LAURENT E. Parentalidades después del patriarcado.

 

LAURENT E. Parentalidades después del patriarcado.


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Parentalidades después del patriarcado - Eric Laurent 


¿De qué se trata hoy cuando hablamos de parentalidades contemporáneas? ¿Qué contemporáneo está en juego cuando hablamos de parentalidad? Se puede responder a esta pregunta de manera descriptiva, demográfica, o bien de manera psicoanalítica. Para empezar, desde un punto de vista descriptivo, un estudio reciente permite captar profundas transformaciones1. 


El caso francés es sin duda particular y no puede ser generalizado para todo el planeta, pero indica tendencias globales. El punto fundamental es la articulación de las modalidades de hacer familia con la ciencia, modalidades que evolucionaron gracias a las nuevas libertades abiertas por las leyes sobre la paridad y la igualdad de género. 


Los progresos de la medicina hicieron que, en los últimos 50 años, la esperanza de vida aumentara 11 años, para alcanzar los 82,5 años, con una reducción de la diferencia entre hombres y mujeres. Por lo tanto, la población envejece. Los menores de 20 años representan solamente un cuarto de la población. Hay menos niños y nacen más tardíamente. La edad media de las mujeres para tener el primer bebé aumentó de 4,5 años a 28,7años en promedio. Y el índice de fecundidad bajó un poco, aunque es algo más elevado que la media europea. Un tercio de las mujeres se convierten en madres después de los 30 años. Estos cambios se deben a la generalización de la contracepción. Lo obsoleto de la forma de unión conocida como matrimonio tradicional está más marcado. Los niños nacidos fuera del matrimonio son la mayoría: 58,6%. Estos niños son masivamente reconocidos por los padres; solo 4% no lo son. La paternidad permanece como un instrumento jurídico que funciona. Hay menos matrimonios, entre ellos muchos son segundos matrimonios y el número de divorcios se multiplicó por 3,5. Por otro lado, el matrimonio se complementó con otras formas de unión que incluyen a las parejas homosexuales, el pacto civil de solidaridad (Pacs) desde 1999 y el matrimonio para todos desde el 2013. 


La articulación de la familia con la ciencia y con las nuevas ficciones jurídicas desplazó las preguntas sobre los niños y sus padres. Ante la dificultad de calificarla, ya no se habla más de familia  sino de parentalidad. La parentalidad es, en Francia, un neologismo de finales del siglo XX que tiene numerosos campos de aplicación. Es un significante amo de nuestra

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civilización. En el ámbito de la acción política y social hacia las familias (“ayudas materiales y financieras a la parentalidad”), la parentalidad es un equivalente de la palabra «familia». 


“En las leyes, del poder legislativo, la parentalidad y la coparentalidad son términos utilizados en el ámbito del reparto jurídico de la patria potestad. La Comisión Consultiva de Derechos humanos define la parentalidad por sus aspectos jurídicos, con los deberes de los padres y sus derechos relativos a la patria potestad y a la filiación. 


En el campo sociológico describe más bien las nuevas formas conyugales y de vida familiar. Entonces, es más bien en el sentido de las estructuras familiares que hay que escucharlas. Se habla desde hace un tiempo de familia monoparental, de familia homoparental e incluso de familia pluriparental en el caso de las familias reconstituidas. Puede también designar un modo de filiación (parentalidad adoptiva...) o la situación de los padres ante la llegada de un hijo (parentalidad tardía)2”. 


“Padre” (o los padres) define una condición legal, un estatuto simbólico. La parentalidad desborda el estatuto. Está del lado de lo real. Hablar de parentalidad no es dejarse fascinar por el estatuto, sino volver a poner el acento sobre la interacción del niño con sus padres, en su variedad. 


Podríamos también decir que el niño de hoy nace en un mundo que ya no está estructurado a priori por el amor del padre - con su doble vertiente, tan particular a la construcción del rol del padre en el mundo occidental: aquel que es amado y, al mismo tiempo, aquel que priva del goce. Esta particularidad debilita su construcción tanto más porque el niño contemporáneo está confrontado a formas de goce adictivas de las que testimonia la clínica. El niño está confrontado sin mediación a lo que no cesa de repetirse tanto en la vertiente del demasiado lleno como en la del vacío, como lo vemos en las adicciones que conciernen a todos los circuitos pulsionales: el oral (anorexia/bulimia, comida chatarra –junkfood-, sustancias), el anal (retención-expulsión, agresividad) el escópico (juegos de video y pantallas) y el invocante (intolerancias a los mandamientos de la ley). 


