Segundo cuatrimestre del ERINDA

 ¿Qué lugar le es dado al niño por sus padres y la civilización actual en la medida que se habla rápidamente de “trastorno de género” cuando un niño se manifiesta en sus rarezas. Por qué se lo etiqueta con el neologismo transgénero sin esperar los tiempos lógicos de la transición de su sexuación?

Recuerdo el caso de un niño de 8 años que me trajeron a control hace unos años. Su madre estaba desesperada porque temía que su hijo resultara homosexual. El niño presentaba el síntoma de cortar telas blancas para armar vestidos de novia que coleccionaba. En esa vía no se salvaban cortinas ni el papel higiénico de su casa. Este juego compulsivo del niño se había iniciado 9 meses después del casamiento del hermano de la madre.

Llamaba la atención que este niño, hijo único, nunca había preguntado sobre su origen (freudianamente dicho: ¿de dónde vengo?). La madre decía que su hijo había sido concebido sin amor con un desconocido porque ella sólo quería ser madre y había cuidado siempre de que el niño estuviese al margen de esta historia. Esta mujer, exitosa en sus emprendimientos, se vanagloriaba de no necesitar ni interesarse por los hombres ni las mujeres.





Qué nos enseña este caso, sino que gracias al síntoma del vestidor de novias y la escucha analítica el niño pudo hablar, bajo transferencia, sobre su ficción del romance familiar y separarse del programa materno para ocuparse de su propio deseo. 


Extracto del libro de G. Giraldi “El niño en la encrucijada”, cap ¿Qué quiere la mujer que hay en mi madre?, pág. 111, Editorial Homo Sapiens


Material para la conversación clínica/ encuentro del Martes 27 de Julio 20:30hs


El caso Lulú

En julio de 2007 Gabriela tuvo mellizos. Muy rápidamente percibió que a uno de ellos, Manuel, algo no

lo dejaba en paz. Demandaba más atención que el hermano, su mirada era distinta, sorprendían

sus ojitos profundamente tristes. Gabriela escribió un libro “Yo nena, yo princesa” donde cuenta la historia de este

niño y su propia historia como madre. El primer capítulo del libro se llama precisamente: “La tristeza de

Manuel”. El título del libro alude al momento clave que reveló para la familia la verdad del niño. A los 20

meses Manuel dijo “yo nena, yo princesa”. 

La diferencia entre los hermanos se hace patente a los ojos de sus padres a los dos años. Van al cine a ver

una película de Disney, “La Bella y la Bestia”. Manuel queda deslumbrado, baila como la Bella,

busca ropas de su mamá y las viste, llora pidiendo películas de princesas, él es la Bella, el hermano la

Bestia. Pero Manuel no solo se trasviste sino que tiene síntomas: un insomnio y una llamativa alopecia

temprana. La vida familiar es un calvario, angustia, gritos insomnio.  Manuel insiste que se acepte su “Yo nena” y solo se

tranquiliza al travestirse. A los tres años se mordía, se tiraba del pelo, se golpeaba la cabeza contra la pared,

nos cuenta su mamá. 

La primera consulta es a una terapeuta orientada por las TCC, que intenta adecuar al niño a su sexo biológico.

Los síntomas se agravan: llantos interminables, autoagresión. Manuel pinta con una fibra rosa todo lo que

está a su alcance, inclusive la cara de su hermano. Es ahí cuando interviene la hermana mayor de la madre,

una tía. Ella ve en la televisión un documental donde una nena en los Estados Unidos aparece en escena

diciendo: “me llamo Josie, soy una niña y tengo pene”, es el momento crucial. Al igual que Josie, Manuel

es una niña transgénero y deberá aceptar al menos temporalmente ser una niña con pene. Una vez que el

significante “transgénero” aporta una nominación a la incomprensible de lo que está sucediendo, a Manuel

le compran vestido de nena, pelucas de cotillón que usa durante todo el día. 

