muro” (3) ¿No ha tropezado contra “el muro del lenguaje” (4) que no puede, por estructura, responder a lo real de la sexualidad? A falta del significante, S(Ⱥ), para decir y escribir el sexo, principalmente el femenino, más allá de la figura materna. El Otro que fue el apoyo y referencia con las coordenadas edípicas de la infancia se muestra inconsistente cuando es requerido responder al nivel de la pulsión y del goce. (5) “He tenido años de diván, eso me ha salvado la vida, de otro modo no estaría vivo hoy”. (6)
El psicoanálisis le ha salvado la vida: adelantemos que este le ha dado el tiempo al sujeto de desplegar su pregunta. Le ha permitido aflojar el tornillo de un significante que se había convertido en mortífero, de borrar lo vivo de lo que adviene al cuerpo, confrontándolo con lo imposible...de vivir. El psicoanálisis le ha permitido no quedarse fijado a esa identificación y abrirse a la contingencia.
Guillaume Gallienne nunca hizo un secreto de su bisexualidad. Así pues, dice: “Habría podido hacer el buen encuentro con un hombre, sucede que se ha hecho con una mujer” (7). Sucede: contingencia. Una nueva elección ha sido posible, de no estar fundado en el imperativo del significante del deseo del Otro, sino a partir de lo real. Elección fundada en el encuentro, ¡lo que nadie pudo prever! Insondable decisión del ser sexuado Hombre, ciertamente, pero ¿no-todo-hombre?
[1] Cf. Wikipédia que le ha consagrado: https://fr.wikipedia.org/wiki/Les_garçons_et_Guillaume,_A_table_!
[2] Levy-Frébault T., “Guillaume Gallienne à Sept à Huit”: “Me tomaba por una chica”, L’Express, 14 enero de 2014, https://www.lexpress.fr/styles/vip/guillaume-gallienne-a-sept-a-huit-je-me-prenais-pour-une-fille_1313966.html
[3] Ibíd.
[4] Lacan J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, en Escritos I, Siglo XXI Editores, México. 1990, p. 278.
[5] Cf. Lacan J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, en Escritos II, Siglo XXI Editores, México. 1990, pp. 773- 807.
[6] Levy-Frébault T., “Guillaume Gallienne à Sept à Huit”, op. cit.
[7] Ibíd.
Traucción: Elvira Tabernero
DHH-NRC - Valencia
El ser sexuado de las Vivian girls
Por Clément Marmoz
Henry Darger muere en solitario en 1973. Su propietario descubre en el apartamento que H. Darger ocupaba una impresionante cantidad de dibujos, collages y escritos que constituyen una saga, la de la guerra entre dos naciones de un planeta imaginario: los Glandelinianos y los Angelinianos. La obra de H. Darger (1) va a constituir una de las más importantes referencias del arte bruto y del arte outsider. (2) La historia de esta guerra, desarrollada en más de 15.000 páginas, se desenvuelve alrededor de una lucha encarnizada entre adultos, los Glandelinianos y de niños, más especialmente de niñas. Estos niños serán ayudados por naciones cristianas -H. Darger era un ferviente católico, fascinado por Santa Teresa de Lisieux- la nación de Abbieannia y la de Angelinia. Un grupo de chicas está a la cabeza de la rebelión contra los Glandelinianos (a veces también traducidos por los Hormonales), son las hijas del rey de Abbieannia llamadas las Vivian Girls.
Por el lado pictórico, la obra de H. Darger es proporcionada y compleja. Las escenas monumentales se componen de pinturas y de elementos que H. Darger toma prestados de revistas populares, de folletos publicitarios y de los que copia las formas que recompone en escenas gigantescas. Sin embargo, tomadas de las representaciones de género del siglo XX, las Vivian girls son desconcertantes y aprovechan una cierta subversión del orden sexuado de los adultos.
Ellas tienen todo de la Martine de la Francia de los años sesenta, pero rodeadas de decoraciones apocalípticas, son a menudo torturadas, guerreras o bien fugitivas. Más desconcertante aún, pues a menudo representadas desnudas, H. Darger, les añade un pene, por lo que no sabemos bien con qué genero estamos tratando. Se han barajado varias hipótesis: la de que se trata de chicos disfrazados de chicas, es una de las más famosas.
Siguiendo el hilo de esta hipótesis ciertos comentadores, como Jim Elledge, (3) sitúan en esos chicos disfrazados de chicas el signo de una homosexualidad en H. Darger. Esta hipótesis tiende a confundir el ser y su objeto, según nosotros. Más que situar, lo que sería más tentador en vista de la obscenidad de ciertas escenas, los signos de una perversión en H. Darger, apostamos por un intento irónico y fuera-falo de situarse frente a la no-relación sexual.
Intentemos ver cómo podríamos leer la obra de H. Darger a partir de las tablas de la sexuación desarrolladas por Jacques Lacan. H. Darger llama a sus Vivian, “girls”. Seguiremos el poco de semblante que constituye el discurso de H. Darger: las Vivian están de lado “girl” de la tabla de la sexuación.
Muy a menudo, en la saga, las Vivian girls parecen pasearse en las tablas de la sexuación usando más bien artefactos que semblantes. Se disfrazan por ejemplo con los vestidos de chico para engañar al enemigo Glandeliniano. Así lo decíamos, a veces H. Darger los pertrecha de pene.