Agreguemos la clínica ligada a la imposibilidad de habitar un cuerpo y de fijarlo en una imagen: todo lo que queda reagrupado en la bolsa de gatos del

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déficit de atención, con o sin hiperactividad (TDAH). Consideramos también la imposibilidad de habitar el sexo correspondiente al género asignado. En fin, hay toda una serie de síntomas difíciles de considerar como neuróticos sin que por ello puedan ser calificados de psicóticos. Estos nuevos síntomas definen una clínica que subraya la fragilidad del padre. Lo que empujó a ciertos psicoanalistas a enterrar en el olvido de la historia su estatus y decidirse por una sociedad sin padre, diversamente calificada. No es el caso de Lacan, quien transformó radicalmente el estatus del padre freudiano, abandonando la referencia edípica, no para situarlo en relación con la madre y el incesto materno, sino en relación con ‘una’ mujer. 


La “superación”1 del padre universal freudiano   


Desde el comienzo de su obra, Freud pone al padre en el principio: “Se dice que el príncipe es el padre del pueblo. El padre es la primera y más antigua autoridad, es para el niño la única autoridad. Todos los otros poderes sociales surgieron a partir de esta autoridad primitiva (salvo el matriarcado)3”2 El padre está en el fundamento de Dios, y de la relación fundamentalmente conflictiva que vincula al sujeto con su Dios. A partir de la tragedia edípica, Freud muestra el desacuerdo irreductible presente en el corazón de cualquier teoría de la religión: “Aquí, como en todas partes, estábamos destinados a fracasar al intentar reconciliar la providencia divina y la responsabilidad humana”4. 


En cierto sentido, en cuanto Freud distingue el lugar del padre como portador de la prohibición del incesto en la economía psíquica, lo vuelve el pivote de la construcción del edificio tanto social como religioso, lo que es indistinguible en una primera aproximación. Es su primera palabra 5, pero también su última, ya que lo retoma en 1939 en Moisés y el Monoteísmo. La antropología política de Freud es inseparable de la secularización de su teoría de las religiones. 


1 NdT: Se agregan las comillas para imprimirle el sentido irónico que el término dépassement tiene en el original. 

2 NdT: Se elige traducir las citas directamente del francés para que resuene más claramente el hilo conductor que sigue el autor. Al final se referencian los textos de Freud establecidos en español por Amorrortu para su consulta.  


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El primer texto que formula una teoría general de la organización social es Tótem y Tabú. Enuncia una teoría de la religión presentada como una contribución a la etnopsicología (völkerpsychologie)6. Con esta teoría, se propone “crear un lazo entre etnólogos, linguistas, folkloristas, etc., por un lado, y psicoanalistas, por otro”7. El último capítulo, «El retorno infantil del totemismo», examina las aportaciones de los teóricos de las religiones más sólidos de la época: James Frazer, Salomon Reinach, Émile Durkheim, William Robertson Smith. La gran demostración totémica desemboca en una teoría general de la religión: 


“Admitamos ahora como un hecho que los dos elementos motores - el sentimiento de culpa del hijo varón y su desafío filial - nunca desaparecen […] Los esfuerzos del hijo por […] ponerse en el lugar del dios-padre resurgen cada vez más claramente […] Nacen las figuras divinas de Atis, Adonis, Tammuz, etc. […] Empero, el sentimiento de culpa, no mitigado por estas creaciones, se expresa en los mitos que deparan a estos juveniles amantes de las diosas madres, una vida breve y, como castigo, ya sea una emasculación o el ser perseguidos por la cólera del padre-dios en la forma de animal. […] Existía otro camino para calmar ese sentimiento de culpa, y Cristo fue el primero en emprenderlo. Sacrificó su propia vida y, mediante este acto,  liberó a la banda de hermanos del pecado original”8. 


Freud concluye su ensayo articulando Totem y tabú con el complejo de Edipo, definiendo así la causalidad psíquica del edificio social: “…para concluir esta indagación que hemos realizado en apretadísima síntesis, querría enunciar este resultado: que en el complejo de Edipo se conjugan los comienzos de la religión, de la moral, de la sociedad y del arte”9. 


