Le Zappeur n° 10



Noticias de interés para la DHH-NRC

Continuamos traduciendo los boletines de la V Jornada del Instituto del Niño: Los Zappeur
Para que podéis disfrutar de la lectura de los interesantes textos que se difundieron como preparación y anticipo de ese importante evento. ¡¡¡Buena lectura!!!!

Realizamos una rectificación
La traducción del boletín Zappeur nº 9
estuvo a cargo de Giuliana Casagrande, Tomás Piotto y Elvira Tabernero



Zappeur nº 10



Editorial nº 10
Por Hervé Damase

La preparación de la Jornada “Niños violentos” está en su apogeo. Este nuevo número del Zappeur refleja las múltiples direcciones de la exploración de este tema: el cine, la literatura, la clínica… Esto no desmerece en nada el contenido de la Jornada, que se va a constituir en el broche de oro de dos años de trabajo en el seno del Instituto del Niño, impulsados por el magnífico texto de Jacques-Alain Miller (1).

De este modo, podemos leer la actualidad bajo el prisma de este tema, y descubrir a veces, a lo largo de un artículo, una pepita que aclara nuestra investigación. Tal es el testimonio de Tim Raue, joven chef alemán galardonado dos veces con la estrella Michelin, quien afirma: “Yo no habría llegado a ser chef galardonado si no hubiera existido en mí esta fuerza destructiva […] contra la cual lucho todos los días desde hace treinta años.”(2)

Cuando era niño, se encontró con “una semilla de violencia” que supo transformar en fuerza creadora. “Esta semilla apuntaba directamente a mi estómago, y ha ido creciendo día tras día”. (3) Esta violencia, inicialmente padecida, se transformó el día en que regresó a su casa y se encontró con su padre esperándolo en el salón: “Estaba bebido. Me dijo que yo no servía para nada, que era un débil, que no llegaría a nada. Me empuja y comienza a intentar golpearme, pero yo logro evitarlo y lo tiro al suelo. Algo en mi mirada hace que no se levante. Es la última vez que intenta golpearme. A partir de ese momento, existe en mí esa mirada, y continúa siendo una expresión propia que simboliza aquello, la central nuclear diabólica que esas humillaciones infantiles construyeron en mí. Durante muchos años he utilizado eso como un arma, un tic no verbal que cortaría de raíz toda discusión.


Notas:
1.- Miller J.-A., “Niños violentos”, Intervención de clausura de la 4ª Jornada del Instituto del Niño, 18 de marzo de 2017, enCarretel nº 14, revista de la Diagonal Hispanohablante de la NRC. Bilbao, 2017, p.9-17.
2.- Luyssen “Tim Raue, De l’aigre au goût”, artículo publicado en el periódico Libération, edición del 26/27 de enero de 2019.
3 y 4.- Ibíd.






Tiramisú

Por Bruno de Haleux

-¡Eres una gilipollas! ¡Una gilipollas! Sus palabras, como un tiro de revólver, hieren a la madre.

¡Aún no nos hemos sentado en mi consulta y las palabras ya se han disparado! Las he sorprendido en la sala de espera, cada una metida en su mundo con su Smartphone. La hija es hermosa como una luminaria en ciernes, joven, maquillada, cabellera larga, ropa muy escogida, ojos brillantes, rímel y purpurina. La madre, joven, abatida, con un aire de resignada tristeza, parece desesperada.
   
– Usted ve cómo me trata, dice la madre, girándose hacia mí.
    – ¡Te voy a decir eso cada vez que digas que mi padre es un gilipollas!
    – Además, continúa la madre, ella practica boxeo como su padre, ¡y me ha pegado! ¡Mire! Me muestra las marcas del golpe en su pierna.
    – Tú has cogido mi IPhone, normal, si me lo cogen, yo golpeo.

Ana, la adolescente-niña de doce años, está en guardia. Se arrebuja en su sillón y parece abstraerse con su móvil del discurso moralizante de la madre.
    – No escucha nada, golpea, hace lo que le da la gana, la echan del colegio, le ha pegado a su profesor de música…
    – ¿Esa profe? ¡Es una gilipollas, no me quiere!

La madre, italiana de origen, conoció al padre a la edad de dieciséis años. Dos años después nacía Ana de esa pareja que ya se estaba rompiendo ¡El padre está fuera de la ley! Ana lo venera por encima de todo. Se fugó a Sicilia para evitar los policías, los procesos y los tribunales en Bélgica. Le dice a su hija que ella tiene que ocupar su lugar en la vida, con su madre y en el colegio. ¿De qué manera? A golpes, si es necesario; también le dice que ella es libre, y que nunca debe escuchar a la “gilipollas” (¡otra vez!) de su madre.