Los penes no están siempre ahí. No todas lo tienen. Esos penes no son el reverso del órgano femenino. En ningún momento H. Darger, incluso en las escenas de desnudez, representa el órgano femenino. O no hay nada, o hay un pene. ¿Por qué no apostar por el hecho de que esos penes intercambiables, hay que decir patéticos, en sus rasgos groseros, visten la desnudez de las chicas como una neo-hoja de viña, indicando por ahí mismo el agujero que es la relación sexual?
El viaje tormentoso de las Vivian girls por las tablas de la sexuación se despliega en el lado derecho. Es un viaje entre las dos fórmulas que Lacan inscribe para designar la posición femenina, posición del no-todo.
Ellas hacen valer la solidaridad de esas dos fórmulas desarrolladas en ...ou pire y que pueden leerse así “No existe un X que no esté sometido a la castración” y su corolario “No para todo X hay castración”.
El pene no desplaza a las Vivian girls del lado hombre de la tabla, sólo hace valer un no-toda mujer, un imposible de decir La mujer que abre la vía a lo real. Los penes infantiles, en cuanto que H. Darger los pone del lado hembra de la tabla tienen una verdadera fuerza irónica que denuncia, en espejo, la reclamación del falo, del lado macho de la tabla.
En su biografía, (4) aparecida a título póstumo, como en el conjunto de su obra Henry Darger nos confiesa violencias de las que ha sido objeto cuando era un niño. Su saga monumental es quizás el intento para este hombre, que siempre ha vivido radicalmente solo, de denunciar el orden, o especialmente el orden sexuado de los adultos que están situados en el lado macho, lado Glandeliniano del asunto.
“El ser sexuado [que] no se autoriza más que de sí mismo” (5) tiene más posibilidad de jugar con el semblante, de “interpretarse” a partir de la posición “girl” de la tabla de la sexuación, en todo caso en la saga de Darger.
[1] Nos referimos aquí esencialmente al catálogo de la exposición «Henry Darger 1892–1973» en el Museo de Arte Moderno de Paris de 2015.
[2] El arte outsider designa una práctica artística hecha en solitario, en los márgenes. Podemos consultar el libro de Roger Cardinal Outsider art, fechado en 1972.
[3] Elledge J., Henry Darger, Throwaway Boy: The Tragic Life of an Outsider Artist, Harry N. Abrams, 2013.
[4] Darger H., Historia de mi vida. Aux forges de Vulcain, 2014.
[5] Lacan, J., El Seminario, libro XXI Les non-dupes errent. Lección del 9 de abril de 1974. Inédito.
Traucción: Elvira Tabernero
DHH-NRC - Valencia
Noticias Instituto del NIÑO
Psicoanálisis con niños. DHH de NRCereda.
15 de mayo a las 03:18 ·
Compartimos Comunicado de Daniel Roy
Secretario General del Instituto Psicoanalítico del Niño – UPJL
Querida lectora, querido lector,
Se ha producido un desgarro de la trama en la que se tejían nuestras existencias, profesionales e íntimas. Una nueva temporalidad ha venido a marcar la vida cotidiana de cada una y de cada uno. Esta simple verdad que de ningún modo sabemos cómo se realizará mañana, se ha revelado en toda su pura eficacia: agendas alteradas, citas definitivamente perdidas o aplazadas, zonas vacías en nuestros “empleos del tiempo”. Sólo con escribirlas, se siente que estas palabras pesan mucho: hacen signo de un real que no depende de nosotros.
Entonces sólo nos queda decir a cada una y cada uno, y colectivamente, lo que depende de nosotros.
Nuestra comunidad
Apliquemos esto a lo que instituye una comunidad, a saber, la preocupación que tenemos por “lo que los niños saben”, como lo recogemos de ellos mismos, y de quienes los rodean, en el ejercicio de nuestras prácticas “orientadas por el psicoanálisis”: curas analíticas, entrevistas terapéuticas individuales o de grupo, seguimientos de logopedia y de psicomotricidad, actividades o talleres educativos, cuidados corporales, acompañamiento social o jurídico. Por nuestra parte, nuestro saber consiste en construir las condiciones adecuadas para cada niño, niña o niño, para dar cabida a su singularidad, para sí mismo y para los demás.
Nuestra Jornada 6
Las condiciones actuales que nos impone la pandemia viral y la ausencia de visibilidad sobre las posibilidades de su erradicación nos llevan a decir que hoy no sabemos si el Instituto Psicoanalítico del Niño podrá sostener su próxima y Sexta Jornada de Estudio, en marzo de 2021, tal como lo habíamos concebido - 1000 personas reunidas en el Palacio de Congresos de Issy-les-Moulineaux. La fecha y el lugar están reservados, el material informativo y el sitio están listos gracias al trabajo de Laura Sokolowsky y de Hervé Damase, directores de esta Jornada, con nuestro diseñador gráfico Gaëlle Prosperi. Hemos decidido mantenerlos en reserva por el momento, quedando a cargo del Comité de Iniciativas del Instituto Psicoanalítico del Niño y de la dirección de la Jornada de informar sobre lo que será posible y cuando será posible.
Nuestro tema de trabajo
Por otra parte, el Instituto del Niño y las redes del Campo freudiano, después de haber comenzado a trabajar sobre la noción de “la diferencia sexual” -se orientan ahora sobre la inflexión mayor que nos da el título mismo de nuestra jornada: “La sexuación de los niños”. Aunque la diferencia sexual sigue siendo a menudo el centro de los debates actuales que atraviesan el “vivir juntos” de las mujeres y de los hombres, la sexuación traza un vía totalmente diferente, que sigue los avances de la enseñanza de Lacan en la década de 1970 y que inventan los analistas, pequeños y grandes, en la absoluta diversidad de soluciones frente a esta falla que Freud ha denominado “lo sexual”, donde cada uno la encuentra. El psicoanálisis del niño en la orientación lacaniana es capaz de ofrecer un lugar a donde dirigirse y de respuesta para cada itinerario singular, pero también frente a los discursos del tiempo que atenazan a los niños. Debemos apoyar este desafío.