Julio del 2011 es una fecha clave. Manuel tiene 4 años y elige llamarse como una compañera de jardín

de infantes: Luana. “Si no me llamas Luana no te hago caso”. La persistencia de las autoagresiones obliga

a una nueva consulta. Nuevamente orientados por la tía, la familia se dirige ahora hacia un servicio que

atiende demandas de reasignación genital. Los padres preguntan, quieren saber que sucede con Manuel.

La terapeuta responde: “se trata de una nena trans” Cuando se baña, Manuel/Luana dice: “yo tengo pito”.

No aceptaba que se lavara el pene porque no lo tenía. Tampoco quería hacer pis, por lo que a veces se

orinaba cuando ya no podía aguantar, y se hacía caca porque al ir al baño lo obligaba a ver su cuerpo desnudo. 

Nestor Yelati, colega de la EOL, que presentó el caso Luana en una actividad del Departamento de Psiquiatría

y Psicoanálisis del ICdeBA, recorta el siguiente dialogo:

El nene: -¿Vos tenés pitito mama?-

La madre: -No

N: -¿qué tenés?

M: -vagina-

N: -¿Valentina tiene pitito?- 

M:-no-, tu prima Valentina no tiene pitito. No es una nena diferente. No, vos sos una nena diferente, está bien.

A mí me encantaría ser una nena diferente. 

Yelati observa bien que a lo largo de todo el libro se advierte que cada vez que el niño vacila el Otro de

la teoría de género responde por boca de la madre. 

A al noche: 

La madre: -¿Por qué me pediste que te corte el pelo?-

El nene: -Es que yo tengo que ser un nene-

M:-¿Y por qué tenés que serlo?-

N: -porque tengo pene-

M:-pero vos sos una nena diferente-

N:- los nenes tienen pito, entonces tengo que ser un nene-

M:- Vos tenés que ser lo que tengas ganas de ser, ¿qué querés ser?-

N: -una nena

M.-entonces-

N: -Las nenas tienen vagina y yo no-

M: Vos sos una nena, no importa si tenés o no pene-

El siguiente diálogo es cuando hay un agravamiento de los síntomas en el jardín, a los cinco años, luego de

un año de vivir como nena y de no cortarle el pelo. 

El nene. -¿Qué son estas cosas que tengo acá?-

La mama. –Testículos-

N.- ¿Para qué sirven?-

M.-Sirven para que el día de mañana te construyan una vagina si vos querés.

Luana buscaba bajo los vestidos de sus muñecas genitales, como los suyos. Su madre compró porcelana

fría y pintura color piel. A cada muñeca le pegaron un pene y los testículos. 

Tal vez para Luana/Manuel hubiera sido interesante tener un espacio para encontrar su nombre propio, para

eso que agitaba su cuerpo, hasta encontrarse con el torbellino de la adolescencia.

Ahora Luana tiene 14 años, hace rato que no se lee sobre ella en los periódicos pero hay una película

sobre su caso por estrenar. Hacía ya varios años que recibe tratamiento con hormonas a la espera de los

18 años, momento en que la ley le da derecho a la reasignación del sexo a través de la cirugía. 

  • extracto hecho por Lorena Compiano sobre la ponencia de Graciela Brodsky en LWT


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COMENTARIO SOBRE LA PELÍCULA GIRL.

El arte nos posibilita debatir sobre lo que resulta difícil de transmitir con palabras. En esa

perspectiva, la película Girl del Director Lukas Dhont, nos muestra problemáticas subjetivas

actuales que desplegaremos en el curso virtual del ERINDA, bordeando el interrogante de

cómo adviene el sexo en los niños y los diversos modos de sexuarse de los jóvenes”, en tanto

en el Inconsciente no hay saber sobre lo masculino y lo femenino.

