Boletín - Enero 2018
LECTURAS DE VERANO
Les
acercamos una selección de artículos del Boletín
de la Diagonal Americana Rayuela que ya no se edita más. Hoy lo reemplaza
la REVISTA Rayuela | Publicación virtual de
la Nueva Red Cereda América
www.revistarayuela.com/
Nos pareció que si bien
datan de tiempo atrás son totalmente vigentes, así que les deseamos una buena
lectura de verano!
Marcela Errecondo
Irene
Kuperwajs, PAUSA, un espacio que recibe
urgencias subjetivas en tratamientos breves, tiene un dispositivo para niños.
Gustavo
Stiglitz, La familia y la época
Mirta Berkoff, El plus de gozar en la época -
Cuerpos indignos
Claudia
Castillo, ¿Qué tipo de intervención conviene al analista que
recibe niños?
María del Carmen Arias, Las neurociencias como una forma de
predeterminación biológica
Graciela Giraldi, Los niños y los síntomas del siglo XXI
Ana
Ruth Najles, Los padres en la dirección de la cura con niños
Silvia Salman, Lainvención neurótica y el
deseo del analista
Roxana Vogler, Susana , Silvia De Luca, El
niño en la última enseñanza de Lacan
El dispositivo Pausa
niños
Irene
Kuperwajs
1-Particularidades
del dispositivo y de la urgencia en el trabajo con los niños.
En Pausa-niños trabajamos
con las urgencias subjetivas. La apuesta de los analistas es la de
crear con este marco la posibilidad de una brecha para retomar la palabra
cuando ciertas palabras no alcanzan para dar cuenta del sufrimiento, de la
inmensa angustia que puede desbordar a un sujeto. Se trata de
ofrecer una solución mejor a un momento de ruptura, de desvanecimiento
subjetivo, que caracteriza la urgencia.
Un interrogante que nos surge es respecto de
si hay algo que pueda diferenciar
la urgencia en los niños. Cuando recibimos a
un niño nos preguntamos ¿de quien
es la demanda?, y la pregunta que se desliza
como causa aquí es: ¿de quién es la
urgencia? de quién es la angustia? ¿quién
padece? .Conviene pensar esto del lado
de lo que atraviesa la práctica con los niños
en general, ya que con los niños
siempre hay de alguna manera “urgencias”, de
los padres, de la escuela, etc.
Poder deducir eso que llamamos la “trama familiar”
en la que el niño ya no ocupa
tanto el lugar del ideal, sino como nos lo
recuerda Laurent, el lugar de objeto de
goce de la familia, es fundamental. El
niño goza, tiene un cuerpo, pero también se
ofrece como objeto de goce. O sea,
que ese pasaje del objeto al sujeto, ese trayecto,
es el que muchas
veces encontramos detenido evidenciando que
algo del orden de la separación no
operó y es la intervención del analista la
que puede producir algún efecto de
separación. Muchas veces verificamos ciertos
efectos terapéuticos rápidos apenas
uno puede introducir al sujeto en ese
circuito de la palabra, al otorgarle algún
sentido a ese agujero con el que se presentan
estos sujetos, o reintegrar al niño
a sus lazos sociales. Orientamos la
cura desde el consentimiento pero también
hacia lo que viene como efecto que es la
responsabilidad subjetiva, a eso lo
llamamos “subjetivar la urgencia”. El
horizonte de las intervenciones con los niños
en Pausa, podríamos decir que
está en la dirección de transformar todo eso en
una demanda dirigida al Otro y
que el cuerpo del niño deje de ofrecerse como
condensador del goce del Otro, ese es el tratamiento que le
damos a la urgencia
subjetiva en la época del trauma generalizado.
Desde
esta perspectiva se puede pensar a la urgencia subjetiva como el
motor de la demanda.
Verdaderamente cambia la dirección de las cosas que quien escuche en ese
momento al niño sea un analista que atrape la ocasión de un encuentro. El
destino de la urgencia la decide el deseo de quien la recibe.
2-
Tiempo de transferencia
Uno de los problemas con
el que nos encontramos es que deseamos responsabilizarnos de la transferencia
que generamos. ¿Cómo resolver en un tiempo acotado esas transferencias?
Trabajamos con una duración limitada de cuatro meses. ¿Esto nos lleva
inevitablemente a una solución de corto plazo? Tal vez podamos hablar de un
saber hacer operativo en tratamientos breves y de un cortocircuito al camino
vigente en la pulsión. Entonces, ¿cómo servirnos de la brevedad para producir
ciertos enganches que le permitan a un niño ir a jugar su infancia en otro
espacio que no sea el del consultorio?
Recordemos que la clínica
con niños nació con un tratamiento de algunos meses, y una sola sesión de Hans
con Freud.
Una de las hipótesis que estamos investigando tiene
que ver con la idea de cierto forzamiento por parte del analista. Lacan en su
primer seminario hace referencia a la maniobra freudiana con el Hombre de los
Lobos. Señala que lo que este sujeto era incapaz de decir “necesitó del
forzamiento de Freud para hacerse accesible”. El forzamiento queda así ubicado
con relación a la dimensión temporal del tratamiento que produce la vacilación
fantasmática. Pero también Lacan propone el forzamiento hacia la poesía al
final de su enseñanza, al referirse a la interpretación del analista que desea
obtener algo más y va en contra del sentido. Es una operatoria posible que
apunta a lo real, afecta al cuerpo. Tal vez capturar rápidamente algo del goce
del sujeto fuerce al analista a estar muy atento, a no dormir ni siquiera un
instante, ya que no hay tiempo para perder. El deseo del analista orienta al
niño a concluir un circuito, un trayecto, tocando algo de lo que falla.
