Boletín 18 JE #1

Comentario de Graciela Giradi:

Un niño de 7 años, diagnosticado hiperactivo, se presenta diciendo: “Soy malo, no sé hacer nada”.
Su síntoma de la agitación corporal se correlaciona estrechamente a la subjetividad de la madre. El niño se encuentra inundado por el goce del desenfreno.
En los primeros encuentros, el niño sale de una habitación y se abalanza a otra contigua, cierra la puerta y la mantiene bloqueada con toda su fuerza.
El equipo de la Institución que lo recibe decide no pedirle nada en particular, ni que participe en algún taller, ni juegue ni haga nada, en la perspectiva de producir un Otro vaciado de toda demanda.
Michel, al modo de una pelotita de flipper, se golpetea contra las personas y las paredes, aunque su cuerpo a cuerpo es sin agresividad. Poco a poco se interesa en los auxiliares del Centro de día y en algunos juegos como el metegol.
La figura de la madre es central para este niño. El padre abandonó el hogar cuando él nació, y empujado por su mujer que padecía de su violencia física.
La madre de Michel se dedica a ser madre y trabajar. No hay tiempo para ella como mujer.
La primera intervención del analista que atiende a esta señora fue indicarle sacar al niño de su cama matrimonial y no atiborrarlo de medicamentos. Otra indicación a la madre fue que su hijo siga practicando rugby, su deporte favorito.
Poco tiempo después el niño pudo elegir a un auxiliar del conjunto para hablarle de sus miedos, sus dudas y el rugby.
El lazo transferencial le posibilita tramitar su agitación corporal a su pasión por el rugby donde se destaca.

El síntoma acota al goce!...

1. Jacques-Alain Miller y otros, “Desarraigados”, Paidós, capítulo 5, pág. 137.




* Imágenes: Tom Freud.