Boletín - Enero 2018


  
LECTURAS DE VERANO

Les acercamos una selección de artículos del Boletín de la Diagonal Americana Rayuela que ya no se edita más. Hoy lo reemplaza la REVISTA Rayuela | Publicación virtual de la Nueva Red Cereda América

www.revistarayuela.com/
Nos pareció que si bien datan de tiempo atrás son totalmente vigentes, así que les deseamos una buena lectura de verano!

                                                                          Marcela Errecondo


Irene Kuperwajs,  PAUSA, un espacio que recibe urgencias subjetivas en tratamientos breves, tiene un dispositivo para niños.
Gustavo Stiglitz, La familia y la época
Mirta Berkoff, El plus de gozar en la época - Cuerpos indignos
Claudia Castillo, ¿Qué tipo de intervención conviene al analista que recibe niños?
María del Carmen Arias, Las neurociencias como una forma de predeterminación biológica
Graciela Giraldi, Los niños y los síntomas del siglo XXI
Ana Ruth Najles, Los padres en la dirección de la cura con niños
Silvia Salman,  Lainvención neurótica y el deseo del analista
Roxana Vogler, Susana , Silvia De Luca, El niño en la última enseñanza de Lacan



El dispositivo Pausa niños
  Irene Kuperwajs

1-Particularidades del dispositivo y de la urgencia en el trabajo con los niños.

En Pausa-niños trabajamos con las urgencias subjetivas. La apuesta  de los analistas es la de crear con este marco la posibilidad de una brecha para retomar la palabra cuando ciertas palabras no alcanzan para dar cuenta del sufrimiento, de la inmensa angustia que puede desbordar a un  sujeto. Se trata de ofrecer una solución mejor a un momento de ruptura, de desvanecimiento subjetivo, que caracteriza la urgencia.
Un interrogante que nos surge es respecto de si hay algo que pueda diferenciar
la urgencia en los niños. Cuando recibimos a un niño nos preguntamos ¿de quien
es la demanda?, y la pregunta que se desliza como causa aquí es: ¿de quién es la
urgencia? de quién es la angustia? ¿quién padece? .Conviene pensar esto del lado
de lo que atraviesa la práctica con los niños en general, ya que con los niños
siempre hay de alguna manera “urgencias”, de los padres, de la escuela, etc. 
Poder deducir eso que llamamos la “trama familiar” en la que el niño ya no ocupa
tanto el lugar del ideal, sino como nos lo recuerda Laurent, el lugar de objeto de 
goce de la familia, es fundamental. El niño goza, tiene un cuerpo, pero también se 
ofrece como objeto de goce. O sea, que ese pasaje del objeto al sujeto, ese trayecto, 
es el que muchas
veces encontramos detenido evidenciando que algo del orden de la separación no 
operó y es la intervención del analista la que puede producir algún efecto de 
separación. Muchas veces verificamos ciertos efectos terapéuticos rápidos apenas
uno puede introducir al sujeto en ese circuito de la palabra, al otorgarle algún
sentido a ese agujero con el que se presentan estos sujetos, o reintegrar al niño
a sus lazos sociales. Orientamos la cura  desde el consentimiento pero también
hacia lo que viene como efecto que es la responsabilidad subjetiva, a eso lo 
llamamos “subjetivar la urgencia”. El horizonte de las intervenciones con los niños
en Pausa, podríamos decir que está en la dirección de transformar todo eso en 
una demanda dirigida al Otro y que el cuerpo del niño deje de ofrecerse como 
condensador del goce del Otro, ese es el tratamiento que le damos a la urgencia 
subjetiva en la época del trauma generalizado.
Desde esta perspectiva  se puede pensar a la urgencia subjetiva como el motor de la demanda. Verdaderamente cambia la dirección de las cosas que quien escuche en ese momento al niño sea un analista que atrape la ocasión de un encuentro. El destino de la urgencia la decide el deseo de quien la recibe.

2- Tiempo de transferencia

Uno de los problemas con el que nos encontramos es que deseamos responsabilizarnos de la transferencia que generamos. ¿Cómo resolver en un tiempo acotado esas transferencias? Trabajamos con una duración limitada de cuatro meses. ¿Esto nos lleva inevitablemente a una solución de corto plazo? Tal vez podamos hablar de un saber hacer operativo en tratamientos breves y de un cortocircuito al camino vigente en la pulsión. Entonces, ¿cómo servirnos de la brevedad para producir ciertos enganches que le permitan a un niño ir a jugar su infancia en otro espacio que no sea el del consultorio?
Recordemos que la clínica con niños nació con un tratamiento de algunos meses, y una sola sesión de Hans con Freud.
Una de las hipótesis que estamos investigando tiene que ver con la idea de cierto forzamiento por parte del analista. Lacan en su primer seminario hace referencia a la maniobra freudiana con el Hombre de los Lobos. Señala que lo que este sujeto era incapaz de decir “necesitó del forzamiento de Freud para hacerse accesible”. El forzamiento queda así ubicado con relación a la dimensión temporal del tratamiento que produce la vacilación fantasmática. Pero también Lacan propone el forzamiento hacia la poesía al final de su enseñanza, al referirse a la interpretación del analista que desea obtener algo más y va en contra del sentido. Es una operatoria posible que apunta a lo real, afecta al cuerpo. Tal vez capturar rápidamente algo del goce del sujeto fuerce al analista a estar muy atento, a no dormir ni siquiera un instante, ya que no hay tiempo para perder. El deseo del analista orienta al niño a concluir un circuito, un trayecto, tocando algo de lo que falla.
G.Brodsky comentó en el último Congreso que la pulsión obliga a pasar por el campo del Otro para encontrar sus objetos, que el objeto puede constituirse como último recurso para establecer un lazo no motivado ya por la suposición del inconsciente. Dichas precisiones permiten pensar un lugar posible para el analista en esta versión libidinal de la transferencia que se apoya en el discurso analítico, siendo éste el que ordena los términos disjuntos del discurso hipermoderno introduciendo la imposibilidad. Nos valemos de la transferencia libidinal  para acotar el goce del sujeto, perturbando la defensa. Aunque no armamos previamente una gran trama de sentido, podemos verificar a esta altura de nuestra experiencia en Pausa, que algo se extrae y el niño  puede empezar a saber hacer algo con su goce aún en este breve recorrido.
3- ¿Qué analista?

Si un psicoanálisis se define por “lo que se espera de un psicoanalista”, podemos preguntarnos qué se espera de un analista en Pausa. En este dispositivo ofrecemos un uso del analista no convencional, pero en total consonancia con la idea de que el analista es un objeto a ser consumido, disponible en el mercado, versátil, multifunción. En Pausa es un objeto a ser consumido en principio por un tiempo breve. Eso no lo hace ni mejor ni peor, en algunos casos más deseable, en otros más rechazable, lo importante es que sepa encarnar ese objeto libidinal para cada quien, sosteniéndose en la función deseo del analista, que sepa colocarse bien en las múltiples localizaciones en donde puede ser encontrado, como causa de un trabajo. Esta función depende, como sabemos, de un lugar en un discurso, por lo tanto es crucial ubicar que Pausa es un lugar en donde el discurso del analista es posible. El encuentro con un analista puede incidir realmente en la vida de un pequeño sujeto, y no será igual si interpretamos su dolor de existir como angustia referida a una causa, que como un ADD a medicar. La apuesta es muy sencilla pero a la vez compleja: lograr en ese trayecto atrapar algo del goce del sujeto y efectuar cierta separación del objeto, con la perspectiva de la constitución de un síntoma propio para aliviarlo de su padecimiento.
En la última enseñanza Lacan nos dice que hay arreglos, no soluciones definitivas…el análisis puede ayudar a cada uno a construir una solución mejor.
Con los niños es sumamente interesante pensar a los tratamientos como
ciclos, trayectos que podrán continuarse o no en otros momentos de la vida del sujeto.