Nuestra perspectiva
Sacando las consecuencias de estas dos constataciones actuales, he propuesto a mis colegas del Comité de iniciativas, Jean-Robert Rabanel y Alexandre Stevens, y a los dos codirectores de la Jornada, que la Comisión Organizadora de la JIN 6 se consagre plenamente al estudio de la sexuación de los niños, con el blog del Instituto del Niño como herramienta de trabajo y de enlace. También se estudiarán nuevas modalidades de trabajo, que tendrán en cuenta la situación actual y su evolución
Se invita a participar a los miembros de los grupos y laboratorios de las redes francófonas del Champ freudien, CIEN y CEREDA, así como a los numerosos colegas que intervienen de diversas maneras en las instituciones de la infancia y a los psicoanalistas que, más allá de las condiciones que se nos imponen hoy, prosiguen la acogida de la palabra comprometida de los niños.
En un próximo Zapresse Laura Sokolowsky y Hervé Damase nos darán a conocer las modalidades de trabajo y de recopilación de los trabajos. La aventura continúa, paso a paso.
Daniel Roy
Zapresse
Redacción: Christine Maugin
Maqueta: Gaëlle Prosperi
Responsable de la publicación: Daniel Roy
Traducción: Mariam Martín
Comisión de coordinación de la DHH-NRC
Estamos felices de anunciar el lanzamiento del
“Taller de estudio y de investigación del Instituto psicoanalítico del Niño La sexuación de los niños” y la apertura de su sitio en internet interactivo
Número 51 - Mayo 2020
ESPECIAL TALLER DE ESTUDIO JIE6
Taller de estudio del Instituto del Niño
La sexuación de los niños
Estábamos en los starting-blocks [bloques de arranque], la carrera se anunciaba inventiva y emocionante. El objetivo a alcanzar estaba claramente identificado.
¿Fue una ilusión, un espejismo? Teníamos un punto de capitón con un significado bien definido: la sexta jornada del Instituto del Niño del 13 de marzo de 2021 en el Palacio de Congresos de Issy-les-Moulineaux
Fue sin contar con lo real que siempre nos agarra sin avisar. La pandemia ha perturbado nuestras vidas y nuestra vida cotidiana como practicantes del psicoanálisis, psicólogos, médicos, maestros, trabajadores sociales y de salud mental, padres e hijos de nuestros queridos ancianos y la vida cotidiana de todos aquellos que, de cerca o de lejos, se interesan por el ámbito de la infancia y se sienten concernidos por el psicoanálisis aplicado a las jóvenes generaciones.
Bueno, ahora estamos despiertos y listos para el lanzamiento de una nueva forma de trabajar. ¿Quién sabe si se autorizan las grandes concentraciones en la próxima primavera? y la Sexta Jornada podrá celebrarse en condiciones sanitarias adecuadas, sin asumir riesgos innecesarios. De no ser así, juntos inventaremos, compilaremos, comentaremos y publicaremos trabajos teóricos y clínicos sobre este tema sensacional de la sexuación de los niños.
Tenemos el placer de anunciar la apertura de una campo de trabajo inédito con un significado nuevo: El Taller de Estudio del Instituto Psicoanalítico del Niño.
Sin un plan preestablecido, sin un manual de instrucciones prescritas de antemano, pero no sin orientación, este taller de estudio tiene como objetivo la exploración a fondo de las identificaciones sexuales primordiales desde una perspectiva teórica y clínica.
La enseñanza de Jacques Lacan sobre la sexuación tiene un alcance eminentemente lógico. Estos desarrollos se encuentran particularmente en los Seminarios XVIII, XIX y XX. A partir de las necesidades propias del discurso, Lacan buscó un real que sea propio del inconsciente, distinto de la biología. Para ello, procedió por medio de identificaciones sexuales que ya no coinciden necesariamente con el horizonte freudiano de la triangulación edípica o de la espera del sustituto fálico.
Se tratará de identificar y aplicar esta estructura lógica que se basa en el manejo de una escritura para dar cuenta de la sexualidad de los niños así como de la diferencia de sexos en relación al goce sexual infantil. Con este fin, se prestará especial atención a la función fálica y la función del síntoma tal como la clínica infantil nos permite entenderla. Los diferentes objetos pulsionales serán considerados en su relación con la sexuación de los niños fuera de cualquier esquema de desarrollo.
Nuestro medio principal de intercambios, nuestro centro operativo por así decirlo, será el sitio del Instituto del Niño accesible a partir de hoy en la dirección: https://institut-enfant.fr
- La pestaña “La sexuation des enfants, l'Atelier” enumera, a través de un menú desplegable, los elementos indispensables que son los ejes de trabajo, el organigrama así como algunas pepitas de una formidable bibliografía que se está realizando. Como un work in progress, el contenido del Taller evolucionará a medida que avanzamos en nuestra elaboración colectiva dentro del Instituto del Niño, con innovaciones de las que nos reservamos la sorpresa. Un conocimiento vivo, al ras de la experiencia.
-La rúbrica “Actualité” anunciará en tiempo real las iniciativas propuestas para poner nuestro tema a trabajar a través de todo el Campo freudiano, bajo formas dejadas a iniciativa de cada grupo.