En dicha ficción fílmica (1), el protagonista es un adolescente que no se reconoce con el

cuerpo biológico que le tocó al nacer. El sujeto tiene la certeza de que nació con un cuerpo

equivocado y esa convicción lo determina como trans. Lara se siente una mujer que quedó

atrapada en el cuerpo de un hombre. No duda sobre ello al modo de las preguntas que suele

hacerse el púber: ¿soy hombre o mujer, me gustan las chicas o los chicos? A Lara su

convencimiento la lleva a hacer todo lo que tiene a su alcance para recuperar lo que ella siente

que el destino le ha robado.

Lara se siente mujer y quiere que dejen de llamarla Víctor, pues ella se bautizó Lara. Tampoco

esto es una cuestión que la lleve a consultar a un psicoanalista. No tiene dudas sobre su

sexualidad, sino la certeza de que nació con un cuerpo equivocado; por eso ella recurre

a la Ciencia médica para que le realicen la emasculación y el tratamiento con hormonas.

Espera la ansiada operación que le permita dejar atrás el odio que le provoca su propio

cuerpo.

Si bien la imagen que le viene del espejo o de la mirada de los otros la aloja a ella como una

bella muchacha; y tanto sus familiares como sus pares la aceptan en el uso que ella hace de

la mascarada femenina, hay momentos en donde a Lara la invade la angustia extrema y la

desesperación ante lo imposible de alcanzar: el dominio del cuerpo.

Lara desea ser bailarina clásica, y en sus prácticas de danza en la Academia se impone

sacrificios corporales mediante actos impulsivos al encintarse las zonas genitales y sus pies,

al no comer, no beber agua, ni dormir bien.

Un encuentro sexual que precipita ella con un joven vecino no la enlaza a su cuerpo. No

puede gozar ni como hombre ni como mujer. Tampoco sabe si le gustan los hombres o

las mujeres. Queda sumida en la extrañeza en tanto su órgano peneano no ha sido

falicizado. Para ella el pene es un pedazo de carne sin sentido, es algo que está de más

y por eso hay que extirparlo. Ella quiere que su transformación sea “ya”.

Su lucha contra el tiempo y la autoimposición de exigencias superyoicas son impulsiones que

no la llevan a cumplir con su sueño de convertirse en una bailarina de ballet, sino que termina

yendo contra la realización del mismo al disminuir sus defensas físicas y subjetivas, lo que

provoca la decisión médica de postergar la intervención quirúrgica de la invaginación.

Este drama ficcional nos enseña que la problemática trans no es una enfermedad y que las

cuestiones sobre cómo tener y habitar un cuerpo sexuado comienzan a corta edad pero

se reformulan en el tiempo lógico de la pubertad.

La película empieza con un acto de coquetería femenina y termina con un pasaje al acto fallido,

en tanto sólo el suicidio es un acto logrado, tal como nos enseñó Lacan.

Al comienzo, su acto de perforarse las orejas para colocarse aros nos muestra su gusto por el

uso de los fetiches femeninos. Su padre la descubre y le sonríe complaciente.

Al final, en su intento desesperado por tocar el Otro goce, se corta sus genitales con una tijera

en un pasaje al acto fallido, pues con anterioridad llama a la emergencia médica pues en lo

más íntimo no quiso descolgarse del mundo. Al no operar la castración simbólica, mediante

la automutilación, Lara trata lo real del goce por lo real del corte. El corte de los genitales es

lo único que la calma.

Dicho pasaje al acto fallido también aventura a leerlo como un acting, un llamado al padre a

ser mirada, la niña de los ojos del padre. Lara desesperada actúa para los otros: padre, médicos. 

En el debate del film ubicamos la familia de Lara como monoparental, en la que el padre hace

a la vez de madre y padre compañero de su hija. De la mamá no sabemos nada pues no se

habla de ella. El lazo del padre con Lara es de camaradería, en consonancia con la figura

paterna de nuestra época. También hay un lazo maternal de Lara con su hermano. (2)

El padre se manifiesta sumido en una preocupación maternal permanente por los proyectos

de su hija, aunque en ocasiones descuidando su función como padre, la que equivale a la

del hombre que hace de una mujer su síntoma, la causa de su deseo sexual. 