Un ciclo en Pausa

Un pequeño sujeto llega a PAUSA luego de que cierta encrucijada familiar lo dejara en una posición de sufrimiento con respecto a sus padres. Al cabo de dos entrevistas algo se apacigua y ceden los síntomas más manifiestos.
Las entrevistas prosiguen hasta que una contingencia le permite al terapeuta detenerse en un detalle, el exceso de peso, que será la vía para la ubicación de una modalidad de goce particular, cuyo señalamiento posibilitó la emergencia de un síntoma nuevo.
El sujeto relata con gran deleite su afición a las golosinas: “Me encantan los chicles, me la pasaría masticando todo el día” El analista le señala: “Entonces a vos no te encantan los chicles, a vos te encanta masticar”, señalamiento que produce inicialmente un efecto de sorpresa y luego una serie de asociaciones donde la preponderancia de la pulsión oral para este infantil sujeto queda manifiesta.

La familia y la época      

Gustavo Stiglitz


De un padre que no sea del semblante

Observación: lo clásico aún vive

Partamos de la siguiente observación realizada por Guillermo Belaga[i]: la mayoría de las familias actualmente en Argentina tienen una conformación tradicional. Esto es, un padre, una madre, el o los hijos. Incluso en el caso de las familias recompuestas, en los que se agregan otros personajes al paisaje familiar (abuelos/as de más, otros partenaires del padre o de la madre) esta configuraciónse mantiene.
Si bien están apareciendo las familias mono u homo parentales no es la mayoría, ni mucho menos, de los casos que llegan a nuestros consultorios.
Estas apariciones llaman nuestra atención y abren campos de investigación en los que aún no sabemos las consecuencias clínicas sobre los niños. Apariciones que en ocasiones rompen las fronteras de lo que imaginábamos como posible y tocan lo que creíamos imposible.
La configuración familiar clásica aún existe en la mayoría de las familias, lo que no impide que sí aparezcan nuevas sintomatologías en los niños, nuevas presentaciones del conflicto familiar.
Ni fobias, ni obsesiones ni histerias al menos a la entrada, sino sujetos casi desabonados del inconsciente, con trastornos del humor, de conducta, con demandas insaciables o con un inquebrantable rechazo al Otro. Sujetos que se presentan como lo que Adela Fryd llama “Niños amo”, que son verdaderos tiranos ineducables.
Esto, que sí es palpable en forma creciente en la clínica, indica que en el seno de esa configuración clásica, a pesar de la apariencia, algo ha cambiado.
Dónde situarlo?
Lo que no hay dentro de esa conformación tradicional, continuaba la observación de la que partimos, es una autoridad que encarne cierta ley.

Deconstrucción del padre

Estaríamos entonces, ante una variación en lo clásico. Variación señalada ya por Freud que intentó por la vía del mito edípico, reestablecer el lugar del padre. También señalada por Lacan desde su trabajo La familia, pero definida con todas sus letras en el Seminario 18 – De un discurso que no fuera de semblante - : “Si lo que se nombra padre, el Nombre-del-Padre, es un nombre que tiene su eficacia, es precisamente porque alguien se levanta para responder.”

Primera  conclusión: en esta nueva clínica de las familias casi clásicas, encontramos, en los extremos, una disyunción entre semblante y real, Un semblante vacío del referente que se levante para responder en lo real, esto es, sin una verdadera autoridad que encarne la ley.
Es esta articulación entre semblante y real, la que está conmovida tanto en la configuración clásica como en las más modernas.
No son los semblantes los que están en decadencia, más bien al contrario, es ese alguien que se levanta para responder el que no comparece. Del lado del semblante, asistimos a una exacerbación. Puro semblante, lo que conlleva efectos más devastadores.
Hay que destacar que el ya trillado Complejo de Edipo muestra algo de esta disyunción – que es de estructura – pero es una disyunción más articulación.
El Complejo es vehículo del Padre como nombre, el padre muerto que está del lado del semblante, y del Padre que se levanta para responder en lo real. Este es el padre de la prohibición, el que dice “con esta no” – pero también dice “con las otras sí”. Es el que responde con su pére-version, con una versión sobre el goce. Es el verdadero operador de la castración, que vuelve eficaz al semblante.

Un laboratorio sobre el Padre

Aquí la clínica de la adopción se presenta como un laboratorio al alcance de la mano.
La adopción muestra que la biología sola no hace lazo. En la adopción en el sentido legal del término (a los hijos propios también se los adopta o no), al hacerse patente la hiancia entre biología y semblante, se trasluce el hecho de que el niño llega al mundo como resto de la relación sexual entre partenaires. Incluso en las familias monoparentales.
Esta constelación previa a la adopción – la de los padres biológicos – resta como un inefable en la historia del sujeto a la vez que demuestra que aquel que se levanta para responder – si existe -puede no tener nada que ver con la biología.
Pero no es este real biológico el que nos interesa a los analistas. Nos servimos de él para mostrar que el padre es una función
ad- hoc, pero deseamos algo más.
Deseamos abordar la articulación entre los semblantes paternos que se ofrecen al sujeto para la transmisión de la castración – única función que se espera del operador Nombre del Padre – y lo real que queda señalado por las marcas que deje ese “alguien que se levanta para responder”.
Nos interesa el real como consecuencia del encuentro del sujeto con la respuesta del Otro.

Las respuestas del Otro, hoy

Para abordar esta cuestión, debemos tener claro que lo irreductible de la No Relación Sexual (NRS) tiene consecuencias que se manifiestan en los desórdenes del lazo social, amorosos y familiares.
¿Y cómo respondemos los seres hablantes a esos desórdenes?
Con un tratamiento del campo de la relación sexual – que no hay - , por medio de semblantes. ¿Y esto en que se diferencia de lo que hacen los animales? En nada. Ellos también usan de semblantes en el cortejo previo al apareamiento.
La diferencia está en que en los seres hablantes esos semblantes son vehiculizados por el discurso. Ahí sí que se abre un abismo.
Entre los semblantes que vehiculizan los discursos destacan en la actualidad, por ejemplo:
-los Derechos del Hombre. La NRS puede ser reducida por los derechos del hombre, que son convención.
-la familia
-las identidades sexuales según los estudios de género
-la oferta del mercado de fantasmas que empujan a un goce desprovisto de singularidad. Incluímos aquí las categorías diagnósticas y la industria farmacéutica.

Dentro de los semblantes familiares, lo que Lacan observa desde su trabajo sobre la familia, es que ésta no se orienta más por la línea patriarcal, sino por las distintas formas de conjugo, de la alianza. (Eric Laurent:Siglo XXI: no relación generalizada e igualdad de los términos.)
Lacan se orienta por la “familia conyugal” de Durkheim.
La etimología está de nuestro lado, conjugo, conjugar. En la familia, se trata de la conjugación entre los sexos.
Única conjugación posible, según Lacan: “la relación sexual solo existe en la familia”. (citado por J.A.Miller en Sobre padres y causas. Introducción al método psicoanalítico).
Conjugar es enlazar, atar. Conjugación es combinación, coordinación, hacer compatibles dos o más cosas.
Obviamente, el discurso es incapaz de una conjugación sin resto y ninguna ficción – jurídica, familiar, ofertas del mercado – reduce lo imposible de escribir la relación sexual (NRS).

Le toca al psicoanalista cuidar esa falla (lo imposible de escribir…) de la tentación de querer cubrir lo real detrás de las ficciones.
Eso sería burlarse de lo real, engañarlo. FrancoisLeguil muestra que lo real se venga  del engaño “ridículoengañándonos”, refiriéndose a los retornos del mismo.