G.Brodsky comentó en el último Congreso que la
pulsión obliga a pasar por el campo del Otro para encontrar sus objetos, que el
objeto puede constituirse como último recurso para establecer un lazo no
motivado ya por la suposición del inconsciente. Dichas precisiones permiten
pensar un lugar posible para el analista en esta versión libidinal de la
transferencia que se apoya en el discurso analítico, siendo éste el que ordena
los términos disjuntos del discurso hipermoderno introduciendo la
imposibilidad. Nos valemos de la transferencia libidinal para
acotar el goce del sujeto, perturbando la defensa. Aunque no armamos
previamente una gran trama de sentido, podemos verificar a esta altura de
nuestra experiencia en Pausa, que algo se extrae y el niño puede
empezar a saber hacer algo con su goce aún en este breve recorrido.
3-
¿Qué analista?
Si un psicoanálisis se
define por “lo que se espera de un psicoanalista”, podemos preguntarnos qué se
espera de un analista en Pausa. En este dispositivo ofrecemos un uso del
analista no convencional, pero en total consonancia con la idea de que el
analista es un objeto a ser consumido, disponible en el mercado, versátil,
multifunción. En Pausa es un objeto a ser consumido en principio por un tiempo
breve. Eso no lo hace ni mejor ni peor, en algunos casos más deseable, en otros
más rechazable, lo importante es que sepa encarnar ese objeto libidinal para
cada quien, sosteniéndose en la función deseo del analista, que sepa colocarse
bien en las múltiples localizaciones en donde puede ser encontrado, como causa
de un trabajo. Esta función depende, como sabemos, de un lugar en un discurso,
por lo tanto es crucial ubicar que Pausa es un lugar en donde el discurso del
analista es posible. El encuentro con un analista puede incidir realmente en la
vida de un pequeño sujeto, y no será igual si interpretamos su dolor de existir
como angustia referida a una causa, que como un ADD a medicar. La apuesta es
muy sencilla pero a la vez compleja: lograr en ese trayecto atrapar algo del
goce del sujeto y efectuar cierta separación del objeto, con la perspectiva de
la constitución de un síntoma propio para aliviarlo de su padecimiento.
En la última enseñanza
Lacan nos dice que hay arreglos, no soluciones definitivas…el análisis puede
ayudar a cada uno a construir una solución mejor.
Con los niños es sumamente
interesante pensar a los tratamientos como
ciclos, trayectos que
podrán continuarse o no en otros momentos de la vida del sujeto.
Un
ciclo en Pausa
Un pequeño sujeto llega a
PAUSA luego de que cierta encrucijada familiar lo dejara en una posición de
sufrimiento con respecto a sus padres. Al cabo de dos entrevistas algo se
apacigua y ceden los síntomas más manifiestos.
Las entrevistas prosiguen
hasta que una contingencia le permite al terapeuta detenerse en un detalle, el
exceso de peso, que será la vía para la ubicación de una modalidad de goce
particular, cuyo señalamiento posibilitó la emergencia de un síntoma nuevo.
El sujeto relata con gran
deleite su afición a las golosinas: “Me encantan los chicles, me la pasaría
masticando todo el día” El analista le señala: “Entonces a vos no te encantan
los chicles, a vos te encanta masticar”, señalamiento que produce inicialmente
un efecto de sorpresa y luego una serie de asociaciones donde la preponderancia
de la pulsión oral para este infantil sujeto queda manifiesta.
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El plus de
gozar en la época - Cuerpos indignos
Mirta Berkoff
Epígrafe
“El análisis
libera del fantasma…no del respeto a lo escaso de los semblantes que aún
permiten anudar el plus de gozar a la lengua común”
E Laurent (1)
El plus de gozar
En los
seminarios 16 y 17 Lacan (2) introduce la idea que existe
una maquinaria que produce goce, esa maquinaria es el discurso. La entrada en
discurso para el sujeto conlleva una pérdida y una consecuente recuperación.
Lacan plantea
al lenguaje como demanda que fracasa, al fracasar se repite,
insiste.
En esa
repetición se produce una mengua y en esa mengua toma cuerpo el plus
de goce. Vemos así al goce inscripto en el funcionamiento del sistema
significante. La operación del discurso produce un resto por
la renuncia al goce absoluto
El objeto
surge, es producido, liberado, en el nivel de esa pérdida. Toda articulación
significante produce plus de gozar que es una sombra de goce. Es
una migaja de goce, lo que resta después de ser triturado por el
aparato del lenguaje.
El objeto como
plus de gozar impone una forma al goce informe. El objeto en-forma
hace de suplemento al vacío generado a nivel de la palabra. A cada
recuperación, una pérdida. A cada pérdida, una recuperación. Un funcionamiento
de discurso, un verdadero aparato de goce.
La causa y el tapón
Si ponemos el
acento en la perspectiva de vacío que produce el advenimiento de la
palabra advertimos que allí puede articularse la función de la causa dando
lugar al objeto causa de deseo.
Si
advertimos su aspecto de recuperación vemos cómo ese objeto puede
estar taponando la división del sujeto. Sujeto que no sabe nada,
entonces, de lo que lo causa o de lo que goza, ciego del fantasma
que lo determina. El objeto en esta perspectiva compensa el vacío
Nos vamos
acercando entonces a la idea de que puede haber objetos hechos para servir de
tapón de la castración. Lacan nos advierte en el Seminario 17 que al lugar
de la función del plus de goce, que es la falta de goce, puede ir a
parar un objeto del mercado que sature la falta con un plus de goce de
imitación, tomado en lo imaginario.
Lo que
encontramos es que estos objetos, a pesar de entretener al
sujeto, no por eso evitan su sufrimiento.
El plus de gozar en la época
El discurso es
la práctica común de lenguaje de una sociedad dada, es la lengua común.
Es un modo de
tratamiento del goce que puede depender de la época.
Lacan
ubicó las diferencias entre el tratamiento del goce por
el discurso del amo y cómo es tratado el goce en la deformación de este
discurso, que es el discurso capitalista.