- Antes de finales de mayo, podrán leer las primeras valiosas contribuciones, para abordar nuestro tema, en el próximo número del Zappeur. A continuación encontrarán indicaciones importantes de Valeria Sommer-Dupont en su calidad de responsable del blog y del Zappeur.
Es una invitación al viaje: el psicoanálisis, siempre vuelto a empezar.
Laura Sokolowsky et Hervé Damase
Directores de la VI Jornada del Instituto
Argumento de la VI Jornada del Instituto del Niño [JIE6]
¿Cómo les llega el sexo a los niños?
¿Será un misterio de la naturaleza? Ser niña o niño no parece que sea algo evidente en la época del trastorno de género. Una tendencia actual pone en tela de juicio la diferencia sexual como una ideología socialmente superada. «Chica o chico» parece la alternativa a la que se trata de escapar, ya que ésta inscribiría al sujeto en un destino totalmente trazado, sin lugar para la sorpresa.
Así, el héroe del manga juega con la transformación permanente, pasando de un polo al otro del espectro sexuado para encarnar la nueva figura ideal a la que el niño se aferra para ilustrar la fluctuación a la que se enfrenta su ser. ¡Al diablo el rosa y el azul! ¡Viva el arco iris! ¿La fluidez de los géneros sería una nueva norma tendente a imponerse en nombre de la libertad de cada uno a elegir su propio sexo?
Si la vulgata de un estándar edípico –identificación con el padre del mismo sexo– deja de ser válida frente al callejón sin salida del sexo, ¿cómo orientarse en este nuevo laberinto del fuera-sexo? ¿Basta la vestimenta del unisex y la denuncia del sexo asignado para dar a los niños más margen de maniobra en la elección de una posición sexuada?
La experiencia freudiana infantil
Freud ha demostrado que la experiencia infantil estaba fundada en dos ejes: por una parte, las pulsiones parciales y, por otra, la comparación imaginaria de los cuerpos. La percepción de los órganos genitales del otro comporta consecuencias decisivas.
El descubrimiento de la castración materna es traumático porque si su madre está castrada, el niño comienza a creer en la castración. Por su parte, la niña se percibe privada en su cuerpo y esto la induce a ocultar, negar o compensar esa privación. Para Freud, la referencia al cuerpo es omnipresente porque el falo es un significado localizado en el cuerpo sexuado. Este encuentro constituye para todos, niña o niño, un momento de crisis.
El modelo freudiano sigue siendo de actualidad, ya que se trata de que el niño tome una posición: debe inventar su solución con los medios de que dispone.
¿Qué ocurre cuando crece en una familia monoparental o la familia se basa en una relación homosexual? ¿Encontraría, hoy, el pequeño Hans de Freud una solución diferente que su fobia a los caballos para tratar el goce de sus primeras erecciones, de las que no sabe qué hacer ni qué pensar? ¿Los síntomas infantiles evolucionan en función de los discursos contemporáneos?
La anatomía no es el destino
Lacan ha tenido en cuenta las últimas elaboraciones freudianas sobre la sexualidad femenina: la castración no debe ser entendida como la vía necesaria en una mujer. La sexuación no depende de lo real biológico; las ambigüedades genitales de naturaleza orgánica no determinan la asunción subjetiva del sexo. Al plantear que todo sujeto debe arreglárselas con la existencia de las lógicas femeninas y masculinas, así como con el cuerpo que tiene, Lacan ha liberado el psicoanálisis de la exigencia según la cual la anatomía es el destino.
La clínica analítica revela, por su parte, que las identificaciones infantiles no coinciden necesariamente con las nominaciones que provienen del Otro. A veces un niño se siente femenino, más cercano a su hermana que a su hermano o a su padre. Y que una niña aspira a ser varón rechazando ciertos signos asociados con lo femenino.
Estas identificaciones infantiles ¿prejuzgan el devenir del ser sexuado? ¿En qué momento y de qué manera los niños eligen una posición sexuada y un modo de goce? Los síntomas actuales que llevan a los niños al análisis ¿están relacionados con la problemática elección de la identidad sexual?
¿Distinción o sexuación?
Lacan subraya que es el adulto quien hace una distinción entre la niñita y el niñito en función de criterios dependientes del lenguaje. Ahora bien, aquellos que los distinguen han hecho ellos mismos una elección de goce; encarnan una posición anterior en cuanto a la sexuación.
La nueva lengua aboga por el uso del neutro para evitar la discriminación entre mujeres y hombres. Este proyecto que consiste en desexualizar la lengua mediante la eliminación de los géneros gramaticales o en el empleo del lenguaje llamado epiceno no ayuda a los niños a liberarse de los prejuicios e ideales que pesan sobre ellos. En la institución familiar, como en todos los demás ámbitos de la infancia, los adultos deberían desprenderse de ello para que los niños se enfrenten, a su manera, a la cuestión de la elección sexual inconsciente. La práctica en las instituciones especializadas, ya sea en el ámbito sanitario o social, se sitúa en las más avanzadas posiciones de esta reflexión, la enseñanza que podamos extraer de ello es crucial.
Entre la palabra y el silencio
La sexuación femenina se caracteriza por no ser toda sometida a la castración: se produce una división entre el goce fálico y el goce Otro, también designado por Lacan como goce suplementario. Este se basa en el goce de la palabra, ya que el vínculo amoroso se sostiene por un Otro que habla.
Así, el parloteo de los niños, a los que a menudo se les pide que se callen para aprender, tiene su origen en la posición sexuada que consiste en gozar de la palabra. Por el contrario, ¿qué podemos decir de los niños silenciosos: no se confrontan a otra modalidad de goce que cortocircuita el habla, al ser causada por un objeto pulsional, siempre el mismo?