¡La tensión aumenta al máximo! Tengo la impresión de que, ante cada palabra de su madre, Ana está a punto de tirarse encima y darle de puñetazos.
Las palabras le resultan insoportables. ¡Todas las palabras! Apenas un adulto abre la boca, ella dispara. No tiene piedad ni por su madre, ni por sus profesores o su director. Sólo su padre queda a salvo.

¿Qué decir? O más bien, ¿qué hacer? Esa misma mañana yo había leído con mucho placer el editorial de Valeria Sommer-Dupont en el Zappeur nº 9, donde ella escribe: “No hay nada más violento que querer el bien del otro. Cuántas manifestaciones de los niños, consideradas violentas, no son más que contragolpes agresivos de la caridad, acting-out que vienen a señalar el móvil agresivo de la benevolencia”. (1)

¿Cómo descaridar, cómo no sumar a las buenas intenciones, al “querer el bien del niño”, una serie de posiciones que violentan a Ana, quien a lo largo del día soporta la violencia de los discursos del colegio, de su madre y de sus abuelos?

¿Cómo hacer un corte en la palabra quejosa de la madre, cómo bordear algo para que Ana no sea, una vez más, el objeto de las demandas educativas y pedagógicas moralizantes, donde la pulsión de muerte aflora con cada palabra, cada sentencia y cada “solución”?
   
– No sabe comportarse, hace cualquier cosa durante las clases, come delante de los profesores, ella…
    – Yo como cuando tengo hambre, interrumpe ella, para acto seguido replegarse en su móvil. ¡Nadie me lo va a impedir!
    – Entonces usted es golosa, digo en voz baja… ¡Yo también!
Son mis primeras palabras ¡Ella se detiene sorprendida! Entonces continúo con prudencia:
    – Estando en Palermo, en Navidad, he comido las mejores pizzas del mundo, y descubrí allí un tiramisú extraordinario…
    – ¿A usted le gusta el tiramisú?
    – ¡Sí!
Ha dejado su móvil, se muestra entusiasta, ya no es la misma.
    – Mamá, ¡hagamos uno esta semana, con mucho cacao y también con chocolate!
    – Sí Ana, responde la madre, apaciguada, ¿quieres que él lo pruebe?
    – ¡Por supuesto, así él verá que yo sé cocinar, lo comeremos aquí!


Notas:
1.-Sommer-Dupont V., «Editorial nº 9: ¡Revólveres en mano!» enZappeur n° 9:







Tres puntos sobre la violencia



Os propongo tres puntos (1) que surgen del trabajo realizado este último año en el entorno de la Diagonal Hispanohablante de la Nueva Red CEREDA.


1 ¿Es la violencia un nuevo significante amo?
En lo que atañe a la infancia y la adolescencia, la violencia ha pasado a ser un significante amo. Lo constatamos en la clínica, en las conversaciones con los maestros, en las entrevistas con los padres. La violencia tiñe de manera significativa el lazo social de los niños y jóvenes: acoso,bullying, violencia filio-parental, etc. ¿Estaremos asistiendo al pasaje del niño hiperactivo al niño violento? Estas nuevas nominaciones que surgen en el campo de la infancia nos obligan a estar atentos, ya que estamos advertidos de las virtudes identificatorias del significante, el cual crea nuevos polos identificatorios y con ellos nuevas políticas en lo social para hacer con ellos.

Según un informe de UNICEF de noviembre del año pasado, titulado “Violencia en las escuelas: una lección diaria”(2), el acoso y las peleas físicas entre compañeros serían responsables de la interrupción de la educación de 150 millones de jóvenes de entre 13 y 15 años, la mitad de la población de los jóvenes, tanto en los países ricos como en los pobres. Las culturas producen malestares y síntomas que responden a cambios relativos a problemas de la época, pero nosotros registramos en la clínica que estos síntomas se construyen de un modo singular y particular en cada sujeto.

Violencia, rabia, enfado, odio, amor, crueldad, agresividad, son pasiones y afectos que atañen al sujeto y al cuerpo. Es nuestra tarea desanudar los términos y dar un lugar a cada uno de ellos, precisando qué función cumplen para cada niño y para cada adolescente que atendemos.


2 La agresividad constitutiva del sujeto
En “Tres ensayos de teoría sexual” (3) Freud se dedica a diferenciar la crueldad, la agresividad y la violencia para comprender la génesis del sadismo y del masoquismo. La utilización precisa de estos términos da cuenta del esfuerzo de Freud por esclarecer la lógica del encuentro del sujeto con el objeto, a fin de destruirlo, causarle dolor, maltratarlo o someterlo. Bastante después, en “El malestar en la cultura” (4),Freud señala la paradoja del otro como semejante, que es para el sujeto tanto un auxiliar, un objeto sexual (es decir que se sitúa del lado del amor, del Eros), como tentación para satisfacer la agresión.