Contraponemos la acción del psicoterapeuta que dio significaciones y consejos

sexuales a Lara con la función del psicoanalista que es la de causar el trabajo del

analizante ya que el saber Inconsciente está de su lado, aunque no sin hacer lugar

al tiempo lógico para comprender, sobre todo en los casos de niños cuando expresan

desde temprana edad sus cuestiones trans. Consideramos que el psicoterapeuta de

Lara no estaba advertido del riesgo de inundar con significaciones y consejos a su

paciente, empujándola hacia el abismo, lo que desembocó en su automutilación.

  1. Comentario de la película belga tituladaGirl”, del Director Lukas Dhont

  2. Abstrac de una noche de cine debate realizada en ERINDA en 2017 por el Taller clínico sobre El niño y las nuevas parentalidades: Bernacchia Liliana, Carignano Cecilia, Ercoli Irene, Spera Natalia, Usenky Adriana, Tendil Graciela, Trevisan Cristina, Gerevini Virginia, Giraldi Graciela (responsable taller)

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II Conversación: martes 10 de agosto, 20,30 hs

 

Nos apoyaremos en la ficción fílmica “La vida que queríamos”, para interrogarnos desde la perspectiva psicoanalítica sobre las modalidades de sintomatización del deseo de hijo y de hacer familia, la incidencia de la Ciencia y el lugar del niño como objeto plus de goce en nuestra civilización.


Comentario sobre la ficción fílmica: “La vida que queríamos”

Esta película Austriaca del director Ulrike Kofler muestra una problemática frecuente en esta época. La de una pareja que lleva varios años intentando tener un hijo. 

Apelando a distintos métodos, pero sin lograrlo; llenos de frustración y enojo por no poder tener la familia deseada, deciden tomarse unas vacaciones buscando la reconciliación y un poco de paz.

Pero, a diferencia de lo esperado, se encuentran con dos obstáculos para lograr lo deseado; uno externo y otro interno.

Por un lado en el resort donde son alojados tienen como vecinos, lo que para ellos es la familia ideal: un matrimonio con dos hijos, uno adolescente y una niña pequeña.

En lo interno, las tensiones, los reproches y las insatisfacciones se manifiestan bruscamente.

Las cosas no resultan según lo planeado. La presencia de estos vecinos afecta a los protagonistas, especialmente a ella, que pasa de desear tener una estructura así, a un fastidio generalizado.

Pese a las apariencias, los vecinos, que también tienen sus frustraciones y malestares, no tardan en confesarles que envidian sus vidas sin niños.

Difícil saber si lo que provocan los vecinos es molestia o dolor, la vida tampoco es perfecta para ellos.

En ambas familias, los personajes manifiestan insatisfacción y vacío existencial.

¿Hay en el personaje femenino una necesidad de tener un hijo o de ser madre? ¿Se trata quizás de encontrar una identidad? ¿Es la maternidad parte de su ideal de satisfacción?

Para Freud la salida esencialmente femenina corresponde a la maternidad. Pero el mismo Freud no puede concluir respondiendo a la pregunta ¿Qué quiere una mujer? Lo que permite pensar que el universo femenino no se cierra con la maternidad.

Lacan va a decir que una mujer es no toda madre y propone el acto de Medea como el de una verdadera mujer en su integridad de mujer.

Hay que diferenciar entre el “deber ser” madre y el deseo de un hijo. ¿Qué es lo que suponemos le sucede a la protagonista?

En algunas mujeres la idea de maternidad no se corresponde con su deseo, vivenciándola como un mandato social.

También hay otros casos donde el deseo de ser madre se ha significado desde su historia y en ello encuentran su meta y el sentido de su vida. 