Qué quiere decir esto?
Que, si lo que aparece como la posibilidad de escribir la proporción sexual, es en realidad la conjugación entre dos semblantes: madre y padre…
…Entonces solamente si a éstos se agrega ese “alguien que se levanta para responder”, podrá la familia – incluyendo la variedad de semblantes que la modifiquen, o como se llame lo que venga a su lugar – transmitir el nudo de la castración, única posibilidad para el sujeto de orientarse por lo real de la NRS. 



[i] Exposición realizada en el transcurso de una conversación sobre políticas del psicoanálisis de próxima publicación.


El plus de gozar en la época - Cuerpos indignos

Mirta Berkoff

Epígrafe

“El análisis libera del fantasma…no del respeto a lo escaso de los semblantes que aún permiten anudar el plus de gozar a la lengua común”
E Laurent (1)

El plus de gozar

En los seminarios 16 y 17 Lacan (2) introduce  la idea  que existe una maquinaria que produce goce, esa maquinaria es el discurso. La entrada en discurso para el sujeto conlleva una pérdida y una consecuente recuperación.
Lacan plantea al lenguaje como  demanda que fracasa, al fracasar se repite, insiste.
En esa repetición se produce una mengua y en  esa mengua toma cuerpo el plus de goce. Vemos así al goce inscripto en el funcionamiento del sistema significante. La operación del discurso produce un resto por la  renuncia al goce absoluto
El  objeto surge, es producido, liberado, en el nivel de esa pérdida. Toda articulación significante produce plus de gozar  que es una sombra de goce. Es una migaja de goce, lo que resta  después de ser triturado por el aparato del lenguaje.
El objeto como plus de gozar impone una  forma al goce informe. El objeto en-forma hace de suplemento al vacío  generado a nivel de la palabra. A cada recuperación, una pérdida. A cada pérdida, una recuperación. Un funcionamiento de discurso, un verdadero aparato de goce.

La causa y el tapón

Si ponemos el acento en  la perspectiva de vacío que produce el advenimiento de la palabra advertimos que allí puede articularse la función de la causa dando lugar al objeto causa de deseo.
Si advertimos  su aspecto de recuperación vemos cómo ese objeto puede estar taponando la división del sujeto. Sujeto  que no sabe nada, entonces, de lo que lo causa  o de lo que goza, ciego del fantasma que lo determina. El objeto en esta perspectiva compensa el vacío
 Nos vamos acercando entonces a la idea de que puede haber objetos hechos para servir de tapón de la castración. Lacan nos advierte en el Seminario 17 que al lugar de la función del plus de goce, que es la falta de goce,  puede ir a parar un objeto del mercado que sature la falta con un plus de goce de imitación, tomado en lo imaginario.
 Lo que encontramos es que estos objetos, a pesar de entretener al sujeto,  no por eso evitan su sufrimiento.

El plus de gozar en la época

El discurso es la práctica común de lenguaje de una sociedad dada, es la lengua común.
Es un modo de tratamiento del goce que puede depender de la época.
Lacan ubicó  las diferencias entre  el tratamiento del goce por el discurso del amo y cómo es tratado el goce en la deformación de este discurso, que es el discurso capitalista.
El discurso del amo es fundante, se caracteriza por tener en  el lugar del agente  un significante ordenador. Un S1 que comanda el discurso e identifica al sujeto. Por otro lado hay un goce producido, separado, que se  segrega como  goce en plus.
Lo que caracteriza, en cambio,  al discurso capitalista es que en el lugar del agente está el sujeto supuesto amo que anda por allí  desbrujulado.  Está en posición de creerse no sujetado a nada,  pues ya no es válido el significante que lo podría identificar. El S1 amo cae debajo de la barra. Sin la plomada del discurso, sin  un   significante de peso, el sujeto va a la deriva y en su derrape hace tope con el objeto  de consumo, ya que en el lugar del Otro está el mercado.
 Mientras que en el discurso del amo una doble barra escribe la imposibilidad de acceder al objeto, una flecha, en el  discurso capitalista une al sujeto con el objeto, como si hubiese una posibilidad de integración directa del goce por parte del sujeto, donde no se inscribiese ninguna pérdida  Es este, entonces,  un falso discurso porque la maquinaria falla en triturar el goce.
Lacan plantea el objeto en este discurso como un objeto de imitación que distrae al sujeto de la castración
El discurso capitalista exalta el recurso  al objeto tapón con el fin de obturar el  vacío.
Hay una producción intensiva del plus de gozar que se  acelera en  una metonimia de imparable deslizamiento. El plus de gozar desanudado del discurso, se consume frenéticamente con un estilo adictivo, pura pulsión de muerte.
JA Miller(2) lleva  al extremo la idea de Lacan en el Seminario 17 de ubicar a los objetos de la civilización en el cenit y ha propuesto   un nuevo discurso, el  hipermoderno, donde el lugar de comando estaría directamente ocupado por el objeto ‘a’, no habiendo un significante que merezca  respeto en el lugar de agente.
Lo que aclara Miller  es que  en este discurso los elementos están dispersos.

Hace años Miller ya nos había transmitido la idea  que  en el niño los elementos del discurso no se ordenan de una vez. La entrada en discurso para el niño implica el tiempo de poner en función las operaciones de alienación y separación. Miller ubicó, entonces,  al niño en el lugar del objeto con una flecha que se orientaba hacia  el sujeto barrado. Ahora nos dice nuevamente, los elementos están, pero no se ordenan. Si los elementos no se ordenan el discurso hipermoderno es un falso discurso,  falla en articular el plus de gozar con la falta, y pone en jaque las operaciones de causación del sujeto y el discurso del inconsciente. Estamos no sólo ante el niño generalizado sino ante  un sujeto que apunta a gozar irresponsablemente de un plus enloquecido.

Cuerpos indignos

En el ser parlante las palabras y el goce se abrochan en un cuerpo. Los dichos despedazan el goce, muerden lo real,  dando lugar al cuerpo que llamamos nuestro. Al que nos referimos, entonces no es al cuerpo anatómico, hay una “biología lacaniana”. Se trata  de un cuerpo tomado por la pérdida, usurpado por las demandas del  Otro. Tomado por ese Otro que sostiene la imagen que nos une en el espejo, es un cuerpo mutilado.
El goce que queda, despedazado, cedido, es el goce del objeto. Jirones de goce, que son   recortes   particulares para cada quién que llamamos objeto “a”.Lo que se obtiene es un  goce en plus  a nivel del objeto pulsional, sólo logrado a partir de agujeros y bordes que hacen cuerpo.
El significante que entra en el cuerpo, fragmenta el goce del cuerpo, despedazando el cuerpo. El elemento significante se corporiza como goce y ese es el plus de gozar. El discurso corporiza el significante, inscribe el cuerpo individual en el vínculo social bajo formas típicas.
Miller (4)dice, hay mutilaciones tradicionales hay una corporización codificada, normada, que viene del discurso. La compostura, el tono, son formas de corporización. Luego está la corporización contemporánea la de la época del Otro que no existe, ahora el cuerpo está, como todo,  más descuidado por la corporización normada y entonces se ven las invenciones de corporización , el piercing , el body art, la actividad deportiva, son  inventos que han pasado a ser normas actuales de corporización.
Lo que planteo es  que  a partir del discurso hipermoderno, por la  precariedad simbólica, se produce  un  plus de gozar desamarrado, plus de gozar de imitación,  que  obtura  la castración pero no escribe ninguna pérdida. Esto provoca que  a nivel del cuerpo haya un defecto de encarnación donde el cuerpo  pierde su anudamiento  a lo real.
Es un cuerpo sin resonancias,  donde la palabra parece no anudar el afecto como si la pulsión pudiese desamarrarse del significante.
Es este cuerpo indigno, donde al no anotarse pérdida alguna hay un plus de goce enloquecido,  el que los jóvenes de hoy intentan morder con los cortes, intentando generar un vacío que lo atraviese.