La agresividad se aloja en un momento evolutivo del niño que Lacan denomina el estadio del espejo (5). La dialéctica imaginaria del  o yo constitutiva del niño forma parte de la imagen, de la identidad y del lazo social. En el Seminario I (6),Lacan señala el hecho de que el sujeto quiere ser amado por su color de cabello, sus manías, sus debilidades, por todo. Pero frente a la imposibilidad de hacer del otro un semejante, el amor puede virar rápidamente hacia el odio, y el otro deviene entonces una amenaza. Por eso, el odio no sólo tiene relación con el registro imaginario, tiene también una relación con el goce.

En el proceso analítico, el sujeto reproduce bajo transferencia estas cuestiones pasionales. El tema de la Jornada nos invita a analizar el goce en juego, el deseo de destrucción y la satisfacción encontrada en el acto de romper o de destruir. La violencia en el niño no es un problema de mal comportamiento, sino un fenómeno que hay que situar dentro de un abanico clínico que tiene distintas vinculaciones con el sujeto.

A veces, la agresividad y el enfado son para el niño una tentativa de hacer escuchar su singularidad frente a la voluntad normalizadora de los adultos, y también pueden ser signo y demanda de amor. En otras ocasiones, hay violencias que escapan al decir.

Como lo señala J.-A. Miller en su texto “Niños violentos”(7), la violencia puede ser producto de un fracaso de la represión o de la defensa. También hay que diferenciar la fantasía agresiva de un acto dirigido a otro como posible salida a la tensión, o un pasaje al acto. No es lo mismo la violencia del niño autista como defensa frente a lo real, que la violencia de un adolescente que atraviesa la ventana de su fantasma por la vía del pasaje al acto.


3 La violencia del niño atañe a la clínica lacaniana del goce
Finalmente, para leer los fenómenos de la violencia hay que dirigirse a la relación del sujeto con el goce. ¿Qué desencadena la violencia? Su fuente no es solamente unmenos, una frustración, sino que está más bien del lado de un exceso.

¿Dónde encontramos el límite a la violencia? ¿En la ley, en la prohibición, en la autoridad? ¿Qué es lo que la limita? La reducción de la violencia mediante las normas, las pautas o los castigos fija al Otro en una postura educativa y normativa donde el deseo está ausente. Entonces, ¿qué Otro se requiere como partenaire para estos niños y adolescentes?



Notas:
1.- Extracto de la intervención de V. Vicente en la XVI Jornada de la Diagonal Hispanohablante de la Nueva Red CEREDA, 2 de febrero de 2019, publicado con el acuerdo de la autora.
2.- Violencia medida por el número de niños que denuncian haber sufrido acoso o haber participado en una pelea física en el último año.
3.- Freud S., “Tres ensayos de teoría sexual” [1905] en Obras completas. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992. vol. VII, p.109- 224.
4.- Freud S., “El malestar en la cultura” [1929] en Obras completas. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992, vol. XXI, pp. 57-140.
5.- Lacan J., “El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia analítica” enEscritos 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1985, pp. 86-93.
6.- Lacan J., El Seminario. Libro ILos escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 1981.
7.- Miller J.-A., “Niños violentos”, Intervención de clausura de la 4ª Jornada del Instituto del Niño, 18 de marzo de 2017, enCarretel nº 14, revista de la Diagonal Hispanohablante de la NRC. Bilbao, 2017, p.9-17.




Violencias ordinarias en el patio del recreo.
 A propósito del film Recreos de Claire Simon


Esta película (1) tiene el efecto de una bofeteada en quienes olvidaron que la violencia existe desde la más joven edad. Estrenada en 1998, sin embargo este documental conserva toda su actualidad, y entrega un precioso testimonio sobre las pequeñas y grandes tragedias que se juegan en el patio del recreo en la escuela. La cineasta se apoya en un dispositivo suficientemente inédito. Tomando como punto de partida filmar a los niños lo más cerca posible, sin jamás intervenir, Claire Simon pone el objetivo en la “tendencia nativa del hombre a la maldad, a la agresión” (2). En efecto ¿cómo imaginar que nuestras bonitas cabezas puedan querer hacer el mal, puedan ser habitadas de agresividad y de violencia hacia los otros tanto como hacia ellas mismas? Es allí que reside, sin dudas, el éxito de este documental que atrapa, con total sutileza, la violencia ordinaria de la infancia, testimoniando de lo que hay que atravesar para crecer y vivir con los otros.

Claire Simon indicó que había filmado como “juegan a la vida antes de vivirla”. Aprendemos entonces, como la violencia es una instancia común de la pulsión de muerte para cada ser hablante” (3) y que se trata de encontrar como “domarla”, para que pueda tomar una nueva forma, más vivible, es decir bordear el goce, ceñir lo real por el uso de los semblantes.