Al principio de la película vemos que los protagonistas están arreglando la casa, este arreglo, esta nueva habitación, para ella, va a tener sentido si ahí vive una familia. Pero ¿qué es una familia para ella? ¿No constituyen ellos una familia? En su imaginario una familia debe tener hijos.…

Conocer estos vecinos, y las dificultades que ellos también atraviesan, trae un movimiento en su ideal de familia y pareciera dar lugar a otras organizaciones familiares.


Autora del comentario: Cristina Trevisan



Jacques Lacan destacó la función residual que sigue teniendo la familia en su función de transmitir un deseo no-anónimo. Hoy, la antigua familia patriarcal ha mutado a familias de conjugo multiformes: homoparental, monoparental, transexual, y otras invenciones como lo muestra la ficción fílmica titulada “Diecisiete”.

*Comentario de la película DIECISIETE, del Director Daniel Sánchez

El protagonista, un chico de 17 años, fue internado a los 15 en un Reformatorio por su hermano mayor, desde que su abuela, con quien vivía, se enfermó quedando paralítica.

En esta historia no se sabe qué pasó con los padres. El jovencito se autoexcluye del grupo de pares con los que convive en la institución, quienes lo nombran “el abogado” porque repite como un autómata las leyes y el número de los artículos que sancionan los actos delictivos. 

Él suele escaparse del Reformatorio porque sabe que goza de impunidad por ser menor de edad. Dichas escapadas tienen por objetivo ir a ver a su abuela, llevarle comida o ropa que roba por allí y pedirle que lo espere, que no se muera.

La abuela, que no habla, sólo responde con un neologismo que tranquiliza al jovencito cada vez: TRAPALAPA.

En una ocasión, el jovencito acepta la propuesta institucional de integrarse a la práctica de adiestrar a un perro callejero y huérfano de flia. que él elige entre otros.

Nombra a su perro “Oveja” y ese objeto lo amarra a la Institución. Pero cuando los perros ya adiestrados son dados por la Institución a familias de adopción, el joven desesperado vuelve a escaparse y se esconde debajo de la cama de su abuela.

Su hermano, siguiendo la lógica de sus repetidas escapadas a lo de la abuela, finalmente lo encuentra. Sustraen de la Institución el registro de perros adoptados y buscan juntos a Oveja entre tres de los cinco lugares de adopción de tres machos y dos hembras.

En el primer lugar, el joven espía subido a un muro a un conjunto de perros jugando en el patio de una vivienda. Le informa a su hermano que allí no está Oveja y que deben seguir buscando.

En el segundo lugar, el dueño de un taller mecánico dice que adoptó a un perro de tres patas que fue rescatado de un accidente donde su dueño murió. Y se lo ofrece al joven porque consideraba que ese perro con él se aburría. El perro de tres patas se convertirá en el peluche de la abuela y su enfermero, en tanto su compañía tranquilizaba a la abuela cuando se ahogaba y le faltaba el aire.

Acto seguido, el joven, compromete a su hermano a comprar una tumba para el difunto abuelo, sacándolo de la fosa comunitaria. Ofrenda ese regalo a su abuela.

Finalmente, decide no seguir buscando a Oveja y le confiesa a su hermano que le mintió sobre Oveja, pues en el primer lugar donde lo buscaron lo vio jugando contento en el patio con los otros perros. Le dice que lo hizo porque quería seguir viajando en la casilla con él y la abuela.

Luego, los hermanos hacen un pacto sobre su vuelta al Reformatorio hasta cumplir 18 años. La despedida es un broche de oro: Con ternura, su hermano realiza el juego familiar infantil despidiéndolo con un aullido. El jovencito, entrando a la Institución, torna su cabeza y lo saluda con el llamado de un silbido.

                                                                                                                                       *Graciela Giraldi



Comentario de Cristina Trevisan sobre el film:

“Crímenes de Familia”


Es una película Argentina del director Sebastian Schindel.