La disimetría sexual con respecto al goce se detecta a veces precozmente, por lo que es preciso prestarle atención. La falla del sexo es la base de nuestra clínica.
Esta jornada será una fuente sin igual de enseñanza epistémica y clínica para quienes analizan, educan y cuidan a los niños, recogiendo su palabra, en la época del cuestionamiento del Edipo y de la puesta en valor de la castración que opera la captura del lenguaje sobre los cuerpos.
Laura Sokolowsky et Hervé
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Editorial
Entremos en escena
Por Hervé Damase
La creación del Taller del Instituto del Niño sobre el tema de la sexuación a partir de la comisión organizadora de la JIE6 es efectiva. Mientras que el primer número del Zappeur propuso tres textos de orientación teórica, esta segunda entrega apunta a declinar la forma en que cada una de las instancias que componen el Instituto del Niño puede apropiarse del tema para un uso clínico. Apostemos para que opere un anudamiento en ese lugar. Nuestro anhelo es que el deseo hacia el Taller se difunda en todos los sitios donde se ha implantado esta miríada de instancias de trabajo formadas por analistas civilizados, tal como en su momento Eric Laurent describiera a estos agentes de la causa analítica (1).
La cuestión del niño está intrínsecamente ligada a la del discurso. Si bien la sexuación es un término propiamente psicoanalítico, y en este sentido concierne a la ética -está vinculada a la experiencia misma- no se trata, no obstante, de limitar nuestro abordaje del tema únicamente a la práctica analítica, la cual sin embargo sigue siendo el punto de referencia para encarar la captura por parte de los otros discursos: el discurso analítico es el al menos uno que impide que los otros giren en falso. Ya sea en el campo de la educación, o incluso en el de la educación especializada, en el campo de las prácticas sociales, la medicina, la universidad, el derecho, etc., muchos profesionales encuentran apoyo y orientación en lo que la invención de Freud y la enseñanza de Lacan han producido como nuevo saber sobre el niño. Un saber que no pretende someter aún más al niño, sino más bien liberarlo de la determinación por parte del Otro. Considerar que el niño está concernido por la sexuación es precisamente restituirle una responsabilidad respecto de su relación con el goce, incluso aunque éste le sea opaco. Es por medio de la práctica de la palabra, en la transferencia, como puede esclarecerse este vínculo.
Conciliar en la actualidad el descubrimiento freudiano respecto de la sexualidad infantil y la invención lacaniana del concepto de sexuación implica trabajar para que ambos converjan en una práctica que se dedique a la escucha del parlêtre, el cual se define como el que está reducido a tener sólo un cuerpo para hablar.
Esta práctica apuesta a la invención que se necesita debido a la ausencia de relación entre los sexos, y apunta a un nuevo saber. Aquí hay un real que es una condición para todo el mundo, se trate de niños o no.
Al revés del mandato de uniformidad, la orientación analítica, cuyo saber se extrae de la práctica, cava su surco cada vez más profundo para llegar a lo más singular de cada ser hablante. Lacan llama a esto el sinthome. Como habréis entendido, nuestra orientación apunta, como contrapartida, a una recopilación de pequeñas invenciones creadas, una colección de sinthomes únicos.
[1]. Laurent É., « Institution du fantasme, fantasmes de l’institution », Les feuillets du Courtil, n° 4, Abril de 1992.
Traducción: Diana Lerner.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
Hablar de sexualidad a los niños
Por Nicole Borie
El argumento de la sexta jornada del Instituto del Niño comienza con esta observación: "Una tendencia actual pone en tela de juicio la diferencia sexual como una ideología socialmente obsoleta". "Niña o niño" parece ser la alternativa de la que hay que escapar porque inscribiría al sujeto en un destino ya trazado, sin lugar para la sorpresa”. (1)
Acerca de este imposible de decir sobre el sexo, al que Lacan alude con la expresión de una "maldición sobre el sexo"(2), añade: "Incluso cuando los recuerdos de la represión familiar no fuesen verdaderos, habría que inventarlos, y uno no se priva de hacerlo. El mito es esto: el intento de dar forma épica a lo que se opera a partir de la estructura. El impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que proviene. No las digo imaginadas, leo en ellas, como Freud, la invitación a lo real que responde de ellas". (3)
Podemos considerar la fórmula no hay relación sexual como derivada de esta maldición, la cual aboca a cada ser hablante a la tarea de encontrar la forma de plantearse a sí mismo la cuestión de la sexualidad.
Freud ha recabado minuciosamente los mitos elaborados por los niños. Por su parte, Lacan prefiere el término de ficción. Todas estas construcciones son respuestas serias a este imposible de decir. Son siempre actuales, e interrogan a los adultos respecto de la versión que brindan al niño. Cada niño fabrica su construcción/ respuesta interrogando al deseo del que proviene. El saber de los adultos choca con aquello que no se puede transmitir.
Cuando el niño se da cuenta del goce que obtiene en su cuerpo, aparece la exigencia de intimidad, y al mismo tiempo la turbación sobre lo sexual se vuelve más molesta.
En la educación parental y escolar, la prohibición se sustituye con modalidades educativas más centradas en la autonomía del niño y en su autorregulación. Podemos plantearnos la cuestión de saber si la sexualidad escapa a este nuevo ideal educativo.
