ERINDA 2022

    ERINDA Ciclo 2022

                   

  Enseñanzas 

Responsable Marcela Errecondo y colaboradores




 Seminario Clínico

Responsable Graciela Giraldi y colaboradores  

                                 



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Estimadas lectoras, estimados lectores: 

A continuación, encontraréis el texto de orientación hacia la próxima Jornada de estudio del Instituto Psicoanalítico del Niño – UPJL, que tendrá lugar en marzo de 2023. 

El título “Padres exasperados – Niños terribles” pone de relieve la gran conmoción producida en los ideales de la familia: evaporación y pluralización del Nombre-del-padre, ascenso al cenit de los objetos plus-de-gozar.

El “discurso trans” como tema de estudio de la última Jornada es uno de sus síntomas más activos, y el Campo Freudiano se está movilizando con Jacques-Alain Miller para leer su génesis, descifrar sus orígenes y encontrar respuestas adecuadas a las preguntas que, con frecuencia, este discurso oculta. 

Al respecto, podéis leer los últimos artículos publicados en Lacan Quotidien

Los niños y adolescentes de hoy en día son los primeros en estar afectados por este "levantamiento del velo" de lo sexual, que bloquea el juego de las identificaciones que necesitan para sostener una posición en "el discurso sexual".

Y los padres, más que ser polos de identificaciones normativizadas, están ahora del mismo lado que sus hijos ante las epifanías de la no-relación que se manifiestan en lo social: a partir de allí, habrá que inventar una nueva solidaridad entre padres e hijos... Nos toca a nosotros acompañarlos de la buena manera, manteniéndonos lo más cerca posible de sus “equivocaciones”.

En este sentido, los psicoanalistas y practicantes de la infancia, así como los estudiantes, pueden orientarse a partir de lo que se está desarrollando actualmente en el Campo freudiano para avanzar un paso más, junto con otros.

Los grupos del CEREDA y los laboratorios CIEN les darán una amplia acogida. Los mismos están presentes en todas las regiones de Francia, así como también en Bélgica y en la Suiza francófona. 

Daniel Roy 

institut.enfant@gmail.com 


TEXTO DE ORIENTACIÓN

Hacia la 7ª Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño

PADRES EXASPERADOS - NIÑOS TERRIBLES

Daniel Roy


Este es el título que Jacques-Alain Miller nos propone para nuestra próxima Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño. 

Es un título que sigue las tendencias de la época, no es acartonado. Hace resonar una realidad muy cotidiana que concierne a las relaciones de los padres y de los niños del siglo. Nos concierne también en tanto estos nos implican. Este título nos compromete a inscribirnos en el filo de la interrogación de Lacan al final de su enseñanza, en diciembre de 1976: “¿Está fundada, si o no, esta relación del niño con sus padres?”  (1)

¿Cómo se funda para Nina, de 4 años, que viene a consultar «porque no escucho a papá y mamá», dice? Ellos dicen de su hija «que tiene ataques». Grita y arroja sus objetos, «un verdadero tornado». Castigar, hablarle, nada da resultado, «no escucha directivas». La mamá se culpa de haber «dañado a su hija» y señala las dificultades de Nina para separarse de ella en cualquier circunstancia.

Y para Majencio, de tres años y siete meses, que no deja de enojarse, ¿qué ocurre? «¡En la familia no se lo puede manejar, ¡él quiere organizarnos!». Ya de bebé, sus gritos eran insoportables para sus padres, que no podían calmarlo. Majencio permanecerá durante los primeros encuentros, muy pegado a su madre, en un uso sin límites del cuerpo de ésta. ¿Majencio no tendría un peluche/objeto transicional? «¡Pero si, soy yo! », responderá su madre. De estos dos encuentros y de muchos otros, se deduce una perspectiva precisa: los ataques, los enojos, el niño que no escucha, que los padres no pueden manejar, mientras se agotan en el intento, podemos considerar todo esto como el principio organizador de la familia. Más aún, estos significantes, y otros, se han convertido realmente en lo que funda una relación directa y sin mediación del niño a los padres, en tanto que estos significantes realizan una captura masiva de los cuerpos presentes y concentran la atención y la libido de todos.

No es la familia la que está en crisis, es la crisis la que se encuentra en el fundamento mismo de la familia: este es el nuevo principio de la familia posmoderna. El «Niño-terrible» aparece como condensador de goce para cada uno. Todos al borde de la crisis de nervios. Este es el caldero en el que estamos invitados a zambullirnos. 


Familias/ Transmisiones

La familia del siglo XXI ya no es la llamada familia tradicional o patriarcal, ni la familia conyugal del siglo pasado. Es una respuesta nueva al enigma de la transmisión que está en el corazón mismo de esta «formación humana».

En 1938, en su texto “Los complejos familiares en la formación del individuo”, la “familia moderna” (2) es para Lacan el producto “de una profunda remodelación” (3) , que no es en absoluto una simplificación hacia una unidad social elemental (papá, mamá, hijos), sino “una contracción de la institución familiar” (4)  “bajo la influencia predominante del matrimonio” (5)  y adopta el término de “familia conyugal” (6) , extraído de Durkheim.

Esta remodelación tiene como consecuencia directa hacer aparecer una dimensión totalmente distinta de la transmisión, que Lacan subraya en 1969, en su “Nota sobre el Niño”: “La función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades pone de relieve lo irreductible de una transmisión que es [...] una constitución subjetiva, lo que implica la relación con un deseo que no sea anónimo” (7). 

La transmisión ya no es aquí transmisión automática de un nombre y de una autoridad. Solo existe vinculada a un deseo en tanto encarnado, ya sea por la vía de una falta, o por la nominación en la palabra. Se produce un cambio en el “eje de la función significante vinculada al término familia” (8). 

En esta configuración, si trazamos dos círculos parcialmente superpuestos y si inscribimos en uno de los círculos los dos significantes «padre» y «madre», y en el otro el del «hijo», entonces podemos escribir en su intersección, con el significante «deseo» los dos nombres de falta y nominación. De este modo ahí puede verse  la partida que se trama en este lugar, a la vez vínculo y espacio de separación, donde vendrá a alojarse el síntoma del niño, tal como Lacan lo  indica a continuación en la “Nota sobre el niño”. 