El padre universal está en el horizonte de todo y el complejo de Edipo deja una huella indeleble en la vida afectiva. La convergencia del amor y del odio sobre la misma persona es la fuente de las asombrosas transformaciones de estos sentimientos que vinculan y desvinculan a los hombres en su vida social. En cuanto a Lacan, primero da una versión lógica de este padre universal, aislando la «función paterna». Y esta operación aparece como una restauración del padre, cuyo lugar en el psicoanálisis se dejaba de lado en ese momento. El padre mitológico de la prohibición del incesto edípico se convierte en el que dice no al goce, “el que dice no, liberando al niño de su

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sujeción a la madre y al goce que esta relación implica”10. Pero luego Lacan pasa de la función del padre al padre en función, al padre uno por uno. 


El padre en función 

En un segundo tiempo, el esfuerzo de Lacan consiste en pensar al niño, al lazo con los padres y a la pasión amor-odio, por fuera del lazo con el padre universal, al que llama también como aquel de la eternidad. Como lo demostró J.-A. Miller, no se trata, sin embargo, de prescindir del padre sino de poner el acento en el padre como existencia particular. Utiliza de manera radical la disyunción operada por la lógica moderna, que se separa de la lógica aristotélica, distinguiendo la definición de un término de su existencia. Por un lado, enuncia la paradoja según la cual «Todo padre es Dios», que debe ser acompañada de la condición de que, en su existencia, ningún padre sea Dios. Se verifica que “Todo padre es Dios” a condición de verificar la inexistencia de un padre tal. Por otro lado, verifica la existencia del padre en tanto ésta “recusa toda norma, todo estándar, todo para todo x”11. 


Esta puesta en tensión de los dos niveles forma parte de la báscula radicalmente anti-hegeliana de Lacan, desde el momento en que se niega a reducir las existencias particulares a una parte de un todo. La enuncia de manera radical en la única lección de su Seminario De los Nombres del Padre: “Toda la dialéctica hegeliana apunta a colmar esta falla y mostrar en una prodigiosa transmutación cómo lo universal puede llegar a particularizarse por el camino de la escansión de la Aufhebung12”.  


Este aflojamiento continúa cuando comienza a definir al Nombre del Padre a partir de una función. La gran ventaja de una función es no definir un todo. Una función no define más que su ámbito de aplicación. Además, como la lógica moderna considera la cuestión de los conjuntos infinitos, nunca se puede contabilizar totalmente el conjunto de los casos. La función sólo puede definirse por las realizaciones de las variables que constituyen su desarrollo. Lacan parte entonces de casos particulares para hablar del padre. Ser un padre, es ser uno de los modelos de realización, uno de los valores (a, b, c, d) de la función P(x). Decir entonces: “El padre como agente de la castración no puede ser más que el modelo de la función”, implica que la entrada que elige Lacan a la cuestión del padre es la del uno por uno de los que se han convertido en padre. Para definir un padre, Lacan habla entonces de «padre-versión»13 (père-version) versiones del padre, una por una. 

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“Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, más que si el dicho amor, el dicho respeto está [...] perversamente (père-versement) orientado, es decir que hace de una mujer objeto a minúscula que causa su deseo. Pero lo que una mujer a-coge de este modo [...] no tiene nada que ver con la cuestión. De lo que ella se ocupa, es de otros objetos a minúscula, que son los hijos”14 


Entonces, ser padre es haber tenido la perversión particular de apegarse a los objetos a de una mujer: “Sólo puede ser modelo de la función al realizar su tipo. Poco importa que tenga síntomas si añade a ellos el de la perversión paterna, es decir, que su causa sea una mujer que él se haya conseguido para hacerle hijos y que a éstos, los quiera o no, les brinde un cuidado paternal”15. 


Notemos el quiasma. En principio, según la estructura del deseo masculino, el hombre se apega a los objetos a que causan su deseo. Por ejemplo, el fetichista tiene la perversión particular de apegarse al falo que falta a la madre realizándolo en un fetiche particular: el zapato, el «brillo en la nariz»16, etc. Lacan define al padre a través de un fetichismo particular. No se trata de un objeto que no está en su lugar, que ex-siste, sino de un objeto que una mujer produjo. El niño es un objeto a de la madre. De este objeto a, el padre debe tomar un cuidado particular que se dice “paterno”. Este cuidado lo deja en un lugar de síntoma. Es el único punto donde un hombre puede convertirse en el síntoma de una mujer, si ella es madre. 