Maltratar al otro, ser maltratado, maltratarse, en el fondo la violencia no es de otra cosa que de sí. Es efectivamente esto, frente a las órdenes de sus compañeros –“ve ¡salta! ¡Yo te voy a enseñar! ¡Es pan comido! Todo el mundo sabe hacerlo a tu edad. Myriam, ¡es más pequeña que tu y lo hace” – Nathalie intenta incansablemente hacer como las otras niñitas, y se inflige una violencia, que sólo iguala a sus conversiones somáticas: “Eso me quema, necesito un pañuelo”; a sus llamadas vanas: “quiero a mi mama”; y a sus impedimentos: “tengo miedo soy muy pequeña”.
Sólo cuando puede decir: “Creo que esto está en mi cabeza” nos enseña que efectivamente la violencia es el comienzo del tratamiento de la pulsión en su relación al propio cuerpo. Que ella podrá abrirse a una solución no como los otros; con su propia tentativa, con una construcción singular, a partir de sus posibilidades, para franquear esa dificultad que encuentra y así tomar su pequeña revancha. “Adela ha fallado por poco”. En efecto, su camarada de juego no logra el salto.

Comprendemos también cuántos objetos producen goces particulares que pueden, tal como Lacan nos enseña en su texto “La agresividad en psicoanálisis” (4), desencadenar los celos. No es tanto quien tiene los palos, que está celoso, como el goce que ello procura. Así, esta joven niña pide a sus compañeros recoger todos los palos y luego los lanza diciendo: “quería hacerlo”. Alexandre, construye su casa y la electricidad. Quien venga a pararlo en su proyecto será expulsado violentamente de la escena. La niñita que se propone acompañarlo, y así bordear su goce, introduciendo un juego del intercambio, obtendrá un “parece que nos hemos casado”.

¿Porque atacar al otro? Thomas nos enseña. Él mantiene a sus compañeros en prisión, pero estos huyen, es una oleada de golpes que soporta: “Quería meternos en prisión, entonces lo atacamos”.
Si el juego de la prisión permite a los jóvenes, por la vía del semblante, bordear lo real al que se enfrentan, se ve como una vez que el juego termina, lo real se desata y la violencia surge. Thomas se convierte realmente, en quien quería meterlos en prisión y es molido a golpes. Afortunadamente Thomas mantiene una pequeña recompensa: tres niñas le toman la mano y lo acompañan a clase.


Notas:
1.-Récréations, film documental de Claire Simon, 1998.
2.-Freud S., “El malestar en la cultura” [1929] en Obras completas. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992, vol. XXI, pp. 57-140.
3.- Introducción a la bibliografía de la V Jornada de estudio del Instituto psicoanalítico del Niño: institut-enfant.fr/bibliographie/
4.-Lacan J., “La agresividad en psicoanálisis” [1948] en Escritos I. Siglo XXI editores. México.1990, p. 94.
5.-Hélène Girad es responsable del ciclo de Cine y Psicoanálisis en Châteauroux, propuso este año cuatro películas sobre el tema “Niños violentos”, en relación con la jornada del Instituto psicoanalítico del Niño. Christine Maugin, psicoanalista, miembro de la ECF y coordinadora de la Diagonal francófona de la Nueva Red CEREDA, fue recibida para conversar acerca de la película Récréations de Claire Simon.


La verdadera vida, o una educación real



La “verdadera vida” de la pequeña niña de diez años con quien vamos a caminar cinco años, que no tiene un nombre, como sus padres, como muchos de los protagonistas del asunto, nos arrastra a una historia palpitante y alegre, morbosa e inquietante, todo al mismo tiempo. La pequeña niña, en efecto, tiene una percepción de la vida como verdadera, porque allí encuentra lo real, que traduce de manera sensible. Vive con su pequeño hermano de siete años, al que gusta acariciar su suave cabellera, en una casa en la que una de sus habitaciones está consagrada a los muertos, a los animales cazados y disecados por el padre. La madre, descripta como una ameba, sin forma ni discurso, se ocupa de su casa, y padece, sin nunca decir nada, la violencia de su marido que la golpea. Todo ese alegre mundo habita en un barrio residencial, que lo descubriremos a medida que avancemos, un lugar de vida rico bajo los aspectos más “ordinarios”.

Un accidente desopilante, a pesar de las consecuencias desastrosas sobre la vida de los niños, reordenó la vida de esta niña, que encuentra la pulsión de muerte en todas partes por donde anda, sin jamás abandonar lo vivo en ella. Se pregunta ¿Cómo hacer con la violencia de lo real? ¿Cómo hacer con el lema de un padre cazador? “En la vida no hay opción o predador o presa”. Es una dialéctica imposible que sin embargo sabrá subvertir.