Pero la familia está ahora inmersa en el baño de nuestra civilización, donde los objetos producto de la tecnología, los objetos plus-de-goce, han adquirido autoridad y dictan la ley a todas las formas del ideal. El goce está en primer lugar. En uno de sus últimos seminarios, el 10 de junio de 1980, titulado por J.-A. Miller “El malentendido”, Lacan extrae las consecuencias y evoca “dos hablantes que no hablan la misma lengua [...] Dos que se conjuran para la reproducción, pero de un malentendido consumado” y que, al dar la vida, transmiten este malentendido. Se trata aquí de un malentendido que se refiere al goce y que se arraiga en “el “balbucear de los ascendientes” del que el cuerpo nuevo del hablante participa. El anuncio de nacimiento es ese balbuceo donde se aloja el goce, mal-entendido por estructura. Entonces pongamos en uno de los círculos «dos hablantes», dejemos «niño» en el otro, e inscribamos en la intersección el goce rodeado de su malentendido y del balbuceo. Lo real del goce viene así a «imprimirse» por debajo de la trama del discurso y va a dar una nueva perspectiva al síntoma, la de un real irreductible entre padres y niños que los une y los separa, un punto del que "de eso no se habla" (10) presente en cada familia.


Familias/ Disfunciones

He aquí, pues, la familia residuo actual: un conjunto constituido por la reunión, en sentido matemático, de dos conjuntos, el de los «padres», los dos hablantes, por un lado y el de los «niños» por otro. La intersección está constituida por lo que tienen en común, a saber, el malentendido y balbuceo sobre el goce de los cuerpos, transmitido por la vía de los deseos encarnados, en el mejor de los casos. Esta estructura es suficiente para dar cuenta de la increíble diversidad sociológica de las familias actuales, y de la gran variedad de tipos de padres y de tipos de niños que agrupan, como lo constatamos en nuestra práctica. Pero lo que pasa inadvertido, es que «familia» ya no es un significante dado de antemano en tanto inscrito en lo simbólico, ya sea por la filiación o por la alianza. Esta inscripción es la parte que concierne a cada uno de los parlêtres (seres hablantes), en la medida que hace o no existir la función significante de la familia ahí en donde se impone su función de goce, siendo que esta disyunción pone a menudo en primer plano la función imaginaria de la familia. 

Es en esta inconsistencia de la familia postmoderna en cuanto a lo simbólico, que se abalanzan los discursos de ayuda a la parentalidad, y de refuerzo cognitivo y conductual, para rastrear ahí los disfuncionamientos. En la actualidad vienen a sostener los ideales familiares explotando la brecha inevitable entre el «niño-perfecto» y el «niño-terrible», entre el niño-falo prometido por el ideal y el niño-objeto, ser de goce. Esta división impacta en una mujer o en un hombre cuando se convierten en «padre» o «madre». Viene a «exasperar» en cada uno de ellos la tensión entre la plusvalía vislumbrada por el acceso a estos significantes amos y el efecto de castración, que se registra como pérdida, o bien como falta. 

De no ser sustentada por un decir singular, esta división es entonces sentida como insoportable, se proyecta sobre el niño que toma los atributos de un ser engañoso y cuya presencia cuesta tiempo, energía, dinero, etc. El coaching parental, las ayudas a la familia, en tanto prácticas de discurso, aseguran el «servicio posventa» de la agencia-amo de la familia: poner palabras un sufrimiento, dar sentido, aprender a manejar las emociones, de acuerdo con la vulgata corriente. Estos sintagmas han ocupado ya su lugar en el discurso actual, al igual que algunos términos «pseudocientíficos» elaborados por los expertos. Sustituyen a los significantes particularizados que se transmiten en la lengua hablada en ese grupo familiar, hacen consistir los lazos de dependencia. 

Se encuentra así oculto, en esta zona de alienación significante, lo que circula como deseo y lo que se deposita del goce en juego para cada uno de los partenaires. En efecto, es en esta intersección donde se funda todo proceso de separación, desde el destete de la primera infancia hasta las tumultuosas caravanas de la adolescencia. 

Se trata entonces de la posibilidad de que el niño descifre las coordenadas del lugar que ocupa para sus padres como “causa de su deseo” y como “desecho de sus goces” (11). Este descifrado, un niño lo hace con los significantes que extrae y que adquieren el valor singular del goce pulsional que los lastra. Esta es la función privilegiada del juego del niño, que anuda, alrededor del objeto indecible, los trozos de cuerpo, las briznas de goce y los fragmentos de discurso. Este objeto es la válvula que abre, entreabre o cierra, el espacio para una separación. 

Cuando este objeto no tiene lugar subjetivamente como causa del deseo y resto de goce, se encarna en el niño-terrible, que «no escucha nada», «hace lo que quiere», «tiene ataques», «impide dormir a todo el mundo». Los consejos de orientación parental, así como los diagnósticos de tipo médico, vienen a añadirse a las quejas de los padres y a las manifestaciones sintomáticas del niño, y desencadenan el poder de angustia del objeto a. Esta presencia no-reconocida, que habita el síntoma del niño-terrible, viene a interrogar a cada uno de los padres sobre “la verdad de la pareja en la familia” (12), exaspera el lugar que puede tomar un niño “como objeto a en el fantasma” (13) de cada uno. Esta presencia aterroriza también al «niño-terrible», bajo diversas formas fantasmáticas y de pesadilla.

Así, el disfuncionamiento no es lo que se cree, no se refiere ni a una mala organización de los roles parentales o de las relaciones entre padres e hijos, ni a un mal funcionamiento de una función psíquica o cognitiva. El disfuncionamiento consiste en no querer saber que la familia es ya un modo de tratamiento del goce de los cuerpos hablantes en presencia, que no responde a ningún ideal, sino que es más bien del orden de una «religión privada», de la que ignoramos todo cuando nos encontramos con padres y niños, y de los que tenemos mucho que aprender acerca de las reglas que se aplican, los ritos que se celebran, los pequeños dioses que reinan en ella. Más fundamentalmente, tenemos que aprender la lengua que ahí se habla, su gramática, su vocabulario. Así es como podemos acercarnos a la posición del niño, intentando descifrar los enigmas, contabilizando el valor del goce de las palabras, de los actos y de los objetos que circulan, y adjudicando a cada uno la parte que le concierne. De alguna manera, se trata de des-compactar “la familia holofrase” (14), sin tabla de evaluación, ni modelo ideal. 