La pregunta en nuestra clínica  es: ¿puede el psicoanálisis  anudar en estos casos  el plus de gozar al discurso? ¿Puede la operatoriaanalítica  dignificar un cuerpo?
Se trata en la operatoria analítica  de anudar el plus de gozar al discurso incluso en el caso de un  cuerpo que no se ata  a la dignidad del significante, pues la  política del psicoanálisis en la época es no cancelar el síntoma con lo universal sino que  el discurso analítico siga siendo camino para que cada uno produzca lo que le es singular.

Notas
(1)   E.Laurent, “El surfista de la hiperletra y los suburbios del significante”, Blog-Note del síntoma, Ed.Tres Haches, Bs As , 2006
(2)   J.Lacan, Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., 1992
(3)   J.A.Miller, “Una fantasía”, Rev Lacaniana de psicoanálisis n°3, Ed EOL, Bs As, 2005
(4)   J.A.Miller, “El cuerpo Schreberiano” , Biología Lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Bs.As. 2002
 
 
  


¿Qué tipo de intervención conviene al analista que recibe niños?

Claudia Castillo 

Bajo el título Intervención, el canal A&E (Acción y Emoción) presenta y sigue el tratamiento de distintas personas que padecen diferentes patologías;  adicciones a drogas legales e ilegales, anorexia y bulimia, otras.  Intervención es uno de los programas más vistos de la televisión norteamericana, que ganó el año pasado un premio Emmy, como el  mejor en la categoría Reality Show.
El mayor atractivo de la serie es que toma casos reales narrando la eficacia del tratamiento, el seguimiento del paciente y los distintos profesionales que intervienen para ayudar al que padece y asesorar a su familia.
Hace un par de semanas me llamó la atención que presentaran el caso de un niño, no sigo el programa, pero parece que no es frecuente este hecho. Se presentaba un nuevo trastorno llamado Síndrome de Acumulación Compulsiva. Se trata de personas que adquieren y almacenan objetos, sin tener la capacidad de deshacerse de ellos. En general dichos objetos, carecen de valor, pueden ser periódicos, folletos, objetos inservibles. En el caso de este niño lo que acumulaba podía ser tanto un juguete roto, como la caja de un juguete, viejos dibujos, papeles de regalos, etc., todo lo imaginable.    
El modo de “intervención” que muestra el programa pone en acción un modo de tratamiento que reúne a varios profesionales trabajando sobre el problema. A la vez, depende el tipo de caso, no está exenta  la intervención del gobierno. Por ejemplo, un hombre que acumulaba en un terreno montones de autos viejos, electrodomésticos rotos y otros objetos en  desuso  debió ir a prisión por que sus vecinos lo habían denunciado por contribuir a la “contaminación visual” del vecindario.
Pero volvamos al caso del niño que llamaremos Jimmy. Él  vivía solo con su madre que realizaba un trabajo desde su casa y que a su vez, era acumuladora compulsiva, es por eso que intervinieron varios profesionales; una trabajadora social, una psicóloga y empleados recolectores, para ocuparse de la madre, y un psicólogo infantil para ocuparse del niño.
 Es interesante narrar la escena del pequeño con el psicólogo donde este no puede ni preguntarle apenas porque acumula todas esas cosas, sino que calzándose unos guantes se dispone a la tarea de convencer al niño para que pueda deshacerse de esos objetos. No solo el niño no quiere tirar nada sino que ante la insistencia del profesional sale corriendo. Prefiere salir de la escena que renunciar a la satisfacción que le causa acumular esos desperdicios, que sin embargo son  para él, objetos preciados.
¿Cómo podría un psicoanalista proceder frente a este niño? ¿Por qué esos objetos sin ningún valor cobran semejante significación para el niño, a tal punto que no puede desprenderse de ellos? Es claro que cuando el psicólogo pretende hacer una intervención que apunta rectificar a la salud mental Jimmy, ya que el niño no podría concentrarse para estudiar en medio de toda esa basura, el niño responde con  angustia. Allí donde el psicólogo queda perplejo intentando sin éxito una psicoterapia educativa el psicoanálisis podría interrogar la “acumulación” dando la oportunidad al niño de hacer de eso un síntoma, que lo recorte del conjunto de los que padecen el síndrome para brindarle una inscripción singular.
Se podría pensar si en una época signada por el consumo, donde la incitación a comprar,  la estrategia más astuta del mercado, el síndrome de acumulación no es una respuesta del sujeto.
En un foro sobre acumulación compulsiva,  escribe un joven que parece haber leído lo que J. A. Miller plantea en “La salvación por los desechos”, ya que asumiéndose como acumulador parece haber encontrado un modo de socializar su goce. Él plantea que en efecto acumula montones de objetos (joyería, bolsos, ropa de marca otras temporadas) pero que a fin de año realiza una venta, deshaciéndose de todo. Dice: “Me da tristeza dejar ir las cosas, pero me da gusto que alguien les dé el uso que no les puedo dar. Reconozco que tengo un problema y lo mejor que puedo hacer es organizarlo todo para que se vea bien”.



¿La infancia bajo control?
María del Carmen Arias

El progreso de la ciencia despierta interrogantes éticos, primero fue la genética, ahora la joven neurociencia. Surge la pregunta acerca del uso de sus descubrimientos, es decir su finalidad. La especialista sueca en Neuro ética, KathinkaEvers, estuvo en Buenos Aires junto a Pierre Changeux, considerado el padre de las neurociencias y opinó sobre el tema. Afirmó que la neurociencia crea muchas expectativas pero a la vez enciende alarmas. Aparecen signos inquietantes tales como poder identificar el cerebro terrorista, desarrollar drogas que modifiquen el cerebro con fines militares, optimizar las funciones cerebrales a partir de la creación de drogas racionales. Consultada acerca de cómo utilizar estos conocimientos, con qué fines, la especialista propone "estar vigilantes", pero que la vigilancia no impida el optimismo.
El sociólogo británico Nikolas Rose, afirma que hay una somatización de la ética ya que cada vez más nos relacionamos con nosotros mismos no ya a partir de un mundo psicológico interior sino a partir del cuerpo en general. Surge así una acción sobre el cuerpo que se ha desplazado últimamente al cerebro. Este es un modelo para el cual todos somos enfermos pre-sintomáticos. Se trata de prevenir enfermedades futuras no solo somáticas sino también psiquiátricas o conductas antisociales. Sabemos que la pretendida prevención encierra el peligro de tener una sociedad bajo control, medicada, donde el sujeto se vería segregado, donde el saber del inconsciente podría desaparecer.
Lo que se impone es el saber de la cifra, del genoma humano, del cerebro, donde la ética del bien decir ya no tiene lugar. Sin embargo, siempre habrá un lugar para lo inesperado, lo excepcional, lo que no entra en la casilla.
Los tiempos de la manicomialización, lobotomizaciones, electroshocks, parecen lejanos pero cuidémonos de sus nuevas presentaciones. En lugar del chaleco de fuerza, el chaleco químico pareciera un avance. Hoy lo nuevo es la tendencia cada vez mayor a que el chaleco se use en la infancia, con un niño al que ya no hay que proteger sino del que la sociedad debe protegerse. Medicalización que además abre un nuevo mercado, el del niño como consumidor.
Nos encontramos con una población infantil sobre-diagnosticada "rápidamente", con un rótulo estigmatizante que tranquiliza a padres y maestros ante su desorientación, invalidando la normalidad de ciertas conductas que rápidamente pasan a ser consideradas "patológicas". El secreto profesional tiende a desaparecer ya que cualquier travesura que un niño "confiese" deberá ser reportada. La intimidad y la libertad dejan de ser valoradas, y en esto los medios de comunicación también aportan lo suyo.
Estas son cuestiones que merecen ser puestas al debate. Nos serviremos para eso de la presentación del film La infancia bajo control, proyectado en la TV francesa en 2010 y que sale al paso de un informe del INSERM (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia).
A partir de la opinión de reconocidos profesionales e investigadores de distintos países, surge la idea de que un niño travieso puede convertirse en un criminal en edad adulta, teniendo como base el poder de la predicción. Ya desde la guardería, a los 3 años, es conveniente evaluarlos y quizás también medicarlos. Los diversos modos de evaluación que muestra nos sorprenderán.
Tendremos oportunidad de acceder a otras opiniones que cuestionan aspectos de este enfoque completando el mensaje de este film, que actuará como disparador de nuestra reflexión y debate acerca de cuestiones tales como: ¿Qué es un niño? ¿De qué manera esto puede influir en las políticas sanitarias y sociales? Si todo está escrito en la célula del embrión ¿qué destino para un sujeto? ¿El inconsciente desaparece?
El encuentro, este viernes en la EOL, tendrá como invitadas a quien suscribe esta nota y a Marcela Errecondo, miembros de ERINDA (Espacio rosarino de investigación del niño en el discurso analítico) para aportar su análisis y comentario.
Continuaremos medio día de sábado con las Jornadas de los Cursos Ceceol y Ciol donde pondremos a cielo abierto, a partir de nuestra clínica, cómo trabajamos los analistas de orientación lacaniana con los niños. Contaremos además con una mesa con trabajos sobre Política y Psicoanálisis.