Describiendo, nombrando eso que no se puede decir -la narradora sin nombre- le da un alcance universal, encuentra las palabras, vía la metáfora de la locura paternal, para traducir lo real de la pulsión de muerte que concierne a cada uno. Para sacar a su hermanito de la estupefacción morbosa provocada por “el accidente” que abre la novela, la niña se compromete en estudios punteros y difíciles, de llamativa precisión, para inventar una poética sutil de un “nuevo sentido”, para esclarecer lo real que la ocupa. Ningún dolor en esta vida verdadera y un gran virtuosismo para la escritura.

La violencia y la muerte se hacen presentes por todos lados, incluso en el juego de niños, en el desguace de viejos coches, donde está necesariamente prohibido ir porque es peligroso, pero donde “jugar” con los restos de automóviles estropeados es un placer. ¡No nos atrevemos a penas a imaginar lo que pudo pasar allí!

Entonces, la muerte y la destrucción en todas partes, y la vida en las palabras, y las ganas de saber, de aprender, de pensar el mundo, de encontrar el amor. La otra bestia dentro de sí, en su cuerpo –que combate a la hiena, figura de lo real, el kakón igualmente– abre a una erótica del encuentro con un deseo nuevo, un placer sensual que transforma a esta pequeña niña en la mujer que devendrá.

La verdadera vida (1) es un título audaz y bien encontrado para decir, a pesar de lo peor, lo vivo de un sujeto lidiando con la absurdidad y su audacia para desafiarla.


Notas:
1.-Dieudonné A., La vraie vie. Ed. de l’ Iconoclaste, 2018



La clínica, un deporte de combate




El trabajo clínico con niños violentos nos lleva cotidianamente a la cuestión que planteó Jacques Alain Miller: esta violencia a la cual asisto, ¿es “sin frase” o es “simbolizada, simbolizable” (1)?

La violencia gratuita, sin un por qué ¿parece menos “agradable” (2) que la que dice algo? Apoyamos, en ciertos sujetos, una revuelta saludable, una crisis que le hace escalonar en una posición renovada –una violencia necesaria, en suma.

No nos queda sin embargo que acoger la violencia –incluso la “habladora”- en la institución, eso se hace a priori, antes del “après-coup” que guiara el trabajo institucional. Allí, el interviniente juega su partida en directo y, a vez, a la manera de un practicante de Jujitsu: el arte de la suavidad al que nos invitaba Alexandre Stevens. (3)
Es en todo caso, lo que el acogimiento de adolescentes, designados como violentos, ha podido poner en evidencia, en nuestro trabajo de enseñantes, en el seno de un servicio de paidopsiquiatría.

Hubo, por ejemplo, un joven detenido después de que descubrió a su padre muerto al volver de la escuela, y que nos mostraba sin cesar lo real al que tenía que vérselas: lo imposible de simbolizar del cadáver de su padre que regresaba a través de imágenes espantosas de cuerpos, en particular aquellas de la Segunda Guerra Mundial. Había concebido una fascinación por el nazismo, haciendo el saludo hitleriano a cada interpelación, grabando esvásticas en las paredes…

El arte de la suavidad supone salir de la línea de ataque, del eje del golpe. Es, además, un acompañamiento del movimiento que, con un impulso no contrario, da cierto destino al gesto.

Aquí, se trataba de dejar de lado el aparato moral para dejar pasar la agresión y convertirlo en una palanca de saber: ¿qué tiene que ver este joven? ¿Qué tiene que ver en el horror nazi? Él, que se había detenido en el umbral de la historia, impresionado por la imagen desenganchada de toda trama y desnudando algo de su verdad, fue invitado a dar un paso más y a apropiarse de una historia. Hay una lógica de estos horrores que, por más ficticios que sean, ha tenido un efecto de templanza.

Según un movimiento casi idéntico, la profesora de arte plástica, percibió su gusto por la pornografía “extrema”. Ella le permite, en el dibujo del cuerpo desnudo, pasar de un goce escópico bruto, sin filtro, a una mirada que se desplaza en el campo de la estética.

Por supuesto, el dibuja aun pequeñitos penes y grandes esvásticas en la pizarra, pero las elimina enseguida y anticipa toda reacción del adulto, excusándose, desilusionado, con un “¡Oh!, perdón”. Lo real está allí, pero el Otro no está lejos.

De forma general, intentamos desplazar el discurso que, hasta ese momento, se limita a repetir lo prohibido de ir a ver esos horrores. Lo que corresponde a un “Tu puedes saber”, cortando con el discurso corriente que finge ignorar que ese real ya está allí para él, que mira esas imagines o no.

Este es un enfoque de flexibilidad que está en el corazón de nuestro trabajo de escuela en psiquiatría, en tanto que coloca el conocimiento cultural como un instrumento de almohadillado para la crueldad de lo real y permite asimismo construir defensas –incluso pueden ser autodefensas.