Al finalizar este thriller se cita parte de un poema de Bertolt Brecht llamado:

“La infanticida Marie Farrar”

Con sus últimas fuerzas, dice que luego, 

como su cuarto estaba helado, se arrastró 

hasta el retrete y allí (no recuerda exactamente

en qué momento), sin mas vueltas, parió 

hacia el amanecer. Dice que entonces se sintió

muy confusa, y luego, ya medio congelada, 

porque en el baño de servicio entra la nieve, 

apenas tuvo fuerzas para alzar al niño. 

En cuanto a ustedes, les ruego se abstengan de juzgar.

Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás.

Este poema nos da una pista de lo que hace ruido en esta historia.

Cronológicamente encontramos en la película dos líneas de tiempo. Una en el juicio contra

Daniel y la otra con la detención y juicio contra Gladys.  Estas líneas se mezclan todo el tiempo,

creando una atmosfera de tensión y atrapando nuestra atención.

Daniel es el único hijo de Alicia e Ignacio, matrimonio de clase media alta.

Gladys es la empleada doméstica en la casa de este matrimonio.

Daniel enfrenta un juicio por violación e intento de homicidio contra Marcela, su exmujer y

madre de Martin.

Gladys en cambio es acusada de un misterioso crimen, asesinar a su hijo recién nacido.

A lo largo de la película podemos ver las diferencias sociales que aparecen en ambos juicios.

Si bien la película toca temas candentes como la cuestión de género y los problemas en el

ámbito judicial, lo manipulable y corrupto del sistema, resulta interesante remarcar el rol de

Alicia y su deseo como madre.

Alicia, madre de Daniel y “patrona” de Gladys, va cambiando su posición a lo largo del relato,

pasando de una posición Toda Madre a una asunción de su lugar como mujer. Este movimiento

se corona con la confesión que Gladys le hace en una de sus visitas a la cárcel. Aparece

algo de la sororidad hacia Marcela y hacia Gladys.

Una vez que Alicia enfrenta distintas pérdidas: su estatus social, su familia, su hogar, aunque

sigue manteniendo su estoicidad, deja caer las fachadas, los semblantes y se posiciona más

como una mujer comprometida con otras.

Jacques-Alain Miller en reflexiones referidas a la relación madre-hijo argumenta a favor de

la conveniencia de que en esa relación el deseo no sea único, que esté dividido en cuanto

a su objeto, que quede preservado el no-todo del deseo femenino y que la metáfora infantil

no reprima en la madre su ser de mujer.


                                                                                           Cristina Trevisan,

miembro participante de la Sección EOL y de ERINDA.


Bibliografía

J-A Miller, El niño entre la mujer y la madre, Revista Virtualia Nª 13, 2005



Ver video: segundo encuentro



VIDAS PRIVADAS / EEUU, 2018 Guión y dirección de Tamara Jenkins
Película comentada por  Irene Ercoli y María Virginia Gerevini.
Se trata de la historia de dos intelectuales cuarentones neoyorquinos, cuyo matrimonio bastante armónico entra en una crisis cada vez más profunda por la obsesión de ser padres, la meta sobre la que gira la vida de la pareja.
El paso del tiempo, la infertilidad, las propuestas de la Ciencia de probar diversos tratamientos médicos (carísimos y con profesionales que se aprovechan de la desesperación de los pacientes), las contradicciones y las inevitables decepciones de los sujetos son abordadas con realismo y sensibilidad a la hora de describir el sistema de salud privado y las crecientes heridas que van sufriendo quienes por allí deambulan.
Se describe la odisea de tantas horas en salas de espera, reuniones con médicos oportunistas y manipuladores, maratones de pinchazos y pastillas, desencuentros con amigos y familiares, a lo que se suma la intención de adoptar un hijo que también resulta frustrada.
Cuando la sobrina de uno de los protagonistas, una joven universitaria con pretensiones de escritora y pocos filtros entre lo que piensa y lo que dice, les dona sus óvulos respondiendo a la demanda de ellos a fin de intentar un nuevo tratamiento, a la relación de la pareja con sus familiares se suman nuevas y reales complicaciones.
La vida sexual de la pareja se empobrece paulatinamente, las escasas relaciones entre ellos siguen el férreo objetivo de copular para tener un hijo.
¿Cómo pensar el querer a toda costa ser madre en la protagonista del film?
Desde Freud, la sexualidad femenina se despliega en relación con la castración, donde el deseo del pene se sustituye por el deseo de hijo, entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en lugar del pene (falo) faltante. Freud expresa en sus textos que es grande la dicha cuando ese deseo del hijo halla más tarde su cumplimiento en la realidad.