Familias/ (Bévues) Equivocaciones

Contrariamente a la evidencia antropológica, parece que la familia no responde en modo alguno a una lógica de lo universal, sino que ha pasado a ubicarse en una lógica del no-todo. Esto condiciona nuestra recepción de los síntomas de los niños y de las quejas y preocupaciones de los padres. Ya no podemos plantear como principio de nuestra intervención que para todos los seres hablantes, la familia es una función, en la medida en que esto implica que exista uno, el padre, la madre, o el progenitor, o incluso el experto o el coach, que sería el fundador o el sostén, y por lo tanto quedaría exceptuado. Hay que añadir que muy a menudo el niño mismo es ubicado por los padres en el lugar de quien funda la familia. Sabemos por experiencia que todas estas configuraciones producen efectos posiblemente devastadores para los miembros de esta familia. 

Partimos, pues, de otro punto de vista, planteando que no existe ser hablante que no sea de una familia, lo que abre entonces muchas perspectivas para todos los que tienen problemas con su familia o que se consideran «sin familia», pero también para todos los demás. Para cada niño, mimado o abandonado, hay allí posibilidades de «bricolaje» (“arreglos”). Respondiendo a una lógica del no-todo, la institución «familia» ofrece otros recursos: para el niño, ser no-todo dependiente de las identificaciones familiares, no-todo dependiente del amor, filial y parental, es decir, poder explorar sus facetas menos amables.  Esto vale también para sus «partenaires en el juego de la vida», padre, madre, padrastro, madrastra, y otros «familiares». 

Tal vez ahora tengamos más libertad de palabra y de espíritu para enfrentar al niño-terrible, al hiperactivo, al disfuncional (dis), al que muerde, al que no duerme, y a sus padres exasperados, angustiados o desesperados. Podemos seguir aquí el desarrollo que hace J.-A. Miller en su curso «Piezas sueltas» del 19 de enero de 2005, sobre la “prosecución del psicoanálisis en la época aligerada” (15). Ahí sostiene que ante esta “maestría (dominio) aligerada” que pretende reconducir la particularidad del sujeto a un universal, el psicoanálisis no tiene que entrar “en competiciones en cuanto al poder terapéutico” (16) , en la medida en que, siguiendo a Lacan, es el único que tiene en cuenta el lugar del objeto a, como causa del deseo y como plus-de-goce, pero también como consistencia lógica, como un real “producto de lo simbólico” (17) . Nos anima a tomar un punto de vista “pragmático y bricolador” (18) que consiste en buscar con los sujetos los significantes, los S1 que ayudan “a volver legible el goce” (19) y que por lo tanto “pueden ayudar a volver legible la historia” (20). 

Pero no todas las situaciones que encontramos responden a esta dialéctica que permite instalar “el aparato de descifrar” (21) del psicoanálisis. Hay algunas para las que tenemos que considerar que, en el corazón de la exasperación de los padres exasperados y del terror de los niños terribles, se aloja “un goce ilegible” (sin el S1 que lo vuelva legible), que solo puede permanecer como «carta velada», lo que quiere decir que tenemos que respetarla en ese lugar, que no tenemos que intentar reducirla, anularla, interpretarla. 

Por lo tanto, debemos tener en cuenta esta «economía del goce» propia de una familia. 

Con este fin, el uso del término equivocación (bévue), de la Une-bévue (23), introducida por Lacan en su Seminario 24, tiene para nosotros un valor incalculable en la medida que amplía el concepto del inconsciente freudiano, al poner el acento en la huella de un pasaje: algo ha sucedido, sucedió en un instante. Una equivocación (Une-bévue), no hay nada más cercano en el ser hablante para hacer signo del acontecimiento contingente. No se trata de aislar nuevas significaciones, sino que, a partir de una pifia (une-bévue), “cada uno, a cada instante, da un retoquecito a la lengua que habla” (24). Lacan indica que “no hay nada más difícil de captar que este rasgo de la una-equivocación (l´une-bévue) con la que traduzco el Unbewusst, que en alemán significa inconsciente. Pero al traducirlo por l´ une-bévue, quiere decir completamente otra cosa: un estorbo, un tropiezo, un deslizamiento de palabra a palabra” (25). 

La una-equivocación (Une-bévue) es un rasgo, que Lacan equipara al rasgo unario, como lo único que hace Uno en un mundo donde “esos todos no tienen ningún rasgo en común” (26). El único rasgo en común es estar marcado por el rasgo de la una equivocación (une-bévue). ¡Las «tonterías» de los niños, sus tropiezos diversos, encuentran así un renovado esclarecimiento! 

Entonces, esto nos interesa mucho, porque nos pone de lleno en la cuestión de la taxonomía de los trastornos de la infancia: trastorno del lenguaje, déficit de atención, disforia de género, trastorno de conducta, del comportamiento, trastornos de los esfínteres. Aquí tenemos las principales funciones del cuerpo hablante, ya ordenadas por el discurso biopsicosocial de la OMS (27), todas caen bajo este rasgo de la una equivocación (une-bévue). El «trastorno» es un rasgo de la una-equivocación (une-bévue), pero adoptado, sin el auxilio de un velo sobre la carta (letra), por alguien que se otorga el atributo del saber, y por lo tanto impide al Uno oculto en el rasgo de la una-equivocación (une-bévue) ir en busca de su Otro. Es, en efecto, la única manera de saber que no estaba escrito ahí de antemano, y que, por lo tanto, no constituye un destino. 


Para nosotros, esto abre a dos maneras de proceder: acoger como rasgo de una-equivocación (une-bévue) los diversos desórdenes y trastornos, desde el momento en que quedan atrapados en un discurso, y permitir así que estos significantes se articulen con otros significantes. Es la invención del inconsciente en el sentido freudiano, siempre de actualidad. Pero la otra maniobra, que podemos designar con una palabra que Lacan toma prestada del pequeño Hans, “consiste en servirse de una palabra para otro uso que aquel para el que está hecha, […] se la arruga un poco, y en el arrugamiento mismo reside su efecto operatorio” (28). Entonces, o bien la arrugamos para detener la hemorragia, o bien apuntamos al relámpago, es el efecto logrado a veces, por la poesía o el chiste. 