Notas:
1- Miller J.-A., “Niños violentos”, Intervención de clausura de la 4ª Jornada del Instituto del Niño, 18 de marzo de 2017, enCarretel nº 14, revista de la Diagonal Hispanohablante de la NRC. Bilbao, 2017, p.9-17.
2-Freud S, “Contribuciones para un debate sobre el suicidio” [1919] en Obras completas. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1991, vol. XI, pp.231-2 “Rejouissante” es la traducción al francés del término unerfreulich del cual Freud designa ciertos estados en los que se detiene el niño en su desarrollo, “aunque sean desagradables” (unerfreulich) p.232.
3-Stevens, A.: “Delante del niño violento: ¿un marco o un borde?” Zappeur, n°6, diciembre 2018 : www.institut-enfant.fr/2018/12/03/devant-lenfant-violent-un-cadre-ou-un-bord/


¡Pegan a un niño. Aún!


¡Erri de Luca (1) tenía 10 años! ¡Los “tenía” (2) al fin! De la cifra al número, los franqueamientos delimitaban para él la edaddespués de infancia. Estamos a la salida de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, sus fantasmas y sus pesadillas (3). Junto a su madre, el pequeño napolitano creció en la silenciosa ciudadela de los libros para adultos de la biblioteca de su padre ausente debido a que fue a trabajar a los Estados Unidos.
“Mecánico del aparato adulto” (4) del que el joven Erri ya conocía los artificios, especialmente los del amor. Sin embargo, nada sucedió en el capullo impermeable de su propio cuerpo que lo mantuvo encerrado en la infancia. Este cuerpo que lo mantendrá prisionero, se lo imaginaba sólo revelado por la ropa que llevaba. El grito silencioso de su dolor encontraba un apaciguamiento temporal en el repulsivo reflejo del espejo de su cuerpo repleto de gestos desagradables, atrapado por el llanto hasta entonces ahogado. ¿Cómo salir de este “revestimiento que contiene todas las formas futuras” de “el presunto adulto”(5)?
En el contexto del primer encuentro romántico con una niña de su edad, el joven Erri se hace la idea de romper este revestimiento para hacer salir “un nuevo cuerpo” (6) librado de los “juguetes de la infancia”. Al igual que su héroe, Don Quijote, quien se hace golpear a lo largo de la búsqueda de Dulcinea, Erri organiza la golpiza que pretende hacerse dar. Elige las condiciones, los actores y el momento en el que deben caer los golpes. Él está seguro de encontrar “la verdad en los golpes”, para combinar “lo útil” con “lo irreparable”. Bajo la bandada de castañazos, él se desmayó.
Al despertar tiene el cuerpo magullado por una lluvia de golpes. Asume la responsabilidad del acto frente a su madre. Tiene el cuerpo dañado, sabe que ya no es el mismo, que ha provocado la ruptura. Finalmente, en sus "manos sostenidas" primero por el policía y luego por la chica, él siente el efecto de una especie de amor. Sostener es un significante que toma forma en el contexto de la ausencia (8), dejando su marca de goce.
Pero la historia no se detiene ahí porque la niña, a su vez, imagina un escenario para, dice, “arreglar una cuestión de justicia” (9). La fórmula es un enigma para el niño ¿En qué esta él concernido? ¿De qué cuestión de justicia se trata? ¿Lo sabe ella misma? podemos agregar.
Ella le indica el dispositivo, muy preciso, en el que Erri debe desempeñar su papel. Él presenciará silencioso, solo, en la cabina de una playa, el combate organizado por la niña entre los dos viejos agresores de Erri. Ella se ha prometido a sí misma como un trofeo para el ganador.
Por un lado, nos podemos preguntar con Freud sobre “quién es golpeado” y “quién golpea” en esta historia. Por otro lado, con Lacan se puede escuchar más allá de las “lágrimas de deshago”, la relación del cuerpo con el significante del Otro. La marca de los golpes, como la de una “mano que sostiene” (10),es una que, paradójicamente, “vale como [...] una insignia, solitaria, absoluta, que identifica a un cuerpo como un objeto de goce”. (11)


Notas
1.-De Luca E., Les poissons ne ferment pas les yeuxParis, Folio, 2014.
2.-Ibid, p. 13 El autor especifica que “tenevo 10 anni”, que tiene 10 años, eso tiene algo, en italiano, más preciso, más físico para decir la edad.
3.-Ibid, p. 86.
4.-Ibid, p. 16.
5.-Ibid, p. 24.
6.-Ibid, p. 49.
7.-Ibid, p. 53.
8.- Su padre se negó a sostener su mano en la calle.
9.-Ibid, p. 83.
10.- «maintenue» en francés: sostener, mantener, es una palabra que está compuesta por main y tenue que significa, literalmente, mano tenida. (N. del T).
11.-Miller. J-A., «Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Sutilezas Analíticas», (2008-2009), lección del 6 de mayo 2009– Cogito lacaniano. Buenos Aires, Paidós, 2014. p. 251.