 Los niños y los síntomas del siglo XXI
Graciela Giraldi
¿Qué es la salud mental? Si bien la Organización Mundial de la Salud no dispone de una definición oficial científica, sí opone los términos de la salud mental a las enfermedades nerviosas. En la perspectiva psicoanalítica la salud mental no existe, en tanto los humanos estamos marcados en nuestro cuerpo y en nuestros pensamientos por las palabras, nos sostenemos en la vida con nuestros pequeños delirios, y sin llegar a ser psicóticos estamos todos un poco locos.
Según se aborde la cuestión del síntoma en los niños, se puede aliviarlo a cronificarlo. Es común que si un chico presenta problemas en la escuela se diga apresuradamente: síndrome de hiperactividad, sin que nadie le pregunte antes al niño: ¿qué te está pasando? En cambio, se medica y re-educa a todos los niños por igual.
Desde las neurociencias y las psicoterapias cognitivistas y del adiestramiento de la conducta, la salud mental se organiza excluyendo la subjetividad del paciente. De allí que se quiera abortar al síntoma: anorexia, bulimia, problemas de aprendizaje escolar, adicciones tóxicas, fenómenos psicosomáticos, angustia de pánico, autismo infantil, degradándolo a un trastorno (TDAH, TOC, síndrome de Asperger) a una disfunción o a alteraciones de la conducta, de la inteligencia, de la alimentación, etcétera.
Dichos rótulos sobre los fenómenos disfuncionales, al prescindir de la interrogación al niño sobre su padecimiento, no son diagnósticos, en tanto el arte de diagnosticar se apoya en el caso por caso.
Como al niño lo traen sus padres a la consulta, ellos nos hablan angustiados o desesperados sobre lo que consideran el síntoma de su hijo. Pero también tendremos que localizar qué dice el niño sobre cuál es su padecimiento.
La otra cara del buen uso del síntoma se pone en evidencia, por ejemplo, en el médico que no puede dejar de atender a sus pacientes, porque su querer curar es más fuerte que él mismo. O del niño que se traga los libros de cuentos, del joven que practica con pasión un deporte, etcétera.
¿Pero cómo son los chicos y las familias que hoy nos llegan al consultorio, con qué dificultades del lazo nos encontramos, y cuáles son las nuevas formas en que se manifiestan los síntomas de los niños y adolescentes? Observamos que los calladitos y reprimidos niños de anteriores épocas se transformaron en chicos parlanchines, sin miedos, desatados y hasta desafiantes muchas veces ante la autoridad de los adultos, lo que se manifiesta en el lazo con su pediatra y maestro.
El lugar del ideal que antes ocupaba el niño para sus padres rotó al lugar del niño como objeto de goce de la madre, de la familia y de la civilización. Estos niños "Amos" fascinan por un lado a los mayores porque parecen saber lo que quieren, pero por otro lado inspiran miedo a sus padres, quienes se muestran impotentes para ponerles límites. Los dejan pasarse de revoluciones en su excitación, y en ocasiones le piden al neurólogo que los medique por hiperactivo.
Cambios en la familia
La misma familia del niño ha cambiado. Lo muestra la obra de teatro de Antonio Gasalla titulada "Más respeto que soy tu madre". La autoridad paterna caracterizada antiguamente por su dirección verticalista en la que reinaba el temor de los hijos, pasó a ser horizontal, donde la pareja de padres está enterada que asumir la autoridad ante los hijos es lo contrario del autoritarismo.
Dicha metamorfosis de la autoridad paterna tiene incidencias en el lazo actual de la familia del niño con el pediatra, el maestro, el psicoanalista. No hay que desesperar, nuestra civilización es más realista, porque se apoya en la inexistencia del padre ideal de todo saber y poder, el que nos ordenaría la vida y nos sacaría las papas del fuego.
ˆ‚‚Ese mismo agujero llama a la responsabilidad de cada practicante que responde a las problemáticas infantiles, haciendo uso de la invención en nuestro trabajo diario.La subjetividad de nuestra época no sufre porque las cosas no funcionan como quisiéramos, porque sabe que el malestar cultural es estructural. Nuestra civilización padece de los impasses generados por las falsas ciencias, cuando se evalúa, se clasifica y se etiqueta por igual a todos los niños y jóvenes en base a un protocolo de preguntas y respuestas pre-establecidas: fracasado escolar, drogadicto.De modo que si la infancia del siglo XXI está amenazada, quienes recibimos las problemáticas de niños y adolescentes no podemos desentendernos mirando para otro lado, ni bajar los brazos en nuestra acción, sino que tenemos el deber ético de alojar lo más singular de cada niño o joven: su síntoma. Porque, tanto los psicoanalistas como los médicos, los maestros y otros practicantes de la clínica con niños y adolescentes, sabemos que lo fundamental de nuestro acto se centra en el lazo con nuestro paciente, lo contrario de llenar protocolos de los técnicos creyentes de la salud mental.