¿Cómo hablamos con los niños sobre la sexualidad? En los medios de comunicación están proliferando los consejos para hablar de sexualidad, y los de Maia Mazaurette en su columna en Le Monde, "El sexo según Maia", indican que la incomodidad para hablar de ello no ha desaparecido. La misma evoca el miedo de los padres a añadir un malestar en lugar de disiparlo. Hay una percepción de que la sexualidad es portadora de un peligro. Hablar de ello sigue siendo problemático.
Los temores de los educadores en las instituciones se centran a menudo en las expresiones de una sexualidad desinhibida. Las redes sociales producen una circulación de imágenes obscenas que resulta difícil de controlar. Esto va desde imágenes pornográficas anónimas, a escenas concernientes a un o una compañero/a de clase, hasta el Happy slapping. No es raro que en las instituciones el tema de la sexualidad se vea reducido al de acoso.
En la película danesa de Thomas Vinterberg, "La caza" (4), Mad Mikkelsen interpreta a Lucas, un asistente de escuela infantil recientemente divorciado, acusado repentinamente de pederastia. Klara, una niña que le ha tomado afecto a Lucas, también está atrapada en un follón en el que su hermano mayor y sus amigos se intercambian fotos pornográficas. La escena está filmada en un estrecho encuadre en el que vemos el cuerpo de la niña girando y las fotos obscenas que los chicos se disputan. Decepcionada por el hecho de que su amor quede reducido a una chiquillada, y perturbada por lo que vio en esas circunstancias excitantes, ella acusa a Lucas. En esta película muy sutil se entremezclan el amor, el deseo inconsciente y el goce.
La peligrosidad de la sexualidad no cesa de retornar en lo que se les dice a los niños. Sin embargo, siempre son posibles las invenciones simbólicas si los adultos están dispuestos a acogerlas. Los profesionales saben hasta qué punto la sexualidad puede inscribirse de forma traumática en las historias caóticas que cada niño trae consigo en estos sitios de acogida. El trabajo de los laboratorios del CIEN lo demuestra de manera constante.
En la escuela, en el discurso dirigido a los niños sobre la sexualidad, la igualdad entre niñas y niños ocupa actualmente un amplio espacio.
La educación nacional ha puesto en marcha en 2017 una plataforma de video pedagógica a favor de la igualdad de género (5). Matilda explica a los niños de la escuela primaria cómo releer los cuentos de hadas. El término sororidad se añade al de fraternidad, y se propone una nueva palabra: adelfidad (6). Este último ha sido retomado por el Consejo Superior por la Igualdad de Género. Hoy en día, hablar de sexualidad pasa por la igualdad. ¿Y qué hay de la diferencia?
Notas:
[1] Sokolowsky L., Damase H., « Comment le sexe vient-il aux enfants ? », Argumento de la 6ª jornada de estudio: la sexuación de los niños, 12de febrero de 2020.Disponible online: https://institut-enfant.fr/zappeur-jie6/argument-2/
[2] Lacan J., "Televisión”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 557.
[3] Ibid., p. 558.
[4] Vinterberg T., La caza, 2012, película danesa que ha obtenido el premio de interpretación masculina en el Festival de Cannes 2012.
[5] Dirección del sitio web: https://matilda.education/app/
[6] Adelfidad: Término proveniente del griego y sin género, que significa unión, hermano, nacido de la misma madre. Véase: Consejo Superior para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, «por una Constitución garante de la igualdad entre mujeres y hombres, dictamen relativo a la revisión constitucional», 18 de abril de 2018. Disponible online.
http://www.haut-conseil-egalite.gouv.fr/IMG/pdf/constitution_garante_efh-v3.pdf
En su preámbulo: En virtud de estos principios y del de la libre determinación de los pueblos, la República ofrece a los territorios de ultramar que manifiestan su voluntad de adhesión a los mismos, nuevas instituciones basadas en el ideal común de libertad, igualdad y fraternidad*adelfidad, y concebidas con vistas a su evolución democrática. ... La ley promueve garantiza el acceso igualitario de mujeres y hombres a los mandatos electorales y funciones electivas P34 del mismo informe: La República reconoce, en el seno del pueblo francés, a las poblaciones de ultramar, en un ideal común de libertad, igualdad y fraternidad de adelfidad.
*Tachadura original.
Traducción: Diana Lerner.
Alicia y sus enigmas- DHH-NRC- Madrid.
Fluidez de la sexuación
Por Christine Maugin
Con la enseñanza de Freud y Lacan, el lazo que cada uno establece con el Otro sexo participa de la sexuación del sujeto. La biología no es suficiente para inscribir psíquicamente nuestra posición sexuada. En efecto, no hay identidad sexual inscripta en el inconsciente, tal como Lacan lo formuló en El Seminario XI: “En el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra” (1), ni tampoco habría un instinto «natural» que les dijera a los niños cómo ser niña, niño o lo que sea.
Hombre, mujer
En psicoanálisis, hombre y mujer no corresponden a macho y hembra, nociones relacionadas a la biología, a la sexualidad, incluso a la reproducción. La biología responde principalmente a una ecuación simple: cuando los cromosomas xx están presentes, el sexo es femenino, cuando los cromosomas xy están presentes, entonces el sexo es masculino. Anatómicamente, si el sexo es una vagina y dos ovarios, es una niña, si es un pene y dos testículos, es un niño. En cuanto al nivel hormonal: los estrógenos para las niñas, la testosterona para los niños.
Desde luego que la biología conoce «fracasos» y en esos casos, cuando los dos sexos están presentes, nos topamos con los «hermafroditas» o los intersexos.