Les propongo que retengamos de este recorrido el hecho que el vínculo entre padres e hijos, indicado en el guion entre padres exasperados y niños terribles, no atañe ni a la dimensión de la transmisión, ni a un veredicto de disfuncionamiento, sino que no es otra cosa que este rasgo de la una-equivocación (une-bévue) que marca a la familia. Esta una equivocación (une-bévue) puede por sí misma, fundar la relación del niño con los padres y de los padres con los hijos, y sobre la cual nos hemos interrogado al inicio a partir de Lacan. 

La equivocación (bévue) contra la norma: sí, es posible. 


Texto pronunciado el 13 de marzo de 2021 al término del 6º Jornada del Instituto del Niño. 

Editado por Frédérique Bouvet e Isabelle Magne

Traducción: Celina Coraglia

Notas  

* N de la T.: En francés, une-bévue, que tiene homofonía con Unbewusst, (inconsciente en alemán).

[1] Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, clase del 14 de diciembre de 1976,  Ornicar?, nº 12/13, diciembre de 1977, p. 14.

[2] Lacan J., “Los complejos familiares en la formación del individuo”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 37.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Lacan J., “Nota sobre el niño”, Otros escritos, op. cit., p. 393.

[8] Lacan J., El Seminario, libro 5, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 58.

[9] Lacan J., El malentendido, clase del 10 de junio de 1980 del Seminario 27, inédito en español. Publicado en  Ornicar? nº 22/23, primavera de 1981, p. 13.

[10] Miller J.-A., “Cosas de familia”, Revista Mediodicho nº 32, Córdoba, EOL, agosto 2007, p. 19.

[11] Miller J.-A., “Prefacio”, en Bonnaud H., El inconsciente del niño. Del síntoma al deseo de saber, Barcelona, Gredos, 2014, p. 8.

[12] Lacan J., “Nota sobre el niño”, op. cit., p. 393.

[13] Ibid., p. 394.

[14] Laurent E., “Institución del fantasma, fantasmas de la institución”, en Hay un fin de análisis para los niños, Buenos Aires, Colección Diva, 1999.

[15] Miller J.-A., Piezas sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 102.

[16] Ibid.

[17] Ibid., p. 109.

[18] Ibid., p. 115.

[19] Ibid.

[20] Ibid.

[21] Ibid., p. 114.

[22] Ibid. p. 116.

[23] Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, clases del 10 y del 17 de mayo de 1977,  Ornicar? nº 17/18, primavera de 1979, p. 16-23.

[24] Lacan J., El Seminario, libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 131.

[25] Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, op. cit., p. 18.

[26] Ibid.

[27] La OMS elabora y difunde “una familia de clasificaciones” para definir las dos dimensiones de los estados disfuncionales y de los comportamientos disfuncionantes: por una parte, la CIM, Clasificación Internacional de las Enfermedades, y por otra, la CIF, Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, disponible en el sitio OMS:

(https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/42418/9242545422_fre.pdf)

[28] Lacan J., Le Séminaire, livre XXIV, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, op. cit., p.




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DE OTROS AMBITOS

Una captura de pantalla de un celular con letras

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Texto de presentación 

El título que nos convoca estas próximas jornadas merece que nos detengamos en él.

Por un lado, el niño inabordable, puesto entre signos de interrogación, nos remite al constante reto que supone el abordaje de la clínica del niño y del adolescente en la época actual, en nuestro mundo convulsionado bajo la égida del “cénit del objeto a”. ¿Qué significa esta formulación? Que tanto niños como adolescentes quedan situados por el discurso actual en el lugar de quienes buscan una satisfacción permanente en los objetos, satisfacción que no se obtiene ya por la orientación de los ideales. 

Pero también “el niño inabordable” asegura la impotencia de los adultos para llevar adelante una convivencia relativamente pacífica, en el caso de los progenitores, y un tratamiento con un profesional, que supone en muchos casos una incansable batalla de reeducación. Para nosotros, psicoanalistas desmarcados por completo de ese abordaje, se tratará de otra cosa y ésta será permanentemente causa de investigación. 

Entendemos que “el niño inabordable” es parte de una trama en la que él mismo queda claramente concernido: no solo en la variabilidad de lazos familiares, en el mejor o peor de los casos, sino también en los Unos familiares regidos por un movimiento que no establece lazo, desconectados unos con otros bajo la predominancia de un goce que descarta el deseo; es decir, en una suerte de piezas sueltas y de inconsistencia en los vínculos, a la vez que en la carencia de referentes. Asimismo, los excesos en la manera de alojarlo impactarán, conjuntamente con los efectos de la contingencia, sobre el pequeño parlêtre, de manera diferente en cada uno, derivando de ello un funcionamiento de uso singular de su lalangue en el entramado familiar.

Esa modalidad singular se presentará, a veces, poniendo objeción o yendo a la deriva; uno y otro, enmarcados en los denominados trastornos propuestos por el discurso psico-médico-social, cuya variabilidad y amplio catálogo ya conocemos. 

Si “la familia tiene una función de residuo en las sociedades” [i], podemos decir que ese niño inabordable parece manifestarse él mismo, en muchos momentos, cristalizado en ese lugar, en tanto eje constituyente de esa “unión" familiar, lo que supone el hecho de haberse convertido a la vez en un núcleo de goce. 

Es lo que ya señalaba Lacan en la “Nota sobre el niño”2, cuando describe que el niño quedaría atrapado en el fantasma materno, como objeto a, residuo y resto de esa operación. De eso, tenemos constatación en la clínica. 

Muchas veces ese niño, en ocasiones llamado, ¿por qué no?, “difícil”, consigue hacer uso de ese núcleo de goce “haciéndose inabordable” de manera sintomática, produciendo una invención, un bricolaje de una porción de goce que ha conseguido ser atrapado por la palabra y, por tanto, ha podido habilitar un rasgo de conexión, con el resultado de hacer serie con otros significantes mayores que lo constituyen como sujeto de goce y deseo. 