El discurso del
amo es fundante, se caracteriza por tener en el lugar del
agente un significante ordenador. Un S1 que comanda el discurso e
identifica al sujeto. Por otro lado hay un goce producido, separado, que
se segrega como goce en plus.
Lo que
caracteriza, en cambio, al discurso capitalista es que en el lugar
del agente está el sujeto supuesto amo que anda por allí desbrujulado. Está
en posición de creerse no sujetado a nada, pues ya no es válido el
significante que lo podría identificar. El S1 amo cae debajo de la
barra. Sin la plomada del discurso, sin un significante
de peso, el sujeto va a la deriva y en su derrape hace tope con el
objeto de consumo, ya que en el lugar del Otro está el mercado.
Mientras
que en el discurso del amo una doble barra escribe la imposibilidad de acceder
al objeto, una flecha, en el discurso capitalista une al sujeto con
el objeto, como si hubiese una posibilidad de integración directa del goce por
parte del sujeto, donde no se inscribiese ninguna pérdida Es este,
entonces, un falso discurso porque la maquinaria falla en triturar
el goce.
Lacan plantea
el objeto en este discurso como un objeto de imitación que distrae al sujeto de
la castración
El discurso
capitalista exalta el recurso al objeto tapón con el fin de obturar
el vacío.
Hay una
producción intensiva del plus de gozar que se acelera
en una metonimia de imparable deslizamiento. El plus de gozar
desanudado del discurso, se consume frenéticamente con un estilo adictivo, pura
pulsión de muerte.
JA Miller(2)
lleva al extremo la idea de Lacan en el Seminario 17 de ubicar a los
objetos de la civilización en el cenit y ha propuesto un nuevo
discurso, el hipermoderno, donde el lugar de comando estaría
directamente ocupado por el objeto ‘a’, no habiendo un significante que
merezca respeto en el lugar de agente.
Lo que aclara
Miller es que en este discurso los elementos están
dispersos.
Hace años
Miller ya nos había transmitido la idea que en el niño
los elementos del discurso no se ordenan de una vez. La entrada en discurso
para el niño implica el tiempo de poner en función las operaciones de
alienación y separación. Miller ubicó, entonces, al niño en el lugar
del objeto con una flecha que se orientaba hacia el sujeto barrado.
Ahora nos dice nuevamente, los elementos están, pero no se ordenan. Si los
elementos no se ordenan el discurso hipermoderno es un falso discurso, falla
en articular el plus de gozar con la falta, y pone en jaque las operaciones de
causación del sujeto y el discurso del inconsciente. Estamos no sólo ante el
niño generalizado sino ante un sujeto que apunta a gozar irresponsablemente
de un plus enloquecido.
Cuerpos indignos
En el ser
parlante las palabras y el goce se abrochan en un cuerpo. Los dichos despedazan
el goce, muerden lo real, dando lugar al cuerpo que llamamos
nuestro. Al que nos referimos, entonces no es al cuerpo anatómico, hay una
“biología lacaniana”. Se trata de un cuerpo tomado por la pérdida,
usurpado por las demandas del Otro. Tomado por ese Otro que sostiene
la imagen que nos une en el espejo, es un cuerpo mutilado.
El goce que
queda, despedazado, cedido, es el goce del objeto. Jirones de goce, que
son recortes particulares para cada quién que
llamamos objeto “a”.Lo que se obtiene es un goce en
plus a nivel del objeto pulsional, sólo logrado a partir de agujeros
y bordes que hacen cuerpo.
El significante
que entra en el cuerpo, fragmenta el goce del cuerpo, despedazando el cuerpo.
El elemento significante se corporiza como goce y ese es el plus de gozar. El
discurso corporiza el significante, inscribe el cuerpo individual en el vínculo
social bajo formas típicas.
Miller (4)dice,
hay mutilaciones tradicionales hay una corporización codificada, normada, que
viene del discurso. La compostura, el tono, son formas de corporización. Luego
está la corporización contemporánea la de la época del Otro que no existe,
ahora el cuerpo está, como todo, más descuidado por la corporización
normada y entonces se ven las invenciones de corporización , el piercing , el
body art, la actividad deportiva, son inventos que han pasado a ser
normas actuales de corporización.
Lo que planteo
es que a partir del discurso hipermoderno, por
la precariedad simbólica, se produce un plus
de gozar desamarrado, plus de gozar de
imitación, que obtura la castración pero no
escribe ninguna pérdida. Esto provoca que a nivel del
cuerpo haya un defecto de encarnación donde el
cuerpo pierde su anudamiento a lo real.
Es un cuerpo
sin resonancias, donde la palabra parece no anudar el afecto
como si la pulsión pudiese desamarrarse del significante.
Es este cuerpo
indigno, donde al no anotarse pérdida alguna hay un plus de goce
enloquecido, el que los jóvenes de hoy intentan morder con los
cortes, intentando generar un vacío que lo atraviese.
La pregunta en
nuestra clínica es: ¿puede el psicoanálisis anudar en
estos casos el plus de gozar al discurso? ¿Puede la operatoriaanalítica dignificar
un cuerpo?
Se trata en la
operatoria analítica de anudar el plus de gozar al discurso incluso
en el caso de un cuerpo que no se ata a la dignidad del
significante, pues la política del psicoanálisis en la época es no
cancelar el síntoma con lo universal sino que el discurso analítico
siga siendo camino para que cada uno produzca lo que le es singular.
Notas
(1) E.Laurent, “El surfista de la hiperletra y
los suburbios del significante”, Blog-Note del síntoma, Ed.Tres
Haches, Bs As , 2006
(2) J.Lacan, Seminario 17, El reverso del
psicoanálisis, Paidós, Bs.As., 1992
(3) J.A.Miller, “Una fantasía”, Rev
Lacaniana de psicoanálisis n°3, Ed EOL, Bs As, 2005
(4) J.A.Miller, “El cuerpo Schreberiano” , Biología
Lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Bs.As. 2002
¿Qué tipo de intervención conviene
al analista que recibe niños?