El padre perverso se sitúa a nivel de la particularidad del síntoma, de la particularidad de su goce. “Es esencial que no sea Dios. Freud mostró la raíz de la ilusión religiosa a partir de la función del padre y Lacan, por el contrario, indicó que el espejismo divino es, hablando con propiedad, mortífero o psicotizante cuando se basa en el padre. […] La père-versión paterna, consiste precisamente en que el deseo del padre está ligado a una mujer entre todas, es decir, una mujer como única. Es en la medida que esa única, […] lo marca, que el padre revela que no es Dios.”17. En un mundo en el cual cualquiera puede volverse padre, cualquiera puede creer poder ser un valor de esta función excepcional. Si “cualquiera” se toma por Dios, por el guardián de los ideales o por el padre de la norma ideal, entonces se produce el efecto psicotizante: "cualquiera alcanza la función de excepción que tiene el padre. ¡Sabemos con qué resultado! El de su verwerfung o de su rechazo en la

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mayoría de los casos por la filiación que el padre engendra con los resultados psicóticos que he denunciado”18.  


Este padre no garantiza el acceso al goce como lo hacía el padre-Dios, en el modelo freudiano, para todas las mujeres. Es por ello por lo que Lacan insiste en el “sin garantía”, según el cual se trata ahora de hacer de una mujer la causa de la perversión paterna. Con esta demostración particular, el padre puede dar al sujeto el acceso a lo real del goce en juego: “papá, no es de ningún modo, forzosamente, aquel que es -es el caso decirlo- el padre en el sentido real, en el sentido de la animalidad. El padre, es una función que se refiere a lo real, y esto no es forzosamente lo verdadero de lo real. Eso no impide que lo real del padre, sea absolutamente fundamental en el análisis”19. 


Al distinguir el padre real, en el sentido de la animalidad, es decir el padre biológico, y separándolo del padre que “toca a lo real”, es decir, al goce, tenemos una indicación preciosa sobre el lugar del padre en las familias reconstituidas o recompuestas. La oposición entre lo verdadero y lo real resuena aquí de una manera particular. La articulación de lo verdadero y de lo real puede estrecharse por el movimiento mismo del psicoanálisis, que procede, ante todo, de un saber supuesto, el del inconsciente. El analizante accede a éste por la vía de la verdad, reformulación hecha por Lacan de la regla llamada de asociación libre, lo que significa liberada de las restricciones de la mentira social. El resultado es finalmente interpretado en términos de real, de goce20. 


El Padre del nombre y el padre real 


¿Cómo alcanzar lo real del goce? A la inversa de la vía ideal, Lacan indica, en el Seminario 

…O peor, una manera de realizar el tipo de la función de manera divertida, dice: “épater [su]familia”21. Épater, es a la vez producir una suerte de admiración, impresionar, pero sobretodo, jugando con el término pater en latin, dar un paso al costado con respecto al ideal de pater familias. Es una operación en la que se trata de producir un efecto particular que consiste en mantenerse a distancia de la creencia según la cual un padre puede ser “paratodos”:  

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“Se interrogó mucho la función del pater familias. Habría que centrar mejor lo que podemos exigir de la función del padre. Con esa historia de la carencia paterna, ¡cómo se regodean! Hay una crisis, es un hecho, no es totalmente falso. En síntesis, el é-pater ya no nos impacta. Esa es la única función verdaderamente decisiva del padre. Ya señalé que no era el Edipo, que estaba liquidado, que, si el padre era un legislador, el niño resultante era el presidente Schreber, nada más. En cualquier plano, el padre es el que debe impactar a la familia. Si el padre ya no impacta a la familia, naturalmente se encontrará algo mejor. No es obligatorio que sea el padre carnal, siempre hay uno que impactará a la familia […]. Habrá otros que la impacten.”22. 