 


Los padres en la dirección de la cura con niños
 Ana Ruth Najles
Desde los albores de la práctica del psicoanálisis con los niños, los padres como interrogante llegaron a constituirse en el síntoma de muchos practicantes.
Primero, ¿por qué se admite tan fácilmente, cuando alguien llama pidiendo una entrevista por un niño, que el sujeto de la demanda de análisis es el niño? ¿Por qué no se interpreta qué dice alguien cuando dice que su problema es un niño (en la mayoría de los casos, su hija o su hijo)? ¿De qué habla ese que viene a hablar, con qué objeto habla, con qué objeto trae a ese niño en su discurso?
Además, ¿de qué habla alguien cuando habla del padre o de la madre? No habla del ‘papá” o la ‘mamá” que van y vienen por el mundo, sino que hablando del padre o de la madre  el parlêtre dice algo sobre su goce.
Es habitual que los así llamados adultos -que, como dice Lacan, no los hay- no sepan qué hacer con los niños.   
Cuando un niño es traído –o mandado- como paquete -término que fue utilizado por un pequeño analizante- para ser depositado en manos de otro para que éste se haga cargo de él es siempre necesario determinar qué es lo que ese paquete envuelve.
Cualquiera que viene a hablar nos habla de un paquete cuyo contenido desconoce. Ese paquete puede tener la forma de un niño, de un sufrimiento corporal o de un pensamiento que atormenta, pero realmente, de lo que se trata, es de que ese paquete envuelve el objeto degoce de ese que habla. 
Es decir que en múltiples ocasiones el objeto que causa la división del sujeto, que aparece como su síntoma,  toma la forma de un hijo, así como en otras ese objeto puede tomar, por ejemplo para un hombre, la forma de una mujer. A esto se refería Jaques Lacan, cuando afirmaba que “una mujer es un síntoma para el hombre”[2].
Un analista, entonces, no recibe a padres en su consulta sino que recibe a parlêtres que, si bien son tomados por diversos significantes -padre, madre, hijo, abuelo, abuela, tío, etc.-, pueden padecer de algún sufrimiento que se articula en el significante “niño”. Eso quiere decir que ese significante los representa a ellos en tanto sujetos divididos a causa de un goce que desconocen.
El trabajo que un analista puede incitar a hacer a esos padres en calidad de parlêtres es el de interrogarse sobre su posición respecto del goce.
Si decimos en calidad de parlêtres es porque si se pretende escuchar a los padres como padres, el que escucha queda ubicado en posición de hijo respecto de aquellos que vienen a hablar.
No es lo mismo escuchar hablar a ‘los padres’ que ubicarse como destinatario del goce  que divide a un sujeto. Se trata de no olvidar en tanto que analistas que cuando alguien habla, demanda, y sabemos que lo que demanda es un saber sobre la causa de la propia división, es decir, sobre su goce.
Al escuchar por separado a ambos progenitores de un niño, es evidente que no hablan de lo mismo, y es evidente que a través o por medio de ese niño, hablan de otra cosa, y esa otra cosa es lo que el analista debe situar: con qué objeto pulsional habla cada uno.
Se trata, entonces, de localizar el referente singular o sea real, de los dichos de cada uno de los que allí hablen.
Como el referente es vacío (castración en Freud y “no hay” en Lacan) se trata de descubrir por qué se habla, con qué objeto se habla, en tanto el equívoco estructural impide saber qué dice alguien cuando dice eso que dice.
Se verifica en la práctica que “padre” es el significante en tanto tal, que “madre” es un nombre del goce, y que el sujeto es “hijo” de un psicoanálisis conducido hasta su conclusión lógica.
‘Padre’, ‘madre” e ‘hijo”,entonces, son términos heterogéneos que sólo el fantasma -en tanto mixto de significante y goce- reúne.  Sólo hay un padre y una madre por el fantasma. Es decir, por el semblante.
Podemos afirmar que si alguien que se declara analista está viendo frente a sí a un padre y a una madre es porque siempre se ve desde lo imaginario del fantasma.
Padremadre e hijo, pues, aparecen en el discurso de los que demandan por el hecho de ser parlêtres, o sea, por la relación que mantienen con la lalengua, y no porque sean ‘padre’, ‘madre” o ‘hijo’.
Por eso se trata de no confundir a la madre y al padre de los que alguien habla con los progenitores, con aquellos que lo han gestado, o lo han traído a la consulta.
Es decir, que de la pregunta del principio: con qué objeto se habla, llegamos a la pregunta: con qué objeto se analiza.
Ya que la "familia" del practicante, es decir, su fantasma, es lo que obstaculiza la dirección de las curas que debe conducir.



La invención neurótica y el deseo del analista
Silvia Salman                                                                                    


Un caso de finura

Lo que se opone a la salud mental y a la terapéutica que conduce a ella es la erótica. Esta erótica es el aparato del deseo que es singular para cada uno[1]. Si algo comporta el deseo es que no vale para todo el mundo,  es una locura aparte.
El deseo inédito al que Lacan se refiere cuando aborda el concepto de deseo del analista, pone de relieve esa diferencia absoluta a partir de la cual se vuelve legible la disparidad que nos hace a cada uno inigualable, su chifladura.

Este relieve muestra la relación pura y singular que cada uno tiene con lalengua.
Si consideramos que la lengua es algo que se crea, cada uno entonces crea la lengua que habla y allí reside su originalidad. Por eso Lacan pudo hablar de invención para referirse a lo que se obtiene al final de una cura, pero también para la invención de la neurosis infantil.

Una joven llega a la consulta por la preocupación de sus padres sobre el temprano despertar sexual de la niña. Efectivamente, entrando en la pubertad ella se interesa por jóvenes más grandes que ella, con los que entabla una relación amorosa, que sin embargo no pasa de algún contacto telefónico, en el que programa una cita que nunca se produce.
En el análisis, su discurso amoroso girará alrededor  de los “caballos”. Apasionada por estos animales, práctica equitación y se dedica a ellos cada vez que tiene alguna oportunidad de hacerlo. Los caballos ocupan gran parte de lo que habla en el análisis, sin saber exactamente cómo se sitúan en su economía libidinal.

Sin embargo, su decepción con los muchachos no tarda en llegar, y cuanto más se acentúan los desencuentros amorosos, más crece su amor por los caballos.
Una interpretación permite estructurar la histeria que aún no se había efectuado.
Un intenso enojo con la novia del padre que fue interpretado por el analista como celos hacia esta mujer, configuró la relación edípica que no se encontraba articulada.
A partir de allí  los encuentros con los chicos se vuelven más cercanos. Puede entablar diferentes relaciones amorosas, aunque todas ellas terminan fracasando.
La ilusión de encontrar un “caballero” permite recoger ese amor tan intenso que había ocupado gran parte del trabajo analítico.

Un psicoanálisis procede por la vía del detalle.
Tanto cuando aísla el significante amo alrededor del cual se ordenó la vida del sujeto, detalle de la letra. Como cuando explora el goce y la satisfacción pulsional que se obtiene de él, detalle del objeto

De este modo significante y objeto se unen para plasmar la neurosis y fijar el núcleo del inconsciente. Invención subjetiva que por ser una invención de sentido es siempre más o menos un delirio.



[1] Ibid: Curso del 19 de diciembre de 2008

EL NIÑO EN LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE LACAN  I 
Roxana Vogler 
El martes 6 de Abril de 2014, se llevó a cabo la primera de las noches del ciclo de tres a realizarse durante este año.
El encuentro titulado "Sorprender el goce en los niños", tuvo como marco una Conversación Clínica sobre la práctica del psicoanálisis con niños y púberes abordada desde la última enseñanza de Lacan, alrededor de la pregunta ¿qué significa orientarse en la práctica por lo real? 
En la apertura, Liliana Cazenave comenzó tomando la referencia de Lacan del Seminario XXI acerca de que el niño debe aprender a hacer el nudo, entendiendo esta propuesta como aquello que, en tanto ser parlante, el niño podrá hacer para bordear el agujero del trauma que lalangue produce en lo real del cuerpo. Remarcó desde esta perspectiva, el encuentro entre la lengua y el cuerpo que da lugar al traumatismo como fundante.
Liliana señaló que será en el encuentro con un analista que el niño podrá dar cuenta de la modalidad defensiva frente a lo real del traumatismo, y el lugar de aquél, será conducir la cura desde el régimen de exceso de sufrimiento al régimen de satisfacción. Se preguntó cómo concebir la intervención del analista desde esta perspectiva, siendo imprescindible evaluar en cada caso, qué defensa respetar y cuál molestar en transferencia, cernirla y posibilitar otro saber hacer con eso.
Otro eje propuesto para poner en trabajo será pensar cómo declinar el deseo del analista como deseo de alcanzar lo real en la especificad de la clínica con niños.
Luego, en su intervención, Mirta Berkoff planteó cómo podemos pensar la propuesta del analista sorprendedor del goce en la práctica con niños
¿Qué significa que el analista se propone como traumático? Señaló que partimos de nuestra concepción del trauma como el agujero que la lengua produce en lo real del cuerpo.
Todo lo que podemos hacer a partir del trauma los seres parlantes es bordearlo. Tejer alrededor del agujero, y lo que tejemos es el nudo. Tejer el síntoma, el fantasma, el sueño y hasta el delirio si es necesario.