Claudia Castillo
Bajo el título Intervención, el canal
A&E (Acción y Emoción) presenta y sigue el tratamiento de distintas
personas que padecen diferentes patologías; adicciones a drogas
legales e ilegales, anorexia y bulimia, otras. Intervención es
uno de los programas más vistos de la televisión norteamericana, que ganó el
año pasado un premio Emmy, como el mejor en la categoría Reality
Show.
El mayor atractivo de la serie es que toma casos
reales narrando la eficacia del tratamiento, el seguimiento del paciente y los
distintos profesionales que intervienen para ayudar al que padece y asesorar a
su familia.
Hace un par de semanas me llamó la atención que
presentaran el caso de un niño, no sigo el programa, pero parece que no es
frecuente este hecho. Se presentaba un nuevo trastorno llamado Síndrome de Acumulación Compulsiva. Se
trata de personas que adquieren y almacenan objetos, sin tener la capacidad de
deshacerse de ellos. En general dichos objetos, carecen de valor, pueden ser
periódicos, folletos, objetos inservibles. En el caso de este niño lo que
acumulaba podía ser tanto un juguete roto, como la caja de un juguete, viejos
dibujos, papeles de regalos, etc., todo lo imaginable.
El modo de “intervención” que muestra el programa
pone en acción un modo de tratamiento que reúne a varios profesionales
trabajando sobre el problema. A la vez, depende el tipo de caso, no está
exenta la intervención del gobierno. Por ejemplo, un hombre que
acumulaba en un terreno montones de autos viejos, electrodomésticos rotos y
otros objetos en desuso debió ir a prisión por que sus
vecinos lo habían denunciado por contribuir a la “contaminación visual” del
vecindario.
Pero volvamos al caso del niño que llamaremos
Jimmy. Él vivía solo con su madre que realizaba un trabajo desde su
casa y que a su vez, era acumuladora compulsiva, es por eso que intervinieron
varios profesionales; una trabajadora social, una psicóloga y empleados
recolectores, para ocuparse de la madre, y un psicólogo infantil para ocuparse
del niño.
Es interesante narrar la escena del pequeño
con el psicólogo donde este no puede ni preguntarle apenas porque acumula todas
esas cosas, sino que calzándose unos guantes se dispone a la tarea de convencer
al niño para que pueda deshacerse de esos objetos. No solo el niño no quiere
tirar nada sino que ante la insistencia del profesional sale corriendo.
Prefiere salir de la escena que renunciar a la satisfacción que le causa
acumular esos desperdicios, que sin embargo son para él, objetos
preciados.
¿Cómo podría un psicoanalista proceder frente a
este niño? ¿Por qué esos objetos sin ningún valor cobran semejante significación
para el niño, a tal punto que no puede desprenderse de ellos? Es claro que
cuando el psicólogo pretende hacer una intervención que apunta rectificar a la
salud mental Jimmy, ya que el niño no podría concentrarse para estudiar en
medio de toda esa basura, el niño responde con angustia. Allí donde
el psicólogo queda perplejo intentando sin éxito una psicoterapia educativa el
psicoanálisis podría interrogar la “acumulación” dando la oportunidad al niño
de hacer de eso un síntoma, que lo recorte del conjunto de los que padecen el
síndrome para brindarle una inscripción singular.
Se podría pensar si en una época signada por el
consumo, donde la incitación a comprar, la estrategia más astuta del
mercado, el síndrome de acumulación no es una respuesta del sujeto.
En un foro sobre acumulación compulsiva, escribe
un joven que parece haber leído lo que J. A. Miller plantea en “La salvación por los desechos”, ya que
asumiéndose como acumulador parece haber encontrado un modo de socializar su
goce. Él plantea que en efecto acumula montones de objetos (joyería, bolsos,
ropa de marca otras temporadas) pero que a fin de año realiza una venta,
deshaciéndose de todo. Dice: “Me da tristeza dejar ir las cosas, pero me da
gusto que alguien les dé el uso que no les puedo dar. Reconozco que tengo un
problema y lo mejor que puedo hacer es organizarlo todo para que se vea bien”.
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Los
padres en la dirección de la cura con niños
Ana Ruth Najles
Desde los albores de la práctica del
psicoanálisis con los niños, los padres como interrogante llegaron a
constituirse en el síntoma de muchos practicantes.
Primero, ¿por qué se
admite tan fácilmente, cuando alguien llama pidiendo una entrevista por un
niño, que el sujeto de la demanda de análisis es el niño? ¿Por qué no se
interpreta qué dice alguien cuando dice que su problema es un niño (en la
mayoría de los casos, su hija o su hijo)? ¿De qué habla ese que viene a hablar,
con qué objeto habla, con qué objeto trae a
ese niño en su discurso?
Además, ¿de qué habla alguien cuando habla del padre o de la madre? No
habla del ‘papá” o la ‘mamá” que van y vienen por el mundo, sino que hablando
del padre o de la madre el parlêtre dice algo sobre su goce.
Es habitual que
los así llamados adultos -que, como dice Lacan, no los hay- no sepan qué hacer
con los niños.
Cuando un niño es traído –o mandado-
como paquete -término que fue utilizado por un pequeño
analizante- para ser depositado en manos de otro para que éste se haga cargo de
él es siempre necesario determinar qué es lo que ese paquete envuelve.
Cualquiera que viene a hablar nos habla de
un paquete cuyo contenido desconoce. Ese paquete puede tener
la forma de un niño, de un sufrimiento corporal o de un pensamiento que
atormenta, pero realmente, de lo que se trata, es de que ese paquete envuelve
el objeto degoce de ese que habla.