Entonces, tenemos aquí una desconexión suplementaria entre el “padre carnal” y el que podrá advenir a “hacer el tipo” de padre. Indicación suplementaria para las parentalidades. La primera indicación es que « épater su familia » es el reverso de hacer “el”3 legislador. Tampoco es querer hacer “el” hombre, es otra cosa. En el mundo del #Metoo, Lacan observa bien que es del lado de las mujeres que se sitúa a la vez la denuncia de las antiguas formas de machismo y el llamado a nuevas formas de masculinidad deseantes de la buena manera. «Si el hombre es todo lo que ustedes quieran del estilo virtuoso, vira a babor, listo para virar, vira cuanto quieras, lo viril está del lado de la mujer. Es la única que cree en eso. Ella piensa. Eso es incluso lo que la caracteriza»23. Hay que ponerlo en relación con lo que enuncia un poco más adelante en este mismo Seminario: ”El Uno hace el Ser como la histérica hace el hombre. Evidentemente, el Uno no es el Ser, hace el Ser. Eso es lo que alimenta cierta infatuación creativista”24. 


Hay que distinguir entonces en el padre, por una parte, lo que concierne al nombre y que está del lado de lo simbólico y, por otra parte, lo que releva de la relación del padre con lo real. Esta oposición recorta la distinción entre la familia como real y el Nombre del Padre como simbólico. Es precisamente esto lo que Lacan pone de relieve en su “Nota sobre el niño”, extrayendo la lección del fracaso de las utopías comunitarias de los años sesenta: 


“La función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades pone de relieve lo irreductible de una transmisión que es de un orden diferente de la de la vida según las

3 NdT: Se agregan las comillas para acentuar el sentido que el autor busca transmitir. 


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satisfacciones de las necesidades, pero que conlleva una constitución subjetiva, lo que implica la relación con un deseo que no sea anónimo. Conforme a tal necesidad se juzgan las funciones de la madre y del padre. De la madre: en tanto sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, aunque lo sea por la vía de sus propias carencias. Del padre: en tanto su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”25 


Esta formulación pudo haber dado lugar a múltiples confusiones. En particular, como si  hubiera este padre, que diría todo sobre la articulación de la Ley y del deseo, como si tuviera la última palabra. 


El padre después del patriarcado 

En su conferencia de 1975 en la Universidad de Columbia, Lacan termina en un punto donde acentúa lo real del padre, como aquel que no está allí para hacer ley o para dar sentido, sino que está allí para marcar el lugar de su goce como viable: «El modo de existencia del padre se sostiene en lo real. Es el único caso en que lo real es más fuerte que lo verdadero.»26 En otra parte, en el discurso social, se trata de la disyunción entre el goce y el “dar sentido”: «Cuando se entra en este registro de lo verdadero no hay manera de salirse. Para aminorar la verdad como se merece debe haberse entrado en el discurso analítico. Lo desalojado por el discurso analítico pone a la verdad en su lugar, pero no la desaloja. Es poca, pero indispensable.»27. 


El padre debe mantenerse a distancia de creerse Dios o su representante en la familia, y atenerse a sus vínculos con lo real. Está a medio camino, entre dos consistencias. Es lo que Lacan llama, según el modelo del «mediodecir» 28 de la verdad, o del justo medio, el «me-dios»: “De lo que [una mujer] se ocupa, es de otros objetos a minúscula, que son los hijos, junto a los cuales el padre sin embargo interviene, excepcionalmente en el buen caso —para mantener en la represión, en el justo me-dios […] la versión que le es propia por su perversión. Perversión, única garantía de su función de padre, la cual es la función de síntoma tal como la he escrito ahí. […] La normalidad no es la virtud paterna por excelencia, sino solamente el justo me-dios […] o sea el justo no-dicho, […] es raro que él lo logre, ese justo me-dios" 29. 


Más allá de la justa represión, es el padre tirano quien hace de su goce una ley tan insoportable como arbitraria. Más acá, es el padre sin goce particularizado, el padre que se reduce al ideal del padre de familia, que varía

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según las épocas, hoy puede ser el padre compañero de juegos. El que cumple la función de padre no aplasta a la familia bajo su goce, ni bajo su pretensión de tener acceso al goce que haría falta. Le corresponde ayudar a los miembros de su familia a decir no al goce en su aspecto mortífero y a decir algo sobre un goce que sea viable. El padre no es el que puede decir todo, incluyendo lo verdadero sobre lo verdadero o lo verdadero sobre lo real de su goce. Mantener bajo la represión la versión de su goce es la condición para que algo del deseo se mantenga, el que sería a descifrar entre las líneas de lo que puede decir. En cualquier caso, esta justa represión es lo contrario de la prohibición que sólo indica las vías de la transgresión: «El padre es aquel que no lo dice todo y así preserva la posibilidad del deseo. El padre no pretende recubrir lo real, no pretende, si se me permite decirlo, ser ontológico»30. La ontología del padre sería aquella que quisiera dar sentido a los encuentros contingentes, en la parentalidad, de cada uno con el goce. 