Mirta indicó que es fundamental para nosotros, si queremos orientar una cura, pesquisar qué relación entabla ese sujeto con lo real, de qué modo se relaciona con lo real que no tiene ley ni sentido, a partir de la defensa.
Planteó que podemos ubicar distintas modalidades de la defensa: los niños del Uno que pueden defenderse haciendo de lo real un Uno y los niños del dos para quienes el truco para bordear el agujero es el sentido. Se trata entonces para el analista de importunar el goce en juego, ya sea en la ficción o en la mera repetición del Uno. No se trata de jugar con el niño si no de sostener el juego para saber qué y cómo hemos de molestarlo, ubicando el trozo de real que en el juego se cierne.
Mirta se refirió a continuación al caso de una niña de cinco años que tiranizaba a su madre e impotentizaba a su padre. En el curso de la cura se plantearon las dificultades y vicisitudes de un primer tiempo en el que se fue produciendo el montaje de la pulsión escópica. Surgió entonces un significante privilegiado: mandar, que en un segundo tiempo tomó lugar en la transferencia, en la ficción del juego de la esclava. Importunar el goce hizo posible el desmontaje de un fantasma. La equivocación mandar-enamorar ofreció lasalida de esta niña a través del amor al padre y le dejó el camino abierto para inventar una manera de amar. 
El caso fue comentado por EtelStoisa, quien propuso interrogar en la práctica con niños el planteo de Lacan sobre desarreglar la defensa contra lo real. Puso el acento en su ponencia en el vector  "presencia del analista", pensando junto con Lacan de qué se trata poner en juego el cuerpo mismo del analista, particularmente en el campo de lo escópico y de lo invocante.
Se desprenden del caso varias intervenciones posibles que conllevan distintos efectos en la paciente; desde el analista que toma relevo del objeto provocando el desmontaje del fantasma con los consecuentes efectos terapéuticos, pasando por sorprender la defensa desde una intervención en relación a lo cómico, hasta el saber hacer con el imprevisto del juego de la niña, para desde el equívoco, propiciar la escritura que toca lo real del cuerpo y hace aparecer algo de la invención.
Etel destacó la importancia de la función del vacío ligada a la función de lo escrito y la posición de lectura de la analista que posibilitó, en la salida de este análisis una solución para el parlêtre. 
En una animada conversación posterior, en la que participaron Luis Erneta, Gustavo Stiglitz, Alejandro Daumas, Olga Molina, Angélica Marchesini y Haydée Iglesias, entre otros, se debatió sobre las diferentes modalidades de defensa y de intervenciones posibles y sus efectos.
Se planteó pensar la relación entre perturbar la defensa e interpretar, así como la diferencia entre molestar y desmontar la defensa. Se hizo hincapié en distinguir distintos estatutos de lo real para cada sujeto, y estar advertidos que hay defensas que no conviene desmontar. Se resaltó como un tema de interés para investigar las intervenciones por la vía de lo cómico que tocan el cuerpo. Liliana Cazenave remarcó que al hablar de perturbar las ficciones del juego se hace referencia al punto donde las mismas están detenidas en el sentido gozado. Apuntar al goce detenido tanto en el sentido gozado como en el goce autístico del Uno.
Mirta Berkoff señaló que dado que el niño está más cerca de lo real, los psicoanalistas de niños no se han engolosinado con ciertas interpretaciones del lado de lo real. Se inclina a pensar que no hay interpretaciones que en tanto tales, no toquen el cuerpo.
Como conclusión de la noche podría decirse tomando las palabras de Mirta Berkoff, que en el análisis se trata de " tejer alrededor del agujero del trauma que la lengua produce en lo real del cuerpo. Lo que tejemos es el nudo. Un saber hacer que no se enseña. Un saber hacer con nuestra tela, con nuestra propia estofa."

II

El martes 3 de junio de 2014 se llevó a cabo la segunda  noche del ciclo de tres a realizarse durante este año, donde se  conversó sobre la clínica con niños y púberes abordada desde la última enseñanza de Lacan.
El encuentro titulado “Persuadir al sujeto que lo real miente” fue coordinado por Mirta Berkoff, quien hizo una breve síntesis en relación a la primer noche, que se había centrado en el tema del desmontaje de la defensa en un caso de neurosis. En esta  segunda noche, se tomó un caso de psicosis, en donde se cierne el S1 como fenómeno elemental. Interroga ¿La defensa en relación a lo real en este caso se perturba o se elabora? Se tratará  en el análisis de alentar los arreglos novedosos que el sujeto puede hacer con la pulsión.
Liliana Cazenave presentó el caso de un joven de 16 años, que es traído a la consulta a los 12 años por episodios en el ámbito escolar: querer ahorcarse, tirarse por las escaleras, clavarse un compás entre otros episodios. Los subtítulos: El pasaje al acto, apresado en el discurso materno, aislamiento del fenómeno elemental, persuadir al sujeto que lo real miente y las invenciones ordenaron la escucha del caso.
Angélica Marchesini  hizo los comentarios del caso, abriendo con la pregunta que nos formulamos acerca del uso de la defensa en la psicosis.
Ubicó que si bien a veces una idea delirante, puede salvar al sujeto del pasaje al acto, produciendo un reordenamiento de la realidad y una posibilidad de abrochamiento que deviene en estabilización, hay que desalentar la construcción delirante siguiendo las indicaciones que  Eric Laurent nos hace  en relación a este tema.
En el caso presentado, la defensa parece manifestarse bajo el aspecto de la certeza sobre la indignidad del ser del sujeto. La analista interviene conmoviendo esa certeza, y algo cambia en la experiencia subjetiva.
 El apego del psicótico a su madre se pone de manifiesto en el caso, y es gracias a la escritura que se sanciona la separación, poniendo cierto orden en la relación madre-hijo.
El sujeto aísla el significante holofraseado que irrumpió en lo que él llama “un sueño”  que tuvo lugar durante los pasajes al acto. Dibuja y escribe mientras interroga al analista qué quiere decir este sueño. La analista ubica allí el fenómeno elemental, en tanto para este sujeto los sueños pueden ser realidad y durar toda la vida. Con la pregunta que el sujeto hace a la analista ¿Qué quiere decir su sueño? suspende su certeza.
Los videos inauguran un nuevo momento del análisis, no cualquier video sino aquellos que  contienen películas de misterio y suspenso. Es el tiempo en que la analista intenta persuadir al sujeto que lo real miente apelando a la autoridad de Freud.
La invención de una lista de signos que ponen en evidencia la falsedad de los videos que lo asustan, le permitirá nominar lo unheimlich y comenzar un armado de la realidad, en un tiempo y espacio en que se incluye vivo.  Otra invención, dibujos que contienen “mensajes subliminales”, produce una separación: de ser objeto pasivo de mensajes subliminales provenientes del exterior, pasa  activamente a ser quien envía al Otro mensajes indescifrables.
Al concluir la lectura del caso y su comentario, Mirta Berkoff  preguntó a Liliana Cazenave: ¿Qué diferencias habría entre una defensa y una invención? y  a Angélica Marchesini le pidió que ampliara el concepto de analista como empresario de defensas al que había hecho referencias.
Una  animada conversación se abrió  a continuación de las exposiciones, en la que participaron  Alejandro Daumas  y  Haydée Iglesias  entre otros.
Se conversó acerca de la  certeza en el sujeto como experiencia, para diferenciar la certeza en las psicosis.
Se concluyó que no es sencillo conmover la certeza en la psicosis, y persuadir al sujeto  de que lo real miente.
Liliana Cazenave ubicó  en el caso el retorno en lo real como una defensa que lo llevó al pasaje al acto y a la perplejidad, por lo tanto  allí hay un fracaso de la defensa. Al pasar al enigma ya hay una elaboración de la defensa y un trabajo que opera en la subjetividad. Persuadir que lo real miente es perturbar la defensa.
En el caso, si bien el sujeto pudo inventar el recurso de la “lista de signos”  para tratar la certeza, el analista está advertido que se puede ayudar a contrarrestar la certeza pero no eliminarla del todo.
Quedó abierta la invitación para  la tercera  y última noche del ciclo a realizarse el martes 1/7, donde se abordará el tema  ¿Hacia dónde va el psicoanálisis con niños?
                                                      