Es decir que en múltiples ocasiones el
objeto que causa la división del sujeto, que aparece como su síntoma,
toma la forma de un hijo, así como en otras ese objeto puede tomar, por ejemplo
para un hombre, la forma de una mujer. A esto se refería Jaques Lacan, cuando
afirmaba que “una mujer es un síntoma para el hombre”[2].
Un
analista, entonces, no recibe a padres en su consulta sino que recibe a parlêtres que,
si bien son tomados por diversos significantes -padre, madre, hijo, abuelo,
abuela, tío, etc.-, pueden padecer de algún sufrimiento que se articula en el
significante “niño”. Eso quiere decir que ese significante los representa a
ellos en tanto sujetos divididos a causa de un goce que desconocen.
El trabajo que un analista puede incitar a
hacer a esos padres en calidad de parlêtres es el de
interrogarse sobre su posición respecto del goce.
Si decimos en calidad de parlêtres es
porque si se pretende escuchar a los padres como padres, el que
escucha queda ubicado en posición de hijo respecto de aquellos
que vienen a hablar.
No es lo mismo escuchar hablar a ‘los
padres’ que ubicarse como destinatario del goce que divide a un sujeto.
Se trata de no olvidar en tanto que analistas que cuando alguien habla,
demanda, y sabemos que lo que demanda es un saber sobre la causa de la propia
división, es decir, sobre su goce.
Al escuchar por separado a ambos
progenitores de un niño, es evidente que no hablan de lo mismo, y es evidente
que a través o por medio de ese niño, hablan de otra cosa, y
esa otra cosa es lo que el analista debe situar: con qué objeto
pulsional habla cada uno.
Se trata, entonces, de localizar el referente
singular o sea real, de los dichos de cada uno de los que
allí hablen.
Como el referente es vacío
(castración en Freud y “no hay” en Lacan) se trata de
descubrir por qué se habla, con qué objeto se
habla, en tanto el equívoco estructural impide saber qué dice
alguien cuando dice eso que dice.
Se verifica en la práctica que “padre” es
el significante en tanto tal, que “madre” es un nombre del goce, y que el
sujeto es “hijo” de un psicoanálisis conducido hasta su conclusión lógica.
‘Padre’, ‘madre” e ‘hijo”,entonces, son
términos heterogéneos que sólo el fantasma -en tanto mixto de significante y
goce- reúne. Sólo hay un padre y una madre por el
fantasma. Es decir, por el semblante.
Podemos
afirmar que si alguien que se declara analista está viendo frente
a sí a un padre y a una madre es porque siempre se ve desde lo
imaginario del fantasma.
Padre, madre e hijo,
pues, aparecen en el discurso de los que demandan por el hecho de ser parlêtres,
o sea, por la relación que mantienen con la lalengua,
y no porque sean ‘padre’,
‘madre” o ‘hijo’.
Por eso se trata de no confundir a la madre y
al padre de los que alguien habla con los progenitores, con
aquellos que lo han gestado, o lo han traído a la consulta.
Es decir, que de la pregunta del
principio: con qué objeto se habla, llegamos a la pregunta: con
qué objeto se analiza.
Ya que la "familia" del
practicante, es decir, su fantasma, es lo que obstaculiza la
dirección de las curas que debe conducir.
La invención neurótica
y el deseo del analista
Silvia
Salman
Un caso de finura
Lo que se opone
a la salud mental y a la terapéutica que conduce a ella es la erótica. Esta
erótica es el aparato del deseo que es singular para cada uno[1]. Si algo comporta el deseo es que no vale para
todo el mundo, es una locura aparte.
El deseo
inédito al que Lacan se refiere cuando aborda el concepto de deseo del
analista, pone de relieve esa diferencia absoluta a partir de la cual se vuelve
legible la disparidad que nos hace a cada uno inigualable, su chifladura.
Este relieve
muestra la relación pura y singular que cada uno tiene con lalengua.
Si consideramos
que la lengua es algo que se crea, cada uno entonces crea la lengua que habla y
allí reside su originalidad. Por eso Lacan pudo hablar de invención para
referirse a lo que se obtiene al final de una cura, pero también para la
invención de la neurosis infantil.
Una joven llega
a la consulta por la preocupación de sus padres sobre el temprano despertar
sexual de la niña. Efectivamente, entrando en la pubertad ella se interesa por
jóvenes más grandes que ella, con los que entabla una relación amorosa, que sin
embargo no pasa de algún contacto telefónico, en el que programa una cita que
nunca se produce.
En el análisis,
su discurso amoroso girará alrededor de los “caballos”. Apasionada
por estos animales, práctica equitación y se dedica a ellos cada vez que tiene
alguna oportunidad de hacerlo. Los caballos ocupan gran parte de lo que habla
en el análisis, sin saber exactamente cómo se sitúan en su economía libidinal.
Sin embargo, su
decepción con los muchachos no tarda en llegar, y cuanto más se acentúan los
desencuentros amorosos, más crece su amor por los caballos.
Una
interpretación permite estructurar la histeria que aún no se había efectuado.
Un intenso
enojo con la novia del padre que fue interpretado por el analista como celos
hacia esta mujer, configuró la relación edípica que no se encontraba
articulada.
A partir de
allí los encuentros con los chicos se vuelven más cercanos. Puede
entablar diferentes relaciones amorosas, aunque todas ellas terminan fracasando.
La ilusión de
encontrar un “caballero” permite recoger ese amor tan intenso que había ocupado
gran parte del trabajo analítico.
Un
psicoanálisis procede por la vía del detalle.
Tanto cuando
aísla el significante amo alrededor del cual se ordenó la vida del sujeto,
detalle de la letra. Como cuando explora el goce y la satisfacción pulsional
que se obtiene de él, detalle del objeto
De este modo
significante y objeto se unen para plasmar la neurosis y fijar el núcleo del inconsciente.