Miller, J-A en “Introducción a la Clínica Lacaniana. Conferencias en España”, Barcelona/ 2006, dice que:
-“Con Lacan se puede plantear la cuestión de qué es una verdadera mujer, y su respuesta más sencilla es que el carácter verdadero de la femineidad sólo se mide por su distancia con la madre...Ser madre, hacerse madre es un modo de hacerse existir como 'La', hacerse existir como 'La mujer que tiene' y creo que Lacan habla de una verdadera mujer cuando la madre no ha aplastado, en un sujeto, el agujero.”


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La violencia con los niños 
                                                                                                           Graciela Giraldi
Recientes pasajes al acto sobre abuso sexual infantil, violencia familiar e infanticidio se conectan al lado oscuro del lazo familiar, aspecto que se encuentra resaltado en la ficción teatral “Los padres terribles” de Jean Cocteau, obra de 1938 cuya representación fue prohibida durante una década. 
La flia la constituyen Yvonne y Georges, su hijo Michel de 22 años de edad y Léonie, la hermana solterona de Yvonne, quien también ha estado enamorada de Georges. Yvonne es una mujer recluida, dependiente de la insulina y de su hijo puesto literalmente por ella en el lugar de su partenaire. Georges se dedica a sus extravagantes inventos y la tía asume la gestión de la casa, que llaman “la madriguera”. La obra está bañada con el neologismo “fantástico!” que todos comparten y se repite cerrando los diálogos. Cuando Michel anuncia que está enamorado de Madeleine, a la que quiere presentarles, sus padres reaccionan con hostilidad y tratan de prohibir la relación, especialmente la madre quien grita y reclama celosamente a su hijo que le debe fidelidad, provocando la desesperación de Michel. Georges se da cuenta de que Madeleine es la mujer que había sido su amante, y lo confiesa a su cuñada. Por amenazas y chantajes del padre de su novio la joven decide cortar con su amado. La madre, satisfecha con la separación, aprovecha para consolar a su hijo metiéndose en su habitación. La tía, decide apoyar a Madeleine con quien se identifica diciéndole: “Hay momentos en que me vengo del amor y otras me conmueve. Te adopto hija”. Y convence a Yvonne y Georges de que la única forma de recuperarlo a Michel es permitir su matrimonio con Madeleine sumándola a la madriguera, porque allí podrán dominarla. Los enamorados se reencuentran felizmente, pero la madre de Michel desespera, y sale de la escena suicidándose y dejando a los demás descolocados. Si bien esta ficción familiar incestuosa y mortificante es del siglo pasado, hoy encontramos en los niños padecimientos sintomáticos relacionados al delirio fliar.
Un niño de 7 años, considerado hiperactivo, se presenta como un objeto de deshecho: “Soy malo, no sé hacer nada”. Su síntoma de agitación corporal se correlaciona estrechamente a la subjetividad de la madre, donde el niño se encuentra inundado por el goce del desenfreno. En los primeros encuentros, el niño sale de una habitación y se abalanza a otra contigua, cierra la puerta y la mantiene bloqueada con toda su fuerza. El equipo de la Institución decide no pedirle nada en particular, ni que participe en algún taller ni que juegue ni haga nada, en la perspectiva de producir un Otro vaciado de toda demanda. Michel, al modo de una pelotita de flipper, se golpetea contra las personas y las paredes.
La figura de la madre es central para este niño que le dice: Nunca deberás tener otros hombres, yo me voy a casar contigo. El padre abandonó el hogar cuando él nació, empujado por su mujer que padecía de su violencia física. La madre de Michel se dedica a ser madre y trabajar, sin hacerse al tiempo como mujer.
Ante el dicho “con mi hijo somos una misma cosa”, el analista indica quitarlo de su cama matrimonial, no atiborrarlo de medicamentos y posibilitar que M. siga practicando rugby, su deporte favorito.
En la conversación clínica JAM ubica el alivio sintomático del niño a partir de la prohibición de dormir con su madre. Así M. pudo elegir un auxiliar para hablarle de sus miedos, sus dudas y el rugby. El lazo transferencial con la Institución le posibilitó separarse del Otro materno y tramitar su agitación corporal en sus prácticas deportivas de rugby. (2)
En mis reflexiones sobre el niño como objeto de la violencia familiar, me orientó la conferencia de Eric Laurent titulada “El niño como real del delirio familiar” donde dice:
(1)“En la medida en que el padre o la madre no se fundamentan más que en un ideal delirante, ficcional o científico, revela cuál ha de ser la posición del analista y que no es otra que la de proteger a los niños de los delirios familiaristas, protegerlos de los "lazos familiares", en sus nuevas formas, de las pasiones que las habitan; del infanticidio profundo que es el deseo de muerte escondido en el lazo familiar. En definitiva, la posición del analista ha de ser la de proteger al niño de los delirios familiaristas de sus padres.” 
La práctica analítica va en contra de los delirios familiaristas que algunas veces son alimentados por profesionales de la salud al indicar a las madres colecho y amamantamiento sin límites. 
Un analista sabe por su propio análisis que el fantasma “Pegan a un niño” es estructural en la subjetividad, y que el deseo de la madre no es un deseo puro en tanto el niño no sólo completa su falta fálica sino que es objeto de satisfacción pulsional como lo muestra la obra de Custeau.
Más aún, leemos en casos de pasajes al acto infanticida que falta el fantasma fundamental pegan a un niño; y ello es efecto del entrecruzamiento de la perversión paterna y la perversión maternal que enlaza a madre e hijo en su carácter de locura de a dos.