III                                                                                       

El martes 1° de julio tuvo lugar la última noche del ciclo “El niño en la última enseñanza de Lacan” que se tituló “¿Hacia dónde va el psicoanálisis con niños?”Participaron además de sus responsables, Gustavo Slatopolsky, a cargo la presentación de un caso clínico que llamó “Despertar dormido”.
En la apertura Liliana Cazenave retomó la pregunta que tituló esta última noche respondiendo que en tanto el niño es un analizante de pleno derecho, el psicoanálisis con niños no se dirige hacia lo terapéutico. Si bien un sujeto acude a un psicoanalista cuando algún encuentro traumático lo despierta, desde la última enseñanza puede postularse que el psicoanálisis se dirige al despertar que produce en cada uno el eco de lalengua que afectó el cuerpo con el traumatismo. El analista traumático produce con su acto un corte en la inercia del goce fantasmático, sorprendiendo el traumatismo y produciendo la apertura del inconsciente.
La última enseñanza de Lacan se dirige al segundo despertar, allí donde está lo ilegible que resta y reitera el traumatismo original,  provocando una desarmonía que no puede ser curada. Acentuó que ese resto sintomático no indica el fracaso del psicoanálisis, sino que constituye la singular diferencia de cada uno, el sinthome. En ese punto se trata de inventar un nuevo arreglo con el goce. Es por ello que el psicoanálisis con niños lo ubicamos en el camino del sinthome, sabiendo que el niño no arriba a una solución definitiva, sino que algo quedará en suspenso hasta la adolescencia.
El caso de un niño de 7 años con presunción de psicosis, cuyas construcciones sintácticas y gramaticales no permitían alcanzar sentido en casi ninguno de sus relatos, sus coordenadas del tiempo eran confusas.
Llegó a consulta dos años después de la muerte de su hermana, episodio en el cual estuvo, y debió ser reanimado en la ambulancia camino a terapia intensiva.  La madre refirió  que al volver a la vida, al despertar, el niño tuvo una alucinación de la que no hablará en análisis.
La consulta es efectuada por los padres por el rendimiento escolar del niño. El padre agrega un comentario como al pasar: que el hijo todavía tomaba mamadera.
El niño se mostraba agobiado en las entrevistas localizando su problema en la escuela: “yo copio todo lo que puedo y me canso”.
Fue a partir de una intervención del analista, que introduce que el niño tomaba mamadera, que el sujeto es forzado a revelar la frase que luego se formalizó como fantasmática: “me la meten dormido”. La interpretación: “si decís... entonces tan dormido no estabas” produjo un ordenamiento en la sintaxis y en el tiempo.
La intervención permitió el despliegue de la cadena significante "dormido-morido-morado-muerto..." hasta que en un juego de títeres, que termina en un chiste, permitió dar cuenta de un nuevo anudamiento efectuado en transferencia. Muerto tomó aquí valor metafórico y un modo de estar en el mundo: "adormilado".  
Mirta Berkoff, ubicó que como todo análisis, el análisis con niños va en pos de cernir un trozo de real no lográndose esto únicamente por la vía significante.
Ubicó al analista como perturbador ya que su intervención no descansa en el semblante, no duerme sino que despierta. Es así como una interpretación va directamente a tocar el cuerpo que en tanto que goza, identificando un modo de goce para perturbarlo, produciendo en consecuencia resonancias en el cuerpo.
Comenzó por mostrar cómo la intervención del analista dio en el consentimiento de goce del parlêtre conmoviendo lo que hasta entonces funcionaba como defensa.
Ubicó que allí el sujeto ya no pudo seguir embaucado por lo posible: dormir y estar despierto. El niño ya no pudo seguir ignorando la determinación de su real en juego.
A partir de allí se desplegaron diferentes sentidos y un nuevo uso del significante dormido si bien no puede hablarse del fin del análisis para el niño.
Dejó como interrogantes si desmontar la fijación pulsional le permitió al niño inventar el inconsciente como defensa y también si podría concluirse que en un análisis constantemente mientras se desbaratan defensas se inventan otras.
Etel Stoisa retomando a Lacan, situó que el niño debe aprender algo para que el nudo se haga, y que esto no es una cuestión de  educación sino de tejido, de trama que bordea el agujero de lo real. Es el traumatismo que produce el choque de las palabras con el cuerpo lo que se cifra en el goce opaco del síntoma.
La contingencia de la interpretación por el equívoco lógico permitió el advenimiento de la frase fantasmática, la vivificación y el deslizamiento de la cadena significante. El nuevo arreglo con el goce que el niño efectúo sobre el final del tratamiento permitió localizar su invención al estilo del chiste.
Destacó que la transferencia de los padres en el tratamiento del niño compromete de la buena manera la lectura del caso. Y ubicó el lugar del analista, en tanto traumático, y la pregunta por el resto sintomático en el niño, localizable en ese modo de estar adormilado, a la espera del encuentro con una nueva contingencia que en la pubertad lo conmine a responder.
Angélica Marchesini señaló que en el caso presentado aparece el traumatismo del significante del goce que obliga a una invención subjetiva, de sentido. Destacó, citando a Miller, que la invención procede del lenguaje y que está antes de que su función sea encontrada. El sujeto está condicionado a encontrarle una función.
Es así como presentó la pseudoalucinación, en el sentido de H. Ey, relatada en el caso, como un artificio protector que le permitió, en un primer momento, responder al agujero en lo real.
A esta invención siguió, interpretación del analista mediante, en su modo de dormir despierto, un camino que le permitió al niño construir otra solución alcanzando finalmente cierta invención subjetiva, que conjuga una nueva narración con lo singular del goce. El sujeto verifica otra forma de vivir entre despierto y dormido, adormilado. Pero ésta no es la invención de un final.
Para concluir, tuvo lugar una animada conversación en la que se plantearon, entre otras cuestiones, si en la dirección de la cura ir por el rasgo de goce es lo que permitió el trabajo del duelo; el valor de una interpretación que toca las tripas y anima el cuerpo que se dignifica; la dificultad diagnóstica que se planteó al principio del tratamiento; la sorpresa del analista en lo que fue una intervención incalculable que dio lugar al cálculo en la interpretación; la alucinación de la cual Etel Soisa señaló que no era una alucinación psicótica ya que era dialectizable y estaba relacionada al duelo, tomando como referencia la amentia de Meynert tal como la trabaja Freud, y que la misma tomaba el relevo del nombre del padre.
Se señaló además, que el chiste producido sobre el final del tratamiento posibilitó una reparación del lapsus del nudo permitiéndole al niño una torsión en el mismo.