Cuando la palabra dimite


La novela de Guillaume Guéraud, No moriré cazado (1), aparecida en 2006, se hizo un nombre en la literatura juvenil por la violencia extrema que allí se narra. Él describe la lógica que conduce a un adolescente entregado a los enunciados de odio de otros a un acto de violencia. La palabra ya no se ofrece como un resorte eficaz para hacer valer su ser. “¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio de la violencia, y que allí reina, incluso sin que se la provoque?”. Estas palabras de Lacan, citadas por Miquel Bassols en su artículo “Acto de violencia” (2), se ofrecen como una brújula en nuestra lectura de esta novela.

El pueblo de Mortagne, desde siempre está estructurado por una serie de enunciados que asignan a cada uno un lugar: ya sea que trabajemos en el viñedo o en el bosque, cada clan odia al otro: “El odio por lo general no dividía a los aserradores, por el contrario, les servía de cimiento porque estaba dirigido solo a los viticultores”. Sin embargo, todos los hombres compartían un mismo rasgo: todos cazadores. Es una cuestión de supervivencia, como prescribe el lema de la aldea: “¡Nací cazador! ¡No moriré cazado!". Si yo no mato, seré matado. El lazo social se reduce a la pura rivalidad imaginaria.

Martial, adolescente, forma parte de las personas del bosque: en su familia, todos trabajan en el aserradero. Se espera que él siga el mismo camino. Él elije un modo singular de inscripción en el Otro, haciendo sus prácticas con un luthier. “para ver otros lugares”, “simplemente por curiosidad”. Frédo, un amigo de su hermano mayor, le dice con odio: Lutier, “es una profesión de maricón” El insulto tiene un efecto devastador. Martial detiene todo, las prácticas, la escuela secundaria, el bosque, y se inscribe en mecánica: “Cosa de joder a todo el mundo sin hacer que las cosas encajen” (5)

En efecto, esta decisión lo aleja de su pueblo: su escuela secundaria está muy lejos, él pasa la semana en un internado y regresa los fines de semana. En el camino a casa, cada viernes por la noche, se cruza en la parada del autobús otro solitario, Terence, un simplón, un llorón. Es el idiota del pueblo. Ni del bosque, ni del viñedo, ni cazador, él es un vagabundo insituable. Martial comienza a simpatizar con él. Y, a fuerza de hacer, cada semana, un tramo del camino juntos, se lleva a cabo un encuentro entre estas dos soledades. Excepto que un día, Terence no llega al encuentro.

Desde el principio, el lector sabe que termina mal porque la novela comienza con la llegada de gendarmes a una escena de masacre. Marcial, después de ver la muerte de Terence, regresa a la casa familiar. Ese día festejaban la boda de su hermano. Tomó un rifle y, desde la ventana de la habitación de sus padres, disparó a la aglomeración, para “barrer a Mortagne de la faz de la tierra”. (6)

En esta historia, la violencia es física y simbólica: la masacre cometida por Martial, Terence encontrado desfigurado, la violencia de un discurso, el llamado al odio. Insultos, los señalamientos abundan. Quien se niega a plegarse no tiene más remedio que irse. Frente a lo insoportable, Martial elige el pasaje al acto: el sujeto bascula fuera de la escena y se reduce a un “yo no pienso” (7). Su ser no encuentra ningún reconocimiento en el Otro, él se va a “buscar, a reencontrar algo expulsado, rechazado, por doquier” (8) Ahí donde el lazo social organizado solamente por el odio impide la expresión de toda singularidad, sólo resta la rivalidad imaginaria, que precipita a Martial en el atolladero de un «Si no eres tú, soy yo». Al final, sólo queda él.

Martial podría haber optado por irse o por denunciar la muerte de Terence. Pero él no toma la palabra. Pasa al acto. Finalmente, por su parte, él se encuentra representado por los enunciados que denuncia, ya que realiza la sentencia: “No moriré cazado”.


Notas:
1.-Guéraud G., Je mourrai pas gibier, Éditions du Rouergue, 2006.
2.-Bassols M., «Acte de violence», Zappeur, n°4, trad. par Valéria Sommer et Victor Rodriguez, institut-enfant.fr/2018/10/07/acte-de-violence/
Traducción al español disponible en:
https://espaciorosarinoerinda.blogspot.com/2018/12/le-zappeur-n4.html
3.-Guéraud G., Je mourrai pas gibier, op. cit., p. 19.
4.-Ibid., p. 23.
5.-Ibid., p. 25.
6.-Ibid., p. 61.
7.-Lacan J., «Compte-rendu de la logique du fantasme», Ornicar ?, n° 29, Paris, 1984, p. 14.
8.-Lacan J., El Seminario, libro X, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 129.