Por todo ello, no olvidemos entonces que ese “entramado familiar” también es obra del niño, en el sentido de que es él quien teje y construye con los significantes que devinieron, en primera instancia, de la lengua hablada por el Otro, el trabajo de producir una respuesta, y es en ella misma, en su resolución, donde podremos hallar los residuos más o menos efectivos que lo determinaron. 

Tal como nos lo advierte Daniel Roy en su texto de orientación: “Padres exasperados-Niños terribles” 3: “Esta inscripción es la parte que retorna a cada uno de los seres hablantes, en la medida en que hace o no existir la función significante de la familia donde se impone su función de goce…”

Pero sabemos que esa respuesta que construye el niño no siempre tiene valor de desciframiento, no siempre se pueden dar “retoquecitos” a su lalangue. Como bien señala Lacan: “Solo hay inconscientes particulares, en la medida que cada uno, a cada instante, da un retoquecito a la lengua que habla”4. Cuando encontramos dichos retoquecitos, esto permite zambullirse en el sentido, y es lo que hace una y otra vez que el pequeño sujeto encarne la lengua, haga uso de ella, aunque sea llamado por el adulto “conflictivo”, “difícil” o “inabordable”. 

Otras veces esa respuesta es tan solo una efracción de goce, compleja de abordar, incluso para él mismo, porque los mecanismos simbólicos no tiñeron suficientemente la pulsión, quedando la respuesta del niño a cielo abierto. Entonces, se hace “inabordable”, porque las palabras no lo bordearon lo suficiente como para separar esa parte del cuerpo extraíble como objeto que, en su operación, quedaría adjudicada al Otro. Ante este fracaso, las palabras quedan sueltas, desamarradas y funcionan en su “materialidad”; a veces incluso como proyectiles que devienen en muchas ocasiones en actos violentos. 

Así, retomando lo anterior, lo que retorna de esa inscripción, de esa conjunción de significante y goce, cocinada en el núcleo familiar, se constituirá en una respuesta singular, que sea cual fuere, tendrá todo su valor, valor de uso que insistimos aquí en remarcar. 

Por consiguiente, ¿cuál es el destino para el “niño inabordable”? 

Para nosotros, psicoanalistas, se trata de “a- bordar” una clínica que supondría captar de aquellos síntomas o de aquellas “disfunciones” un posible uso. Un uso para que ese sujeto infantil pueda “bordear” y bordar con sus palabras y sus actos el tejido que sirva de bastión; ahí donde los desbordes que lo han hecho intratable y aseguran su fracaso; ahí donde hacerse rechazar por el Otro social garantiza pasajes al acto que lo llevan a lo peor; donde todo lo anterior, decíamos, pueda hallar otro tratamiento del goce. 

Hagamos pues uso de esos “traspiés”, de esos “tropiezos” de los niños, algunos más mortificantes y mortificados que otros, para tratarlos y darles un lugar de sujeto. 

“Niños inabordables”, entonces, pero abordables uno por uno. 


Ruth Pinkasz 

Comisión de organización de las XVIII Jornadas de estudio de la DHH-NRC. 

12 de febrero de 2022 


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   ERINDA Ciclo 2022

  Enseñanzas 

Responsable Marcela Errecondo y colaboradores

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Malentendidos familiares. Crisis, excesos y arreglos


La familia contemporánea sufre los efectos del empuje al goce en donde el objeto ‘a’ está en el cenit y el Nombre del Padre ha declinado. Uno de sus efectos es que encontramos por un lado el niño que tiene que ser perfecto y si no es así, el niño es terrible. Encontramos al niño entre el peso del ideal y el exceso producido porque su cuerpo condensa el objeto ‘a’ del fantasma del Otro.  Esto nos plantea Daniel Roy en su texto de orientación para la investigación de dos años en el campo del CEREDA (que encuentran el blog http://espaciorosarinoerinda.blogspot.com/2022/02/erinda-2022.html

 Su tesis es fuerte: “No es la familia la que está en crisis, es la crisis la que se encuentra en el fundamento mismo de la familia: este es el nuevo principio de la familia posmoderna. El «Niño-terrible» aparece como condensador de goce para cada uno. Todos al borde de la crisis de nervios. Este es el caldero en el que estamos invitados a zambullirnos.”

Les proponemos desmenuzar este texto siguiendo el hilo de los significantes que hacen el título de nuestro ciclo de enseñanzas: Malentendidos familiares. Crisis, excesos y arreglos



Hebe Tizio - Padres y madres de hoy



Eric Laurent: “Los Niños de Hoy y la Parentalidad Contemporánea” 18-05-2018
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El sujeto como cosa del malentendido y el goce familiar

Ante la época donde parece haber un empuje por decirlo todo, también en el seno familiar, borde entre lo público y lo privado, aparece en las entrevistas con padres muchas veces expresiones como “entre mi hija y yo no hay secretos“, “le dije toda la verdad a mi hijo sobre el motivo de mi separación con su padre”. Frente a esto y en la lógica del no-todo me pregunto hasta dónde el ser hablante puede escapar a los secretos. En el texto “Cosas de familia en el inconsciente”, J. A. Miller va precisando el origen dela familia en el malentendido y lo imposible de borrar.

A modo introductorio, Miller sitúa una preferencia en la cultura oriental por la homeostasis, el principio de placer y la armonía como lo hermoso, con la diferencia que en occidente siempre se ha valorado más lo que rompe la armonía: “Lo sublime”, un desgarrón de esa armonía, situando el goce del lado de la intensidad hasta que hace sufrir. Y ubica que nuestra valoración del goce, en la estética china sería algo incomprensible porque allí hay una preferencia por la REPRESIÓN, mientras que en nuestra cultura hay siempre una preferencia por la VERDAD, pagada al precio del sufrimiento, opuesto a la estética oriental de lo soso –lo insípido y menos espectacular-.