1- Eric Laurent, cita de su Conferencia titulada: El niño como real del delirio familiar, en las VII Jornadas ELP sobre el lazo familiar, 8 y 9 noviembre 2017, 
2- Jacques-Alain Miller y otros, “Desarraigados”, Paidós, capítulo 5, pág. 137.

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ERINDA última noche del Curso clínico 2021

Responsable Graciela Giraldi y colaboradores

El título del Curso clínico “Transformaciones analíticas” abordó en Cinco Encuentros las transformaciones singulares de la experiencia analizante en tres casos, como también los malestares sintomáticos trans que caracterizan nuestra época, coloreándola en arco iris.

Recordemos que en “Polémica política” JAM llamó al 2021: Año Trans 

El abrochamiento del Curso lo realizó nuestro invitado Diego Villaverde, miembro de la EOL Santa Fe y de la AMP, quien abordó la temática de la Disforia de Género, apoyándose en el film “Petite fille”, un documental sobre Sasha realizado por Sébastien Lifshitz

En la Conversación de cierre del Curso clínico abrimos el interrogante de qué hubiese pasado si la familia de Sasha hubiese consultado a un psicoanalista, pues tanto nuestra Lulú como Sasha consultaron a Servicios médicos de reasignación de sexo y se les respondió con el mote Disforia de Género, se los medicó en base a un protocolo y se bloqueó el proceso de su pubertad. En dicha perspectiva, se amordaza la palabra del niño, saltándose el tiempo lógico de comprender qué le está pasando, cuál es su padecimiento expresado a través de sus síntomas.

Para el Psicoanálisis, en cambio, el color es del orden de lo subjetivo. Porque, como dice el dicho popular: Sobre gustos no hay nada escrito. 



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