Hacer de macho o hembra remitiría al ceremonial amoroso del que Lacan habla en particular con la paloma, indicando así que esto pertenece al registro imaginario.
La enseñanza del psicoanálisis nos enseña que los seres humanos –les trumains (2)- son seres de lenguaje: porque están afectados por el lenguaje es que son seres humanos. Por el hecho de hablar, la relación entre los sexos no está organizada por la meta reproductiva. No hay modelo en el encuentro entre los sexos. Hay un obstáculo a la escritura de una formula y a la existencia de una relación, proporción, sexual: el goce se mezcla, se entromete (3). Eso fracasa, es de estructura.
Ahora bien, ¡a cada uno su manera de encontrarse con el otro sexo… o no!
recibí a un joven que no quería saber que las mujeres se convertirían en «un asunto cotidiano», con lo que él debería arreglárselas. Como su padre está en el asunto de las mujeres, sabía demasiado cuanto complicadas son estas cosas, que ellas se angustian, que dormimos mal, que nos impiden hacer deportes… como a su padre. Entonces él había decidido:
«No, las niñas no son lo mío, el deporte es mucho mejor». Hizo todo lo posible para que los asuntos entre chicas queden entre chicas. Pero una de ellas, que quería entender las cosas entre chicos y chicas, se le acercó, pero él no. Esto le causó mucha preocupación, porque los otros niños comenzaron a insultarlo. A los ojos de los demás, no sabía cómo hacer de hombre. No blandía los buenos semblantes y rápidamente fue tildado de maricón. Cuando ocurría esto, quería responder con fuerza y violencia, pero su trabajo bajo transferencia ya le había hecho comprender que «eso es para los deportes».
Lacan nos enseña que hombre y mujer son significantes y que inscribirse en una u otra de las posiciones sexuadas es un hecho de lenguaje. La elección de la sexuación, hacerse hombre o mujer, supone admitir que el sexo biológico no constituye el destino, sino que es un hecho de discurso. Es en un discurso donde los entes hombres y mujeres tienen que hacerse valer en tanto tales. (4)
Hacer de hombre o mujer, en El Seminario XVIII, es más bien hacer signo de que se lo es (5), dar pruebas de su propia castración y hacer uso de los semblantes de la virilidad y la feminidad. Es en la medida en que un sujeto no se cree que es un hombre o una mujer, pero tiene en cuenta que hay mujeres para el muchacho y hombres para las muchachas (6) que pueden adoptar la apariencia de su sexo.
En conclusión
Nada se escribe a menos que sea válido para todos en el encuentro con el Otro sexo. Todos debemos, uno por uno, elaborar una respuesta subjetiva, singular, frente a la no relación sexual. Es el real con el que todos debemos lidiar, cada uno debe encontrar una solución para abordarla, bordearla. Los semblantes, que tenemos a disposición a través del lenguaje, pueden servirnos de apoyo, si consentimos a servirnos de ellos para inscribirnos en el mundo y ceñir nuestro real.
Con la enseñanza de Lacan, nosotros sabemos que nunca seremos mujer, hombre, pero sí que tenemos una relación fluida al sexo, ya que, en una situación, podemos ser una mujer y algún tiempo después, vestir los hábitos masculinos. Hombre y mujer constituyen hábitos de nuestro ser.
¿Los niños reparan más fácilmente en esto cuando dicen que reconocen que un niño es quien tiene una espada, pantalones o que juega con autos, o que una niña es la juega a ser coqueta con sus vestidos y sus pendientes? Ellos se fabrican sus índices que les permiten segregar no los goces, pero si las apariencias. Un poco al estilo freudiano de la diferencia anatómica entre los sexos, algunos niños se apoyan en lo que observan de la apariencia para establecer un orden, agrupan a «niñas» «niños» más o menos, como dice M.- H. Brousse (7), hay «niñas-niños» y «niños-niñas». Eso muta y la construcción significante «niñas-niños», «niños-niñas», trata de nombrar la fluidez de la cosa.
[1] Lacan J., El Seminario, libro XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 212.
[2] Les trumains, se pronuncia en francés de la misma manera que l’être humain, que significa “el ser humano”.
[3] Lacan J., Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante. Buenos Aires, Paidós, 2009. p. 100
[4] Lacan J., opus cit., p. 136.
[5] Lacan J., opus cit., p. 31
[6] Lacan J., opus cit., p. 34?
[7] Brousse M.-H., «El agujero negro de la diferencia sexual», texto de orientación para la 6ta Jornada del Instituto del Niño en la revista Carretel nº 15, p. 158-166.
También en: http://www.revistarayuela.com/es/006/template.php?file=notas/el-agujero-negro-de-la-diferencia-sexual.html
Traducción: Tomás Piotto.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)- Diagonal Americana- Rosario.
La letra que marca la diferencia
Por Céline Aulit
«No se nace mujer se llega a serlo». Este famoso adagio de Simone de Beauvoir ya había atravesado días felices bajo la pluma de Freud, en los tiempos de su texto sobre «La organización genital infantil» (1). Tanto el niño como la niña tuvieron que atravesar una serie de etapas antes de instalarse progresivamente en una posición sexuada que no está determinada por el hecho de tener o no tener el órgano. Pero si no es una elección que dependa del azar de la anatomía, ¿de qué elección se trata?