Invención subjetiva que por ser una invención de sentido es siempre más o menos
un delirio.
EL NIÑO EN LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE LACAN I
Roxana Vogler
El martes 6 de Abril de 2014, se llevó a cabo la
primera de las noches del ciclo de tres a realizarse durante este año.
El encuentro titulado "Sorprender el goce en los niños", tuvo como marco una
Conversación Clínica sobre la práctica del psicoanálisis con niños y púberes
abordada desde la última enseñanza de Lacan, alrededor de la pregunta ¿qué
significa orientarse en la práctica por lo real?
En la apertura, Liliana Cazenave comenzó tomando la
referencia de Lacan del Seminario XXI acerca de que el niño debe aprender a
hacer el nudo, entendiendo esta propuesta como aquello que, en tanto ser
parlante, el niño podrá hacer para bordear el agujero del trauma que lalangue produce
en lo real del cuerpo. Remarcó desde esta perspectiva, el encuentro entre la
lengua y el cuerpo que da lugar al traumatismo como fundante.
Liliana señaló que será en el
encuentro con un analista que el niño podrá dar cuenta de la modalidad defensiva
frente a lo real del traumatismo, y el lugar de aquél, será conducir la cura
desde el régimen de exceso de sufrimiento al régimen de satisfacción. Se
preguntó cómo concebir la intervención del analista desde esta perspectiva,
siendo imprescindible evaluar en cada caso, qué defensa respetar y cuál
molestar en transferencia, cernirla y posibilitar otro saber hacer con eso.
Otro eje propuesto para poner en trabajo será
pensar cómo declinar el deseo del analista como deseo de alcanzar lo real en la especificad de la clínica
con niños.
Luego, en su intervención, Mirta Berkoff planteó
cómo podemos pensar la propuesta del analista sorprendedor del goce en la
práctica con niños
¿Qué significa que el analista se propone como
traumático? Señaló que partimos de nuestra concepción del trauma como el
agujero que la lengua produce en lo real del cuerpo.
Todo lo que podemos hacer a partir del trauma los
seres parlantes es bordearlo. Tejer alrededor del agujero, y lo que tejemos es
el nudo. Tejer el síntoma, el fantasma, el sueño y hasta el delirio si es
necesario.
Mirta indicó que es fundamental para nosotros, si
queremos orientar una cura, pesquisar qué relación entabla ese sujeto con lo
real, de qué modo se relaciona con lo real que no tiene ley ni sentido, a
partir de la defensa.
Planteó que podemos ubicar distintas modalidades de
la defensa: los niños del Uno que pueden defenderse haciendo de lo real un Uno
y los niños del dos para quienes el truco para bordear el agujero es el
sentido. Se trata entonces para el analista de importunar el goce en juego, ya
sea en la ficción o en la mera repetición del Uno. No se trata de jugar con el
niño si no de sostener el juego para saber qué y cómo hemos de molestarlo,
ubicando el trozo de real que en el juego se cierne.
Mirta se refirió a continuación al caso de una niña
de cinco años que
tiranizaba a su madre e impotentizaba a su padre. En el curso de la cura se
plantearon las dificultades y vicisitudes de un primer tiempo en el que se fue
produciendo el montaje de la pulsión escópica. Surgió entonces un significante
privilegiado: mandar, que en un segundo tiempo tomó lugar en
la transferencia, en la ficción del juego de la esclava. Importunar el goce
hizo posible el desmontaje de un fantasma. La equivocación mandar-enamorar ofreció
lasalida de esta
niña a través del amor al padre y le dejó el camino abierto para inventar
una manera de amar.
El caso fue comentado por EtelStoisa, quien propuso
interrogar en la práctica con niños el planteo de Lacan sobre desarreglar la
defensa contra lo real. Puso el acento en su ponencia en el vector
"presencia del analista", pensando junto con Lacan de qué se trata
poner en juego el cuerpo mismo del analista, particularmente en el campo de lo
escópico y de lo invocante.
Se desprenden del caso varias intervenciones
posibles que conllevan distintos efectos en la paciente; desde el analista que
toma relevo del objeto provocando el desmontaje del fantasma con los
consecuentes efectos terapéuticos, pasando por sorprender la defensa desde una
intervención en relación a lo cómico, hasta el saber hacer con el imprevisto
del juego de la niña, para desde el equívoco, propiciar la escritura que toca
lo real del cuerpo y hace aparecer algo de la invención.
Etel destacó la importancia de la función del vacío
ligada a la función de lo escrito y la posición de lectura de la analista que
posibilitó, en la salida de este análisis una solución para el parlêtre.
En una animada conversación posterior, en la que
participaron Luis Erneta, Gustavo Stiglitz, Alejandro Daumas, Olga Molina,
Angélica Marchesini y Haydée Iglesias, entre otros, se debatió sobre las
diferentes modalidades de defensa y de intervenciones posibles y sus efectos.
Se planteó pensar la relación entre perturbar
la defensa e
interpretar, así como la diferencia entre molestar y
desmontar la defensa. Se hizo
hincapié en distinguir distintos estatutos de lo real para cada sujeto, y estar
advertidos que hay defensas que no conviene desmontar. Se resaltó como un tema
de interés para investigar las intervenciones por la vía de lo cómico que tocan
el cuerpo. Liliana Cazenave remarcó que al hablar de perturbar las ficciones
del juego se hace referencia al punto donde las mismas están detenidas en el
sentido gozado. Apuntar al goce detenido tanto en el sentido gozado como en el
goce autístico del Uno.
Mirta Berkoff señaló que dado que el niño está más
cerca de lo real, los psicoanalistas de niños no se han engolosinado con
ciertas interpretaciones del lado de lo real. Se inclina a pensar que no hay
interpretaciones que en tanto tales, no toquen el cuerpo.