Un programa de trabajo 

A veces se dice que es difícil dar forma a problemas precisos en el psicoanálisis, incluso que es difícil encontrar “Problemas cruciales para el psicoanálisis”31, como lo dice el título de un Seminario de Lacan. Es la razón por la cual quisiera proponer aquí un programa de investigación. Se trata de buscar, caso por caso, en las parentalidades de hoy y con los problemas clínicos con los que estas familias se confrontan, lo que hace suficientemente oficio de excepción del lado mujer y del lado hombre, para poder definir lo que impacta (épate) la familia. Búsquenlo en estas dos vertientes, femenina y masculina, y encontrarán lo que hace de padre en la configuración de los goces de hoy. 


Traducción: Celina Coraglia 

Revisión: Beatriz Udenio 


1 Cf. Pison G., « 1968-2018: Quatre surprises démographiques en France depuis cinquante  ans », Populations&Sociétés, n° 553, mars 2018, cité par A.-A. Durand, in « 1968-2018: espérance de vie, mariage, enfants… ce qui a changé dans la population française », Le Monde, 13 mai 2018. Disponible en internet.  

2. Entrada « Parentalidad» en Wikipedia, la enciclopedia libre en línea, disponible en el sitio de Wikipedia en su versión francesa.  

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3 FREUD, S. “La interpretación de los sueños”. Obras Completas. Tomo 4. Amorrortu.  Buenos Aires, 1991. P.230.   

4 Ibid. p. 273.  

5 Desde 1897, Freud habla con Fliess de las primeras ideas generales que su llamado auto-análisis le entrega. En sus notas a la Standard Edition para Totem y Tabú, Strachey recoge la carta del 4 julio de 1901 a Fliess, donde Freud, que lee los periódicos, comenta los descubrimientos de Knossos: «¿No has leído que los ingleses excavaron un antiguo palacio en Creta (en Knossos) que, según declaran, es el auténtico laberinto de Minos? Parece que Zeus fue originalmente un toro y que también lo era nuestro antiguo Dios, antes que se produjera la sublimación promovida por los persas. Esto da tela para todo tipo de ideas, que todavía no ha llegado la hora de poner por escrito » FREUD, S. “Totem y Tabú”. Obras  

Completas. Tomo 13. Amorrortu. Buenos Aires. 1991 p.5.  

6 Ibid. pp. 3-165  

7 Ibid. p.7.  

8 Ibid. pp. 153-154.  

9 Ibid. p.158.  

10 Miller J.-A., « L’outrepasseou la passe dépassée », Quarto, n° 124, mars 2020, p. 10. 

11 Ibid. p.11.  

12 LACAN, J. De los Nombres del Padre. Paidós. Buenos Aires. 2005. p.74  

13 LACAN, J. Seminario 22. RSI. Clase del 21/01/75.  Edición crítica. p.59.   

14 Ibid.pp.59  

15 Ibid. pp 59.  

16 El término es el del Hombre de los lobos: Glanzauf der Nase, traducido como «brillo en la nariz» FREUD, S. “Fetichismo”. Obras Completas. Tomo 21.Amorrortu. Buenos Aires. 1992.  

17 JAM. Curso El Ser y el Uno.Clase del 06 de abril de 2011. Publicada como “Itinerario de  Lacan'' en Revista Freudiana 71, mayo/agosto 2014.  

p. 147  

18 LACAN, J. Seminario 22. RSI. Clase del 21/01/75.op.cit. p.59.  

19 LACAN, J. Conferencias y charlas en Universidades norteamericanas. Columbia  University. 25 de noviembre de 1975. Disponible en internet.  

20 Cf. JAM., in Lacan J. Hablo a las paredes. Paidós. Buenos Aires. 2012  

21 LACAN, J. Seminario 19…O peor. Paidós. Buenos Aires. 2012. p. 204.  

22 Ibid. p. 204.  

23 Ibid. p. 200.