A partir de esto, podemos decir que lo Real está allí y la angustia da señales de eso como Lacan lo ubica en el Seminario X, donde lo ominoso tomando una expresión de Freud, atraviesa a todo sujeto, el cual a lo largo de su vida busca formas de metabolizar ese goce para pacificarse, ya sea con la represión, con la sublimación, con los arreglos, apuntando a encontrar un equilibrio que por el empuje pulsional nunca se alcanza porque la pulsión no se educa, es acéfala y constante. 

Miller nos dice que el psicoanálisis en sus raíces, ha practicado un desciframiento de la vida a partir de la familia, como si hubiera algo para entender en la familia, un problema no resuelto, cuya solución debe ser hallada en lo escondido.

A la vez menciona la definición de LA FAMILIA de Lèvi Strauss, para precisar que es entendida de otra manera desde el psicoanálisis. Para el autor, “la familia es un grupo social que posee tres características; la primera es que tiene su origen en el matrimonio, mientras que desde el psicoanálisis, la familia tiene su origen en el MALENTENDIDO, en el desencuentro, en la decepción, en el abuso sexual o en el crimen. En relación al segundo punto, Lèvi Strauss afirma que la familia está formada por el marido, la esposa y los hijos nacidos y otros más. Para el psicoanálisis lo está por el Nombre del Padre, por el Deseo de la Madre y por los objetos pequeños “a”. Con respecto al tercer punto donde el autor ubica que los miembros de la familia están unidos por lazos legales de derechos y prohibiciones sexuales, el psicoanálisis viene a decir que no por que la familia está unida esencialmente por un secreto, por un no dicho. ¿De qué se trata ese secreto? Es un deseo no dicho, es siempre un secreto sobre el goce, de qué goza el padre y la madre.”

Por esta vía se introduce el falo en la familia, el más esencial de los dioses. ¿Qué significa el Edipo sino que no gozan donde deberían gozar? Y si no ha sido prohibido el goce materno para el niño varón, quedará toda su vida envuelto dentro del goce materno. Estragos que el analista afronta en su práctica.  Se entiende entonces por qué el cristianismo ha inventado la familia sagrada, un Dios necesario para normalizar y normativizar el goce materno. “EL SECRETO viene a ser el principio de unidad de la familia sagrada del inconsciente.”

Lacan para explicar el secreto familiar, vincula la familia a la lengua, ya que la lengua que cada uno habla es cosa de familia y que la familia en el inconsciente es el lugar primordial donde se aprende la lengua materna. Es decir que hablar es una lengua donde se testimonia el vínculo de la familia. Uno nace en la lengua. De tal manera que la familia es una encarnación del lugar del Otro de la Demanda. Quiere decir que la familia se instala en el lugar donde el sujeto ha experimentado el peligro, ya que en el momento de nacer, necesita del cuidado y apuntalamiento del Otro. Es como llamando al Otro que se transforman los gritos en llamadas, así la familia traduce que la Necesidad debe pasar por la Demanda y esta pasar por la Lengua con los efectos traumáticos que esto tiene: producir la división subjetiva y su resto, de lo que no se puede pedir. Por tanto, la incidencia de la demanda sobre la necesidad es la “producción de algo que no se puede pedir porque no se puede decir”. Así las consecuencias del pedir son dobles: EL DESEO Y LA PULSIÓN. El deseo como la parte latente de lo dicho que se vehiculiza en la demanda y se puede interpretar y la pulsión como la parte no interpretable de lo que se ha dicho. El objeto pulsional responde a una necesidad no natural que se manifiesta con insistencia pero sin un ciclo de satisfacción acabada.

Lacan nos dice que el lugar del Otro es la metáfora de la familia. Ya que en el espacio de la familia, el sujeto hace la experiencia primordial del pedido del poder, como poder del sí y del no. Ahí hace la primer experiencia de reconocimiento de la palabra y comienza a descifrar el deseo: es la pregunta sobre el deseo del Otro, ¿Qué quiere de mí? “Me dice eso, pero qué quiere diciéndome eso”. Por ello, la familia es un lugar de interpretación inagotable, pues cada familia tiene un punto “de eso no se habla.” Puede ser que el sexo sea el tabú, pero siempre hay temas prohibidos en las cosas de la familia, se podría decir “enigmas”. Primeramente es la prohibición del incesto, por eso la familia como lugar del Otro de la Lengua, es también el lugar del Otro de la Ley, como espacio donde está prohibido el goce supremo, que será gozar de la madre para ambos sexos.

La familia es un mito que da forma edípica y las historias de familia siempre son el cuento de cómo le ha sido robado al sujeto el goce que merecía, al cual tenía derecho. Los analizantes hablan mucho de la familia, ésta siempre está presente. En la familia el goce está prohibido y se propone un goce sustitutivo de gozar de la castración, esto es gozar del mismo robo de goce. Es por esto que cuando el analizante habla de la familia, habla del encuentro con el goce: de los medios de gozar, de la pérdida de goce, de la sustitución de un goce perdido. Entramado que fija y brinda modalidades de goce de cada ser hablante. 

A partir de lo puntuado ¿Se puede decir que en cada familia no habría un secreto, sino varios secretos, partiendo de que al secreto último no se puede llegar más que por la vía del mito como tampoco por estructura no se puede llegar a la verdad más que a medias? 



Bibliografía:

Jacques-Alain Miller “Cosas de familia en el inconsciente”. Mediodicho. Revista de Psicoanálisis N° 32. Año 2007.

Jacques Lacan, El Seminario, libro 10, La Angustia, Ed. Paidós, Bs As. Año 2006.


La frase que tomaré para trabajar será la de Daniel Roy en el texto de orientación:

“Descompactar la familia holofrase” o también según otras traducciones “Descomprimir la familia  holofrase”

En primera instancia, introduciré la cuestión de la holofrase, para poder pensarla en la familia. 

La holofrase, para la lingüística tiene que ver con una palabra que implica todo un enunciado, se ve en dos situaciones, por un lado, el lenguaje infantil (cuando un niño está aprendiendo a hablar y sintetiza en una palabra toda una frase, puede decir por ejemplo “maagua” y significa “mamá dame agua”) y por el otro las lenguas polisintéticas (lenguas en las que una palabra designa una oración completa, por ejemplo, algunas lenguas de pueblos originarios americanos)

 

Retengamos entonces, que hay, una condensación en una sola palabra de varias palabras que conformarían una frase.