Como conclusión de la noche podría decirse tomando
las palabras de Mirta Berkoff, que en el análisis se trata de " tejer
alrededor del agujero del trauma que la lengua produce en lo real del cuerpo.
Lo que tejemos es el nudo. Un saber hacer que no se enseña. Un saber hacer con
nuestra tela, con nuestra propia estofa."
II
El martes 3 de junio de 2014 se llevó a cabo la segunda noche del
ciclo de tres a realizarse durante este año, donde se conversó sobre
la clínica con niños y púberes abordada desde la última enseñanza de Lacan.
El encuentro titulado “Persuadir al sujeto que lo real miente” fue
coordinado por Mirta Berkoff, quien hizo una breve síntesis en relación a la
primer noche, que se había centrado en el tema del desmontaje de la defensa en
un caso de neurosis. En esta segunda noche, se tomó un caso de psicosis,
en donde se cierne el S1 como fenómeno elemental. Interroga ¿La defensa en
relación a lo real en este caso se perturba o se elabora? Se tratará en
el análisis de alentar los arreglos novedosos que el sujeto puede hacer con la
pulsión.
Liliana Cazenave presentó el caso de un joven de 16 años, que es traído
a la consulta a los 12 años por episodios en el ámbito escolar: querer
ahorcarse, tirarse por las escaleras, clavarse un compás entre otros episodios.
Los subtítulos: El pasaje al acto, apresado en el discurso materno, aislamiento
del fenómeno elemental, persuadir al sujeto que lo real miente y las
invenciones ordenaron la escucha del caso.
Angélica Marchesini hizo los comentarios del caso, abriendo con la
pregunta que nos formulamos acerca del uso de la defensa en la psicosis.
Ubicó que si bien a veces una idea delirante, puede salvar al sujeto del
pasaje al acto, produciendo un reordenamiento de la realidad y una posibilidad
de abrochamiento que deviene en estabilización, hay que desalentar la
construcción delirante siguiendo las indicaciones que Eric Laurent nos
hace en relación a este tema.
En el caso presentado, la defensa parece manifestarse bajo el aspecto de
la certeza sobre la indignidad del ser del sujeto. La analista interviene
conmoviendo esa certeza, y algo cambia en la experiencia subjetiva.
El apego del psicótico a su madre se pone de manifiesto en el
caso, y es gracias a la escritura que se sanciona la separación, poniendo
cierto orden en la relación madre-hijo.
El sujeto aísla el significante holofraseado que irrumpió en lo que él
llama “un sueño” que tuvo lugar durante los pasajes al acto. Dibuja y
escribe mientras interroga al analista qué quiere decir este sueño. La analista
ubica allí el fenómeno elemental, en tanto para este sujeto los sueños pueden
ser realidad y durar toda la vida. Con la pregunta que el sujeto hace a la
analista ¿Qué quiere decir su sueño? suspende su certeza.
Los videos inauguran un nuevo momento del análisis, no cualquier video
sino aquellos que contienen películas de misterio y suspenso. Es el
tiempo en que la analista intenta persuadir al sujeto que lo real miente
apelando a la autoridad de Freud.
La invención de una lista de signos que ponen en evidencia la falsedad
de los videos que lo asustan, le permitirá nominar lo unheimlich y comenzar un
armado de la realidad, en un tiempo y espacio en que se incluye vivo.
Otra invención, dibujos que contienen “mensajes subliminales”, produce
una separación: de ser objeto pasivo de mensajes subliminales provenientes del
exterior, pasa activamente a ser quien envía al Otro mensajes
indescifrables.
Al concluir la lectura del caso y su comentario, Mirta Berkoff
preguntó a Liliana Cazenave: ¿Qué diferencias habría entre una defensa y
una invención? y a Angélica Marchesini le pidió que ampliara el concepto
de analista como empresario de defensas al que había hecho referencias.
Una animada conversación se abrió a continuación de las
exposiciones, en la que participaron Alejandro Daumas y
Haydée Iglesias entre otros.
Se conversó acerca de la certeza en el sujeto como experiencia,
para diferenciar la certeza en las psicosis.
Se concluyó que no es sencillo conmover la certeza en la psicosis, y
persuadir al sujeto de que lo real miente.
Liliana Cazenave ubicó en el caso el retorno en lo real como una
defensa que lo llevó al pasaje al acto y a la perplejidad, por lo tanto
allí hay un fracaso de la defensa. Al pasar al enigma ya hay una
elaboración de la defensa y un trabajo que opera en la subjetividad. Persuadir
que lo real miente es perturbar la defensa.
En el caso, si bien el sujeto pudo inventar el recurso de la “lista de
signos” para tratar la
certeza, el analista está advertido que se puede ayudar a contrarrestar la
certeza pero no eliminarla del todo.
Quedó abierta la invitación para la tercera y última noche
del ciclo a realizarse el martes 1/7, donde se abordará el tema ¿Hacia dónde
va el psicoanálisis con niños?
III
El martes
1° de julio tuvo lugar la última noche del ciclo “El niño en la última
enseñanza de Lacan” que se tituló “¿Hacia dónde va el psicoanálisis
con niños?”Participaron además de sus responsables, Gustavo Slatopolsky, a
cargo la presentación de un caso clínico que llamó “Despertar dormido”.
En la apertura Liliana Cazenave retomó la pregunta que tituló esta
última noche respondiendo que en tanto el niño es un analizante de pleno
derecho, el psicoanálisis con niños no se dirige hacia lo terapéutico. Si bien
un sujeto acude a un psicoanalista cuando algún encuentro traumático lo
despierta, desde la última enseñanza puede postularse que el psicoanálisis se
dirige al despertar que produce en cada uno el eco de lalengua que
afectó el cuerpo con el traumatismo. El analista traumático produce con su acto
un corte en la inercia del goce fantasmático, sorprendiendo el traumatismo y
produciendo la apertura del inconsciente.