Muy tempranamente, un goce hace efracción en el cuerpo del niño que, frente a esto, no tiene ningún código (manual) que le permita descifrar lo que le sucede. Ahora bien, debido a que es un ser de lenguaje y no solamente un animal guiado por el instinto, el niño posee un «esfuerzo de investigación, como curiosidad sexual» (2). Incluso si se da cuenta muy pronto que «el significante muestra fallos electivos […] en ese momento en que se trata de decirse (je) macho o hembra» (3), es a partir de esta falla que el niño va a elaborar sus teorías sexuales en torno a este goce «fundamentalmente asexuado» (4).
Para esto, todavía es necesario que el niño haya consentido a salir de su posición de falo que viene a colmar la madre, otorgándole al padre el crédito de darle a su mujer lo que ella quiere porque él lo tiene. Esta dimensión del don que abre la vía de la identificación es sobre todo una promesa (5) que el padre ofrece al niño, un significante en reserva que este último puede usar más tarde para constituirse como un niño o una niña. Este consentimiento, socavando un poco la libertad ligada al goce ilimitado, inscribe al sujeto en un discurso que le permitirá continuar domesticando eso extraño en él.
Los pocos puntos de referencia que este significante encierra sobre lo que hay que hacer como hombre o como mujer abrirán el camino a ciertas identificaciones ya que la «identificación sexual se ubica en lugar de la relación sexual» (6) en tanto que no la hay. Estas identificaciones permiten dormir un poco la efracción del goce sobre el cuerpo dándole sentido.
Al mismo tiempo que se interroga el inconsciente y el saber que él encierra sobre la diferencia de los sexos, un agujero se hace cada vez más profundo ya que no hay nada en el Otro que pueda de forma universal inscribir esta diferencia. Sin embargo, «Hay una diferencia, pero no es “sexual”, porque si hubiera una diferencia sexual, establecería, en efecto, una relación entre los dos sexos, una relación de diferencia» (7).
Interesándose en la singularidad de los modos de gozar, Marie-Hélène Brousse (8) nos propone un paso al costado para abordar de otro modo la diferencia sexual. ¿Cómo se las arregla el ser hablante con la relación a su propio cuerpo? (9) Esto es lo que nos enseñan día a día los sujetos que nosotros acompañamos en la institución. Y en particular por el uso que hacen de la escritura como otro modo de lenguaje que el de la palabra (10) para ceñir lo real, ahí donde, lejos de las identificaciones prometedoras, el sujeto está petrificado bajo un significante «monolítico» indialectizable (11), a merced de la maquinaria significante que no hace más que inflar el goce sin ofrecerle un borde.
En este sentido, esta viñeta deja una gran enseñanza: Eliot, llamémoslo así, tiene 5 años y se presenta como un tornado cuyo cuerpo fuga regularmente y en cualquier momento del día. Poco a poco, el ritmo de las canciones infantiles escande sus talleres, comienza a escribirlas sin siquiera conocer las letras, tratando de puntuar sus oraciones de acuerdo con el tempo de la canción. Sus premisas que dan un ordenamiento a su mundo le permiten entrar con vivacidad en los aprendizajes y, en particular, en la escritura de la cual rápidamente hace un gran uso para dirigir sus múltiples demandas.
Hasta entonces petrificado en el lugar de «nada» para el Otro, a diferencia de su hermana mayor, él comienza a vestirse con objetos femeninos que ella «tiene». Esta identificación imaginaria tan precaria como lábil, lejos de darle una respuesta en cuanto a su lugar en el deseo del Otro, viene a agitar, sobre la vertiente ilimitada, la cuestión del goce sexual.
En la escuela, un maestro escribe su nombre redoblando la «t» de su nombre, ante lo que Eliot protesta: «yo no soy una niña». A falta de un semblante, la letra establece un borde al goce de este niño y marca la diferencia.
Notas:
[1] Freud S., [1923] «La organización genital infantil» en Obras completas. Amorrortu editores, 1991, vol. XIX, p. 141.
[2] Freud S., [1923] «La organización genital infantil». Opus cit., p. 146 – 147.
[3] Lacan J., «Breve discurso a los psiquiatras», inédito.
[4] Miller J.-A., «Los seis paradigmas del goce», El lenguaje, aparato de goce, Bs As, colección diva, p. 179.
[5] Miller J.-A., Du Nouveau, p.51
[6] Miller J.-A., Todo el mundo es loco, Paidós, 2015, p. 171.
[7] Roy D., “Cuatro perspectivas sobre la diferencia sexual”, texto de orientación para la 6ta Jornada del Instituto del Niño, en revista Carretel nº 15. Bilbao, 2020, pp.149-157.
También:
http://www.revistarayuela.com/es/006/template.php?file=notas/cuatro-perspectivas-sobre-la-diferencia-sexual.html .
[8] Brousse M.-H., “El agujero negro de la diferencia sexual”, texto de orientación para la 6ta Jornada del Instituto del Niño en revista Carretel nº 15. Bilbao, 2020, pp. 158-166.
También:
http://www.revistarayuela.com/es/006/template.php?file=notas/el-agujero-negro-de-la-diferencia-sexual.html
[9] Ibid.
[10] ibid.
[11] Stevens A., «Deux destins pour le sujet: identifications dans la névrose et pétrifications dans la psychose», en Les Feuillets du Courtil, n° 2. En http://www.courtil.be/feuillets/PDF/Stevens-f2.pdf
Traducción: Tomás Piotto.
ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico)- Diagonal Americana- Rosario.
Zappeur nº 2
Traducción: Diana Lerner y Tomás Piotto
Bibliografía, revisión y composición: Mariam Martín
Equipo de traducción de la DHH-NRC:
Giuliana Casagrande, Diana Lerner, Mariam Martín (responsable),
Tomás Piotto, Elvira Tabernero y Gracia Viscasillas
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