Lacan, utilizará la palabra holofrase en tres ocasiones en su enseñanza. 

  1. Seminario 1: la nombra cuando habla del origen del lenguaje y del mundo de los símbolos: como expresiones que no pueden descomponerse. Allí Lacan critica las teorías que hacen surgir el lenguaje del pensamiento. Lacan ubica, por lo contrario, que la palabra está primero, que primero está el significante y luego el significado. La holofrase, tiene sentido instalada en un mundo de símbolos ya existente. Además, las ubica en situaciones en las que el sujeto está suspendido en una relación especular con el otro.

  2. Seminario 6: La holofrase es ubicada a nivel de la demanda. Constituye un monolito. El sujeto queda reducido al grito que lo identifica con la situación. Da el ejemplo del grito de ¡pan! O ¡socorro!.  No hay necesidad de nombrarse, la holofrase misma nombra al sujeto. Es decir que el sujeto se iguala al mensaje. No se cuenta, está identificado con la situación. Somos tres hermanos... Paul Ernst y yo.  Se observa. la no articulación gramatical entre el sujeto del enunciado y la enunciación, el sujeto de la demanda no aparece como agente de la enunciación. Lacan retomará estas cuestiones para la psicosis más adelante.

  3. Seminario 11: La ubica en la psicosis, la debilidad mental y los fenómenos psicosomáticos. El s1 y s2 se solidifican. No hay intervalo entre ellos.  La pareja s1s2 se holofrasean, se condensan.  El significante no se significa a sí mismo, representa a un sujeto para otro significante, este es el efecto metáfora, que estaría ausente en la holofrase, donde el sujeto aparece: no como falta, como fading, sino como “monolito”, petrificado en la pareja s1s2 sin ningún tipo de intervalo entre ellos. 

Lacan menciona en el 11 un ejemplo del libro de Manonni  “ El niño retardado y su madre”, donde Maonni dice “el niño retardado y su madre forman en un cierto modo un solo cuerpo, y el deseo de uno se confunde con el deseo del otro (…) parece que vivieran una única y misma historia. Esta historia se sostiene en un cuerpo herido, en heridas idénticas”.  Guy Briole en “Sobre la holofrase” dice: “entre los trabajos consagrados a los niños, muchos se dedican a describir el espacio que existe entre la madre y el niño: pegados, opuestos, a distancia, saturados por el alimento, separados o no por objetos transicionales, fuera de la pacificación de la función paterna, harmoniosos, violentos...esta aproximación no debe hacernos olvidar que este espacio está determinado ante todo por el lenguaje (…) (citando a Laurent subraya: ) La cuestión no es saber si la madre y el niño tienen la misma herida o el mismo cuerpo, sino remarcar que no tienen más que un solo significante. Esto es la holofrase”.

 Dijo Lacan: entre el hombre y la mujer no hay más que un muro: el del lenguaje. Puede entonces ubicarse que entre la madre y el niño se crea una distancia por la introducción del lenguaje, lo simbólico, el NP. 

A partir del trabajo simbólico de la metáfora paterna, el niño puede desprenderse. Este trabajo produce una medicación que faltaría en la familia holofrase.  Esta cuestión, puede hacerse extensiva a una cuestión de época: la una caída del NP, la no mediación por lo simbólico, es notable en la clínica actual y tiene consecuencias también en el lugar que ocupa el niño en las familias pasando a ser objeto a liberado. 

Guy Briole, indica la cuestión esta cuando no hay mediación de la función paterna entre madre e hijo, es decir, cuando, según Lacan en la nota sobre el niño, el niño queda abierto a todas las capturas fantasmáticas y se convierte en el objeto de la madre, y revela la verdad sobre ese objeto.  El niño psicótico está en el lugar de objeto del fantasma de su madre.

Daniel Roy lleva la cuestión un poco más allá y ubica este fenómeno de no separación en la familia en sí. Lo que incluiría no solo a la mama y el niño, si no a cualquier otro miembro que la componga. Entonces, sitúa una vertiente de la crisis como aquella que ocurre cuando no hay separación por lo simbólico. La considera como un límite frente a lo real del goce y un posible momento de corte. 

Los padres tendrán que separarse del hijo como objeto de goce y el hijo de su posición de objeto, para advenir sujeto deseante. 

Me gustaría tomar una pequeña viñeta expuesta por Guy Briole en su texto sobre la holofrase:

“un niño autista de tres años, ocho años menor que sus hermanas, con ausencia radical de palabra que se instala en una época en la que el padre se va sin decir una palabra. La madre grita a quien quiera escucharla que ella defenderá contra todos a ese niño, objeto de segregación y de rechazo de la escuela, las instituciones y sus propios padres: "por mi hijo haré lo que sea, lo defenderé de quien sea". Él, es este objeto marcado por el mismo significante que ella, es la bandera que la representa: rechazada sin una palabra. Ella ha olvidado los detalles de la evolución de las adquisiciones del niño y son sus hijas, las hermanas del pequeño autista, quienes ofrecen su historización.

La holofrase se comprende en la ausencia radical de palabra en este niño, cuyos "pequeños gritos" acompañan a veces sus movimientos y hacen eco al grito maternal. Esos grititos aparecen también cuando el niño, en una sesión, toma la mano de la analista para que ella abra una caja llena de objetos. Momento decisivo del que podemos decir que la analista "presta su mano" al establecimiento de un vínculo gracias al cual ella podría ser un Otro para él. Se abre entonces una cura por la que la analista, mediante un trabajo paciente y decidido, permite una serie de modificaciones para este sujeto, que se despliega en tres tiempos: vaciar un contenedor de sus objetos y recolocarlos; ordenarlos -sin espacio, luego con- y, finalmente, nombrarse él mismo.

Un pasaje del grito a una relación posible con el Otro y los otros por la puesta en escena de una cierta distancia entre los significantes.”

El grito puede ubicarse como el momento de no intervalo, de pegoteo y no separación entre madre e hijo, y el segundo momento, cuando la analista presta su mano, se posibilita lo que Daniel Roy sitúa como descompactar la familia holofrase, instalando una distancia y dándole al niño, a la posibilidad de situarse en   una relación con el Otro.