La última enseñanza de Lacan se dirige al segundo despertar, allí donde
está lo ilegible que resta y reitera el traumatismo original, provocando
una desarmonía que no puede ser curada. Acentuó que ese resto sintomático no
indica el fracaso del psicoanálisis, sino que constituye la singular diferencia
de cada uno, el sinthome. En ese punto se trata de inventar un nuevo arreglo
con el goce. Es por ello que el psicoanálisis con niños lo ubicamos en el
camino del sinthome, sabiendo que el niño no arriba
a una solución definitiva, sino que algo quedará en suspenso hasta la
adolescencia.
El caso de un
niño de 7 años con presunción de psicosis, cuyas construcciones sintácticas y
gramaticales no permitían alcanzar sentido en casi ninguno de sus relatos, sus
coordenadas del tiempo eran confusas.
Llegó a
consulta dos años después de la muerte de su hermana, episodio en el cual
estuvo, y debió ser reanimado en la ambulancia camino a terapia intensiva.
La madre refirió que al volver a la vida, al despertar, el niño
tuvo una alucinación de la que no hablará en análisis.
La consulta es
efectuada por los padres por el rendimiento escolar del niño. El padre agrega
un comentario como al pasar: que el hijo todavía tomaba mamadera.
El niño se
mostraba agobiado en las entrevistas localizando su problema en la escuela: “yo
copio todo lo que puedo y me canso”.
Fue a partir de
una intervención del analista, que introduce que el niño tomaba mamadera, que
el sujeto es forzado a revelar la frase que luego se formalizó como
fantasmática: “me la meten dormido”. La interpretación: “si decís... entonces
tan dormido no estabas” produjo un ordenamiento en la sintaxis y en el tiempo.
La intervención
permitió el despliegue de la cadena significante
"dormido-morido-morado-muerto..." hasta que en un juego de títeres,
que termina en un chiste, permitió dar cuenta de un nuevo anudamiento efectuado
en transferencia. Muerto tomó aquí valor metafórico y un modo de estar en el
mundo: "adormilado".
Mirta Berkoff,
ubicó que como todo análisis, el análisis con niños va en pos de cernir un
trozo de real no lográndose esto únicamente por la vía significante.
Ubicó al
analista como perturbador ya que su intervención no descansa en el semblante,
no duerme sino que despierta. Es así como una interpretación va directamente a
tocar el cuerpo que en tanto que goza, identificando un modo de goce para
perturbarlo, produciendo en consecuencia resonancias en el cuerpo.
Comenzó por
mostrar cómo la intervención del analista dio en el consentimiento de goce
del parlêtre conmoviendo lo que hasta entonces funcionaba como
defensa.
Ubicó que allí
el sujeto ya no pudo seguir embaucado por lo posible: dormir y estar despierto.
El niño ya no pudo seguir ignorando la determinación de su real en juego.
A partir de
allí se desplegaron diferentes sentidos y un nuevo uso del significante dormido
si bien no puede hablarse del fin del análisis para el niño.
Dejó como
interrogantes si desmontar la fijación pulsional le permitió al niño inventar
el inconsciente como defensa y también si podría concluirse que en un análisis
constantemente mientras se desbaratan defensas se inventan otras.
Etel Stoisa
retomando a Lacan, situó que el niño debe aprender algo para que el nudo se
haga, y que esto no es una cuestión de educación sino de tejido, de trama
que bordea el agujero de lo real. Es el traumatismo que produce el choque de
las palabras con el cuerpo lo que se cifra en el goce opaco del síntoma.
La contingencia
de la interpretación por el equívoco lógico permitió el advenimiento de la
frase fantasmática, la vivificación y el deslizamiento de la cadena
significante. El nuevo arreglo con el goce que el niño efectúo sobre el final
del tratamiento permitió localizar su invención al estilo del chiste.
Destacó que la
transferencia de los padres en el tratamiento del niño compromete de la buena
manera la lectura del caso. Y ubicó el lugar del analista, en tanto traumático,
y la pregunta por el resto sintomático en el niño, localizable en ese modo de
estar adormilado, a la espera del encuentro con una nueva contingencia que en
la pubertad lo conmine a responder.
Angélica
Marchesini señaló que en el caso presentado aparece el traumatismo del
significante del goce que obliga a una invención subjetiva, de sentido.
Destacó, citando a Miller, que la invención procede del lenguaje y que está
antes de que su función sea encontrada. El sujeto está condicionado a
encontrarle una función.
Es así como
presentó la pseudoalucinación, en el sentido de H. Ey, relatada en el caso,
como un artificio protector que le permitió, en un primer momento, responder al
agujero en lo real.
A esta
invención siguió, interpretación del analista mediante, en su modo de dormir
despierto, un camino que le permitió al niño construir otra solución alcanzando
finalmente cierta invención subjetiva, que conjuga una nueva narración con lo
singular del goce. El sujeto verifica otra forma de vivir entre despierto y
dormido, adormilado. Pero ésta no es la invención de un final.
Para concluir,
tuvo lugar una animada conversación en la que se plantearon, entre otras
cuestiones, si en la dirección de la cura ir por el rasgo de goce es lo que
permitió el trabajo del duelo; el valor de una interpretación que toca las
tripas y anima el cuerpo que se dignifica; la dificultad diagnóstica que se
planteó al principio del tratamiento; la sorpresa del analista en lo que fue
una intervención incalculable que dio lugar al cálculo en la interpretación; la
alucinación de la cual Etel Soisa señaló que no era una alucinación psicótica
ya que era dialectizable y estaba relacionada al duelo, tomando como referencia
la amentia de Meynert tal como la trabaja Freud, y que la misma tomaba el
relevo del nombre del padre.
Se señaló
además, que el chiste producido sobre el final del tratamiento posibilitó una
reparación del lapsus del nudo permitiéndole al niño una torsión en el mismo.