¿Niño violento o muñeca asesina?


¿El cartel de esta jornada de “Niños Violentos”, no es subversivo? Ahí donde podríamos haber esperado un niño buscapleitos, es una niñita la que nos da la espalda y que carga en un brazo un peluche con una enorme boca ornamentada con grandes dientes, sus ojos vacíos y garras en sus patas. En el espejo se refleja el dulce rostro de la niña sobre un fondo de motivos de «Sofia la jirafa». Pero, ¿quién podría ser esta niña? ¿Qué decir de ese temible peluche?

¿Esta muñeca sería el ancestro de Draculaura: una de las muñecas de Monster High, mutilada y desfigurada, el último juguete inspirado en películas de terror y criaturas monstruosas? Del peluche a la muñeca no hay más que un paso en el mundo ficcional de la infancia y la adolescencia. Los juguetes asesinos fascinan a los espectadores. Todo comenzó con Los Muñecos del diablo, estrenada en 1936, este largometraje es a su vez delicado – rostro angelical de la actriz, pocos personajes – y escalofriante. Seguirán Teddy, la muerte en peluche, Annabelle, la muñeca de porcelana embrujada,Chucky el muñeco asesino, siempre a la búsqueda de poseer el cuerpo de un niño.

Asistimos a una bella inversión. ¿Y si el muñeco asesino de niños tuviera su origen en el juego del niño con su muñeca o muñeco? De este modo, el niño que se ha convertido en un adolescente, mira con placer y horror estas películas de terror con muñecas crueles, el reverso de su trato sobre su muñeca o su peluche favorito. Lacan despliega la tesis según la cual “La agresividad (…) nos es dada como intención de agresión y como imagen de dislocación corporal” (1), apelando a los temas de los juegos infantiles entre los dos y cinco años: arrancar la cabeza y reventar la barriga de la muñeca desmantelada.

Sophie Rostopchine, condesa de Ségur, narra sus desgracias como una niña de cinco años. La muñeca de cera de Sophie primero se volverá ciega, sus ojos se habrán derretido al sol, luego calva, desvencijada, colgando de los brazos en una cuerda. Después de un baño en agua hirviendo, ella se encuentra sin un pie. Un día queriendo sentarla en una rama. “la cabeza golpeo contra las piedras y se rompió en cien pedazos. Sophie no lloró, pero invitó a sus amigos a venir a enterrar a su muñeca”. (2)

J.-A. Miller precisa que “la violencia no es un sustituto de la pulsión, es la pulsión (…), del lado de Tánatos” (3) que “fragmenta, (…) que dispersa como un rompecabezas”. (4) Con sus malhumores, Sophie experimenta esta fragmentación: corta con gran placer los pequeños peces de su madre con el cuchillo de Carey ofrecido por su padre. A una abeja también le reserva el mismo destino: “Le cortaré la cabeza, se dijo a sí misma, para castigarla por todas las picaduras que ella hizo”. (5)

Freud nos enseña el componente cruel de la pulsión sexual: “La crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil; en efecto, la inhibición en virtud de la cual la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor del otro, la capacidad de compadecerse, se desarrollan relativamente tarde” (6) ¿Será la muñeca asesina otra etapa de la crueldad, anterior a la barrera de la compasión?



Notas
1.-Lacan J., “La agresividad en psicoanálisis” [1948] en  Escritos 1. Siglo XXI editores. Buenos Aires. 2008, p.109.
2.-Extracto traducido de Comtesse de Ségur, (1858) Les malheurs de Sophie, Paris, Gallimard Jeunesse. 2016, p. 17.
3.- J. A. Miller: “Niños violentos” en Carretel nº 14, revista de la Diagonal Hispanohablante de la NRC. Bilbao. 2017, p.12.
4.-Ibid., p.13.
5.- Extracto traducido de: Comtesse de Ségur, «Les malheurs de Sophie, op. cit., p. 43.
6.-Freud S., “Tres ensayos de teoría sexual” [1905] en Obras completas. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1992. vol. VII, p.175.


Punchline n°2


Marius está de visita en la maternidad, sentado al borde de la cama. Tiene 4 años. Ha venido a conocer a su hermanito nacido hace dos días y que duerme en los brazos de su mamá. Marius tiene su espada de madera en el puño y pregunta en alto: ¿crees que él piensa que voy a matarlo?


Michèle Rivoire







Traducción del Zappeur nº 10:
Giuliana Casagrande, Diana LernerTomás Piotto
Composición y revisión: Mariam Martín
Equipo de traducción:

Giuliana Casagrande, Diana LernerMariam Martín (responsable),
Tomás Piotto, Elvira Tabernero y Gracia Viscasillas