Los discursos actuales de ayuda parental frente a lo femenino de las familias.

Menichelli, Natalia


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Las familias del siglo XXI ya no se organizan en torno a la lógica del Todo fundada por la excepción, sino que siguen la lógica femenina, del no-Todo. Por eso, ya no podemos limitarnos a la familia tradicional, heterosexual, sino que vemos desplegarse ante nosotros toda una gama de variaciones que la ciencia, la tecnología y la ampliación de derechos también fueron haciendo posibles. Ya no consideramos a la familia como un universal, sino que tomamos a las nuevas configuraciones familiares en su singularidad, una por una. Podemos hablar entonces de familias monoparentales, homoparentales, ensambladas… Parafraseando a Blanca Sánchez, podemos decir que en la actualidad estamos ante múltiples familias, ni típicas ni edípicas, y debemos abordarlas más allá del Edipo y de sus estructuras clásicas y patriarcales. 

La familia ya no puede reducirse a su configuración significante, a su organización y ordenamiento mediante el NP y el falo, sino que hay un más allá, o más acá, del goce fálico: el Héteros del goce femenino, ese Otro goce que anida en toda unidad familiar

En “Famulus”, Miquel Bassols dice: “toda familia es un aparato de goce, un modo de resguardar el secreto del goce como innombrable, incluso como abyecto” 

Con la decadencia y caída del NP, la familia deja de estar ordenada por este significante y cobran relevancia diversas modalidades de goce, las llamadas nuevas presentaciones sintomáticas. Miquel Bassols dice: “Los vínculos familiares se hacen y se deshacen hoy según las formas cada vez más singulares del goce sintomático. (…) Más que nunca, las familias se reordenan hoy siguiendo las derivas de lo real de la no relación sexual y de una economía del goce que no se subordina a un significante (amo) particular (…) Los términos se han invertido: si la familia intentaba ordenar lo real del goce, lo real del goce reordena hoy la familia, y ello en formas tan dispares como equivalentes entre sí”

En su texto de orientación, Daniel Roy nos dice: “Es en esta inconsistencia de la familia posmoderna respecto a lo simbólico donde se precipitan los discursos de ayuda parental y de rehabilitación cognitiva y conductual para rastrear las disfuncionalidades.”

Hablar de disfuncionalidad implica posicionarse desde el discurso amo, un discurso totalizador que pretende un orden universal, igual para todos. Son los ideales familiares quienes orientan a los terapeutas y constituyen las nuevas utopías comunitarias que no dejan margen alguno a lo imposible, al malentendido y a la singularidad de cada sujeto ya que procuran corregir, readaptar, reeducar y normativizar. 

En cambio, desde el psicoanálisis concebimos a la familia como un modo de tratamiento del goce de los cuerpos en presencia, singular y único. “… es más bien del orden de una “religión privada” de la cual ignoramos todo cuando nos encontramos con los padres e hijos, y de la que tenemos todo por aprender acerca de las reglas que la rigen, los ritos que allí se celebran, y los pequeños dioses que reinan en ella” nos dice Daniel Roy. 

La familia no es algo natural, biológico, sino que se funda sobre el acto de encarnar funciones: la función materna que transmite un deseo no anónimo por la vía de sus propias carencias, sus faltas o fallas. Y la función paterna, que permite la encarnación de la ley en el deseo. Ambas funciones son necesarias ya que ponen distancia respecto a la madre o padre ideal

La familia es novela, ficción, semblante; es la transmisión de la cultura y de un deseo que no sea anónimo. Y al mismo tiempo, es residuo, resto. Más avanzada su enseñanza, Lacan dirá que ya no se trata solamente de funciones, de lo simbólico, sino fundamentalmente de lo real del goce de ese padre y esa madre en tanto hombre y mujer. En el Seminario 22 ya no plantea al padre en relación a la madre (como en la MP), sino por su deseo por una mujer: plantea que el padre anuda su amor a un partener del Otro sexo haciéndola su causa de deseo. Por otro lado, ella, su partener, en forma no reciproca ni complementaria tiene su causa en sus objetos a, que son sus hijos. De este modo, se anudan padre, madre, hijos a partir del hombre y mujer que están más allá de las funciones maternas y paternas, jugando lo vivo de sus goces que no hacen relación. Hay disimetría. No se trata solo del padre de la prohibición, sino también el padre atravesado por el goce que se apoya en la ley, pero transgrediéndola. “Prohíbe a la madre y se acuesta con ella. Es un transgresor humanizado que llega a hacer de la ley algo viviente y no algo ideal que mortifica. En ese sentido es el padre que muestra el camino de cómo es posible vivir con la ley. Ya no se trata de los semblantes organizando el goce sino del goce como sostén de los semblantes.”

Finalmente, Lacan dirá que la familia es la transmisión de lalengua y del malentendido entre los sexos. Entonces, la familia es entre significante y goce; la familia viene al lugar de la relación sexual que no existe. 

Para ejemplificar estos discursos contemporáneos sobre las crisis de las familias, voy a tomar la serie de Netflix llamada “Bonus Familjen”, que nos muestra una familia ensamblada de Suecia, formada por Patrick y Lisa, sus hijos de matrimonios anteriores y un bebé en camino, de ambos. La serie transcurre en un contexto de muchas discusiones familiares, enojos, reproches y excesos que los lleva a consultar con una pareja de terapeutas que se orientan por el sentido, aconsejan poner en palabras, hablar y escucharse pretendiendo que todos se entiendan, sin interrupciones ni cuestionamientos, sugieren los refuerzos positivos, establecer límites y aprender a manejar las emociones. Son expertos en anular todas las diferencias que surgen entre ellos, cualquier malentendido del discurso y toda manifestación del inconsciente. Les buscan las soluciones, los arreglos, en lugar de propiciar los propios. Sin duda que esto no conduce a ninguna estabilización o apaciguamiento de la situación, sino que todo el tiempo insiste, y con más fuerza, lo real de la estructura, su imposible. 

Por eso, desde el psicoanálisis, velamos por la familia entendida como síntoma o suplencia de la no relación sexual y propiciamos que cada ser hablante encuentre su invención, su saber hacer con ese real irreductible.